"Fui feliz en la UVI"

 

Escriba de lo que escriba, escribe siempre de sí mismo. Y le funciona. Uno mismo es el camino más corto a los demás, y Dragó camina por ahí. Ahora nos explica el ahogo de sus arterias coronarias y todo lo que eso ha dado de sí... Lo hace en Kokoro. A vida o muerte (La Esfera de los Libros)... ¡en forma de una entrevista a sí mismo, naturalmente! Kokoro es una palabra japonesa que significa ´corazón´ (en su acepción de ´sentimiento´). Me revela Dragó que se siente japonés -su mujer lo es- y que lamenta "profundamente haber nacido español". Lo dice porque él es un hijo póstumo que ahora indaga y escribe la historia del fusilamiento de su padre (por falangistas) al principio de la Guerra Civil: cree haber hallado la fosa común en la que están sus restos. Nos lo contará.

 

Tengo 69 años, aunque renací hace un año y un mes. Nací en Madrid y vivo en Castilfrío (Soria). Voy a casarme con Naoko, mi pareja hace diez años, 38 años más joven que yo. Tengo tres hijos, Alejandro (45), Ayanta (35) y Aixa (25), de tres mujeres, y dos nietos. Soy escritor. ¿Política? Escéptico. Creo en el anima mundi, el espíritu del mundo.

- Así que Dragó ha renacido...

- El 17 de diciembre de 2004.

 

- ¿Qué le pasó?

- Superé una hemorragia casi letal en la femoral, tras una grave operación cardíaca a vida o muerte.

 

- ¿Tan mal andaba su corazón?

- Yo no había notado nada... hasta cierta noche, después de un fogoso polvo con Naoko en un hotel de Barcelona.

 

- Vaya, aún tendrá la culpa el Estatut...

- Ja, ja..., no, todo eso me trae sin cuidado: yo no me siento español.

 

- ¡Qué dirá su amigo Aznar...!

- Aznar es amigo, sí, pero yo no soy nacionalista, ni español, ni castellano, ni catalán... Todo eso son etiquetas que conforman el ego, ¡y lo que importa es el yo, el auriga!

 

- ¿Y eso qué es?

- Lo que queda tras despojarte de toda etiqueta. Mírate en un espejo y pregúntate: ¿soy mi pelo? No. ¿Soy mis brazos? No. ¿Soy las cosas que me han pasado? Elimínalas, y aún eres tú... ¿Soy mis opiniones? ¡No! Sigue, despójate de todo..., y lo que quede ¡eres tú!

 

- Volvamos a aquel hotel de Barcelona...

- Sentí una opresión... Me hice unas pruebas: tenía tal estenosis en las arterias coronarias del ventrículo izquierdo que los médicos aconsejaron operarme con urgencia. De no haberlo hecho, hoy estaría muerto.

 

- Pero aquí está usted.

- Sí, y rejuvenecido. ¡Estoy escribiendo como nunca...! Aunque ahora mi libido está... mortecina. Siento todavía algo de yuyu...

 

- Ah. ¿Y qué opina de esto su joven esposa?

- Nuestra relación es tan placentera en todo, que esto no está resultando un conflicto. Pero no me importaría si Naoko decidiese satisfacerse sexualmente con otra persona...

 

- ¿No sentiría usted celos?

- Los he vencido: tener celos es cosificar al otro, es posesividad, y sólo trae desgracia.

 

- ¿Cómo conoció a Naoko?

- Ella tenía 20 años, y yo 59. Yo impartía un seminario literario en Japón, vino a preguntarme algo y... ¡ahora sé lo que es el amor!

 

- ¿No había conocido antes el amor?

- Yo he tenido siete relaciones conyugales, es decir, una vida de pasiones amorosas, de picos, crestas... ¡Y eso no es amor!: el amor es valle, remanso, serenidad... Confundir pasión con amor ha sido la mayor tragedia de Occidente..., ¡y la causa de mi infarto!

 

- ¿Perdón?

- Occidente fundó la pareja, el matrimonio, sobre esa confusión... Y de ahí derivan crisis de pareja, separaciones, peleas, maltratos, familias rotas... ¡Y mi infarto, sí!: porque las pasiones, la lujuria, fueron rompiendo mis proyectos de familia, y todas esas tensiones fueron acumulándose en mis arterias y...

 

- ¿Habla en serio?

- Está demostrado: ¡toda tensión emocional contrae las arterias! Si esas tensiones se prolongan en el tiempo... ¡pam! Y con hijos de por medio, la tensión está asegurada...

 

- ¿Enamorarse tanto le llevó al quirófano?

- Sí, ya ve. Las mujeres... ¡y el tabaco!

 

- Ah, ¿fumaba usted?

- El porro de cada noche, durante casi 40 años. Era mi afrodisíaco... ¡Y ese tabaco de cada porro ha sido un veneno para mis arterias! Ya lo he dejado del todo.

 

- ¿Ha dejado algo más?

- Ya no ingiero lácteos. Son insanos, mortíferos. ¿Qué mamífero adulto ingiere lácteos?

 

- ¿Su vida ha cambiado en más cosas?

- Ahora procuro manifestar todos mis afectos. Y he aprendido a vivir como si cada instante fuese el último, con plena atención. ¡Y he perdido totalmente el miedo a la muerte!

 

- ¿Seguro?

- Sí. He catado la muerte y he comprobado que es dulce, he sentido que luego la cosa sigue... ¡No me da ya ningún miedo morir!

 

- Enhorabuena.

- Y, además, en la UVI ¡fui feliz!

 

- ¿Por qué?

- Una UVI es un gran teatro, el lugar más divertido del mundo. Ahí sucede de todo a la vez: personas entre la vida y la muerte, enfermeras, médicos, maquinitas... ¡Fascinante!

 

- No todos lo verán así...

- ¡Para un escritor todo es interesante! Todo es bueno, porque todo es aprovechable como material literario. Y yo me siento escritor desde que nací... Y, gracias a eso, ¡vivo con gratitud cualquier cosa que me suceda!

 

- Es una buena autoterapia, desde luego...

- Para autoterapia, la que descubrí en la UVI cuando desperté, miré el monitor al que estaba conectado... ¡y vi el ojo de Yahvé!

 

- ¿Qué?

- Ese monitor reflejaba mis constantes vitales: era yo en curvas y números. Al rato, observé que mis pensamientos y actitudes ¡modificaban mis constantes! Y me puse a jugar.

 

- ¿A qué jugaba?

- A modificar esas curvas a voluntad. A partir de ciertos límites, sonaba una alarma, y la enfermera venía corriendo. Yo me reía y le decía: "Estoy bien, he sido yo", ja, ja, ja...

 

- ¿De verdad podía hacer eso?

- Sí. Luego me he enterado de que eso se llama neurofeedback o biofeedback, práctica médica ahora en auge en Estados Unidos: es un adiestramiento para controlar todo tu organismo. ¡Yo estoy ahora en ese camino!

 

- Es lo que logran ciertos yoguis, se dice...

- Cierto: yoguis, faquires, místicos, meditadores... Ese monitor es sólo un útil mapa de carreteras, una ayuda en ese proceso: primero aprendes a regular tu fisiología, y luego tu psicología... Y aprendes a curarte a ti mismo.

 

- ¡Sus coronarias le han hecho un regalo!

- Sí: toda mi vida he indagado el misterio de mí mismo, ¡y ahora he dado un paso fenomenal! Estamos aquí para construirnos un alma: el alma -el yo, el auriga- ¡hay que ganársela! Si así lo haces... serás inmortal.

 

(Entrevista realizada por Víctor M. Amela para La Vanguardia, 16 de Enero de 2006)