De tal astilla, tal palo
Divirtámonos un poco… Es lo mejor cuando soplan vientos de guerra. Las buenas gentes (y las malas), convencidas de que el 31 de diciembre del año mil, a las doce de la noche, se acababa el mundo, no tuvieron mejor ocurrencia que la de hacinarse en los recintos sagrados y ponerse a rezar dándose golpes de pecho en vez de dárselos, suavecitos, al de su vecina de reclinatorio. Yo, en semejante circunstancia, me habría apostado al aire libre en un lugar cuajado de estrellas, habría descorchado una botella del mejor champán (o de lo que en esa época se estilara) y… Censurado. Supongo que se lo imaginan.
O no. Da lo mismo. No es asunto que les incumba a ustedes.
Poco antes del verano −ahí el ratito de diversión que hoy propongo− mi hija Ayanta colgó en su blog Es Amor (¡menuda cursilada!) de este mismo periódico lo que a renglón seguido voy a transcribir con algunos brevísimos comentarios de mi cosecha.
Hago mío −de tal astilla, tal palo− casi todo lo que ella dice, e incluso, en muchas cosas similares, voy más lejos… Seguir leyendo…