En Flandes se ha puesto el sol

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Arríen las banderas, patriotas. Encajen el golpe. Extiendan la mano pidiendo una limosnita por el amor de Europa. Dejen de gritar “yo soy español, español, español” con los rostros pintarrajeados como si fuesen pieles rojas antes de arremeter contra el Quinto de Caballería. Pongan los relojes en hora: la de 1588, la de 1643, la de 1898, la de 2012…

Dice el novelista Carlos Salem: si hay miseria, que no se note. Sabe de lo que habla. Es argentino. Pero aquí, en lo que fuese metrópoli, ¡vaya si se nota! No nos morimos, como de sí dijera Bergamín en su ancianidad, porque no tenemos donde caernos muertos.

No reza con este hocico de África y culo de Europa la maldición de que la historia se repite como farsa. Aquí lo hace una y otra vez como tragedia: la de la Armada Invencible, la de Rocroi, la del Desastre y, ahora, la de ese híbrido de mendicidad y mendacidad al que llaman recapitalización. ¿Y si lo dejáramos en capitulación?

A Felipe II lo pilló rezando la mala nueva de que su flota se había rendido a la furia de los elementos y al furor uterino de la Reina Virgen. El país dejaba de ser una potencia naval. No por ello se inmutó. Siguió bisbiseando avemarías. Con razón había dicho su padre que el castellano es la lengua idónea para hablar con Dios.

En Rocroi rindieron sus banderas los tercios y nos echaron de Europa. El Duque de Enghien preguntó al general derrotado por la cuantía de sus efectivos. Francisco de Melo respondió con chulería: “Contad los muertos y lo sabréis”. Hoy habría dicho al director del FMI: “Cuente los parados y lo sabrá”.

Llegó el 98, perdimos Cuba, Filipinas y el orbe en el que no se ponía el sol. Silvela dijo que España no tenía pulso. Era verdad. Los madrileños, como Felipe II y Melo en pareja circunstancia, tampoco se inmutaron. La plaza de toros se llenó. Las horchaterías, los merenderos y los bailongos hicieron su agosto en el sentido literal de la expresión, pues eran las fiestas de la Paloma. Nadie pensó en suspenderlas. Lo primero es lo primero.

El 9 de junio supimos que nos habían intervenido. Fue a última hora. Al día siguiente hubo tenis, fútbol y Fórmula Uno. Todos ante la tele. Rajoy y el Príncipe viajaron a Polonia. La Feria del Libro se quedó triste y oscura.

Nihil novum. Fiesta, siesta y zarzuela. Carlos I de España vuelve ser Carlos V de Alemania. Siempre lo hemos llamado así. Bienvenida la troika, Mrs. Merkel. Os recibimos con alegría.

Publicado en la sección “El lobo feroz”, El Mundo, 18 junio 2012


Publicado en: ...el 09 Diciembre 2012 @ 12:12 Comentarios (3)

3 comentarios

  1. A 09 Diciembre 2012 @ 15:46 Don Juan de Austria dijo:

    Dragó, ya que tan imperial te pones y tan liberal eres, te recomiendo que con unos cuantos de tus amigos liberales hagáis una colecta y contratéis los servicios de Blackwater para tomar Gibraltar. Así será algo liberal-imperial.

  2. A 09 Diciembre 2012 @ 16:27 Dragón humeante dijo:

    Haciendo alarde de erudición. Aqui hay poco LOL. En fin, una pena. LLeva razón, pro lo malo del caracter Español no es la fiesta, es la inconsciencia que la suele acompañar, el no saber ni cuando ni como parar, el ir de listos cuando somos más tontos que un botijo y el ser pobres diablos picaruelos que no llegarán, como pueblo, a la excelencia, y no porque les falte pasión, sino porque sobra -de la baja- y falta un plus de deportividad capaz de marcar la diferencia. Esto ejemplificado está desde la clase política, hasta en el gitano que te pide un leuro, paaaaaaayo. Muy triste todo.

  3. A 09 Diciembre 2012 @ 20:40 Dragón humeante dijo:

    Dragón humeando erudición ¡LOL! (yo también tengo derecho a contradecirme).