'Palabras para un amigo'

Fernando Sánchez Dragó

 

Donde las cosas están, huelga contarlas, decía Ortega con frase que yo repito a menudo, y en pocos sitios están con tanta visibilidad, presencia y potencia las cosas –sus imágenes- como en los lienzos de un pintor.

Espadas como labios, decía Aleixandre...
Raíces como dedos, pinta Arellano
(Dragó)

De ahí que siempre me haya sorprendido la insistencia con la que todos los artistas plásticos, sin excepción alguna que yo conozca, recaben de algún plumilla como yo lo soy un texto de mayor o menor enjundia y magnitud que sirva de presentación o introducción al catálogo de las exposiciones en las que exhiben sus obras.

Éstas, por sí mismas se condenan en algunas ocasiones y, en otras, como lo es la que hoy nos ocupa, solas se alaban y, por ello, no es menester alaballas.

Quede claro, por si algún lector malicioso incurriese en sospecha de cohecho, que el autor de esas obras es amigo mío, y de los buenos, y de larga data, pero que no elogio su quehacer porque lo sea, sino porque lo merece. Y, de ese modo, únese esta vez, cosa no siempre fácil ni hacedera, la amistad hacia Platón con el respeto a la verdad.

Conocí a Félix Arellano en los albores y fulgores de la juventud, cuando los dos, en compañía de otros amigos comunes, andábamos metidos en lances de universidad, tabernas, francachelas, tertulias literarias y bochinches antifranquistas. Él, entonces, estudiaba Físicas, pero venía casi a diario al bar de Letras, que le pillaba enfrente, y donde los jóvenes airados de la época sentábamos plaza y cátedra de bohemia, surrealismo, transgresión y rebelión con causa.

La mujer creó el mundo en seis orgasmos,
y al séptimo no descansó
(Dragó)

 

Lo perdí luego de vista, arrastrado yo y zarandeado él por la rosa de los vientos de la brújula de la vida, y volví a encontrarlo infinitos lustros después, y hace muy pocas lunas, convertido en buen pintor -¡las vueltas que da el mundo y cuánto giran en los cangilones de esa noria las personas!-, como sin más esfuerzo que el de la mirada limpia podrá comprobar el observador que se asome a sus cuadros y los escrute.

Grande, empero, es mi asombro en esta circunstancia al reparar en la evidencia de que Félix y yo, cada uno por su vereda, hemos dado en ramonear los mismos pastos... A saber: los de Oriente, verbigracia, tal como en esta exposición despuntan. Hay en ella yantras, thankas, mandalas, crismones, espirales de energía, sexo sagrado, kundalinis, cristales de calidoscopio, chiribitas del samsara, trampantojos, geometría que se transforma en poesía, pulsar de chakras, fluir de prana, posos de horno de crisopeya de alquimista y, últimamente, para mayor coincidencia entre nuestros respectivos mundos, el de Félix y el mío, hexagramas del I Ching, que convierten la pintura de Arellano en propuesta oracular y sapiencial.

Este camino sin baldosas amarillas, pero con árboles que en parte lo son, conduce, probablemente, a Oz
(Dragó)

 

 

 

¿Pintura, dije? Sí, como, sí, por supuesto, y con tanta altura en su frente como anchura en su aliento y hondura en sus entrañas, pero no sólo eso, arte, arte, belleza, pintura, sino también soporte, más bien, de meditación profunda a cuyo trasluz halla el ser humano cabal y consoladora respuesta a los antiguos misterios del universo.

Yo, Félix, me tengo, con razón o sin ella, por sacerdote del I Ching, y, en cuanto tal, escribo estas palabras, te tiendo la mano, te beso en la frente, agradezco lo que haces y bendigo tu obra.

Fernando Sánchez Dragó
Casa del Caballero del Escarabajo
Castilfrío de la Sierra
Tierras Altas
Mayo 2005


Falto yo
(Dragó)

 

 


Dais miedo, yo os lo tengo,
¿y tú, Félix?
(Dragó)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para más información consúltese la web oficial de Félix Arellano
www.lunulas.com