EL LOBO FEROZ: Fuego amigo

Fundamentalismos y contradicciones de los demócratas. Pondré dos ejemplos de actualidad. El primero se refiere a la crisis de Honduras. Lo de Micheletti es un contragolpe, porque el golpista es Zelaya, ese chulito a lo Bush cuya jeta tanto recuerda, en lo físico y en lo psíquico, a la de Julián Muñoz. ¿O no es un golpe de estado modificar la constitución de un país para eternizarse en el poder? ¿Que ganó en las urnas? Bueno, ¿y qué? Eso no es una patente de corso caribeño para que haga y deshaga a su antojo. También ganaron las elecciones, en su día, Mussolini, Hitler, Perón y Chávez. Las habría ganado, incluso, el Caudillo, si se hubiera avenido a convocarlas. ¿Son, por ventura, demócratas los citados? No. Son o fueron dictadores, y sin embargo, por pasmoso que resulte, los fundamentalistas del sufragio universal, libre y directo corren ahora como un solo hombre en ayuda del sosias del ex alcalde de Marbella. ¡Todos a una! La ONU, la OEA, la UE, Zapatero, Obama, Moratinos, Clinton… Hasta el bueno (por tal lo tengo) de Oscar Arias, que no sé cómo se mete en eso. ¡Ah!, y la prensa, que baila el agua a un matón de guardarropía desprovisto de apoyo popular. ¿Por qué no lo dice? ¿Por qué se inventa movilizaciones de dos docenas de paniaguados? Urge que buelva (sic) Mel. Eso dice una pancarta. Rásguense las vestiduras los meapilas de la corrección política y denúncieme a la Suprema, pero lean a Spengler. Fue éste quien sostuvo que es un pelotón de soldados lo que, in extremis, salva la civilización. Yo no iría tan lejos. Lo matizaría añadiendo que sólo a veces, como en el caso de Honduras o en los de las Termópilas, Roncesvalles, Lepanto, Cabezas de San Juan (poco duró) y Normandía, llega a buen puerto esa operación rescate. La tropa es, de por sí, muy suya. Lo mismo salva la civilización que la hunde, pero eso es algo que también puede decirse de quien gana unas elecciones. ¿Por qué incurren los demócratas en la flagrante contradicción de cerrar filas en torno a un golpista como lo es Zelaya? La democracia, avalando a éste, se niega a sí misma, se autodevora y, en último término, se suicida, porque suicidio es convertir un sistema racional y razonable de organización de la cosa pública en mandamiento religioso y, por lo tanto, en fetichismo, superchería y superstición. Iba a aportar otro ejemplo: Berlusconi. Lo haré el próximo martes, si los inquisidores de la democracia no me han puesto para entonces los grilletes.

Publicado en: ...el 31 Agosto 2009 @ 09:15 Comentarios (122)

EL LOBO FEROZ: Peleas entre amigos

Soy polígamo, pero hoy practicaré la endogamia. Metaliteratura, y esas cosas: hablar de comida mientras se come, rodar películas sobre cine… Hace unos días, en El Escorial, cinco columnistas de EL MUNDO hablaron de columnismo. Gistau dijo que el de este periódico es bullicioso. Razón lleva, y que el señorito de Umbral no nos la quite. Lo del bullicio da pie a escaramuzas entre los estilitas, que a menudo, como en los casos citados, son también estilistas e, incluso, estiletistas. Estilo significa punzón y el estilete es un puñal. Se me está yendo el verano en escaramuzas endógamas. El Lobo Feroz ha tenido ya que enseñar los dientes, por lo de los sanfermines, a Lucía Echevarría, Martín Garzo, Mendicutti y los correctores de imprenta (¡y de estilo!) de la sección de Cultura. Hoy se los enseñará a su amigo David Torres. Cuando un columnista llama eso, amigo, a alguien, es que le va a dar una colleja. El miércoles, mientras cinco columnistas de EL MUNDO hablaban del columnismo de EL MUNDO en la celebración del vigésimo aniversario de EL MUNDO, el bueno de David, que a veces es malísimo, comenzaba su columna diciendo: “Mi amigo Sánchez Dragó…”. Y luego me atribuía la intención de provocar la embestida de los incautos (sic) con mis opiniones acerca del alunizaje que nunca existió. ¿Doble error? El de mi escepticismo -no lo excluyo- y el de mi amigo Torres, que ve torres donde no las hay. Yo, David, no quería provocar a nadie, sino decir lo que pienso, y lo hacía, además, a instancia de parte. Se me pidió ese artículo, y dije en él, como es natural, lo que pensaba, no lo que no pensaba. Los biempensantes -llamo así a cuantos comulgan con la ortodoxia, sea o no su oblea piedra de molino- creen que quien disiente, finge, por la razón que sea (¿azuzar a los incautos?), y su arrogancia los conduce a atribuir segundas intenciones a quienes, por equivocados que estén, no piensan ni dicen lo que casi todos dicen y, sin repensarlo, piensan. Yo, David, siempre digo lo que pienso, por extravagante que mi pensamiento sea. Me ratifico, pues, en el barrunto de que el mono erguido jamás ha pisado la res nullius de la luna, lo que no significa que niegue el resto de la carrera espacial. Y en cuanto a lo de que mi escepticismo nos lleva a perder “el único tren de la aventura que le va quedando al hombre”… ¡Vaya! Lo que a mí no me queda ahora es un centímetro de columna. ¿Lo dejamos para otra ocasión? ¿Nos batimos en duelo? Mejor unas copas. ¡Salud, amigo!

Publicado en: ...el @ 09:11 Comentarios (25)

EL LOBO FEROZ: Chupinazo

Debería decir chuminazo. Ayer me llamaba tonto un editorial de EL MUNDO (“las estúpidas teorías que ponen en duda la hazaña” del alunizaje), pero no me doy por ofendido. Cualquier persona inteligente puede decir tonterías sin por ello ser un tonto. Es, incluso, inevitable que las diga, a no ser que muera antes de decirlas. Cuestión de tiempo. Yo, a veces, las digo, como la de la luna, y tonterías de a puño han dicho tres de mis colegas, inteligentes todos, a cuento de la conveniencia de descafeinar los sanfermines. Lucía Echevarría asegura que los toros no son bravos, porque sólo embisten si se les provoca, y sugiere que sean sustituidos en los encierros por mozos disfrazados de miuras. ¡Válgame José Tomás! ¿Lo dice en serio? ¿Por qué no ositos de peluche con mando a distancia? En cuanto a lo otro, ve al Serengeti, Lucía, y habla con los masai. Tampoco el león ataca al hombre si éste no lo provoca. Ningún animal lo hace. Y, sin embargo, son fieras. Tienen bravura. Has dicho dos tonterías. Martín Garzo se conforma con una: la de pedir que no admiremos a los toros en las plazas, sino en las dehesas. ¡Pero hombre de Dios! El ganado de lidia, cuya crianza es carísima, existe porque hay corridas que arrojan beneficios, y si no las hubiera se extinguiría o sobreviviría sólo, como rareza de arca de Noé, en esos campos de concentración que son los zoológicos. No sólo. También las dehesas que tanto te gustan, y con razón, desaparecerían entonces, aplastadas por los hoteles de cinco estrellas, los parques temáticos, los centros comerciales, las urbanizaciones y demás lindezas. ¡Flaco favor le haces, mi querido Gustavo, a madre natura! Y mayúscula es también la tontería aportada por el bueno de Mendicutti, que llega al inenarrable extremo de asegurar que a Hemingway le gustaban los encierros porque nunca fue capaz de acostarse con Ordóñez. ¡Si Freud levantase la cabeza seguro que se iba a los sanfermines para psicoanalizar a los mozos, maricones todos, como don Ernesto, que allí se juegan la vida! Tranquilos, compañeros. Tontos no sois, pero decís tonterías, como las que yo digo, según EL MUNDO, cuando sostengo que el alunizaje fue una mala representación de teatro escolar. El que esté libre de pecado… Alberti reconoció que era un tonto y que lo visto en la vida le había doblado la dosis. La polémica ni siquiera ha sido serpiente de verano. Todo, por fortuna, sigue igual. El próximo 7 de julio, chupinazo, y sálvese quien pueda.

Publicado en: ...el @ 09:06 Comentarios (23)

EL LOBO FEROZ: Libertad con ira


“¿Vivíamos mejor con y contra Franco?”

La mía, porque todo está prohibido. Control, control, control: ésa es la consigna de quienes aseguran que vivimos en un régimen de libertades. No importa que estén en el gobierno o en la oposición. Tan liberticidas son los de Ferraz como los de Génova (con una sola excepción: la del Kilómetro Cero, en el que podría y debería refundarse el PP). Pronto nos pondrán un polvómetro en la ingle: multa a quien eche más de uno a la semana, preferiblemente en sábado y con bombilla de bajo consumo o la luz apagada. Son como mamás, como maestrillos con la palmeta en ristre, como curas de sermón e hisopazo. No beban, no vayan de putas, no se droguen, no cometan adulterio, no corran, pónganse el cinturón de seguridad (y, de paso, el de castidad), bombardeen los chiringuitos de la costa, no se saluden con ósculos en las mejillas ni dándose la mano, no vendan periquitos en las Ramblas, no corten margaritas para saber si les van a dar el sí, no exclamen -como en el chiste- ¡hostias, que es una avispa!, acaricien a las víboras, que son especie protegida, cuando se disponen a morder a alguien… A tales extremos de ridiculez están llegando los progres y los regres. ¿Estado policial? ¡Pues claro que sí! ¡Váyanse ustedes, señorías, al carajo, con perdón (y con condón, para que no me multen)! No salven mi alma ni cuiden de mi cuerpo. No me digan lo que debo hacer, porque soy mayorcito y ya me lo dicen el sentido común y la conciencia. Espíense entre ustedes cuanto gusten y utilicen o no la fiscalía y las instituciones para fastidiar al adversario. A mí, de todo eso, plin. Los partidos políticos son clubes privados. Lo que hagan en el ojo de la cerradura de sus corralas no es asunto mío, pero sí lo es que me acorralen en la mía. ¿Partidos, dije? ¡Partida, más bien, de cínicos que se llaman a escándalo por un quítame allá de teléfonos intervenidos mientras a los de a pie nos ponen cámaras de vídeo hasta en el ojo del culo! En Soria, para pescar cangrejos, hay que retratarse en taquilla, sacar una licencia y, encima, poner una copia plastificada del carnet de identidad en cada retel. No es coña. Se la comerán los crustáceos y morirán, los pobres, de oclusión intestinal. Tentado estoy de denunciar a las autoridades por ecocidio. La libertad no es abstracta, sino concreta y se escribe con letra menuda, día a día, hecho a hecho, paso a paso. ¿Vivíamos mejor con y contra Franco? Sí, porque éramos más libres. Dicho queda. Yo sigo siéndolo y acabo de demostrarlo.

Publicado en: ...el 27 Agosto 2009 @ 15:11 Comentarios (64)

DRAGOLANDIA: A pie de página, de pantalla y de plato


Restaurante Kabuki Wellington

El otro día dejé dos elogios y dos denuestos en el aire. No los justifiqué. Lo hago ahora.

Primer elogio (intensísimo): el de la película japonesa Despedidas. Creo que tiene un Oscar, pero eso es lo de menos. Estamos, con estatuilla o sin ella, ante una joya, ante una obra maestra, humilde, sencilla, franciscana, que habrá costado pocos yenes. La vi en los cines Verdi de Madrid, que son, seguramente, por su programación, los mejores de la capital. Otro elogio para ellos.

Deberían ver esa película todos los que tengan cuentas pendientes con su padre. Reconciliarse con el autor de nuestros días es condición imprescindible para vivir en paz con uno mismo.

Segundo elogio (relativo): otra película, también en los Verdi… Mishima. Ha sido remasterizada y vuelve a las carteleras por las que pasó, cuando se hizo, como un soplo. Sólo para lectores del escritor más sugestivo, no tanto por su obra cuanto por su personalidad, del siglo XX. Reconstruye el día en que se hizo el harakiri -mejor llamarlo seppuku- e intercala resúmenes simbólicos de algunas de sus obras. Esto último resulta artificioso. Lo primero, no. ¡Banzai!

Primer denuesto (relativo): el restaurante Kabuki, siempre en Madrid, que fue el mejor sushi-bar de la Villa y Corte, pero que va, poco a poco, a menos. Quizá se deba al hecho de que su creador está ahora volcado en el Wellington, donde regenta otro restaurante de tiros largos, precios de altura y clientela de la dolce vita.

Reproches al Kabuki: cocineros que ya no son, en su mayoría, japoneses, y eso se nota; excesos de ese horror inútil al que llaman “cocina creativa” (ya saben: el Bulli, el Mugari, el casino de Madrid, y otras sandeces); un ruido infernal; un maki californiano, saladísimo, que sabía y olía a nevera, a vinagre y a cartón de la víspera… Y, encima, dejan fumar. El humo es malo para todo, menos para los salmones, las truchas y las anguilas, y lo es de modo letal para la textura y el sabor del pescado crudo.

El resto, bien.

Mi querido Ricardo: no descuides a tu primogénito y perdóname esta colleja amistosa, pero, a mi juicio, merecida.

Segundo denuesto (absoluto): para el restaurante Alfredo, que fue un clásico de cocina siciliana en la capital del reino. Lo fue, digo. Estuve el otro día y bien que me arrepentí. Pasta mediocre, vino mediocre, pan de chicle, granita de mango insípido… Pero no era eso lo peor. Lo peor es que fui objeto de una felonía, palabra que en castellano, signore Alfredo, significa deslealtad.

Voy a recordársela… Había bastantes platos no incluidos en la carta, que era tristona, aburrida, pobre y convencional. Nadie me puso al tanto de ese detalle. Supe de su existencia al oír que en una mesa vecina, y afortunada, usted mismo, en persona, anunciaba los platos en cuestión, infinitamente más apetecibles que los oficiales. A mí, ni flores. Se lo eché respetuosamente en cara, y se hizo el tonto. Lo mínimo que puede hacer un cocinero honrado en semejante circunstancia es no presentar su factura al cobro. A punto estuve de pedir la hoja de reclamaciones. Renuncié a ello. Reclamo ahora. ¿Ha oído usted hablar del derecho al pataleo? Aquí lo tiene, servido en frío.

Y por cierto: no pregunte usted ni su señora, al término de cada plato, si estaba bueno. Eso es un chantaje, en el que incurren no pocos cocineros de Vandalia. Dejen que sean los clientes, si lo estiman oportuno, quienes motu proprio le feliciten por la calidad de lo servido.

Hasta septiembre, señores, si es que vuelvo a aparecer por aquí.

Publicado en: ...el @ 14:44 Comentarios (42)

DRAGOLANDIA: Quisicosas, madriniñerías


Esperanza Aguirre pide disculpas tras calificar a Zapatero de “sindicalista, retrógrado y piquetero”

Quisicosas: cosas insignificantes. Madriniñerías: lo mismo, aunque no venga en el diccionario, pero referido a la ciudad en la que nací y de cuyo nombre ya no quiero acordarme. Tierno Galván devastó su alma y Gallardón ha destrozado su cuerpo. Que la ondulen, como decían antes los madriles.

He pasado en ella cuatro días, y los que te rondaré en agosto, porque se echa a andar la versión televisiva de Dragolandia -irrumpirá en la rejilla de Telemadrid el 20 de septiembre a las diez de la noche- y eso va a obligarme a veranear (es un decir) en lo que ya no es villa, sino megalópolis ahogada por el asfalto, aunque siga siendo corte.

Abro el periódico. Esperanza Aguirre, que es mujer de arrestos, adjudica tres adjetivos al hombre que, como Gallardón y Tierno, está haciendo todo lo posible para que España se transforme en Vandalia. Dice que Zapatero es un sindicalista, un retrógrado y un piquetero. Tres pares de banderillas citando de frente. Duélese el ofendido en ellas y la banderillera las retira. ¿Por qué?, me pregunto.

Yo me sentiría insultado si alguien viera en mí a un sindicalista, pero eso es un piropo para quien pertenece el partido en que medra Zapatero. Incomprensible.

¿Retrógrado? Acudo al tumbaburros: “persona que tiende a volver al pasado y se opone al progreso”. ¡Caramba! La definición es exactísima. ¿Acaso no pretende el inquilino provisional de la Moncloa retrotraernos al 18 de julio del 36, lo que a todas luces (y sombras) no sería un progreso, sino un retroceso? ¿Hay algo menos progresista que el mal llamado progresismo? ¿Por qué se ofende Zapatero? ¿Duele la verdad como duelen las banderillas en el lomo de un toro manso?

Piquetero… ¿No lo es quien apoya los piquetes? ¿No son éstos “grupos de personas que, pacífica o violentamente, intentan imponer una consigna de huelga”? ¿No termina siempre por ceder el monclovita al chantaje de los piquetes? ¿No los encabezaba en sus días de asalto al poder? ¿No está a partir un piñón de los escasos pinos que nos quedan con los compañeros (suyos, no míos) de la UGT y Comisiones? ¿No acaba de dinamitar
la esperanza de que la crisis deje de serlo volando todos los puentes entre los empresarios y quienes gracias a ellos trabajan, cobran y llevan dinero a casa?

Sindicatos, huelgas, piquetes… Irracionalidad. Escupir al cielo. Enemigos pagados. Madriniñerías. Cosmoadolescencias. Yo estoy con los esquiroles, con las ovejas negras, con los lobos buenos… Nunca con el rebaño.

Esperanza Aguirre debería llamar otra vez a la Moncloa…

-Oiga, que no, que lo he pensado bien, que donde dije digo digo dije, que la verdad es la verdad, duela o no duela, y que me ratifico en lo de sindicalista, retrógrado y piquetero.

Sabiduría del diccionario.

Iba a hablar yo de otras madriniñerías, de dos películas (Despertares y Mishima) y de dos restaurantes. El uno (Kabuki) merece un rapapolvos. El otro (Alfredo), una bola negra.

Lo dejo para el próximo día.

O no.

Publicado en: ...el @ 14:38 Comentarios (21)

La larga y desvergonzada noche del Priligy

Finales de julio. Tres y pico de la tarde. ¡Riiin, riiin! Siesta rota. Agarro el teléfono entre brumas. Es Manu, de la UVE, que no parará hasta que yo termine en la UVI. Cualquier día de éstos lo llevo a los tribunales. Me acosa con proposiciones indecentes.

-¡Oye, tío! Tengo una idea genial. A Pedro le ha encantado. Quiero que tomes priligy y nos lo cuentes…

-¿Priliqué?

-Sí, hombre… El remedio para la eyaculación precoz que acaba de ponerse a la venta en las farmacias.

-¡Pero si yo nunca he tenido ese problema! Tendría, en todo caso, el contrario, y ahora, con la edad y lo del tantra, más aún. ¿Quieres matarme por agotamiento? ¿Quieres que hinque el pico sobre una chavala después de tirarme ocho horas dale que te pego?

-Pues ahora que lo dices… ¡Menudo notición! Seríamos los primeros en darlo. Bueno, déjate de historias. ¿Aceptas o no?

-Si me pagáis una puta de lujo…

-¡Ja, ja! ¡Siempre tan gracioso! Estamos en crisis.

Tan gracioso y tan gilipollas, porque digo que sí.

Cuelgo. ¡Si seré idiota! Voy a cumplir setenta y tres años y hace cinco me pusieron tres bypasses en el corazón. Lo dicho: de ésta, a la UVI.

Tanto más cuanto que a estas alturas de mi ancianidad, para levantar el ánimo y otra cosa una vez a la semana, porque de ahí no paso, me enjareto una galleta maría (sí, sí, maría… Ya saben), una petaca de whisky, media dormidina y diez miligramos de cialis.
¡Menudo mejunje! Eso sí: mano de santo. Resisto dos o tres horas con la bandera izada.

¿Qué diría mi cardiólogo si lo supiese? Bueno, lo del cialis sí que lo sabe. Hakuna matata. Lo otro, no.

Le llamo, por si las moscas cojoneras (nunca mejor dicho). ¿Podré atizarme un priliqué, amén de todo lo demás, sin que mi vida peligre?

-¡Qué prisa tienes! Ese producto acaba de salir. Dame un par de días.

Se los doy. ¡Vaya! Semáforo verde. Mi esperanza en un pozo. No hay escapatoria. Manu va a salirse con la suya. ¿Y si lo engañase con un placebo?

No. La ética de la profesión lo impide, pero me siento exactamente igual -igual de imbécil- que el día en que Nieves Herrero me propuso, para inmortalizar la hazaña en Antena Tres, que me lanzase en paracaídas desde la torre Picasso, y también le dije que sí. ¡Yo, que tengo pánico a tirarme de cabeza al agua desde el borde la piscina! Menos mal que la cosa no cuajó por problemas técnicos. Si no, hubiera acabado arrojándome al vacío vestido de Superman, untado de kriptonita, gritando ¡shazam!, y adiós Dragó.

Por cierto, y a propósito del cialis (que es un remedio para la disfunción eréctil similar al viagra y al levitra)… También me tomo, aparte de los diez miligramos en situaciones de emergencia, una dosis de mantenimiento de cinco miligramos al día. Eso sirve para estar en permanente situación de ataque. ¿Pasa una gacela? Pues el tigre se abalanza y la adentella. ¿No pasa? Pues tan tranquilo.

¿Disfunción eréctil? ¡No te fastidia! ¡Si seré cursi! Antes se llamaba impotencia.

Y a lo que iba… Lo primero, la farmacia. Voy a la de mi barrio y me entero de que exigen receta. Estas cosas, con Franco, no pasaban.

-¡Pero mujer! ¡Si me conoces de toda la vida!

-Precisamente por eso. ¡A saber lo que estarás tramando! No quiero líos con el ministerio. Nos controlan hasta el bicarbonato.

Junto a la farmacéutica, que ya no es una chiquilla, veo, mirándome con guasa y de soslayo, a una dependienta que sí lo es. ¿Por quién me toma?

-Ojo, chata… Que yo no lo necesito. No pienses mal. Cuando quieras, si tu jefa lo permite, te lo demuestro.

Se ríe, pero ni flores. Las jovencitas son así.

La jefa interviene:

-¿Ves como tengo razón? Ya me lo decía tu madre. ¡Anda, hijo, sal por dónde has venido y vuelve con una receta!

Así lo hago. Me la extiende el cardiólogo, que es un buenazo y todito me lo consiente.

Llego a casa con la pócima. Cada polvo sale por doce euros. Carito, ¿no? En Bangkok, por ese precio, te vas a la cama con dos preciosidades. Abro el envase, saco el prospecto y… La sangre se me hiela en la zona que el cialis debe y suele irrigar.

Telefoneo al periódico…

-Oye, Manu… Que aquí dice que el priliqué tiene ochocientas mil contraindicaciones y otros tantos efectos adversos, entre los muy frecuentes, los frecuentes, los pocos frecuentes y los raros. Prácticamente todos los que figuran en el Diccionario de Síntomas y Síndromes de don Gregorio Marañón, menos la tortícolis y los golondrinos. Me va a dar un patatús.

-¿Eso me lo dice el hombre que estuvo en la guerra de Vietnam después de la ofensiva del Tet? ¿Eso me lo dice el hombre que corrió el encierro de san Fermín codo a codo de Antonio Ordóñez? ¿Eso me lo dice el hombre enviado por Pedro Jota a la semana de protesta contra Pinochet? Vamos a menos, amigo… ¿Es la edad?

¿La edad? ¡Vas a enterarte!

Pongo manos a la obra. Sólo me falta la chica. O las chicas, en plural, que eso devuelve el vigor. Paso revista a las posibilidades. Hago la cuenta del viejo. A ver, a ver…

¿Mi santa? ¡De ningún modo! ¡Eso ni se contempla! No está bien enredar en semejantes cochinadas a quien quizá sea algún día madre de nuestros hijos. Y, además, necesito estímulos, y la novedad lo es, que aceleren la eyaculación, no rutinas que la retrasen.

Abro la libreta de teléfonos. La repaso ex por ex, novia por novia, ligue por ligue y aventurilla por aventurilla. Poca cosa.

Las ex ya son, por lo general, mayorcitas y, además, no me aceptarían en sus lechos. ¡Así de raras son las mujeres! Que se lo pregunten a Racionero. Su libro (Cómo sobrevivir a seis historias de amor. Yo voy por la séptima, sin contar las de paso) es una joya literaria y un manual de utilísimas instrucciones conyugales… El perfecto casado, de este segundo Fray Luis.

Las novias lo son ahora de otros o, incluso, ¡qué desconsideración!, se han casado con maromos celosísimos. Tampoco es cosa de terminar en calzoncillos y con los zapatos en la mano haciendo equilibrios sobre una cornisa.

Los ligues y las aventurillas… ¡A saber por dónde andarán! Sic transit. Seguro que han cambiado de teléfono.

Mi libreta es ya un álbum de viejas glorias.

¿Viejas? Sí, como yo, que lo soy verde, y por eso me gustan las jovencitas. Bueno, por eso, no, porque también me gustaban cuando era un mocito barbero. ¡Qué le vamos a hacer! Lo que es, es, aunque la corrección política, el feminismo, el IMSERSO, Bibiana y la ideología imperante se empeñen en lo contrario.

Hay un momento, fatal para mi libido, en el que las chicas pasan a ser señoras y ya no se vienen al Sáhara a lomos de un dos caballos. Suele producirse esa catástrofe al filo de los treinta, como mucho. Con las veinteañeras, en cambio, se va sobre seguro. Y si aún no lo son, mejor. Que se lo pregunten a Berlusconi.

La búsqueda pinta mal. Y, para colmo, acaba de empezar agosto y andan casi todas en biquini por las playas. Yo las detesto… Las playas, digo, no a los bombones que por ellas se contonean.

Tampoco me voy a ir de putas, porque me meterían prisa, y se trata justamente de lo contrario. Hacer eso, además, es ahora deporte de mucho riesgo. Lo mismo aparece una lechera (no es alusión) y acabas en el trullo. Con Franco tampoco ocurría eso.

Vuelvo a telefonear al periódico…

-Oye, Manu… ¿Y si me hago una manuela?

-¡Ja, ja! ¡Qué gracioso!

¿Lo habrá aprendido en jueves? Pero es hombre astuto y sabe de qué pie cojeo…

-¡No racanees más! -aúlla-. Paco Umbral hizo en su día con el viagra lo que tú vas a hacer ahora con el priligy y no se anduvo con remilgos. ¿Lo recuerdas? Cumplió como un jabato.

Sí, claro que lo recuerdo. ¡Con banderillas a mí! ¡Al toro!

Al toro, sí, pero ¿dónde está, que no lo veo?

Dios no ahoga. Lanzo un S.O.S. desde el gabinete de Julia Otero, en el que oficio de contertulio, y una chica de Cantabria se me ofrece. No voy a decir su nombre. Soy un caballero.

La llamo y… Todo en orden. Está dispuesta. Le pido foto. Me la envía. Nota alta.

Ya, pero si le pago el viaje desde Santander se me van a ir en el billete los magros emolumentos que Manu -él sí que racanea. Estamos en crisis- me ofrece. Desisto. Gilipollas, sí, pero no tanto como para jugarme las coronarias sin recibir unos duros o, por lo menos, un par de trajes de Milano y una cestita de anchoas.

Salgo del estudio de Onda Cero y, a portagayola (¿gayola?), se me acerca un angelito, un querube, una monada… Dice que estaba deseando conocerme. ¡Pues ya lo ha conseguido! Es cantante, se llama Virginia Maestro y vela las armas de su primer disco: diez canciones llenas de soul, funk y jazz. Lo sé porque me da un tarjetón donde lo dice. Le pido el teléfono. Me lo da. Me pellizco. No la pellizco (aunque me gustaría hacerlo). Dios, en efecto, no ahoga. ¿Será ella la candidata al priliqué que la providencia me envía? Quedo en llamarla. Se va. Me voy. Miro el tarjetón y descubro que el compositor es Risto Mejide. ¡Glup! Más vale poner pies en polvorosa.

Sigo, pues, deshojando la margarita, y en eso aparece el suplemento de Salud de EL MUNDO. Su portada y dos páginas interiores son para el priliqué. Las devoro y así vengo a enterarme de que entre el 20 y el 30% de los españoles eyaculan demasiado pronto (algunos en menos de dos minutos. ¡Ya es correr para correrse!) y los que no lo hacen tardan, por término medio, seis minutos y treinta segundos, frente a los nueve de los alemanes y los ingleses o los doce de los norteamericanos.

¡Atiza!

-Oye, Manu… Que yo, con veinte abriles, aguantaba otros tantos minutos y siempre he ido, en eso, al paso de la edad. Ahora puedo resistir setenta y dos, tirando a más, y tan fresco.

-Bueno, ¿y qué? Mejor para ti, fanfarrón.

-No, mejor para ellas, pero no es fanfarria, sino ancianidad y control. Tengo mis trucos. Te lo decía porque el comprimido en cuestión retrasa el orgasmo tan sólo siete minutos. Acabo de leerlo. ¡Y para eso, Manu, tanta bulla! En mi caso es inútil. Voy a quedarme tal cual. ¿Qué importancia tienen siete minutos sobre un total de setenta y dos, calculando por lo bajo? Ahora bien: si te empeñas…

Se empeña.

Cada minuto ganado, doscientas ochenta y seis pelas gastadas. ¡Bonito negocio!

En fin… ¡Allá que voy! ¿Dónde? ¡Pues a un club de intercambio de parejas! Más estímulo no cabe. Es un plus. Es un extra. Es llegar y besar el santo (y otras cosas), aunque no abunde allí la santurronería. ¿Digo a cuál? ¿Y por qué no? Al mejor de Madrid, por supuesto, que tiene además dos ventajas: no me cobra, por ser parroquiano relativamente asiduo, y no me exige que vaya acompañado.

Es el Encuentros, que está muy cerquita del Pirulí… ¿Pirulí? ¡Caramba! ¡Qué casualidad! Hasta hoy no había reparado en ella.

Veni, vidi, vici. Siempre cumplo en las orgías. El gatillazo, en tal circunstancia, es imposible. ¡Hasta en el túnel de Raymond Moody se me empinaría!

Ya sé, ya sé que soy un desvergonzado, un depravado, un libertino, un pervertido, un promiscuo, un todo a cien, y que si la lujuria es culpa, me condenaré por ella.

Pero no lo es.

¡Ah! El priliqué, ná de ná, como yo me temía. No puso ni quitó, no tuve ni tan siquiera un sofoco, unas palpitaciones, un no sé qué… Lo de los efectos adversos era un camelo. Todo fue como siempre: igual de bien.

Lo siento, Manu. Ya te lo dije. Si quieres, te regalo lo que queda. ¿Cuándo puedo pasar por ventanilla?

Publicado en: ...el 26 Agosto 2009 @ 09:59 Comentarios (23)

DRAGOLANDIA: La mancha azul


Una modelo japonesa durante un desfile

Tiempo de verano, vino del estío, época de desnudeces… No sólo las del cuerpo, pero también ésas.

El otro día, aquí, que es territorio íntimo y, por ello, off limits, puse en bolas el alma. Fue un arrebato. Escribir es desnudarse, y mal escritor será el que no se avenga y exponga a ese riesgo.

Faulkner dijo que no debería correr el albur de la literatura quien no sea capaz de vender a su madre en letras de molde. Yo, nel mio piccolo, sostengo que ningún escritor alcanza el clímax hasta que fallece su madre. La mía ya lo hizo. Ya soy libre. Ya puedo confesar lo que a ella nunca le habría confesado.

Tranquilos todos. No voy a hacerlo aquí. Lo haré -lo estoy haciendo- en el libro de memorias que interrumpí al morir Soseki y que ahora, terminada ya la novela que le he dedicado, reanudo.

Pero no quería hablar de eso, sino -más frívolo, más sibarita, más veraniego, más lujurioso- de una exquisitez, de una primicia, de un boccato di cardinale: la mancha azul, que en los caucásicos no existe.

La piel de la mal llamada raza amarilla es, a mi juicio, aunque no siempre, mucho más blanca que la de quienes por blancos nos despachamos. Dime de qué presumes… ¿Hay, acaso, en el mundo blancura más cegadora que la del cuerpo de las muchachas japonesas? Quien la probó, lo sabe, y yo, por fortuna, lo he hecho. Mi mujer nació en Osaka y tiene en el extremo superior de la comisura del canalillo de sus nalgas -allí donde, según el clásico, pierde la espalda su honesto nombre- la famosa “mancha azul” que caracteriza a quienes proceden de los mongoles. El contraste entre esa suave pincelada de color y la albura de lo restante -el culo, ¡vaya!, y que su propietaria me perdone la mención- es una delikatessen digna de figurar en el menú del más sofisticado repertorio erótico.

Inútil es que lea a Kawabata quien no la haya visto. Esprit de finesse, se llama eso. En la tosca Europa, desde 1789, todo es geometría.

“Dijo el azul un día: Yo me llamo azul, Pablo Ruiz, azul, Picasso”… Fue Alberti quien lo escribió. Pero ni el uno ni en el otro, seguramente, vieron nunca la mancha de los mongoles. Con ella galopó la Horda Dorada, en torno a ella nació Xanadú y con ella soñó Coleridge. Privilegios.

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DRAGOLANDIA: Berrinche

Llevo ocho días sin decir ni pío en este blog. ¿Debo explicaciones? Aquí están…

1. Tenía que terminar y entregar el libro sobre Soseki. Eso era, así se hundiese el mundo (y ELMUNDO.es) lo único que me importaba. Ya está hecho. Ha sido una paliza. Desde el 28 de diciembre hasta el 22 de julio -siete meses- he trabajado en ese libro a razón de diez horas al día, sin perder ni uno, fuera de las dos semanas que dediqué a viajar por Tailandia y Laos en compañía de los míos.

2. Estoy exhausto. Tengo, por primera vez en mi vida, la impresión de que necesito unas vacaciones, y no puedo tomármelas. Explicar por qué no viene al caso. ¿Vacaciones? Las últimas que tuve fueron hace cosa de medio siglo. Los sindicalistas piden jornada semanal de treinta y cinco horas. Yo trabajo más de ochenta durante todas y cada una de las semanas que tiene el año. ¿Es una queja? No, no lo es. Sólo yo tengo la culpa. Pero, culpable o no, lo cierto es que estoy -insisto- exhausto y con viva, vivísima, sensación de muerte inminente.

3. ¿Por qué me ha dado tanta guerra -más que ningún otro libro- Soseki, inmortal y tigre? Por la tentativa de encontrar un lenguaje asequible a los niños y que, al mismo tiempo, no parezca pueril a los adultos. No estoy seguro de haberlo conseguido. Sí lo estoy de que me he dejado todos los pelos de la literatura en la gatera (nunca mejor dicho). Creía que este libro, amable, tierno, sentido, emotivo, iba a ser coser y cantar. ¡Caramba! ¡Pues si no llega a serlo! ¿Habrá merecido la pena? Ars lunga, vita brevis. Machado apostillaba que el arte es un juguete y que, además, no importa.

4. Estoy en crisis con el blog. No me gusta escribirlo. Es literatura oral, porque no llega al papel impreso. Me gusta, en cambio, porque sí llega, escribir El lobo feroz todos los martes en El Mundo palpable, visible, no digital. El que no es etéreo. El que se vende en los quioscos. Tengo, sin embargo, la irritante impresión de que esa columna, como todas las de la prensa de rotativa (aunque ya no la haya), cuenta con menos lectores que ésta. Mal asunto. No sé si cerrar el
blog. Dejo esa decisión para septiembre.

Esta semana y la que viene cargaré la suerte para recuperar las dos entregas no entregadas. Soy hombre cumplidor. Después… E chi lo sa?

Publicado en: ...el @ 09:44 Comentarios (8)

Paparruchas

No es lo mismo ir a la luna que estar en ella. Lo segundo alude a quienes creen en lo primero. ¿Cuarenta años ya? No me toquen las pelotas. Yo tenía treinta y dos y estaba como un queso de mozzarella de búfala. ¿Quién iba a imaginarse que ocho lustros después, podrido por la gusanera de la ancianidad, lo sería de cabrales?

De búfala, decía, porque el paripé del alunizaje me pilló en Italia. Roma era entonces una fiesta. ¿Tanto como el París de Hemingway? ¡Hombre, no se me pongan así! Cada ciudad con su copla. Las chicas se me rifaban, lo cual es de por sí una fiesta, y la mía aseguraba que yo era il ragazzo piú hemingwayano della costa.

Con ella vi por la tele de su madre (nosotros no la teníamos) aquella burda representación de teatro infantil con la que los de Washington quisieron bajar los humos a los de Moscú. Éstos habían lanzado en octubre del 57 su famoso sputnik, y eso sí que me lo creí, porque yo era entonces comunista y el meinkampf del agitprop me lo exigía. El notición me pilló en el tranvía que iba de Moncloa a Paraninfo. Llegué a la Facultad de Letras y en su vestíbulo un camarada me dijo: Ya ves, esos analfabetos de la Unión Soviética han puesto en órbita un satélite artificial. ¡A ver qué dicen ahora los capitalistas!

Dijeron, dijeron, aunque optaron por servir el plato de la vendetta más frío que nunca. Lógico porque toda aquella pugna fue capítulo de la guerra fría. ¡Doce años de retraso! ¿Teníais un sputnik? ¡Pues os vais a enterar! ¡Hale! ¡A la luna! ¡Picar más alto no cabe!

Y montaron, a bombo y platillo, el paripé al que me he referido. Yo lo vi, como decía, en Roma y me pareció una mala representación de La venganza de don Mendo.

De don Mendo o del Tío Sam. En el salón de actos de mi cole nos salía mucho mejor.

¿Estoy de coña? Pues sí, porque de coña me pareció la función. ¡Ya podían haber llamado al Orson Welles de La guerra de los mundos, que andaba viendo toros por España, o a cualquier director de Hollywood! Los tenían excelentes, bien cerquita y de toda confianza, porque muchos habían puesto su granito de denuncia en la cacería de brujas rojas del senador McCarthy. Buenos días y buena suerte. Aquello no había quien se lo creyera. Y yo, quod erat demonstrandum, no me lo creí. Nunca he sido hombre de fe.

Pasé toda la noche en vela, acompañado por mi chica, por su madre, por el escritor Alberto Lecco y no sé si por alguien más. Todos han muerto, así que no puedo aportar testigos, pero juro por la memoria de Pirrón que cuando empezó la farsa yo era un creyente y cuando terminó ya era lo que sigo siendo: un escéptico.

Los hay a miles, y existe una vasta bibliografía en la que exponen sus argumentos, que no son los míos. A mí me bastó con lo visto, y aparqué el asunto. ¿Explorar el espacio exterior? No, gracias. Prefiero el viaje interior. Eso sí que está por descubrir.

Eximo de responsabilidad al bueno de Hermida. No, no se lo inventó todo para ponerse en órbita (nunca mejor dicho), porque su equivalente italiano, cuyo nombre se me escapa, terminó tan fané, descangallado y desgreñado como él después del palizón informativo. A los periodistas se la metieron doblada, pero a mí, que era el chaval más hemingwayano de la costa, no me la dieron con queso ni de cabrales ni de búfala. ¿La luna? ¡Venga ya! Sabido es que tiene fama de mentirosa, y mentira hubo.

Ya sé, ya sé que este artículo es una cachondada. Discúlpemela el lector, pero no puedo escribir en serio sobre algo que siempre me he tomado a broma. No se detendrá por mi culpa el mundo (ni, menos aún, EL MUNDO). Seguro que aquí, a mi vera, cualquier sesudo analista les hablará con tediosa sensatez de lo que para todos ustedes -para mí, no- ha supuesto la carrera espacial. Bueno… Sólo una cosa es segura: nos ha salido carísima. ¿Merecía la pena? ¡Tanto dólar para que cuatro imbéciles se inscriban ahora, pagándolo a golpe de millón, en estúpidos viajes turísticos que nunca se realizarán!

Total… Que yo, aquella mañana, una vez concluida la farsa, y tan descangallado como Hermida, dejé a la chica en la cama y, sin decírselo, fiel a mi condición de ragazzo hemingwayano, me fui a ver a otra novia, que era hija de un general. Nada menos. Vacaciones en Roma. Festa.

Y posdata… Pirrón era un filósofo del Peloponeso que convirtió la duda en columna vertebral de su filosofía. Diderot también lo hizo. Dicen que su última frase, pronunciada un instante antes de hincar el pico y la cuchara en un plato de sopa, fue: La duda es el primer paso hacia el conocimiento.

Tomen nota los chicos de la LOGSE. A ellos no les han explicado quiénes fueron Pirrón y Diderot, pero seguro que les han contado lo de la luna y, los pobres, se lo han creído. Yo soy de otro plan de estudios.

Publicado en: ...el 14 Agosto 2009 @ 13:57 Comentarios (69)

EL LOBO FEROZ: Lo sagrado no se toca (bis)

Así se titulaba el articulillo que publiqué el sábado en este periódico. Me habían llamado a las dos de la tarde para pedirme, a matacaballo, que terciase en la polémica generada por el encierro del viernes. Estaba yo terminando de corregir, a matacaballo, la versión definitiva de mi libro sobre Soseki y tenía que preparar, a matacaballo, la conferencia que unas horas más tarde, a matacaballo, iba a dar en Soria. Era, pues, muy difícil, casi imposible, atender a la petición de El Mundo, y sin embargo, a matacaballo, la atendí. Periodistas somos y el periodismo funciona a matacaballo. Envié el artículo y me enfrasqué en lo demás con la satisfacción del deber cumplido. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando, al día siguiente, releyendo, ya impreso, lo que había escrito, me di de narices con tres correcciones carentes de justificación semántica que sólo servían para afear mi estilo. Y el estilo, en los escritores, lo es casi todo, porque la literatura, como recordaba con ferocidad de lobo Paul Valéry, es algo que se hace con palabras. Sé que al lector le parecerá todo esto una minucia, pero fue, según Stefan Zweig, la fimosis de Luis XVI, otra minucia, lo que desencadenó la Revolución Francesa, así que detallo las enmiendas. Donde yo dije, dirigiéndome a Pedro Jota, “acabo de oírte en elmundo.es” manos desconocidas añadieron: “acabo de oírte hablar de la mañana sangrienta de Pamplona”, con la agravante de que media línea después se repetía la palabra “sangre”. ¡Bingo! El estilo a tomar por saco. ¿A qué ton, me pregunto, ese retoque? Sigo. Donde dije “pues mutilación no sólo de un rito ancestral (…) es lo que tú propones” alguien puso: “que es la mutilación (…) que es lo que tú propones”. Tres “ques” en vez de uno, un “pues” desaparecido y un “la” de matute. ¡Hale! La sintaxis, la inteligibilidad y el estilo a tomar vientos. Y, por último, lo más gordo: donde dije, hablando de los políticos, “no los pago para eso” una mano nada inocente, porque la movía, supongo, la corrección política, puso “no quiero pagar mis impuestos para eso”. No me había sucedido nada igual desde que hace muchos años otra mano políticamente correcta me adjudicó la expresión “empleada de hogar” donde mi pluma había puesto “criada”. Confío en que Víctor de la Serna, Arcadi y Oz, en cuyas jurisdicciones se inmiscuye esta columna, salgan en mi defensa. Lo sagrado, efectivamente, no se toca. El estilo lo es. Disculpen la rabieta y el desahogo.

Publicado en: ...el @ 13:47 Comentarios (21)

SANFERMINES: Lo sagrado no se toca

Y a mí, en cambio, me toca hoy disentir del señorito, como diría Umbral, que también es sagrado. Espero que no me lo tome en cuenta.

Mira, Pedro… Acabo de oírte en ELMUNDO.ES y la sangre me hierve. Regular es desnaturalizar. Mil veces preferiría, y me duele lo que digo, la prohibición de los encierros a su mutilación, pues mutilación no sólo de un rito ancestral (muy anterior, por cierto, a la aureola literaria que Hemingway añadió a la fiesta), sino de una pulsión del alma que se remonta al sexto día del Génesis, es lo que tú propones.

El anhelo de la vita pericolosa, consustancial a la naturaleza humana, no responde a capricho de algunos, sino a voluntad de aprendizaje, de forja, de firmeza y, en definitiva, de perfección. Vivir no importa, decían los clásicos. Navegar, sí.

Tú deberías entenderlo mejor que nadie. Sabes, como lo sé yo, que los corresponsales de guerra, por ejemplo, y Hemingway lo fue, y yo lo fui (y con gusto, y con tu venia, volvería a serlo), no nos vamos al teatro de los acontecimientos sólo por profesionalidad o por obediencia debida a personas como tú, sino por algo más. Es la atracción del peligro y del abismo. Es el vértigo de la acción. Es una vocación. Es un modo de ser. Es un estilo de vida.

¿Has corrido alguna vez un encierro? Yo, sí. Muchas, en Pamplona (con Ordóñez, nada menos), en Soria, en Cuéllar, en otras partes… Lo hice hasta el 200l, en la sanjuanada de Valonsadero, con sesenta y cuatro castañas a cuestas. Y te aseguro, Pedro, y te lo asegurará cualquier mozo pamplonica, que esa embriaguez sagrada -sagrada, digo- es éxtasis, vuelo místico, formidable subidón de felicidad.

¿Quieres privarnos de ella? ¿Quieres poner coto al libre albedrío? ¿Quieres encerrar el riesgo entre cuatro paredes y convertirlo en parque temático? ¿Quieres arrebatar al hombre su dimensión heroica? ¿Quieres que los encierros sean como la cerveza sin? ¿Quieres convertir en deporte un sacramento?

¡Por Dios! ¡Todo el mundo, hasta los niños, sabe que correr delante de un cuatreño es jugarse la vida! ¿De verdad deberíamos recordárselo a los mozos sanfermineros con un cartelón como el de la piorrea en las cajetillas de tabaco?

Cuando un toro en puntas sale a la calle, el mundo se pone patas arriba. Esa es la gracia. Quítasela y tendremos un muermo.

Desde la Revolución Francesa, que culminó casi dos siglos después en el mayo de París, Europa (no así Estados Unidos) confunde la sociedad con el Estado y atribuye a éste las funciones de regulación que sólo a aquélla incumben. El resultado tiene nombre: se llama despotismo. En él andamos.

¡Por favor! Que los políticos no me digan lo que tengo que hacer en todo aquello que no sea infringir la libertad del prójimo. No los pago para eso.

Publicado en: ...el @ 13:42 Comentarios (2)

EL LOBO FEROZ: La ciudad sin prodigios

Sigo en Barcelona. Vine a ver lo de José Tomás. No soy crítico de toros (ni de nada), pero resumiría lo sucedido, caso de serlo, en una onomatopeya: pschá. Íbamos a presenciar un acontecimiento histórico. Se quedó en buena corrida, a secas y también, literalmente, a palo seco. Torear es como follar: asunto de dos. Hubo torero, pero no había toros. ¿Coitus interruptus? No, inter femora, porque falló la penetración. Matrimonio rato. El estoque, que es verga, sólo entró dos veces hasta los testículos de la empuñadura en el coño, digo, en el hoyo de las agujas. Y en la segunda ocasión fue a la tercera intentona. ¡Tomás, Tomás, yo os imploro! ¡Nada, nada, toda ella, y los cojones detrás! Fallaba el lubricante. Por eso dije lo de palo seco. Don José conserva la corona. Demostró que es el rey, pero no ascendió a emperador. Estuvo, eso sí, como Frascuelo y Paquiro en el Café de Chinitas, muy valiente y muy torero. Más gitano, no, porque es de Galapagar. No sé si las crónicas, que aún no he leído, mencionan el episodio del gallo (con minúscula). Alguien tiró uno a la plaza mientras el matador daba la enésima vuelta al ruedo, y aquello fue el acabose, porque el ave no llevaba cordel y salió más brava que los toros. Los monosabios se tiraban en plancha, y ni por ésas. Hasta don José terció en la cacería, pero le falló el quite. Dio también el animal, jaquetón, casi la vuelta al ruedo y de milagro no salió por la puerta grande. Curiosa sincronía, porque Tomás había prodigado los kikirikíes, y ese pase lo inventó El Gallo (con mayúscula). Lo que sí he leído en la prensa, a eso iba, y lo que ayer, por si no lo hubiese leído, me restregó por los morros mi taurófoba amiga Isabel Gemio en su programa de radio, es la noticia de que mil quinientos torquemadas han pedido a las señorías de la Generalidad que se prohíban en Cataluña los festejos taurinos. ¡Qué manía más tonta ésa de quererlo prohibir todo! La moción sin emoción se votará en septiembre. Juro por san José y santo Tomás, y por la memoria del toro Idílico, indultado ese mes (para entonces hará un año) en La Monumental, que si el liberticidio prospera, no lo permita Dios, nunca volveré a pisar la hermosa tierra catalana. ¡Por éstas! Es el pase del desprecio. Y si algunos se alegran, que lo harán, envenénense con su propia baba. ¿Para qué rendir visita y admiración a una ciudad que, sin toros y sin el payo de Galapagar, perderá los atributos que Eduardo Mendoza le confiriese?

Publicado en: ...el 12 Agosto 2009 @ 09:21 Comentarios (21)

DRAGOLANDIA: San Fermín marró el quite


Uno de los momentos del encierro de hoy

Escrito a vuelamuerte. Acabo de enterarme del fallecimiento del mozo herido esta mañana -la del 10 de julio- en el encierro de los Jandilla.

Yo había visto, minutos antes, esa cornada en la tele.

Lo primero, lamentarlo. De corazón. Palabra.

Lo segundo, unas consideraciones…

Llegarán ahora -estarán llegando ya- las jeremiadas de quienes, en circunstancias como ésta, se rasgan las vestiduras, se llevan las manos a la cabeza sin saber que el corazón tiene razones desconocidas por ella y piden la prohibición de lo que Hemingway pensaba que es (y sigue siendo, añado yo) la más hermosa fiesta del mundo.

Y hermosa muerte es también, escogida por él, la que ese mozo ha tenido.

¿O acaso es mejor morir estúpidamente en la carretera, de peste porcina en la UVI de un hospital o apuñalado al salir de una discoteca?

¿Deberíamos prohibir los coches, los viajes a lejanas tierras, las colonias de verano, los desahogos festivos de la juventud o, ya puestos, incluso salir a la calle, como los Kirchner (¡vaya par de dos!) acaban de hacerlo en Argentina?

Nacer es peligroso, y vivir, más, sobre todo si la vida se bebe a grandes tragos. Correr en un encierro de San Fermín lo es: un botellón de felicidad trasegado a gollete. Sé lo que digo. Lo he hecho en bastantes ocasiones, y no lo lamento. Lo que lamento es no seguir haciéndolo. A mi edad sería un suicidio.

Rito de paso: hacerse hombre, dejar de ser un adolescente, enfrentarse a la vida…

Los masai, en la falla del Rift, corrían para lo mismo y en idénticas circunstancias de edad y aprendizaje, su gran aventura sanferminera. Para convertirse en adultos tenían que salir de noche, en solitario, a la sabana, armados con una lanza, y dar muerte a un león. Ahora se lo han prohibido y están, los pobres, tarumbas. Certifíquenlo los antropólogos. Toda la filosofía de esa etnia se ha ido a tomar por saco. Los guerreros de antaño son hogaño pasto de las fotos de los turistas.

El mozo muerto no era un niño. Todo lo contrario. Sabía lo que se hacía. Estaba a punto de convertirse en hombre. Ahora es un príncipe de Roma: ha muerto como morían allí los héroes, en plena juventud. Su cadáver es como la fiesta de la novela de Hemingway que así se llama: hermoso, hermosísimo, viva moneda que nunca se volverá a repetir.

Honor y fuerza, compañero.

Compañero, digo, porque pudo tocarme a mí.

Has muerto como Rilke: de tu propia muerte.

Sírvate de epitafio lo que escribió Saroyan: como una flor, como un cuchillo, como absolutamente nada en el mundo.

Así la rosa.

Publicado en: ...el @ 09:18 Comentarios (8)

TOROS: San José, Santo Tomás, santos del día

Si Hemingway saliera de la tumba, estaría hoy aquí.

Fue él quien llamó a Madrid -al Madrid taurino, no al del “no pasarán”- capital de la gloria y Antonio Machado quien lo elevó a “rompeolas de todas las provincias españolas”.

Las dos frases son hoy, mañanita casi sanferminera del 5 de julio, domingo, y festividad de santos José y Tomás, definición exacta de lo que está sucediendo en la única ciudad oficialmente antitaurina del país.

Me corrijo. Exacta, no, porque la hipérbole de Machado se queda corta. No es sólo España entera la que hoy converge en Barcelona, sino el mundo. Los catalanistas deberían estar contentos y quienes, agazapados en las sombras del fanatismo y en la impunidad del antiespañolismo, pintarrajean o derriban toros de Osborne tendrían que llevarlos a hombros hasta la Monumental y darles allí la vuelta al anillo entre tremolar de señeras con divisa de campos de gules de Aragón.

Desde los Juegos Olímpicos no se veía nada igual: doscientas cabeceras informativas (el New York Times, la BBC, la CNN y la NBC, entre ellas. Es sólo un puñado de ejemplos) y casi trescientos periodistas de a uno han acudido al trapo del capote y la muleta de Tomás. ¡Ni que torease hoy Obama, vestido de luces, barras y estrellas, con Ben Laden de sobresaliente, armado de estoque y no de cimitarra y kalashnikov!

Vuelvo a corregirme. Se vio algo similar el 17 de junio de 2007, cuando el faraón de Galapagar (perdóneme Curro) reapareció en la plaza de sus amores -veintiuna corridas, con ésta de hoy, lleva ya lidiadas el maestro en ella- y puso Barcelona en la platina del microscopio de la atención del mundo. Con los periodistas, ya se sabe: a un panal de rica miel…

Y rica miel, como la que sirve Rosa Gil, la Nena del Leopoldo, mezclada con mostaza y untada sobre bacalao, es la que hay en la colmena del hombre que por primera vez en su vida va a encerrarse a solas con seis toros en puntas de tres hierros diferentes. ¿Diferentes? Identitas in varietate, decía Leibnitz. Con esas ganaderías, y con muchas otras, ha triunfado José Tomás aquí y en China (es un decir).

¿A qué ton tal desafío? ¿Por qué lo entabla? ¿Qué necesidad tenía? Esas son las preguntas que todos los aficionados se hacían anoche en el Leopoldo, gran mentidero taurino de la ciudad, por mí y por muchos otros elegido para tomarle el pulso; y en la fiesta organizada por los de la Plataforma de Defensa de eso mismo, de la Fiesta; y por los que dormían malamante al raso, pegaditos a los muros de la Monumental y animados por la remota esperanza de hacerse in extremis con una de las novecientas localidades que hoy, a portagayola, y por imperativo legal, se han puesto a la venta; y por quienes en este mismo instante, a media mañana, brujulean por los alrededores de las taquillas y de la puerta de caballos, animados también por la no menos remota esperanza de colarse en el apartado, que no sorteo, de los toros, y terminarán por irse luego, con buen humor ibérico y flema nada británica, a tomar un vermú en el Bretón (que ahora está en manos de los chinos) con tapa de rabo de toro agridulce y de rollitos primavera o un shawarma en el Döner, que así de multiculturalista anda ahora la afición en esta ciudad de guiris, y a seguir haciéndose las mismas preguntas formuladas al comienzo de este párrafo.

¡Cómo que por qué se embarca en semejante marrón! El de torear él solito a seis marrajos, digo. ¡Pues por vergüenza torera, leñe, y por bravura, y por anhelo de excelencia, rien ne va plus, ahí queda eso, y porque torear es competir con uno mismo, superarse, gritar ¡ultreya!, mirar adentro, buscar el alma, y a san José y santo Tomás, dos santos en uno, ya sólo le faltaba hacer esto para haberlo hecho todo y poder, algún día, cuanto más lejano, mejor, cortarse la moña y descansar en paz con la satisfacción del deber cumplido!

¿Se ha quedado sin rivales que de poder a poder le planten cara, como le pasó a Miguel Ángel, a Shakespeare, a Beethoven, a Belmonte, a Manolete, a Antonio Ordóñez, o es que nunca los tuvo? No, no. Los tuvo y los tiene -otro Miguel Ángel, el Niño de la Reperera, viene arreando, y no es el único-, pero Tomás, el torero más ensimismado, más concentrado (puro Bovril, si se me consiente tan extemporáneo tropo), más vuelto hacia dentro, de cuantos figuran en el Cossío, ya sólo compite consigo mismo, con su ángel y su demonio, con su mística y, a la vez, ascética voluntad de perfección, y por eso ha corrido el albur de hacer un 5 de julio en Barcelona lo que nunca había hecho ni nada le obligaba a hacer!

¡Honor y fuerza, maestro!, como se decían los unos a los otros, chocando sus manos y entrechocando sus armas y sus almas, los generales de Roma antes de entrar en batalla.

Son ya las dos de la tarde. He vuelto de la plaza al hotel para seguir con mi crónica. La batalla a la que me refiero empezará dentro de cuatro horas y media. La ciudad, hoy como ayer, tensa sus músculos, bulle, hierve, pero las burbujas de ese fervor, son más forasteras que vernáculas. Forzoso es reconocerlo. Dije antes, y por desgracia es cierto, que Barcelona es la única ciudad del mundo a la que sus ediles, en un gesto de despotismo sin precedentes, colgaron el sambenito de antitaurina, pero no menos cierto es que en ninguna otra ciudad del mundo han funcionado simultáneamente, como sucedió aquí, nada menos que tres plazas de toros.

De aquello queda hoy sólo la espuma, el recuelo, la Resistencia, un grupito de insurgentes… La Barcelona real, la del día a día, la del trabajo y el paro, la de los turistas -los hay por todas partes- y la del seny, la de los charnegos y los inmigrantes, la de hoy y la de siempre, va a sus cosas, vive de espaldas al acontecimiento, no habla de toros, huye a las playas y mata el tiempo en las terrazas de los cafés o paseando por las Ramblas, ese parque temático, entre pajaritos, titiriteros y quioscos.

Nada nuevo bajo el sol. Si las gentes del Zaratustra de Nietzsche no se habían enterado de la muerte de Dios, ¿por qué iban a saber los barceloneses de la logse, el tripartito y la Alianza de Civilizaciones, republicanos todos, que hoy va a hacer el paseíllo un rey?

Son otras gentes, venidas de fuera, de Castilla, de Aragón, de Extremadura, de Andalucía, de Holanda, de Estados Unidos, de Japón, de México, de Andorra y Litchtenstein, del mundo entero y, sobre todo, de Francia, las que esta tarde llenarán hasta las posaderas de los huevos de avestruz que la coronan los tendidos de una plaza convertida en rompeolas de los siete mares y en malecón de la gloria.

Anoche, en el Leopoldo, que hoy ha vuelto a llenarse de franceses, y hace un par de horas, en la entrada del patio de caballos de la Monumental, se hablaba un babel de lenguas, y entre ellas no faltaba, ¡estaría bueno!, el catalán. Pero es otra Europa, muy distinta a la de Bruselas, la que aquí se palpa. Sé de buena tinta (la de Simón Casas) que Sarkozy pagaría con gusto cualquier cifra astronómica que en la reventa le pidiesen con tal de estar aquí. Y si no lo hace, me dicen otros, es porque más cara aún le saldría la factura presentada al cobro electoral por los puritanos y las beguinas de la inquisición, digo, corrección política. ¿Será Carla Bruni, como buena progre, antitaurina? Eso sí que no lo sé. Secretos de alcoba.

Antitaurinos eran (o son, porque alguno queda) los intelectuales, también progres, que encumbraron, con toda justicia, el Leopoldo. Me lo contaba anoche, entre bocado y bocado de bacallà con miel y mostaza, Rosa Gil, viuda del torero Falcón y diosa madre de tan taurófila y extraordinaria casa de comidas. En cierta ocasión le dijo el bueno de Manolo Vázquez Montalbán:

-Algo deben de tener los toros para que le gusten a una mujer como tú.

Puntos de vista. Yo le habría dicho: algo debes de tener tú, Rosa, para que los toros te gusten tanto.

Se presenta el martes, por cierto, el libro La Nena del Leopoldo (Una crónica de Barcelona). Esta mía de hoy, salvando las distancias, también lo es. “Patria de los valientes” llamó Cervantes, en el Quijote, a la Ciudad Condal. Rosa: ven a Las Noches Blancas. No te amostazaré. Te daré sólo miel.

Antitaurinos, en todo caso, no faltarán esta tarde. Ellos sí que son la mostaza, sin miel, y el eterno coñazo y monótono coro de Furias que siempre sirve de entremés a las apariciones y reapariciones de los santos José y Tomás en la Monumental de Barcelona.

¡Qué le vamos a hacer! En los procesos de canonización es preceptiva la presencia del abogado del diablo.

Sólo diré, al respecto, una cosa: la que esta mañana he leído en el diario ABC, firmada por Antonio Santainés. “Nunca discuta con alguien que sepa menos que usted. Su ignorancia podrá más que su sabiduría”. De acuerdo. Punto en boca.

Y un estrambote. Lo añado a las cinco en luz, que no en sombra, de la tarde. Me voy hacia la plaza de Barcelona, patria hoy de un valiente. ¿Qué será será? Quien dentro de hora y media estará solo ante el peligro lo tiene muy difícil, porque en realidad forma terna con dos toreros de cartel… Los mejores de la actual torería: José y Tomás. El uno y el otro, como Perera, vienen arreando. El rey deberá superarse, literalmente, a sí mismo. Tal es la apuesta. Y si la gana, será emperador.

Honor y fuerza, maestro.

Publicado en: ...el @ 09:14 Comentarios (21)

DRAGOLANDIA: Chamorro


Eduardo Chamorro, 1946-2009

Escribo con el corazón helado y estrujado por la mano de nieve de la muerte. La pelona, como la llamaba Hemingway, me sobrevuela, nos sobrevuela a todos. Pajarraco sombrío, ave carroñera, que gira y gira en círculos concéntricos y cada vez más estrechos aguardando el instante propicio para bajar en picado. El lunes lo hizo y se llevó, la muy zorra, a un amigo del alma y de muchas otras cosas, a uno de los más altos y amenos escritores de nuestras letras, a todo un caballero, a un señor de los que ya no quedan.

Con él se me va buena parte de los mejores años de nuestras vidas, de la suya, de la mía, de tantos amigos comunes, de tantas copas, de tantos disparates y aventuras. La muerte de Eduardo Chamorro, que me pilla por sorpresa y con el pie cambiado, es el fin de una época: la de los setenta, la del Dickens, la de Triunfo, la de los estertores del franquismo y el alborear de un oleaje de esperanza que la historia, poco a poco, fue frustrando…

Lo conocí en un bareto de la calle del General Pardiñas. Eran las cuatro de la tarde del mes de septiembre de 1970. Nos tomamos juntos un café irlandés, droga dura que entonces estaba de moda, y aquel latigazo de alcohol y cafeína fue el punto de ignición de una amistad que ya nunca, ni en la proximidad ni en la distancia, desfallecería.

En octubre del 92, cuando gané el Planeta, Eduardo fue finalista. La gira de promoción de esos dos libros nos llevó de aquí para allá, de plaza en plaza, de aeropuerto en aeropuerto, de Corte Inglés en Corte Inglés, de copa en copa, de porro en porro, de cena en cena, de dislate en dislate, y juro por la cruz de Santiago que dio título a la novela con la que a punto estuvo Chamorro de birlarme el citado premio, que él habría merecido tanto o más que yo, que si París fue una fiesta para los de la generación perdida, para nosotros aquel viaje compartido y loco también lo fue.

Teníamos una cita pendiente. Me maldigo, Eduardo, por haberla ido posponiendo de semana en semana, de mes en mes, de año en año. ¿Así es la vida? No. Así es la muerte.
Su cartero siempre llama cuando no se espera carta.

Aquel bareto ya no existe. Tampoco el Dickens. Cerró Triunfo. Murió Hortelano. Murió Benet. Has muerto tú. Ya nadie toma café irlandés.

Son las once y cuarto de la mañana. No he ido a tu incineración. Había terminado cuando la noticia me alcanzó. Me habría gustado acompañarte en ese último vuelo y acompañar a Rocío. ¿Otra vez será? No. Otra vez ya no será. Cita pendiente por los siglos de los siglos.

Voy a servirme un whisky, Eduardo, y aquí, en mi casa, a solas, a destiempo, levantaré mi copa por ti. Otra cosa no se me ocurre. Triste consuelo. ¿Qué nos quiten lo bailado? Pues sí, nos lo han quitado.

Suerte, amigo. ¿Fuman porros por ahí?

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DRAGOLANDIA: Al tercer día resucitó (segunda y última entrega)

Pues no… Los del Movimiento no me han censurado. Ya lo harán. En la España posterior a UCD -lo tengo dicho- hay libertad de impresión (o sea: de imprenta), pero no de expresión, porque ésta requiere respeto, y eso es moneda que ya no circula.

Incluyo hoy aquí la segunda parte del correo anónimo recibido el otro día. Recuerde el lector que Franco, casi siete lustros después, ha salido del coma -muerte sólo aparente- en el que se encontraba y dialoga, curioso, con su la persona que lo atiende. Su última pregunta se refería a Zapatero. El Caudillo deseaba saber si éste rinde o no culto a los antepasados…

“Enfermera: Pues sí, precisamente es el más acérrimo defensor de la Memoria Histórica… Digamos que se acuerda mucho y en todo momento de usted, Excelencia.

-Franco (satisfecho): ¡Qué bien, qué bien! ¿Parece increíble! ¿Y qué hace ahora?

-Enfermera: Ha vuelto de Estados Unidos. Se autoinvitó a una reunión ocupando una silla de Francia para arreglar la economía mundial, que está por los suelos.

-Franco: ¿Otro Plan Marshall, quizá?

-Enfermera: Más o menos, Excelencia.

-Franco: Por cierto, ¿Siguen estudiando los niños Formación del Espíritu Nacional?

-Enfermera: ¡Oh, sí, Excelencia, por supuesto. ¡Más que nunca! Ahora se llama Educación para la Ciudadanía.

-Franco (despectivamente): ¿Y la Casa Real? ¿Cómo está la Casa Real ?

-Enfermera: Como su Excelencia la dejó. A su frente están el Rey Don Juan Carlos y la Reina Doña Sofía, y de Jefe de la Casa Real, Albertito Aza, íntimo amigo del Presidente Zapatero y de Juan Luis Cebrián e hijo de Aza, el militar de Marruecos que fue el primero en unirse a su Excelencia el 18 de Julio.

-Franco (con cólera repentina): ¿Y quién coño es ese mariquita, un tal Zerolo, de Tenerife, que tanto da que hablar?

-Enfermera: ¡Ah, sí! Es el nieto de Miguel Zerolo Fuentes, el brillante fascista Jefe de Sección de Acción Ciudadana, Fiscal Militar y Juez Instructor Militar especialista en delitos de rebelión a la Patria. Y su tío abuelo, Tomás Zerolo Fuentes, médico encargado por Vd. de la organización de los servicios médicos en los frentes de guerra y fundador después de la Clínica Zerolo. Ambos hermanos fueron condecorados con la Medalla de Bronce de la Santa Cruz por ser de los primeros voluntarios que se presentaron el mismo 18 de julio en el Gobierno Militar para salvar a España.

-Franco: ¿Y Arrabal, Fernando Arrabal, el infame autor de “Carta al general Franco” y de la película “Viva la muerte”, y para mayor inri con un padre condenado a muerte en Marruecos por nuestro invicto ejército.

-Enfermera: ¡Calumniado y ninguneado por tirios y troyanos!

-Franco: ¡Maravilloso! No pensaba que todo estuviese tan bien atado. Les di cuarenta años de paz y me alegra saber que las cosas siguen como estaban. ¡Arriba España!”

Ya lo dijo el Gatopardo: cambiemos para que nada cambie.

O para ir a peor.

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DRAGOLANDIA: Al tercer día resucitó (primera entrega)

Recibo un correo anónimo -supongo que es el bueno de Arrabal quien me lo envía, a juzgar por lo que en las últimas líneas se dice a propósito de él, pero no me consta- con ruego de difusión, y me avengo a ello por razones que solas se alaban y que el lector entenderá al repasar el texto. Divido éste en dos entregas, por ser su longitud excesiva para lo que el laconismo de los blogs exige, aunque no sea yo el más indicado para presumir de brevedad.

Oído al parche…

“¡Cuánta razón tenía Garzón, nuestro famosísimo juez internacional e interespacial, en pedir el certificado de defunción de Franco!

“¡Gracias a Garzón los españoles hemos podido descubrir que Franco no ha muerto, solo estaba en coma!

“Franco despierta del coma y pregunta:

- Franco (poniéndose al día): Srta. ¿Quién se halla ahora ocupando la Vicepresidencia del Gobierno de la Nación, sustituyendo a mi querido Arias Navarro?

-Enfermera: Teresita Fernández de la Vega.

-Franco (sorprendido): ¿Teresita, la hija de Wenceslao, el falangista camisa vieja, alto cargo del Ministerio de Trabajo y fiel ayudante de Girón, el más falangista de mis ministros?

-Enfermera (titubeante): La misma, Excelencia.

- Franco: ¿Y de Ministro de la Gobernación?

-Enfermera: Bueno, Excelencia, ahora se llama Ministro de Interior y está Alfredito Pérez Rubalcaba, el hijo de uno de vuestros militares más fieles al Régimen, suboficial de aviación.

-Franco (incrédulo): ¡Qué me dice! ¿No estará usted intentando engañarme para no darme un disgusto verdad?

-Enfermera: ¡Excelencia, por Dios!

-Franco: ¿Y quién está ahora al frente de los medios informativos del Régimen?

-Enfermera: Ehhhh… ¿De los informativos del Régimen, dice su Excelencia? Pues de los informativos del Régimen diría yo que sigue Juan Luis Cebrián, tal y como su Excelencia lo dejó, el hijo del falangista Vicente Cebrián, su Jefe de Prensa del Movimiento.

-Franco (complacido): ¿Todavía le dura a Cebrianito el cargo que le concedí de Director de los Servicios Informativos? ¡Qué tío, cómo se agarran algunos a los cargos!

-Enfermera: Sí, Excelencia, Cebrianito, el mismo, el que dirigió Pueblo y Arriba.

-Franco: ¿Y de Presidente de las Cortes?

-Enfermera: Bueno, Excelencia, ahora se llama Presidente del Congreso de los Diputados y hasta hace poco estuvo ahí Manuel Marín, hijo de Marín, el aguerrido falangista de Ciudad Real y Presidente de la Hermandad de Alféreces Provisionales, pero lo ha sustituido José Bono, también hijo de falangista.

-Franco (aliviado): Veo que por fin se ha resuelto la pugna entre el Opus y la Falange, y que ganan estos últimos por goleada. ¿Y qué ha sido de Martín Villa, mi Ministro y Jefe Provincial del Movimiento?

-Enfermera: Ahora está en PRISA.

-Franco : ¿Qué es eso de PRISA? ¿Algo parecido al SEU o a la Prensa del Movimiento?

-Enfermera: No se le escapa una, Excelencia.

-Franco: ¿Y en el Ministerio de Justicia?

-Enfermera: Lo acaba de dejar Marianito Fernández Bermejo, el hijo del alcalde y Jefe Local del Movimiento de Arenas de San Pedro de Ávila.

-Franco (perplejo): ¿Y por qué lo ha dejado?

-Enfermera: Por afición desmedida a las cacerías, Excelencia.

-Franco (encantado): ¡Ahhh! ¡Veo que no han cambiado las buenas costumbres de antaño! ¿Y sigue habiendo buenos cotos de caza en La Mancha?

-Enfermera: Sí, Excelencia. Ya se ha cuidado mucho y bien de ello durante muchos años José Bono, el actual Presidente del Congreso de los Diputados, y ahora lo ha relevado y se encarga de ello José María Barreda.

-Franco: ¿Barreda, de los Barreda terratenientes y aristócratas manchegos descendientes del Marqués de Treviño, fusilado, el pobre, por los rojos?

-Enfermera: Sí, Excelencia.

-Franco (contento): ¡Qué bien, qué bien! Y en la tele, ¿qué? ¿Quién sigue?

-Enfermera: Pues los de siempre: Carmen Sevilla, Massiel, Conchita Velasco, Matías Prat, Víctor Manuel, que sigue cantando a la patria…

-Franco (asintiendo): ¡Hombre, el Víctor ése! ¡Pobre rapaz, siempre tan triste! Ni la del Zampo y yo ha conseguido alegrarle… ¡Con tanto diente! Recuerdo el empeño que ponía en ir con mis nietas al corrillo de Serrano, y luego las convidaba a comer paella en Riesgo. ¿Cómo era?… ¿Cómo era la estrofa de aquella canción que me dedicó? Cántela, si es tan amable…

-Enfermera (entonando): “Otros vendrán que el camino más limpio hallarán. Deben seguir por la senda que aquél nos marcó. No han de ocultar, hacia el hombre que trajo esta paz, su admiración. Y, por favor, pido que siga esta paz.”

-Franco (sonriendo): Sí esa era, esa era. Un poquito pesado el pobre, un coñazo, como decían mis nietas, pero en fin… A Carmen le daba mucha pena. Y el Presidente del Gobierno de la Nación, ése de ahora, el de las cejas arqueadas, ¿quién es?

-Enfermera: Es el nieto del capitán Lozano, el que sirvió en Asturias a vuestras órdenes y aplastó la revuelta de los mineros insurgentes.

-Franco (encantado): ¡Qué me dice! ¡El nieto del capitán Lozano! ¿Y qué tal Presidente es? ¿Está a la altura de la memoria de su antepasado?”

Quede la respuesta en el aire. Dentro de unos días, si los del Movimiento no me la censuran, la próxima entrega.

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EL LOBO FEROZ: Segunda muerte de Dorian Gray

Michael Jackson en la sopa. Páginas y páginas dedicadas a ese monstruito, y para colmo en la sección de cultura. Dije una vez que a nadie, entre todos mis congéneres, me sentía tan ajeno, tan distinto, tan opuesto, como al cantante que acaba de morir. Sigo pensándolo. Me horroriza ese individuo. Me da dentera y grima. No sé cómo cantaba, porque nunca, a sabiendas, le oí cantar, ni cómo bailaba, por lo mismo. Miento. Una vez, en un momento tonto, tumbado en la cama de un hotel de Nueva York con la tele encendida delante, presencié sus contorsiones de marioneta sobre no sé qué escenario de no sé qué lugar del mundo. A los pocos segundos apreté el botón del zapeo y me fui sin su música a otra parte. Era el jovencito Frankenstein, un esperpento de videoclip de vampiros y Thriller de serie B, y la reencarnación de Dorian Gray. Éste, como Jackson, tampoco quería envejecer. Eso es comprensible y legítimo, pero no a costa de perder el alma. ¿De qué sirve la lozanía del cutis a quien no la tiene? Los dos eran, cada uno a su modo y en la acepción etimológica de la palabra, unos desalmados. En lo concerniente al primero, no envejecía su cuerpo, sino el retrato que guardaba en una habitación donde sólo él podía entrar. Al morir, por él mismo apuñalada la pintura, los términos se invirtieron: el cadáver del crápula se cubrió de arrugas y éstas desaparecieron del lienzo. Hay, en el caso de Jackson, algunas variantes, pero el meollo de la historia permanece. El cantante no necesitaba de retrato, porque él mismo, poco a poco, se había ido convirtiendo en su propia caricatura, y también, como Dorian Gray, la escondía, aunque lo hiciese bajo máscaras, velos, gafas negras, sombreros de ala ancha, atuendos femeninos o, incluso, un burka. ¡Qué adefesio! Su piel era ya la de un cadáver, la de un zombi, que vagaba por palacios horteras de Walt Disney y vacíos serrallos orientales. Estaba podrido. Por no tener no tenía ya ni nariz. Será difícil que su cadáver se descomponga, porque los gusanos se lo habían comido en vida. Ha reventado, como una pústula, en plena vejez a causa de sus potingues, que eran elixir de eterna senilidad. No voy a decir que me alegro de su muerte. ¿Cómo podría llegar a tal extremo si ni siquiera me alegré de la muerte del Caudillo? Pero tampoco la lamento. Hombre soy, y la desaparición de Michael Jackson me deja indiferente. No creo que sea, como tantos dicen, una pérdida para la humanidad. ¿Y si fuese lo contrario?

Publicado en: ...el 04 Agosto 2009 @ 11:28 Comentarios (92)

DRAGOLANDIA: La espuma de los días


Portada del disco ‘Le déserteur’, de Boris Vian

Boris Vian, aquel polifacético artista del existencialismo que murió cuando su cadáver, a diferencia del de Michael Jackson, aún era bonito, vuelve a estar de moda. Se aclama su figura, se escuchan sus canciones, se reeditan sus obras y, entre ellas, vuelve al candelero La espuma de los días, que leí hace medio siglo en circunstancias curiosas (lo hice en la cárcel de Carabanchel), un par de meses antes de que él muriese, y de la que sólo recuerdo un detalle: el ácido e irónico retrato del articulista Sartre, al que llama, burlonamente, Partre.

Écume significa, en francés, espuma, pero también baba. Entre la baba y la espuma, frenética, de los días he pasado yo la última semana. ¡Qué ajetreo!

El penúltimo sábado estaba cerquita de Cáceres. El domingo pasé por Portugal (ya lo he contado), recalé en la plaza de toros de Badajoz, donde me cocí al fuego vivo de una solanera de cincuenta grados, y regresé a Madrid para grabar un programa dedicado a la India en Las Noches Blancas y salir a escape hacia Oviedo. Casi pierdo el avión.

Dos noches en la capital de Asturias: mariscadas, fabadas, compango, mucho vino, muchas sobremesas de escritores y la proclamación de un nuevo príncipe de las letras que no contó con mi voto. Un albanes: Kadaré… ¿Kadaqué?

Perdónenme la broma los amigos de la Fundación y quienes compartieron conmigo las deliberaciones del jurado, pero ¿de verdad escribe mejor ese individuo, contra el que nada tengo, que Goytisolo, Ian McEwan, Kundera, Murakami o Amélie Nothomb?

El primer y la última citados eran mis favoritos. Está visto -ya lo dijo El Gallo a propósito de Ortega- que hay gente para todo. ¿Será otro año? Lo dudo. Quien espera…

Miércoles por la tarde: coche hacia León. Toreaban allí José Tomás y Miguel Ángel Perera, que estuvo cumbre, rayano en la sublimidad, en el último toro. En cuanto éste dobló salí zumbando hacia Madrid, pero no lo hice a tiempo de evitar que un carterista espabilado vaciara mis bolsillos. Me dejó sin un euro. Paciencia. Ya he dicho que hay gente pa’ to’.

Cualquier día de éstos voy a dejar de ir a los toros por culpa de quienes encienden puros. Me ahúman como a un salmón. ¡Qué maleducados! Ignoran que el prójimo existe y que las tagarninas apestan. ¿Para cuándo un tendido de fumadores? ¡Y ya es conceder, porque ni a eso deberían tener derecho quienes atentan contra la salud y el olfato de sus semejantes!

Jueves: columnas, Julia Otero, Buruaga, últimas páginas (casi) de mi libro sobre Soseki…

Viernes: conferencia de viajes y de libros en Granada.

Sábado: rumbo a Soria y a sus fiestas, que ya no siento como mías.

Domingo: Isabel Gemio, más columnas, más Soseki, más toros, más amigos, más sobremesas… ¡Uf! Al octavo tampoco descansé. Esto no puedo seguir así. Voy a morirme por exceso de velocidad, los de Tráfico me quitarán todos los puntos del carnet de la vida y ni siquiera me quedará el consuelo de tener un cadáver tan bonito como el de Boris Vian, que palmó a los treinta y ocho años. Confío, por lo menos, en que no sea tan feo -mi cadáver, digo- como el del hombre que se empeñó en tomar un elixir de eterna vejez, se salió con la suya, murió antes de cumplir los cincuenta y uno y llegó a la tumba sin nariz.

Publicado en: ...el @ 11:17 Comentarios (5)

EL LOBO FEROZ: Un príncipe de las letras

Hoy se reúne el jurado del premio de las Letras de la Fundación Príncipe de Asturias. Mañana sabremos todos -ustedes, él y yo- quién se ha alzado con el título, la peana y la corona. Será, seguramente, un extranjero. O sea: alguien que no escriba en castellano ni en ningún otro idioma de Vandalia. Desde que en 1999 tuve el honor de incorporarme al jurado de ese premio, sólo lo ha obtenido, y fue de chamba, porque nadie quería que lo obtuviese, un escritor de lengua española: el augusto, pero diminuto, Monterrosso. ¡Caramba! No digo yo que nuestra literatura figure entre las mejores de la tierra, pero ya toca, ¿no? Legítima es la búsqueda de universalidad por parte de quienes organizan y financian estos premios, pero si lo han obtenido, en distinta y muy distante rúbrica, gentes como Fernando Alonso, Rafa Nadal o la selección de baloncesto, bien podría llevarse el galardón alguien, pongamos, como Juan Goytisolo. Universal, ciertamente, lo es ese escritor de rostro múltiple, infinitos géneros y reconocido coraje, que lleva más de medio siglo dando la cara, la pluma y el pecho en todos los frentes de la literatura, la reflexión crítica, el pensamiento, la cátedra, la polémica, el periodismo, la televisión, la política, la paz, la libertad, la fraternidad y los derechos humanos. De sobra sé que es hombre arisco, de carácter difícil, de probada independencia y de reacciones a menudo imprevisibles, lo que le granjea antipatías y suscita temores entre los bien pensantes, pero eso no es motivo para negar la evidencia -a mí me lo parece- de que nadie, hoy, en la nómina de la literatura española, y muy pocos en la del resto del mundo, merecen el título de príncipe de las letras, por muy republicano que Goytisolo sea, tanto como lo merece el escritor del que hablo. Y nadie, por cierto, caiga en la tentación de pensar que digo lo que digo en función de una amistad que en este caso, y bien que lo lamento, no existe. He visto a Juan cuatro veces en mi vida y en más de una ocasión, incluso, nos las hemos tenido tiesas. Pero justicia es lo que es de justicia, valga la perogrullada, y lo demás no importa. Goytisolo nació en el 31. Pronto será octogenario. El tiempo apremia, para él y para todos los miembros del jurado. ¿Persigue esta columna el propósito de ejercer sobre ellos algún tipo de presión? Por supuesto que sí, pero sólo ética y estética. El Lobo Feroz ha escrito hoy una epístola moral. Sospecho que no servirá de nada.

Publicado en: ...el @ 10:53 Comentarios (2)

DRAGOLANDIA: Comida con fundamento

Eso decían los vascos, ¡y vaya si los restaurantes de su patria chica servían platos con solidísimo fundamento, gastronomía de verdad y recetas de las de toda la vida! Pero luego llegaron los de la nouvelle cuisine, esa tontuna del París pagano, y las cosas se pusieron feas. Hoy ya no es tan fácil comer bien allí como lo era antes, aunque queden aún, por suerte, muchos cocineros que no han perdido el juicio.

Vasconia está cerca de Francia y fue por esa frontera, y por la catalana, donde las fechorías y felonías de la cocina creativa entraron en nuestro país, se extendieron por él como si fuesen mejillones cebra y devastaron el yantar ibérico.

En la última entrega de este blog me ensañé con Ferrán Adriá y sus secuaces. Hoy, como ven, vuelvo a la carga. Pensarán que estoy obsesionado, y acertarán. Me gusta comer bien, viajo mucho, me veo obligado con frecuencia a saciar el apetito fuera de casa y sufro, por ello, con especial encono los desmanes perpetrados por quienes nos dan nitrógeno, espumas, polvos y aromas por liebre o se dedican a destruir la tortilla de patatas, que debería ser intocable monumento de nuestro patrimonio histórico.

Esos salvajes, por cierto, no dicen destruir, sino deconstruir. ¡Ya hay que ser cursis!

¿Por qué no deconstruyen las cartas de sus restaurantes y los menús de degustación -otra cursilada- que en sus laboratorios ofrecen y reconstruyen las recetas inútilmente perdidas?

El domingo pasado bajé a Badajoz y un buen amigo me aconsejó que cruzase la frontera con Portugal y pidiera asilo gastronómico en la marisquería El Cristo, que está en Elvas, pasado el acueducto, a diez kilómetros de la capital pacense. Un suspiro.

Le hice caso y… ¡Madre mía! Aún estoy tambaleándome. Fue un festín pantagruélico. Rara vez en mi vida he comido más y mejor. Pregúnteselo, si no me creen, a mi mujer y a una de mis hijas, que me acompañaban. Los mariscos -almejas, ostras, navajas, gambas, carabineros de a puño, una centolla (con su changurro) de tamaño descomunal y, encima, una portentosa y centelleante fuente de bacalao dorado- se nos salían no ya por las orejas, sino por las fosas nasales, las pupilas, las yemas de los dedos y todos los poros de la piel.

El lugar, agradabilísimo. El servicio, perfecto. La legión de camareros, educadísima, gentilísima, como lo son siempre los portugueses. ¿Y el precio? ¡Ah, el precio! Pues voy a decírselo: noventa y tres euros, vino, refrescos, entremeses y postres incluidos. En Vandalia, tierra de pícaros, bribones y ladrones, habríamos pagado por eso no menos de cincuenta mil pesetas, y seguramente me quedo corto. Los camareros, por añadidura, y sin recargo alguno, nos habrían tratado como Cruella de Vil trataba a los dálmatas.

Adoro Portugal y maldigo a Felipe II. Si ese gajo de la península Ibérica no se hubiese separado de nosotros, nos habríamos ahorrado, entre otras cosas, unas cuantas guerras civiles. En ese maravilloso país, que lo sigue siendo, se ha refugiado hoy lo que queda de la no menos maravillosa España que en otros tiempos, infinitamente peores, conocí.

Había en El Cristo, eso sí, un verdadero gentío, de nacionalidad española, mayormente. Tuve que hacer cola. Es lógico. Si yo viviera en Badajoz, me iría todos los días a comer allí. Hágalo también Ferrán Adriá, al menos una vez, y cuéntemelo luego. Lo mismo aprende.

Publicado en: ...el @ 10:32 Comentarios (11)

DRAGOLANDIA: Merengue de remolacha al yogur


Ferrán Adriá durante su intervención en el debate : ¿Existe la cocina molecular?

¿Dragolandia? No. Tontolandia, Horterolandia o Giliportalandia. Cualquiera de esos topónimos serviría para poner nombre a la España de nuestros días. O lo que es peor: al mundo entero.

Ejemplo y símbolo de ese proceso de decrepitud, infantilismo generalizado, imbecilidad senil y zafarrancho universal de cursilería podría ser la llamada cocina creativa, que ni es creativa ni es cocina. En eso, como en tantas otras memeces, Vandalia se lleva la palma.

No hay tonto más listo que Ferrán Adriá (aunque los pinches de su legión de marmitones no le vayan a la zaga) ni tontos más tontos que quienes le ríen las gracias, le invitan a dar conferencias vestido de mona, le imponen medallas de oropel y se desplazan hasta un lugar perdido de la costa del Ampurdán para salir de ‘El Bulli’, adonde nunca iré ni aunque me lo pida el Papa, con los jugos gástricos alborotados por la química, más hambre que un refugiado de Darfur y menos cuartos en la cartera que un mendigo de las escalinatas del Ganges a su paso por Benarés.

Me entero por la prensa de que en la ópera de París han estrenado una pieza musical titulada Le livre des illusions (¡y tanto!), inspirada en las creaciones de Ferrán Adriá, compuesta por un tal Bruno Mantovani y dividida en treinta y cinco movimientos que se corresponden con otros tantos platos del presunto cocinero, contra el que nada tengo, excepto lo que cocina.

En el menú de la opereta figuran lindezas tales como ‘caviar de caracoles’, ‘fresas al vinagre de jerez’, ‘anchoas a la flor de albahaca’ y ‘merengue de remolacha al yogur’.

¡Merengue de remolacha al yogur! ¡No te jode! Y perdonen ustedes lo grosero de la expresión. No se me ocurre frase más apropiada para describir lo que en mi cerebro hierve y en mi estómago ruge.

Esos eran los únicos platos que citaba el suelto de prensa en cuestión. Imagínense, conteniendo no sé si las náuseas o la risa, cómo serían los restantes.

Cuando me invitan a dar una conferencia o a intervenir en cualquier bolo de esos que las instituciones inventan para que no se mueran de hambre (¿en El Bulli?) las gentes de pluma sólo pongo, emolumentos aparte, dos condiciones.

A saber… Primera: que no me lleven a restaurantes de cocina creativa. Segunda: que no me alojen en hoteles de diseño.

De los diseñadores hablaré otro día. Ahora me voy a tomar un chocolate con porras a la churrería de la esquina. ¿Y qué tal, para el almuerzo, unos callos a la madrileña precedidos por una tacita de gazpacho y rematados por arroz con leche?

Publicado en: ...el @ 10:27 Comentarios (6)

EL LOBO FEROZ: Cita en Samarra

Fatum, hado, destino, baraka, providencia, dedo de Dios, fortuna, estrella, sino, buena y mala pata, karma… En todas partes y en todos los tiempos se ha creído que cuando el hombre viene al mundo trae ya la partitura escrita. 1 de junio, aeropuerto de Río: Johanna Ganthler tenía billete para el vuelo 447 de la compañía Air France que iba a dejarla en París, pero llegó tarde al aeropuerto y perdió el avión. ¡Qué suerte! Cogió otro y llegó sana y salva a Europa. Diez días más tarde murió en un accidente de tráfico. La acompañaba su marido, que también murió. Estaban en Austria. ¡Qué mala suerte! Es, a mi juicio, la noticia de la semana. ¿Por qué? Porque es tan vieja como el mundo, se repite siempre y da que pensar. Esquilo: “Ni aun permaneciendo sentado junto al fuego de su casa puede el hombre librarse de la sentencia de su destino”. Shakespeare (y Schopenhauer, que se lo plagió): “El destino mezcla las cartas y nosotros las jugamos”. Bulwer-Lytton (el de Los últimos días de Pompeya): “El destino se ríe del cálculo de probabilidades”. Que se lo pregunten a la pareja que estaba de folleteo cuando la cólera del Vesubio se le vino encima. ¡Menudo orgasmo! ¡Toma petite morte! Noticia eterna, decía… ¿Quién no la ha escuchado, leído o vivido alguna vez? Sherezada se la dio a Harún al-Rachid. Ya saben (y si no lo saben, lean Las mil y una noches. Yo no pienso repetirlo): la cita no era en Bagdad, sino en Samarra. No pierdan el tiempo intentando arreglar el mundo. Déjenlo fluir. Ustedes no deciden. Laissez faire, laissez passer, tao, liberalismo. No intervengan. ¡Música, maestro! ¿Che sará sará? Y-siem-pre-su-ce-de-rá-lo-que-Dios-que-rrá. El mundo de hoy es víctima del síndrome de Prometeo. ¡Robar el fuego de los dioses! ¡Bonita idiotez! Quien lo hace termina encadenado mientras un águila le roe la asaúra. Obama, Zapatero, Rajoy… y Beethoven. Dijo éste: “Me apoderaré del destino agarrándole por el cuello. No me dominará”. Y luego convirtieron su música, sublime, en himno hortera de la Europa cutre. ¿Azar o necesidad? ¿Evolución o diseño inteligente? ¿Big bang o Génesis? ¿Creacionismo o anima mundi? Tanto monta. Si no hay mal que por bien no venga tampoco hay bien que por mal no venga. Dice el pueblo: si tomas un mal camino no esperes un buen destino. Moraleja: Obama ganó en América, Zapatero ganó las generales, Rajoy ha ganado las europeas… ¡Políticos! ¡Intervencionistas todos! Más dura será la caída. Samarra los espera. Está escrito.

Publicado en: ...el @ 10:11 Comentarios (1)

Alma, corazón y vida

Eso decía el bolero, ¿no? Alma, corazón y vida, si no recuerdo mal, que todo podría ser…

Vale la cita, sea o no exacta, para trasladar al castellano el sentido de la palabra kokoro y para denotar, anotar y connotar la novela de Natsume Soseki, magistralmente traducida y prologada por mi viejo amigo Carlos Rubio, que Gredos reedita ahora, en una colección distinta a la que acogió ese libro en 2003, al arrimo del creciente y justificadísimo interés suscitado en nuestro país por la obra de un autor al que sus compatriotas idolatran, con razón, y sin la cual sería altamente improbable la existencia de escritores como Dazai, Oé y Murakami.

Valgan estos tres ejemplos para dar cuenta cabal del canónico papel desempeñado por Soseki en la historia de la literatura japonesa contemporánea, en cuya cúspide figura una trimurti formada por Mishima, que es Siva, por Kawabata, que es Visnú, y por el autor del que hablamos, que sería, por antigüedad y autoridad, nada menos que Brama. Tanizaki es el Gran Hermano de todos ellos.

Kokoro es palabra complejísima, polisémica a más no poder y, por ello, de casi imposible traducción a cualquier lengua que no se exprese en kanjis. Corazón y alma, sí, y mente, y sentimiento, sobre todo, y por ello vida. El escritor grecoirlandés Lafcadio Hearn, primero en la lista de la ya larga serie de literatos extranjeros fascinados por la cultura y la sociedad japonesa, tituló así -Kokoro- la obra más conocida de cuantas dedicó a ese país, y yo mismo, hace cosa de cuatro años, recurrí a la misma palabra para
narrar mi descenso a la noche oscura del alma y mi posterior subida al monte Carmelo el día en que me operaron del corazón.

La obra de Soseki que ahora se reedita fue saliendo poco a poco, día a día, gota a gota, en el diario Asahi desde el 20 de abril hasta el 11 de agosto del año en el que estalló la primera guerra mundial. Fue, por lo tanto, en su origen, lo que entonces se llamaba un folletón -eso se pone de manifiesto en su estructura y arquitectura, pues está escrita en forma de capitulillos de un par de páginas que no dan tregua al lector y espolean, incesantes, los ijares de la lectura-, y nadie vea intención de desdoro por mi parte si la califico, además, de culebrón, en el mejor sentido de la palabra.

Lo es, porque en ella se cruzan de modo maestro, como en Tolstoi, como en Dostoievski, como en Dickens, las cosas del alma, las sinrazones del corazón y las líneas de fuerza de ese dolorido sentir de Garcilaso al que muchos llaman vida. El bolero, ¡vaya!, y los factores humanos, quizá demasiado humanos (la amistad, la soledad, la culpabilidad, el secreto, la pasión, la codicia, la traición, el mal…), que construyen y destruyen la existencia de cuantos viven al este del Edén.

Y se cruzan, además en el Kokoro de Soseki, que es novela de aprendizaje y confesión autobiográfica, dos narradores en primera persona: un tal Yo (que no es el yo de Yo, el gato) y un Sensei, palabra que significa en japonés Maestro, pero con mayúscula, esto es, Magister, mentor, anciano, chamán, filósofo, rico en saber y en vida, que entrega al alumno el testigo de la Tradición para vacunarlo contra el virus de la gripe del Plagio.

Eso, el choque entre un Japón, el de la Era Meiji, que se iba, y otro, el que condujo al suicidio de Akutagawa, Dazai y Kawabata, y al seppuku de Mishima, que se venía, está también en el trasfondo de esta obra maestra que en su día, cuando era sólo folletón y no libro de lomo grueso, llevaba el subtítulo, escamoteado luego, de Testamento de un sensei.

Mi casa de Castilfrío se llama Kokoro… ¿Por qué será?

Lean este libro. Lo digo de corazón.

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