"La literatura templaria es abominable"

 

La tarde del 18 de marzo de 1314 Jacques de Molay, último Gran Maestre de la Orden del Temple, moría quemado en la hoguera junto a treinta y seis compañeros, condenados por herejía en un proceso instigado por el Rey de Francia. Ese día termina la historia y comienza la leyenda de los templarios. El escritor Fernando Sánchez Dragó dirige el curso sobre la influencia del mito templario en la literatura que desde hoy a partir de las 19.30 horas y durante tres días se desarrollará en la Casa de la Cultura de Ponferrada. Abel Caballero, Javier Sierra, Antonio Ruiz y Ángel Almazán son otros ponentes.

 

-La Orden del Temple llegó a ser un Estado dentro del Estado y una Iglesia dentro de la Iglesia, dice Juan Eslava. ¿Era inevitable que terminaran en la hoguera?

-En España no terminaron en la hoguera. En España no se ejecuta a ni un solo templario. Hasta tal punto eran un Estado dentro del Estado que Alfonso I El Batallador los nombró herederos de todos sus reinos. Lo que pasa es que los nobles no aceptaron ese testamento, que hubiera cambiado la historia de España. Un Estado dentro del Estado no tenía por qué crear mayores problemas en una España dividida, llena de reinos de taifas. Y una Iglesia dentro de la Iglesia podría haber provocado un cisma, como lo provocó el luteranismo, o haberse convertido en una secta. Al fin y al cabo el Cristianismo es prácticamente la única religión que genera sectas. El Islam y el Judaísmo, para referirnos a las religiones del Libro, no las generan. Son mucho más monolíticas. Así que eso estaba en la lógica del Cristianismo. Fue la Inquisición y motivos políticos lo que suscitó la persecución, pero fuera de España. Se toparon con un Estado sumamente centralista como el francés, con un rey que era un auténtico bellaco y con un Papa que también lo era. Y pasó con ellos algo parecido a lo que pasó con los cátaros. No era inevitable. Hubieran podido salirse con la suya. La lucha del Temple contra la Iglesia ortodoxa era la vieja lucha de los gibelinos contra los guelfos.

 

-En Francia, ni Felipe IV, ni el Papa Clemente V, ni siquiera el instructor del proceso, el canciller Nogaret, vivieron mucho tiempo para contarlo. ¿Hay que creer en la maldición del Temple?

-Eso son fantasías literarias. Es posible que los grandes maestres del Temple maldijeran a sus verdugos, pero de ahí a que las maldiciones se cumplan... eso no lo puedo admitir. Cadenas de casualidades.

 

-Su ponencia tiene un título sugerente («Los templarios y las cuatro gotas del Grial, un camino de iniciación wagneriana»). ¿De donde surge esa relación de los templarios con el Grial?

-En realidad, yo no voy a dirigir un curso sobre literatura templaria. La literatura templaria es abominable. El tipo Código da Vinci es literatura de quiosco. No coincide con lo que entiendo por literatura, que no es un simple entretenimiento como son, aunque a mí me aburran, esas novelas que ahora por desgracia copan la atención de los lectores, dicho sea lectores entre comillas. Me interesa la literatura templaria como manifestación sociológica de hasta qué punto la literatura está desapareciendo de la humanidad, hasta qué punto asciende la frivolidad por todas partes y la cultura se ha transformado en ocio, negocio y espectáculo, y el mundo se infantiliza, como lo demuestra el éxito de esas novelas.

Lo que sí me interesa mucho es el telón de fondo mitológico frente al cual se dibuja la odisea del Temple. Ese telón no es ni más ni menos que la búsqueda del Grial. El Grial es el mito más universal y más antiguo de la humanidad. Y no es un mito cristiano. Los cristianos, como hicieron con tantas cosas, lo cristianizan diciendo que el Grial es la copa con la que José de Arimatea recogió la sangre que manó del costado de Jesús en la Cruz. Lo cierto es que el Grial es el mito de la búsqueda del centro, de Parsifal, de la búsqueda del andrógino, del ser humano que ya no es ni varón ni hembra, sólo ser humano. La búsqueda del hombre perfecto, la apoteosis del camino de perfección de los místicos.

Y ese camino de perfección está emplazado, en lo que se refiere al mundo cristiano, en España. Es curioso observar cómo los distintos griales de las distintas tradiciones coinciden con el mapa de las autonomías. Hay un Grial gallego, en El Cebreiro; un Grial vasco-castellano, en San Pantaleón de Losa, junto a un pueblo que se llama Crialdes, en el límite de Burgos con el País Vasco; un Grial aragonés, en San Juan de la Peña, que baja y se convierte en valenciano, y en andaluz. Está el Grial catalán, en San Pedro de Rodas. Esto me interesa, y sobre todo en función de lo que está ocurriendo en España. Tirando del hilo del Grial encontramos una explicación dentro del inconsciente colectivo de los españoles de por qué España tiende una y otra vez a no aceptar su identidad y a romperse.

Y me interesa el motivo por el que España era el país del Grial. El Mont Salvat se decía que estaba en España. A lo largo de lo que se llamó el Camino de Santiago -la gran vía herética del Cristianismo y la opción de lo heterodoxos frente a las otras ciudades sagradas de Roma y Jerusalén, de los cristianismos nacionales, los rebeldes, y los díscolos, de los paganos incluso- están prácticamente todos los griales. El Temple se aposenta en el Camino para garantizar como una especie de policía sagrada la transitabilidad, aunque la Iglesia había hecho todo lo posible para desviar el antiguo Camino de las Estrellas y convertirlo en lo que hoy es, porque se han salido con la suya, un idiota camino turístico.

La Ruta Jacobea comenzó siendo una ruta de seguidores del obispo Prisciliano, que cayó en desgracia en los primeros siglos de la Cristiandad y que la Iglesia trató de reconducirlo con el culto a Santiago. Sería más correcto llamarlo Camino de Prisciliano. El Apóstol nunca estuvo en España. Lo del fraude es relativo, las leyendas lo son por superposición. Sobre un templo celta se edifica uno pagano y luego uno cristiano y así sucesivamente. Fraude sí son todas esas patochadas de que vayan los Reyes el día del Apóstol Santiago a recibir la ofrenda o el Jefe del Gobierno y pida al Apóstol que la catástrofe del Prestige no se repita nunca más. La Iglesia engaña cuando dice que está allí el Apóstol Santiago. Es estúpido, porque si reconociera la verdad y dijera que es un camino de espiritualidad no se perdería nada. Al contrario, que un lugar santificado por la Iglesia lo haya sido por las civilizaciones anteriores aumenta su credibilidad.

 

- ¿Qué le parece el hecho de que el castillo templario de Ponferrada vaya a ser restaurado?

-El castillo templario de Ponferrada fue muy importante en el pasado... Sobre la restauración, cuando lo vea opinaré, pero en principio tiemblo, viendo las restauraciones de tebeo que se han hecho en otros casos. Prefiero el encanto de las ruinas.

 

(Entrevista realizada por Carlos Fidalgo para el Diario de León, 17 de Noviembre de 2005)