Segundo
volumen de 'La Dragontea'.
«Mezclarme estrechamente
con la vida, ponerme el mundo por montera, probarlo todo, contarlo
todo, mover los límites de la realidad aparente con la palanca
de las alteraciones de la percepción y de la embriaguez orgiástica,
y saltarme a la torera, a veces despampanándome, las convenciones
(siempre) y las leyes (a menudo): tal ha sido la función
de mi existencia, el trajín vertebrador de mi vida, el derivar
de mi currículo. Y en este libro -la segunda entrega de La
Dragontea- doy minuciosa cuenta de ello. Exageraría si dijese
que es el mejor (o el menos malo) de los que hasta ahora han salido
de mi pluma, pero rindo tributo a la verdad diciendo que es, sin
ningún género de duda, el que con más exactitud
y mayor fidelidad me representa. Casi un historial clínico,
una confesión general, un testamento ológrafo. En
sus páginas encontrará el lector lo que, para bien
o para mal, soy, lo que he sido, lo que no he sido, lo que me habría
gustado ser y buena parte de lo que he hecho o deshecho, y de lo
que he pensado, al hilo de la recta final del siglo veinte. Nada
menos que eso, sí, pero -también- nada más
que eso. Aténgase, pues, quien lo compre o quien lo lea a
las implicaciones que se desprenden de lo que acabo de decir. El
que avisa no es traidor. A quien mi persona le interese, le interesará
este libro; a quien no, que pase de largo. Aseguraba Borges: A veces,
en las tardes, una cara / se adivina en el fondo de un espejo...
/ El arte debe ser como ese espejo / que nos devuelve nuestra propia
cara».(del Prologuillo del
autor)
|