Rebelión contra el envejecimiento

Si pasan ustedes por la sección de parafarmacia de El Corte Inglés o entran en no sé qué triple uve doble de ésas que pululan por ahí y en las que yo jamás he entrado (ni siquiera lo he hecho en la mía, de la que se ocupa otra persona), se toparán con una elegante caja de considerable tamaño y diseño elegante en cuya negra superficie se lee, en caracteres dorados (creo, porque no la tengo delante y mi memoria visual es pésima), el título de esta columna. Encima pone Elixir Dragó. Y, en su interior, ocho botes con veintiocho pastillas cada uno y un cuadernillo de información escrupulosamente documentada, además de un pastillero, ponen al alcance del usuario una fórmula de salud y de permanente (aunque no asegurada) juventud que se parece mucho, aunque no sea idéntica, a la que yo tomo desde hace casi infinitos años sin faltar ni un solo día a esa cita. Quien decida aplicársela estará incorporando a su organismo buena parte de lo que su genética requiere para ir a mejor o, como mínimo, para no ir a peor. Así lo avala un informe de noventa páginas elaborado por los departamentos ad hoc de la Universidad Católica de Murcia. No soy yo, por lo tanto, el único que lo dice, sino también eximios representantes del mundo de los laboratorios y de la profesión médica. La rebelión contra el envejecimiento es arte, es conciencia y es ciencia. En el pack o kit (horrendos anglicismos) al que aludo no figura el Sumo Reishi, que es la más refulgente joya de mi corona sanitaria, porque ese producto viene de Japón y los japoneses, siempre desconfiados respecto a lo que los gaiyines hacen, no permiten que esa seta mirífica se envase fuera de su país. Algo similar a lo que sucede con el buen vino, que debe ser embotellado en origen. Con ello vengo a decir que el Sumo Reishi (y ningún otro reishi de los muchos que ahora andan por los herbolarios) deberá ser adquirido aparte por quienes confíen en mi palabra. Me gustaría aclarar, por último, que el Elixir Dragó es fruto de la iniciativa de un conocido empresario dedicado a la elaboración, distribución y venta de productos capilares, cosméticos y suplementos alimentarios. CNCE Innovation es el nombre de esa empresa en la que yo no tengo arte ni parte, fuera de haberle concedido el recto uso de mi nombre y de mi imagen. Para más aclaraciones sobre la ciencia, conciencia y arte de no envejecer léase mi último libro.

Fernando Sánchez Dragó, «A tu salud», La Razón, 16/10/16.