«Mi España es la España del liberalismo, de las Cortes de Cádiz y de Cervantes, de esa España sí soy»

Hace unos días tuve la oportunidad de entrevistar a Fernando Sánchez Dragó. Con él pasé, junto con mi compañero Arturo, una mañana en su casa de Madrid entre cajas de libros, papeles, cuadros orientales, alfombras, colores, coloretes y colorines, estanterías repletas y un entrevistado a gusto y con ganas de hablar.

 

-Dices que tu nuevo libro era en un principio una obra a mitad de camino entre la biografía, la historia, el ensayo….

-Sí, pero ahora se ha convertido en una novela. Toda la parte reflexiva, histórica, de pensamiento o de ideología que pudiera tener la he sacado y me ha quedado una novela monda y lironda en la que todo es verdad -novela de no ficción-, y todo lo demás lo he dejado para otro libro que saldrá en diciembre o en enero que se llamará A contraespaña.

 

-Y en ese libro, ¿intentará corregir eso que dice de “la enorme ceremonia de la confusión que es la Historia de España”?

- Bueno, corregirlo no. España es una unidad de destino en lo infernal (risas), por jugar con la frase de José Antonio, que no tiene redención posible. Simplemente, explicaré por qué no tiene remedio y por qué lamento profundamente haber nacido español, que es una frase que sí mantengo con bastante ahínco en este libro.

 

-Cuentas que se te ocurrió el libro cuando en febrero del 56, acusado, con razón, de haber orquestado en la Universidad la primera sublevación antifranquista, el comisario Conesa te soltó que eras un resentido porque “nosotros matamos a tu padre”…

- Sí, efectivamente yo me enteré por boca de Roberto Conesa, en un momento de alto dramatismo, de que a mi padre no le habían matado los Hunos sino los Hotros, porque nadie me lo había explicado. A mí, como a Hamlet, se me engañó, no digo que voluntariamente, pero, en fin, por dejadez, por distracción… fue pasando el tiempo y resultó que no sólo no conocí a mi padre sino que doblemente no lo conocí puesto que se me escamotearon las circunstancias de su muerte. Y fue en ese momento, detenido en por la Brigada Político-Social, cuando decidí escribir este libro que hasta ahora, cuando ya todo el mundo ha muerto, no me he puesto a escribirlo.

 

-Hablas de las muertes paralelas. ¿A quién te refieres exactamente?

-A los que me refiero es a los que murieron por unas determinadas ideas, pero que murieron en la retaguardia, es decir, por asesinatos, por rencillas, por ajustes de cuentas… que es lo más terrible de las guerras civiles. Y ahí caben las dos figuras emblemáticas de mi libro: mi padre y José Antonio, porque mi padre, que era un hombre de derechas, lo mata la derecha y, sin embargo, a José Antonio, al que dedico ciento treinta páginas de mi libro, que era en realidad ideológicamente de izquierdas –su programa político era: nacionalización de la banca, reforma agraria, justicia social…- lo matan las izquierdas. Por eso digo que son dos muertes asimétricas y estremecedoras.

 

-¿Crees que con el paso del tiempo ha llegado a diluirse el guerracivilismo en España?

-Pues parecía, cuando se hizo la Transición que así había sido pero en estos momentos el guerracivilismo está otra vez en la calle con un paralelismo, además, portentoso entre lo de entonces y lo de ahora. Desde luego, no va a haber una guerra civil –entre otras cosas porque la gente tiene nevera y coche-, pero lo que fueron las grandes líneas de fuerza que condujeron a la guerra están todas otra vez de actualidad por culpa del partido socialista: la pugna con la iglesia, descontento en el ejército, la enseñanza, los separatismos… o sea que, realmente, los grandes vectores de la guerra civil siguen vivos, lo cual es algo estremecedor.

Ahora, es verdad que la derecha y la izquierda se han diluido en todo el mundo porque las dos se han acercado mucho, moviéndose en un mismo caldo de cultivo socialdemócrata, y las diferencias son mínimas. La lucha de clases ha terminado, ya no hay proletariado, lo cual desespera tremendamente a la izquierda, que ya no tiene bolsas electorales y lo que hace es buscarlas a cualquier precio, apuntándose a lo que sea aún a riesgo de negarse a sí misma: el Islam, los homosexuales, la ecología y, sobre todo, los inmigrantes.

 

-En tus escritos criticas especialmente a la izquierda. En este que tengo aquí, hablas de ella como caracterizada por “la moral de los esclavos, el clan de la servidumbre, la cultura de la queja, la hermandad del Santo Reproche, la cofradía de la Santa Pobreza y, en definitiva, el miedo a la libertad”. Siendo así, ¿por qué crees que, sin embargo, goza de tan buena prensa?

-Mira, yo he estado dentro de la izquierda y la conozco muy bien. Y es una postura que proviene de la falsa idea típicamente católica de que es más difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos que por el ojo de una aguja, lo cual es una estupidez mayúscula. Eso de pensar que todo pobre por ser pobre es bueno y todo rico por ser rico es malo… pero hombre ¡por el amor de Dios! Por lo pronto, en líneas generales, si hubiera más ricos habría menos pobres porque los que crean la riqueza, los que generan más trabajo, los que contribuyen a redimir a los pobres no son los pobres, que suelen odiarse entre sí y atizarse, sino los ricos. Así, con la izquierda tenemos eso de “dime de qué presumes…”. Siempre es lo contrario de lo que presume. Todo lo hace mal. Todo, menos una cosa: la propaganda, en la que es especialista. Que un régimen como el de Stalin, que es el más abyecto de la historia de la humanidad, con sus 100 millones de muertos, durante décadas y décadas fuera apadrinado y defendido a ultranza hasta el sonrojo por los nombres más famosos, más claros y egregios de toda la intelectualidad del mundo occidental es algo que verdaderamente pasma, y que se debe a la enorme habilidad de propaganda que tuvo la izquierda y que sigue teniendo. Fíjate cómo el hecho de que el gobierno de José María Aznar, que ha sido en mi opinión el mejor de la Historia de España, fuera electoralmente derrotado por un movimiento de sentimentalismo atizado por determinadas tribunas mediáticas y que una mayoría de españoles votara con el corazón en lugar de con la cabeza indica hasta qué punto la izquierda sigue siendo hábil en esto.

Y, en cambio, la derecha es de una torpeza inenarrable. Eso que dice Federico de “maricomplejines” es absolutamente verdad. La derecha nunca se atreve a jugar sus cartas. Yo, hace unos meses, me puse por curiosidad a elaborar una lista de intelectuales de centro-derecha que hay en España y me salieron como setenta nombres de muchísimo peso a los que la derecha siempre ha abandonado y, en cambio, la izquierda imagínate. Ahí tienes a mi buen amigo Joaquín Sabina, que termina dando el pregón de Madrid, lo cual me parece muy bien, pero es algo que jamás la derecha me encargaría a mí o a cualquiera de esos que aparecen en mi lista. Así les va.

 

-¿Y qué es lo que te hizo cambiar?

-Bueno, yo en realidad nunca fui de izquierdas. Fui antifranquista. Yo, a los 18 años, quería ser Hemingway, y la única aventura que podía correr por aquel Madrid de la época era la del antifranquismo, así que me hice antifranquista, porque era lo más extremo que se podía ser y porque me encantaba ir a la cárcel y todas esas cosas que para mí eran grandes aventuras, como las que había vivido Hemigway en el Kilimanjaro.

Sin embargo, yo en este libro cuento cómo estando detenido cayó en mis manos un número del Paris Match en el que venía un test de estos cartesianos, muy franceses, para averiguar las ideas políticas de cada uno. Yo rellené todas las casillas con absoluta sinceridad y cuando contabilicé los datos salió que yo era un liberal de centro derecha, ante lo que quedé sorprendidísimo. Ya te digo que yo ni había leído a Marx ni nada, y sí me acuerdo, en cambio, que era, como lo sigo siendo, un enemigo a muerte de los impuestos. Por eso digo que mi paso por la izquierda, pues, fue puramente circunstancial, nada ideológico.

Y después, sí, hubo una serie de cosas que me hicieron caer definitivamente del caballo. Siendo yo familia de auténticos paladines del periodismo español, y valorando como valoraba desde la infancia la libertad de prensa me encontré, por ejemplo, que estando en la cárcel, sin tener acceso a los periódicos de la calle, conseguí que un funcionario de prisiones me dejara el Ya. Al irse, lo dejaba abandonado encima de una camilla y yo me apoderaba de él disimuladamente para leerlo con enorme fruición, hasta los anuncios con palabras, y luego se lo pasaba a los compañeros. Bueno, pues, joder, cuesta trabajo creer estas cosas, pero a la semana de esto me llama la dirección del partido en la cárcel, a la que yo me había negado a pertenecer, y me dice que los muchachos se desmoralizan si leen aquello y que no era tolerable, así que como no podían evitar que yo lo consiguiera y lo leyera, que hiciera el favor de pasárselo inmediatamente a ellos, que habían elaborado un comité de censura para, sobre la base de las noticias del Ya, elaborar un boletín que sería el que podría pasarse a los compañeros detenidos. Ésta fue la primera vez que salí del partido.

Y a partir de ahí, fui entrando y saliendo, porque me necesitaban y me llamaban continuamente –yo era el gran banderín de enganche, el que hablaba en los mítines, el que se llevaba a las chicas…-, a pesar de que me odiaban, y me iban poniendo en una especie de congelador, porque echarme no llegaron a hacerlo nunca. Fíjate que me acusaron hasta de tener contactos con anarquistas, veleidades troskistas y ¡relaciones inmorales porque vivía con una chica con la que no estaba casado! Recuerdo que Enrique Múgica, que entonces era camarada mío del partido, me llamó cuando me separé de mi primera mujer para conminarme inmediatamente a que volviera con ella porque los comunistas teníamos que dar ejemplo de respetabilidad burguesa. Imaginarás que todo esto iban siendo gotas de agua que fueron haciendo colmar el vaso.

Y ya cuando definitivamente los envié a tomar por saco fue cuando llegué a la Guerra de Vietnam en 1968 y me di cuenta de que aquella era una guerra inventada por los aparatos de propaganda del Partido Comunista. Recuerdo que los periodistas estaban todos viviendo a 6000 kilómetros de Saigón, en Laos, viviendo perfectamente, usando un currito –como se ve en la película Los gritos del silencio- en Camboya, e inventando historias románticas. Y cuando yo me di cuenta de que los comunistas eran tan odiados en Vietnam, o más, que los americanos, fue cuando dije “se ha acabado”. Y eso fue en el 68, o sea que ya ha llovido. Sin embargo, al haber estado con ellos, me toman como un renegado y un traidor, al que siguen dirigiendo constantemente sus fuegos de artillería.

 

-Por cierto, ¿erais tantos como se cuenta ahora?

Nada, nada, cuatro gatos. Cabíamos todos en un autobús. Mira, cuando sacamos a la Universidad de Madrid a la calle, que salieron 10.000 personas, te aseguro que lo hicimos entre quince personas. No nos lo creíamos. No comprendíamos cómo los cuatro que conspirábamos jugando al mus en las tabernas sacamos a tantas miles de personas.

 

 

-Además de atizarle al comunismo y al socialismo real, hay que decir que en absoluto te detienes ahí sino que le pegas duro también al Estado de bienestar y socialdemocracia. Tu Carta de Jesús al Papa tiene párrafos demoledores…

-Bueno, yo soy nietzschiano, no tengo una visión igualitarista del ser humano, pienso que todos los individuos son diferentes y, por lo tanto, creo que hay una pirámide, que hay una jerarquía natural, una aristocracia. Entonces, desde ese punto de vista, un estado en el que se nos pretende allanar a todos por abajo y convertirnos en personas exactamente iguales me parece un aborregamiento que es lo contrario de mi visión del ser humano como un héroe que lucha contra la adversidad, que se conoce y se sobrepone a sí mismo y que es hijo de sus actos. Por el contrario, en este estado actual resulta que inmediatamente de todo lo malo que le sucede a uno es el rico, el vecino, el jefe del gobierno… y los individuos, en lugar de seres autorresponsables, se convierten en esclavos y resentidos.

Así que esto de bienestar no tiene nada. El bienestar está una sociedad libre en la que se permite que la gente pueda prosperar, pero no esto que tenemos. Si es que esto son estados comunistas. Fíjate que soportamos una presión fiscal en Suecia de un 90% y en España de un 75%, y eso es, sin necesidad de asaltar el Palacio de Octubre, la revolución comunista, ¿pero cómo es posible? Estamos todos en un estado de confiscación insoportable que nos lleva al hundimiento económico.

Por ejemplo, la última vez que he estado en Japón, hace pocos meses, me encontré con que es casi imposible cambiar euros. No los quiere nadie. Tuve que hacer una procesión y en el duodécimo banco, por caridad -como son muy educados-, pues me dijeron “se los vamos a cambiar pero nos vamos a quedar con el 26% porque no creemos en esta moneda”. Y aquí, en cambio, todo el mundo está mirándose el euro convencidos de que Europa es un espacio de prosperidad, cuando en estos momentos lo que verdaderamente es un espacio de prosperidad es el sudeste asiático –Japón, Corea, la India…-.

Yo, que viajo a esta zona varias veces al año, tengo la misma impresión ahora al llegar a Europa que tuve en los años 60 al llegar a Bombai. Esto se va al diablo y es precisamente la izquierda la que está suministrando abono para que se produzca un nuevo planteamiento de los fascismos de hace años con todas esas cosas que te comentaba antes: el Islam, los homosexuales o la inmigración, sobre todo, con los subsidios y el derecho de voto…

 

-Ya sabes que ahora hasta Esperanza Aguirre se apunta al carro del derecho de voto…

-Esperanza, que vive aquí precisamente, al otro lado de esta pared (Fernando golpea el tabique entre risas…). Bueno, Esperanza yo creo que es una liberal de pro, lo que pasa es que es una liberal que está hipotecada por la situación, que está en un partido lleno de socialdemócratas en el que sólo ella representa el verdadero liberalismo. Yo reconozco que soy muy partidario suyo, además de Vidal-Quadras, que, desgraciadamente, no pinta nada en el partido, pero que es uno de los mejores intelectuales de este país. Pero Esperanza sí pinta mucho. De hecho, si Rajoy no gana las próximas elecciones yo creo que va a ser la primera jefe de Gobierno mujer que tenga España, y bienvenida sea. Esto el PSOE lo sabe muy bien y por eso la maltrata y la calumnia como lo hace. Desde luego, es mi político favorito.

 

-Cuando colgué este artículo en nuestro blog se cuestionó mucho tu ideario. Hubo, incluso, quien dijo que eras un falangista…

-(Da un respingo, casi se levanta y se lleva las manos a la cabeza) ¿Pero cómo voy a ser falangista si la falange es de izquierdas, por favor? Ahora bien, eso no quita para que aprecie la figura de José Antonio, que yo creo que fue, de todos los personajes de la Guerra Civil, el más limpio, el más noble y el más fascinante. Por tanto, ¿puedes decir que soy joseantoniano en cuanto a admiración personal?, pues puedes decirlo, pero eso no me convierte en modo alguno en falangista. No tengo nada en común con ellos. Nada. Su ideología me es completamente ajena. El fascismo y el comunismo son las dos caras de una misma moneda.

 

-¿Eres entonces liberal?

-Sí, soy liberal. Cada vez más. Liberal a ultranza. Mi España es la España del liberalismo, de las Cortes de Cádiz, de Cervantes, la España de las libertades… de esa España sí soy.

 

-De esa España que nació y no ha sido, que diría Machado…

-Efectivamente. Pero a mí me gustaría aclarar que cuando digo en este libro que lamento profundamente haber nacido español quiero decir que yo no tengo bandera, que no tengo patria, pero tengo tierra. Soy Juan sin Patria, pero no Juan sin Tierra. Tengo tierra, y mi tierra es Soria. Y tengo lengua, y mi lengua es el español y ay de quien me toque el español. Y tengo raíces, y usos y costumbres, y me gusta el vino, y voy a los toros y mis hijos han nacido aquí. O sea, que yo tengo tierra. Lo que no tengo son banderas, ni etiquetas, ni dioses, ni reyes. Me considero un liberal porque soy un hombre libre. Soy Nemo frente al Cíclope.

 

-Sin embargo, yo no veo la connotación negativa del patriotismo como un sentimiento diferenciado del nacionalismo…

-Nada. No lo puedo entender. De la misma manera que no entiendo que uno sea de un equipo de fútbol ¡No lo puedo entender! No me cabe en la cabeza cómo uno es soriano y se alegra de que vengan, no sé, muchos turistas a las fiestas de San Juan… pero, ¿por qué se produce esa identificación? Es algo que está más allá de mis entendederas. Yo, por supuesto, cuando tenía trece añitos era del Madrid, pero luego crecí. Y me parece de un enorme infantilismo identificarse con una bandera, con un equipo de fútbol o, en definitiva, con la colectividad.

 

-Sigo sin verle el peligro…

-Pero, ¿cómo?... Pues tiene el peligro de que en cuanto las gentes se agrupan el individuo se convierte en chusma. El pueblo deja de ser pueblo y se convierte en populacho.

Esto pasó, precisamente, en las manifestaciones contra la guerra donde, en teoría, acudían en favor de la paz y terminaban luego tirando piedras, insultando, increpando, apostrofando las sedes del PP… Yo quedé francamente horrorizado la única vez que fui. Y eso, en cuanto dos personas se juntan, es lo que sucede, al hombre le sale la fiera. En cambio, de uno en uno, no. A mí todo lo colectivo me es ajeno.

 

-Niegas entonces que pueda haber un patriotismo liberal…

-Pero, ¿por qué?, ¿qué es una patria?, ¿qué es España?, ¿qué es Europa?, ¿qué es una frontera?... Nada. Yo salgo a la calle y veo personas. Unas más guapas, otras más listas… pero no entiendo qué son todas esas cosas. Vale que uno se identifique con su pueblecito, con sus olores, con sus raíces… pero eso de la patria… son conceptos vacíos, son abstracciones, eso que los escolásticos llamaban flatus vocis. Así que no me lo expliques porque no lo entiendo. Nací así. Lo siento. Sólo de pensar en esas manifestaciones que se organizan cuando se gana una copa cualquiera… ¿pero a mi qué cojones me importa? Podrán alegrarse si se ha jugado bien y se ha dado un bonito espectáculo pero si no…. No entiendo que la gente se alegre con eso.

 

 

Trato de intentar rebatirle pero a los tres nos da la risa y lo damos por zanjado. Paso a otra cosa.

-Vamos con el capitalismo. Te he leído duras críticas contra él, aun diciendo que eres liberal…

-Bueno a mí lo que me gusta es lo que está pasando en el sudeste asiático donde, sin necesidad de calzarse la caperuza de capitalista ni comunista, lo que hay es fundamentalmente inocencia, no tienen pecado original, los niños no nacen culpables como nacen entre nosotros y, por lo tanto, no están condicionados por el sentimiento de culpa que es lo que convierte al hombrecito occidental en un esclavo. Y por otra parte, como no tienen ese sentimiento, actúan con libertad y son egoístas, que es lo que defendían los filósofos ingleses cuando afirmaban que la única salvación que tiene la sociedad es el egoísmo…

 

-Pero bueno, eso es precisamente el capitalismo, ¿no?, todo aquello de Adam Smith y la famosa benevolencia del carnicero…

-Sí, sí… Yo soy adamsmithiano furibundo. Los únicos filósofos del mundo occidental –a parte de los grandes clásicos- que me gustan son los filósofos ingleses porque están cargados de sentido común. Efectivamente, si uno defiende su territorio bien, sin atacar al prójimo –entre otras cosas porque no es rentable-, si todos buscamos nuestro propio egoísmo inmediatamente la sociedad prospera. En cambio, como queramos hacerla prosperar toda al mismo tiempo sucede lo que está sucediendo, que nos vamos a pique. Entonces, sencillamente, como no ha habido judeocristianismo en los países orientales hay una sociedad que libremente crece, que libremente se esponja y que no está condicionada por ese brutal sentimiento de culpa del que te hablaba antes.

 

-Tú ves aquello entonces como una especie de capitalismo puro, libre de la cargazón de connotaciones negativas de origen religioso que, a tu modo de ver, mancha el capitalismo que pueda darse en Occidente…

-Bueno, pues sí. Sería un capitalismo puro donde efectivamente se reconozca a cualquier persona el derecho a ser ella misma, el derecho a crecer, el derecho a enriquecerse… Y yo creo que el resultado de eso es bueno para todo el mundo. La gente se siente mejor, se siente más libre y es más rica.

Y todo esto es verdad. Tú llegas a esos países y te encuentras con gente honrada y trabajadora, que es algo que no dice nadie. Sin embargo, desde aquí se llevan las manos a la cabeza: “oh, el obrero chino que trabaja en no se qué circunstancias…”, y nadie dice que allí, cuando una persona trabaja lo hace a conciencia, no existe la chapuza generalizada y, sobre todo, no existe la sopa boba. A mí, cuando llego a esos países, y digo que soy español o europeo siempre me dicen lo mismo: “ah, esa parte del mundo donde la gente vive sin trabajar”, y es verdad. En Europa la mayor parte de la gente no trabaja y quienes lo hacen trabajan poco y mal, a costa de ese enorme monstruo que es papá Estado. Allí no. Trabajan y trabajan bien. El resultado de honradez y laboriosidad es igual a prosperidad. No falla. Tardará más o menos, pero llega.

 

En este momento, Fernando, que no le gusta nada hablar de política (y yo lo sé porque se lo he oído y leído en varias ocasiones) se excusa para ir al ídem y retirarse un poco a sentarse a la esquina del ring. Al volver, lo que ya me temía desde hace un rato:

-Pero conste que a mí la política y la sociología me importan un carajo. A mí lo que me importa es lo que hay dentro de mi cabeza, averiguar los secretos del cerebro, saber quiénes somos, adónde vamos y de dónde venimos, qué es lo que pasa cuando nos morimos… Yo soy hombre de campo y la política es cosa de la polis. Yo tengo pésima opinión de la política y si pudiera la borraría de un plumazo. Toda ella. Los políticos sobran. Todos. Si hay un grupo humano del que yo tengo mala opinión es de los políticos porque son chupópteros que viven de crear problemas, no de resolverlos. Y, sin embargo, los impostores, se despachan como los que van a resolver nuestros problemas, cuando si se van todos vamos a tener los mismos o muchos menos y ya los iremos resolviendo cada uno con sentido común.

 

Así, después de este alegato cuasi tiranicida decido abandonar el mundo de lo humano y paso a preguntar por lo divino, donde Fernando se encuentra mucho más a gusto.

-Vamos ya si quieres a este libro (Carta de Jesús al Papa), que a mí me ha parecido muchísimo más escandaloso que El Código Da Vinci (al menos la película, porque el libro no lo leeré)…

-Bueno, es curioso porque tú fíjate que todas esas cosas en las que se basa El Código Da Vinci ya estaban recogidas en mi libro Gárgoris y Habidis y ahora de repente llega este Dan Brown, escribe este libro deplorable -no se puede escribir peor-, y mira la que se monta.

Pero, efectivamente, este libro es mucho más escandaloso. Lo que pasa es que supongo que es un libro culto, que no puede leer el populacho, por más que se vendieran 130.000 ejemplares y estuviera 30 semanas encabezando la lista de los más vendidos. Y a pesar de esto no suscitó el más mínimo debate. No se hablaba del libro. Como si no existiera, miraba todo el mundo hacia otra parte. Un libro así tendría que haber provocado un escándalo. Yo creí que me iban a linchar por las calles, pero no. Estamos en una sociedad de encefalograma plano… pero, en fin.

Por cierto, conste que me han contado gentes muy afines al Vaticano que el Papa tenía este libro anotado de su puño y letra y estaba en su mesilla de noche cuando murió.

 

-Pues si quieres te voy diciendo las cosas que me han parecido más escandalosas y vas comentándolas…

«El Dios del Sinaí no existe…»

Pero, ¿cómo va a existir un Dios antropomórfico que se manifiesta en lo alto de una montaña delante de una turba de personas que están todas drogadas porque ha tomado el maná –que es un alucinógeno-? Es evidente que es un montaje. Si algo parecido a Dios existe es el Dios de los paganos: el anima mundi, el alma del mundo, la vibración, la energía… Eso sí, eso es lo que crea el Universo y lo que hace que evolucione hacia formas cada vez más complejas. Pero esta idea de que existe un Dios personal, hecho a imagen y semejaza del hombre y que, desde fuera de la creación, crea el mundo es un dislate que no se tiene en pie.

Y la Biblia es un libro que si en lugar de decir en la solapa que esto es la palabra de Dios y tal, dice lo que de verdad es: un conjunto de chascarrillos, fábulas, chismes, leyes, costumbres… pues nadie se tomaría en serio un libro tan ridículo y tan maligno. Claro que entre esas miles y miles de páginas está el Eclesiastés, el Génesis, el Cantar de los Cantares… y claro que hay algo bueno, pero aquello es un batiburrillo de dioses asirios, persas… que vienen de todas partes y que se contradicen de manera escandalosa. Así que claro que no existió el Dios del Sinaí. Y voy aún más lejos: probablemente no existió Jesús, ni Buda, ni Lao-Tsé… No hay ninguna demostración histórica seria de ninguno de estos personajes.

«Jesús no funda ninguna Iglesia…»

Eso se basa en que todos los evangelios son, en primer lugar, textos casuales que se escogen por una serie de circunstancias de entre los cientos y cientos de evangelios que circulaban por la época y que, además, ninguno de ellos ha sido escrito por un testigo de los supuestos hechos presenciales, todos ellos llegan décadas o incluso cientos de años después, todos han sido manipulados y retorcidos, se contradicen entre sí… Date cuenta que uno no puede ser cristiano de los cuatro evangelios, es imposible. Tienes que escoger.

Y en cuanto a lo de la Iglesia, fíjate que sólo hay una: la cristiana. En el judaísmo no hay iglesia (la sinagoga es un espacio de conversación), la mezquita tampoco es una iglesia, y en el budismo o en el hinduismo tampoco hay iglesia alguna. En la mayoría no hay ni sacerdotes, empezando por la musulmana. La única iglesia que hay en el mundo es la cristiana, ¡qué casualidad! El único profeta que crea una iglesia es justamente en aquella religión que se beneficia de la existencia de esta iglesia que, por otra parte, se hace a imagen y semejanza del Imperio Romano, porque es la primera vez que la religión se une a la política, que surge la religión de Estado, los delitos de opinión, el cierre de los templos paganos y empieza el pensamiento único. Y todo esto es así. No es una opinión mía. Está demostrado hasta la saciedad.

 

-Dices que la Iglesia miente, y miente a sabiendas…

-Claro. El Papa conoce mucho mejor estas cosas que yo. La Iglesia sabe perfectamente lo que se trae entre manos, lo que pasa es que ha montado un artilugio de poder y, de la misma forma que a los diputados se les llena la boca de hablar de democracia y libertad y todas esas paparruchas, pues tiene que mantener su montaje. Pero los Padres de la Iglesia saben perfectamente cómo sucedieron las cosas. Ellos tienen la información directa. Más que nadie. Tienen, entre otras cosas, los archivos del Vaticano.

 

«Ninguno de los evangelios fue escrito por Lucas, Mateo, Marcos y San Juan…»

Eso es así. Se sabe. Léete Los misterios de Jesús o La conspiración de Acuario, donde se demuestra perfectamente que es todo falso y que se ha ido inventando a lo largo de los tiempos. El dogma de la Inmaculada Concepción, por ejemplo, tiene dos siglos; y lo mismo pasa con el celibato de los curas, el matrimonio como sacramento… son todo cosas que han ido saliendo por circunstancias políticas a lo largo de la Historia y que no tienen nada que ver con el cristianismo de los orígenes.

 

-Auguras un final cercano para la Iglesia…

-Es muy difícil que se mantenga una institución como la Iglesia en una época como la actual. Está tremendamente socavada. Por lo pronto, si tú vas a un templo budista o hinduista verás que está vivo, que está lleno. Pero si vas a una iglesia cristiana verás que está muerta. De hecho, la salvación del cristianismo en estos momentos (los misioneros) proviene de África o Latinoamérica, lugares muy poco desarrollados cultural y políticamente donde todavía hay personas dispuestas a beber ese opio. Pero aquí, en el mundo occidental, la religión cristiana se ha convertido simplemente en una tradición social: la gente se bautiza, se casa, hace la primera comunión… pero ahí se acaba la participación en el cristianismo. Y, por otra parte, el cristianismo se ha politizado de manera tan brutal que ha abdicado de su antiguo papel de revelación e indagación en los grandes misterios, dejando de ser una religión como tal. Por eso no podrá mantenerse, porque el ser humano no puede vivir sin religión. Si tú echas un fantasma por una ventana se te cuela por otra. De hecho, actualmente vivimos un gran resurgimiento de la religión, pero ya la gente se niega a tragar con los dogmas del cristianismo. Así pues, el cristianismo como religión ha terminado. Ahora, como sociedad multinacional podrá sobrevivir más tiempo por su gran habilidad.

Sin embargo, yo te advierto que en esto soy algo contradictorio porque soy partidario de que la asignatura de religión esté presente en todas las escuelas. Lo que me gustaría, claro, es que se enseñara Historia de las religiones, y, si tuviera que concretar, pues que se enseñara budismo y tal, pero bueno, como eso no puede ser… que por lo menos se enseñe catolicismo, porque al menos se enseña algo distinto al pragmatismo total que actualmente se enseña en esas escuelas de adiestramiento profesional que son hoy en día los colegios y las universidades. Así que yo en esto apoyo a la Iglesia por completo. Creo que la asignatura de religión, aunque sea la católica, es la más importante de todas porque la religión es lo único que puede dar felicidad al hombre. Es lo único que puede enseñarle quién es. Uno puede saber mucha matemática o la fecha de las Navas de Tolosa pero no por eso va a ser feliz.

 

-Me ha llamado mucho la atención la recreación que haces de la vida de Jesús… (su nacimiento vulgar, sus viajes a la India, su relación con María Magdalena, su condena a lapidación, su falsa muerte provocada por una técnica respiratoria…)

-Bueno, yo lo que he hecho ha sido una recreación literaria. Ahora bien, la Iglesia no tiene más base para proponernos su versión de la supuesta vida de este supuesto personaje (si me lo tengo que jugar todo a si existió o no Jesús, me lo juego a que no) que la que tengo yo. Existen multitud de datos, que no se sabe si son ciertos o no, que postulan un tipo de vida de Jesús como el que yo he puesto ahí. Ahora, ya te digo que no tengo una base absoluta ni puedo certificar que la cosa sea como yo la he escrito.

En definitiva, lo que yo he hecho ha sido reconstruir por el camino de la lógica deductiva, basándome en los pocos datos ciertos del cristianismo oficial, de lo que pudo ser la vida de Jesús y lo que hubiera sido la forma normal de desenvolverse de un joven inquieto como, en caso de hacer existido, lo fue Jesús en aquella época y de haber nacido a 25 kilómetros del centro iniciático dionisíaco y de los centros de Isis y Osiris... y a partir de ahí he seguido el camino de la lógica.

Y tengo muchas cosas que todavía no he enseñado que verteré en el novelón que llevo anunciando hace mucho tiempo y que llegará aunque sólo sea por amortizar las muchas lecturas y viajes que le he dedicado al personaje.

 

(Entrevista realizada por Juan José Mercado para la revista universitaria liberal Cádiz, 24 de Mayo de 2006)