Aniversario
de 'Gárgoris y Habidis'
Viaje al pueblo “deshabitado”del
transgresor Sánchez Dragó
Su programa de televisión “Negro sobre blanco”
hace pensar que este escritor de 67 años es un hombre urbano y cercano,
pero no es así. Vive junto a su pareja –una joven japonesa de
30 años– en un pueblo “deshabitado” de Soria, donde
sólo hay 10 vecinos. Allí, quien ahora celebra el 25 aniversario de
uno de sus libros más exitosos, “Gárgoris y Habidis”, quiere
levantar un santuario espiritual donde impartir clases de yoga y tantrismo
y conferencias sobre la muerte... Este pensador, que toma 40 pastillas
diarias para mantenerse joven, echa de menos la “España mágica”
que le sedujo: “Antes era un país que tenía identidad, con sus
cosas espantosas y maravillosas. Todo se ha ido al garete por el sumidero
de la modernidad”.
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La
pareja, que se presentó en sociedad durante la celebración
de la boda de la hija de Aznar, se lleva 37 años de diferencia |
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Una
escena de sexo tántrico flanquea el cabecero de su cama |
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Dibujo
del “somaticus sanchezdragoi”, un escarabajo
descubierto en Namibia que lleva el nombre del escritor |
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JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
FOTOGRAFÍAS DE
CHEMA CONESA
Una carreterucha estrecha, serpenteante y llena
de baches nos conduce a la muy noble, mesteña y casi despoblada villa
de Castilfrío de la Sierra, pequeña localidad soriana de unas 10 almas
(la mayoría de los 34 habitantes censados vive fuera), situada en
plena sierra de Oncala, a 24 kilómetros de la capital. Las naves de
ganado construidas a la entrada restan valor estético a un armonioso
conjunto arquitectónico formado por viejas casas serranas y señoriales
del siglo XVIII, algunas de ellas blasonadas, que en su día pertenecieron
a los ricos ganaderos de la Mesta. El Camino Real que atraviesa el
pueblo, junto con el dolmen y el castro de la Edad de Hierro, valiosos
reclamos turísticos de la zona, son vestigios de esa España oculta
que el escritor Fernando Sánchez Dragó retrataba en Gárgoris y Habidis.
Publicado en 1978 con el subtítulo Una historia mágica de España,
el polémico y monumental ensayo (hablamos de un tocho de cuatro tomos
y mil páginas que tardó cinco años en escribir, tras recorrer más
de 20.000 kilómetros) recibió el Premio Nacional de Literatura y fue
“la mayor explosión literaria y transgresión filosófica del
posfranquismo”. Hoy, 25 años después, aquel manualillo de esoterismos,
ocultismos, orientalismos y misticismos de la cultura ibérica, kilos
de literatura en canal, es un clásico presente en la biblioteca de
más de 300.000 personas.
–¿Qué queda de la España mágica?
–Nada. España antes era un país que tenía identidad, con sus
cosas espantosas y maravillosas. Ahora, somos iguales que los noruegos,
los japoneses y los estadounidenses. Todo el mundo sigue el american
way of life. España ya no existe; está deshecha. Se me dirá que, estrictamente,
tampoco existía en 1970, que es cuando salí a buscarla, pero al menos
entonces sobrevivían sus huellas: los restos del naufragio. Hasta
eso se ha ido al garete por el sumidero de la modernidad, del pensamiento
único, de la corrección política y de la europeización forzosa. Ya
no me siento español, sino expañol. Por eso me refugio en mi escondrijo
soriano...
Lo habrán adivinado. El popular presentador del programa literario
Negro sobre blanco (seis temporadas en antena) es el lugareño más
ilustre de Castilfrío. “Mi sueño sería que me tocara la lotería
para amurallar el pueblo, que se cerrara por las noches, hacer una
fosa de cocodrilos y resistir a la modernidad”, elucubra este
ex hippie con alma de ermitaño.
Para él, dos personas son muchedumbre –“yo sólo soy yo
cuando estoy solo”, dice, parafraseando a Miguel Hernández–,
pero con la excusa del aniversario de su best-seller, que reeditó
Planeta en 2001 en un solo volumen e incluye un prólogo expiatorio
de 100 páginas, ha aceptado recibirnos en su refugio numantino. Numantino,
sí: Castilfrío está a 17 kilómetros de Garray, y en un cerro de la
Muela de Garray se asienta Numancia, la mítica ciudad celtibérica
del siglo III a.C. que resistió el asedio de los romanos.
Las calles empedradas están desiertas en esta gélida mañana de diciembre.
Peracho, un hombre recio y corpulento que se define como “viejo
amigo y escudero” de Dragó, deja por un momento sus chapuzas
de carpintería para llevarnos hasta la casona del caballero del escarabajo,
como se presenta su dueño en el contestador telefónico. Si uno se
fija bien, la vivienda, próxima a la iglesia, está coronada por un
coleóptero de acero que hace de veleta. Su inusitado fervor por el
bicho tiene una explicación sentimental. “Hace unos años decidí
acompañar a mi amigo Saramago a Suecia con motivo del Nobel. Para
mi sorpresa, allí coincidí con Julito Ferrer, ex compañero de cárcel
durante el franquismo y hoy entomólogo. Al poco tiempo me dijo que
había bautizado con mi nombre a un escarabajo nuevo descubierto en
Namibia. Se llama Somaticus Sanchezdragoi y garantiza mi
paso a la posteridad. Éste es el más alto honor que la vida, hasta
ahora, me ha conferido”.
Un precioso dibujo del insecto y una escena de sexo tántrico flanquean
el cabecero de la cama que comparte con su pareja, Naoko, una japonesa
de 30 años.
–¿Se identifica con el escarabajo?
–Muchísimo. Yo adoro la cultura egipcia, y en Egipto es el animal
sagrado que remata los templos. El escarabajo trabaja en el macrocosmos
(puede volar) y en el microcosmos (bajo tierra). Ésa es la tarea del
escritor: poner en comunicación el macrocosmos con el microcosmos,
intentando explicar desde aquí abajo lo que está ahí arriba. Es un
animal ecológico, que limpia y no molesta a nadie. No pica, no asusta
ni hace daño. Pero también es un guerrero con antenas y coraza...
Estoy identificadísimo.
Lo explica mientras paseamos por el pueblo, animoso pero algo fastidiado
por el día de perros que nos impide apreciar el paisaje con el cielo
despejado. Apenas hay dos casas en ruinas: la mayoría están siendo
rehabilitadas como segunda residencia por gente que, siguiendo el
ejemplo de Dragó, valora vivir alejado del mundanal ruido. “La
mía perteneció a mi padrastro y se la compré a mis dos hermanos (Guillermo
y María Elena) por tres millones de pesetas en 1996”, relata
con orgullo el improvisado guía.
Hijo natural de Madrid (vino al mundo en 1936 y la guerra le dejó
huérfano de padre, cuyos huesos buscó durante 50 años hasta hallarlos,
el pasado verano, en la fosa de un pueblo de Burgos), tiene a gala
ser hijo adoptivo de Soria desde 1992, año en que ganó el Planeta
por La prueba del laberinto. Siempre ha dicho que renació en esta
ciudad en 1977. “Mi madre era alicantina y mi padrastro, soriano”,
aclara. “Por aquel año yo vivía en Tokio y, misteriosamente,
cuando más alejado estaba de España, Soria empezó a crecer en mi memoria”.
Ritos iniciáticos. Ahora apostilla que su tercer nacimiento acaeció
en Castilfrío de la Sierra. Tan apegado se siente al lugar que ha
decidido invertir sus ahorros en la construcción de una nueva Eleusis.
La metáfora alude al santuario de la mítica ciudad griega, próxima
a Atenas, donde se rendía culto a las diosas Deméter y Perséfone;
unos ritos de iniciación conocidos como misterios eleusiacos, con
fuerte componente agrario (los ciudadanos ingerían productos del campo,
como vino y cebada, de donde procede el LSD, para alterar sus conciencias)
y sexual. Según los estudiosos, estos ritos representarían el triunfo
de la vida sobre la muerte.
Un momento... ¿Acaso se le habrá ido la olla a Sánchez Dragó, de tanto
fumar porros y esnifar libros, no necesariamente de caballerías? ¿Pretende
montar este descerebrado quijote un mercadillo hippie para vender
alucinógenos y afrodisiacos? Aclaremos el misterio dragoniano: “En
estas majadas que acabo de comprar, de unos 1.500 metros cuadrados”,
dice señalando unos terrenos situados junto al cementerio del pueblo,
“quiero hacer un centro de estudios místicos. La gente podrá
encontrar aquí Oriente en Soria. Será un lugar de reunión donde se
impartirán cursos de yoga y tantrismo y conferencias sobre nueva espiritualidad,
al estilo de las que he venido organizando en los últimos 10 años
en los Cursos de El Escorial. Y en este viaje a la gnosis, al conocimiento,
que incluye muerte, drogas enteogénicas y soledad, me acompañarán
amigos afines como Fernando Arrabal, Isidro Palacios, Luis Racionero,
Antonio Escohotado, Alejandro Jodorowsky o Ramiro Calle, por citar
a los más conocidos”. No, no. El presentador de Negro sobre
blanco no sufre delírum trémens. La cosa va totalmente en serio.
Esta Eleusis soriana, advierte Dragó, no estará abierta a cualquiera:
“Será un jardín abierto para todos y un paraíso cerrado para
algunos. Los iniciados deberán demostrar un determinado grado de evolución
personal”. La idea no es nueva, está basada en el Círculo Hermético
que fundaron Hermann Hesse, Miguel Serrano y Carl Jung en Montagnola,
en la Suiza italiana. Por cierto, Jung dijo una vez (y Dragó es un
jungiano convencido) que es más fácil llegar a Marte que encontrarse
a sí mismo.
Para mantener el cotarro está construyendo una casa rural (su gusto
por la decoración oriental no excluye el mobiliario Ikea) que estará
terminada para el próximo verano. En la tercera planta hay un ataúd
de madera que ha comprado al Ayuntamiento de Castilfrío. “Se
cedía a las familias más humildes para los velatorios, pero yo le
daré otro uso: me meteré dentro para meditar. La muerte me atrae,
no me asusta. Opino que la vida sigue después de la muerte y lo único
que me preocupa es indagar en ese misterio. Y es a lo que me dedico
principalmente: a través del sexo (una especie de muerte en vida),
de las sustancias enteogénicas (que proporcionan experiencias de muerte
y resurrección) y del estudio”, asegura, rematando la frase
con su televisiva sonrisa de viejo zorro.
La próxima parada del tour turístico es otra vivienda de su propiedad
provista de jardín zen, salón de té y una lujosa biblioteca que albergará
un tercio de sus 70.000 volúmenes. “Me gustaría abrirla al público”,
cuenta antes de hablar de otro proyecto: su campamento nómada; es
decir, una haima castellana que prevé instalar en la vecina localidad
de Aldealices para uso y disfrute de turistas aventureros.
–¿El anarcoindividualista se ha transformado en terrateniente?
–Yo esto no me lo planteo como mi modus vivendi, pero de alguna
forma habrá que autofinanciarse, cobrar por los cursos y por las habitaciones,
aunque el precio sea módico... Mira, he hecho un esfuerzo tremendo
en los últimos años presentando un programa de televisión, dando conferencias,
escribiendo libros. Trabajo 100 horas a la semana. Es brutal lo que
yo trabajo. Por eso quiero acumular el dinero suficiente para poder
retirarme y hacer lo que a mí me gusta: estar aquí solito escribiendo
y viajar durante seis meses por el mundo a mi manera hippie. Ése es
mi sueño. Tengo 67 años y estoy a punto de alcanzarlo.
Dragó suele repetir que “un intelectual debe demostrar coherencia
entre lo que dice y lo que hace”. A lo largo de la entrevista
insiste, por ejemplo, en “que no es más feliz el que más tiene,
sino el que menos necesita”. Por eso choca que se haya comprado
un Jaguar último modelo, mientras guarda como reliquias el dos caballos
y el Land Rover con los que ha recorrido medio mundo. “Un capricho
lo tiene cualquiera”, se excusa mientras nos dirigimos a contemplar
una escena de la España mágica: unos vecinos octogenarios se preparan,
cuchillo y chamuscador en mano, para matar a su cerdo más hermoso
(no importa que se le haya pasado su San Martín). La anciana no conoce
la lavadora ni la cocina de gas; aún lava a mano en el río Merdancho
y prepara el cocido a la lumbre. Dragó considera que es una heroína.
Una numantina como Dios manda.
Naoko (monja en japonés) asiste entre intrigada y asustada al ritual
del sacrificio. En un gesto algo infantil se tapa los oídos para no
escuchar los chillidos del marrano, que se desangra sin remedio. Las
perronillas y el anís que ofrecen los hospitalarios abuelos sirven
de aperitivo a la comida en casa del escritor. Antes de pasar al salón,
nuestro anfitrión pide que nos descalcemos. Tanto en las costumbres
como en la decoración, Oriente se impone a Occidente. Sus escuderos
Peracho y Antonio Ruiz-Vega (que se encarga de los informes literarios
de Blanco sobre negro y se declara regionalista y partidario del plan
Ibarretxe) nos acompañan en la sobremesa. Taro, un pastor alemán de
ojos tristes, bosteza en un rincón.
Acabo de leer una entrevista al filósofo Bernard-Henry Lévy –a
quien en Francia conocen por sus iniciales (BHL)– donde el periodista
observa: “Resulta difícil no sentirse impresionado ante un personaje
que tiene tanta conciencia de serlo”. Durante la charla tengo
la impresión de que FSD es de esas personas a las que le encantan
impresionar a sus visitas.
–¿Se siente FSD un personaje?
–Henry Levy nació personaje; yo nací golfillo. Hombre, salgo
en la tele, mis ideas llaman la atención, se me discute... Me doy
cuenta de que a los ojos de los demás soy un personaje, pero lo lamento
profundamente. Para mis hijos, mis amigos o mi pareja soy una persona
normal y corriente.
La alumna japonesa. De alguna forma, Fernando y Naoko –37 años
de diferencia– se presentaron como pareja en sociedad en la
boda de la hija de Aznar (“que sea amigo de Aznar no quiere
decir que sea aznarista”, precisa). Se conocieron hace ocho
años en Kioto, donde él daba clases de español. “Toda la vida
he ligado con alumnas, o más bien las alumnas han ligado conmigo”,
relata sin falsa modestia el libidinoso profesor. “Por aquella
época yo era bastante buenecito, pero un día se me acercó para hacerme
dos preguntas sobre El camino del corazón, libro sobre el que trataba
el curso, y la llevé a mi despacho. Las preguntas eran tan absurdas
que la miré de arriba abajo y pensé: ‘Esta criatura lo que busca
es algo distinto’. Le dije que me acompañara al supermercado,
me ayudó a subir las bolsas... y hasta ahora. Cuando su novio se enteró
de que nos acostábamos intentó entrar en mi casa con intención de
matarme”.
Naoko asiente con una sonrisa, dando por válida la versión. Le pregunto
qué le atrajo de él. “Que fuera mi profesor y me doblara la
edad”, contesta. Curiosamente, nunca tuvo una buena relación
con su padre, director del Metro de Osaka. A Dragó le llama papi.
Me pongo impertinente: ¿Y cuando Fernando le habla en la intimidad
no tiene la impresión de estar escuchando una conferencia? “Qué
va, tiene fama de charlatán, pero en casa no es así. Apenas habla.
Y cuando vamos a un restaurante, cada cual va con su libro”.
Ambos explotan en una carcajada.
Su vida sentimental/conyugal es prolífica. Con su primera mujer se
casó por la iglesia en la cárcel y tuvo a su hijo mayor, Alejandro.
Después convivió con Catherina Barilli, con la que tuvo a Ajanta,
madre de sus dos nietos: Mario y Catherina. Martine Sáinz Pe es madre
de su hija Aixa. Y por último, se casó por lo civil con Beatriz Salama
(actual mujer de su amigo Antonio Escohotado).
Aunque reconoce su tendencia a la verborrea y su megalomanía, se defiende
de quienes le acusan de pedante. “Así es como un hombre de cultura
califica a otro de cultura superior. Pareceré pedante a quienes tengan
menos cultura que yo, pero nunca se lo he parecido a quienes tienen
más cultura que yo”. Se define como “reaccionario”,
pero si le llaman provocador se considera insultado. “Un provocador
falsea su pensamiento para inducir unas reacciones determinadas. Es
un señor que no dice lo que piensa. Lo que tengo son ideas provocadoras”.
Y para muestra, un botón: “De todas las Españas posibles, ninguna
me satisface tanto como la de los reinos de taifas”.
–¿Qué piensa del plan Ibarretxe?
–No estoy muy al tanto. Pero confieso que es una inevitabilidad
histórica que el País Vasco se separe, y probablemente Cataluña también.
Si estuviera en mi mano, yo declararía la independencia de Castilfrío.
En el prólogo de Gárgoris y Habidis se define como un pensador libre
y un héroe del antifranquismo –pasó 17 meses en la cárcel de
Carabanchel– que, pese a todo, se coló en el club de las almendritas
saladas: “Y ahí sigo, pese a mis continuas salidas de pata de
banco, mis rebotes, mi antieuropeísmo, mi antiamericanismo, mi anticomunismo,
mi anarquismo, mi insobornable defensa de liberalizar el uso de las
drogas, mi convicción de que sólo regresando al tibio seno de la pobreza
se salvará el mundo, mi interés por las religiones, mi desinterés
por la globalización y la informática...”. Amén.
“Tour de propieté”. El caballero del escarabajo va todavía
por la sopa cuando el resto de los comensales ya está saboreando el
aromático té con especias. Se ha echado encima la tarde cuando subimos
al desván, donde el opositor a monje cartujo aporrea su vieja Olympia.
Por el camino nos va enseñando las habitaciones de sus hijos y sus
nietos, en la segunda planta. “Soy muy de clan, muy patriarca
bíblico”, reconoce. Ya en su dormitorio, abre una cajita situada
junto a la cama y enseña, pícaro, una pastilla de chocolate. “Ya
he liado los porros para esta noche”. Guillermo, su héroe de
infancia, le guiña un ojo. Sin embargo, lo más sorprendente está por
ver. Camino del baño, cae en la cuenta de que se ha olvidado tomar
su dosis de draconita. Este remedio natural para limpiar las arterias
es sólo uno de los, aproximadamente, 40 elixires que cada día toma
para mantenerse joven.
En el amplio desván es fácil imaginárselo preparando Negro sobre blanco
con el atril y las gafas en la punta de la nariz. Sobre la mesa, un
tarot que le regaló Jodorowsky, figuritas del Kamasutra, fotos con
sus hijos en el Annapurna, El anticristo, de Nietzsche, sus libros
del alma –La Baghavad Gita, el Tao Te King, las aventuras de
Guillermo–, una gorra de la CNT sobre la bola del mundo y el
único objeto que guarda de su padre: un obús del 36. Esparcidos por
toda la sala, recuerdos de viajes, amigos y amores. Fotografías con
su madre, con Arrabal, con Aznar, con Escohotado (“acaba de
tener una hija con mi ex mujer”, sonríe); tankas (pintura en
tela) tibetanos, un samurái, la matrícula de un dos caballos, un telescopio
para espiar a las estrellas...
Esparcidas en un diván, las cartas que acaba de heredar de su madre,
fallecida el año pasado. El material le sirve para su próximo libro,
Españolito que vienes al mundo, donde describe las muertes paralelas
de su padre, el periodista Fernando Sánchez Monreal, y José Antonio
Primo de Rivera. “Al primero lo mataron los nacionales y al
segundo los rojos”. Quizá con este libro, siguiendo siempre
el camino del corazón, Dragó acabe por encontrarse a sí mismo.
Una de las primeras ediciones de “Gárgoris y Habidis”
(Hiperión, 1979), de Fernando Sánchez Dragó. La última edición (Planeta)
es del año 2001.
La fosa del
padre
Tras 50 años de búsqueda, el pasado verano Sánchez Dragó
localizó el cadáver de su padre, al que nunca llegó a conocer. “Era
el periodista favorito de Manuel Aznar Zubigaray, el abuelo del actual
presidente”, explica. “Socialista de Maura, con 27 años
fue jefe de redacción en ‘La Voz’ y director de la agencia
Febus. Estaba recién casado con mi madre, que estaba embarazada de
mí. El alzamiento le pilla en Valladolid, desde donde llama para decir
que está detenido. No volvió a dar señales de vida”. En su imaginación
infantil adscribió esa muerte a los “rojos”. “Hasta
que, con 19 años, detenido por la policía franquista, el agente Conesa
me suelta: ‘Tú eres un niñato de mierda resentido que estás
aquí porque hemos matado a tu padre’. Entonces supe que le habían
fusilado los ‘nacionales’. Aquello me sacudió por dentro”.
Hace ocho años, en la Feria del Libro, el hijo de un maestro republicano
se le acercó y le dijo: “Creo que su padre y el mío pasaron
la última noche juntos”. Dragó ha acabado hallando la fosa donde
lo enterraron, en Estopa, a 17 kilómetros de Burgos. Esta historia
que marcó su vida la contará en su próximo libro, “Españolito
que vienes al mundo” (Planeta), que se publicará en septiembre.
Hipocondríaco
y narciso
Las arrugas no perdonan, pero el “caballero del
escarabajo” se siente joven y brioso a sus 67 años. “Tengo
la sensación de que follo mejor ahora que cuando tenía 20”,
dice en presencia de la dulce Naoko. Sostiene que su energía vital
se debe a la mezcla de una buena genética y a las sustancias que toma
a diario. A lo largo de sus viajes –más de 70 países en la mochila–
ha visitado catedrales, burdeles y, sobre todo, mercados, en los cuales
ha probado mil remedios.
Obsesionado con el elixir de la juventud, toma unas 40 grageas al
día: “serumdal” (un extracto de gusano de seda que sirve
para regenerar las células), “yoki reishi” (panacea para
el hígado, el riñón y los bronquios), “shitake” (hongo
japonés revitalizante), “tonix” (afrodisiaco amazónico
con cannabis), “lucerna lucini” (seta en forma de gusano
para la caída del pelo), “Cialis” (más potente que la
viagra)... “Acabo de registrar una empresa que funcionará como
laboratorio y distribuidora de estas sustancias. Se llamará Tabla
Esmeragdina”, explica mientras se aplica unas ondas electromagnéticas
en la frente “para prevenir el Alzheimer”. Narcisista,
tampoco rehúsa las cremas hidratantes, y ha pensado en retocarse la
nariz. “Tengo vocación de cobaya”.
(Entrevista aparecida el domingo 22 de febrero
de 2004 en el suplemento de El Mundo magazine 230)
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