EL LOBO FEROZ: ‘Conformistas y heterodoxos’

No sé en qué mundo vivo. Tampoco sé dónde lo hacen quienes escriben artículos de opinión, la expresan en las tertulias o se meten a políticos. Lo que sí sé es que en sus territorios y en el mío viven gentes muy distintas. Lo que se lee en la prensa o se dice en la radio y en la tele tiene muy poco o nada que ver con lo que escucho en la calle, en los cafés, en los taxis y en el cuarto de estar de mi casa. Compruebo así el abismo existente entre la opinión pública y la publicada. Roza el absurdo decir que en el mundo de hoy hay dos pensamientos únicos, pues ninguno de los dos, caso de haberlos, seguiría siendo único, pero vaya si los hay. Y tan imposible dicotomía no es fruto, como cabría pensar, de las divergencias ideológicas, ni de la edad, ni del sexo, ni del color de la piel, ni de la extracción social, ni del coeficiente de inteligencia. Me muevo en ámbitos muy distintos, tengo amigos de derechas y de izquierdas, trato a mujeres y a hombres, hablo con los pobres y los ricos, con los jóvenes y los viejos, con los guiris y los indígenas, con los tontos y los listos… Y todos -todos- me dicen cosas análogas a propósito de los grandes temas de nuestro tiempo. Luego leo el periódico o me sumerjo en el guirigay de las radios y las teles, y todos -todos- dicen ahí lo contrario de lo que dice la gente. Valgan algunos ejemplos. Todas las personas que conozco -todas- están en contra de extender la sanidad pública a los ilegales y son partidarias de impedirles la entrada, en vez de recibirlos con sopitas y Betadine, o de devolverlos ipso facto al país del que vinieron. Los columnistas, los contertulios y no digamos los políticos, cualquiera que sea su partido, sostienen, so capa de supuesto humanitarismo, exactamente lo contrario. ¿Excepciones? Muy pocas. Algo similar ocurre en lo concerniente a la reforma de la Constitución, el cerrojazo al Constitucional o el desmantelamiento de las Autonomías. La opinión pública respalda con unanimidad, por lo que hasta mí llega, esas tres opciones; la publicada, ninguna. Lo que diferencia a los unos de los otros es una minucia: la del sentido común… Ése, acobardado por el tribunal supremo de la corrección política, que siempre se expresa en sordina. Así se contaban los chistes de Franco. Menos mal que nos quedan Arcadi, Federico, Esperanza, Ferlosio (pese a la hipotaxis), Albiol, Santi Abascal… Voces discordantes, incluso entre sí. Alá nos las conserve.

Fernando Sánchez Dragó, El Mundo, 31/08/2015.