¿Una realidad paralela? (addendum a mi último libro)
Cuando escribí mi cuento en Pacto de sangre (Temas de Hoy), al que puse fin en Rangún, no había leído el texto de Ayanta que completa esa obra ni ella había leído el mío antes de terminar el suyo.
Lo hicimos así adrede, aunque la curiosidad nos picaba. No queríamos condicionamientos de ningún tipo. Difícil habría sido escapar a ellos si hubiéramos cedido a esa tentación. Los textos tenían que ser autónomos e independientes, no sujetos a cambios, sin retoques, concebidos al calor de la soledad, la sinceridad y la libertad.
El 25 de diciembre, día en que según la tradición cristiana nació otro Niño, mi hija se reunió conmigo en la antigua capital de un país budista. También lo hicieron Aixa, Mario y Caterina. Tu madre y tú, Akela, estabais en Osaka. Fue entonces cuando leí lo que Ayanta había escrito y vine a saber que su tercer y nonato hijo, el que cayó en la doliente trinchera de un aborto involuntario, habría nacido, según el cálculo de la ginecóloga, el mismo día en el que tú lo hiciste.
¡Caramba!, me dije. Pues ya es casualidad…
¿O será otra cosa?, pensé.
Y un ángel pasó a mi lado. Su luz me envolvió. Por eso añado esto.
Creen los valedores de la reencarnación y la transmigración de las almas que son éstas quienes antes de nacer y aún en la nebulosa del más allá deciden, en función de sus méritos, deméritos y necesidades kármicas, en qué embrión van a hacerlo. Los hijos, de ser así, elegirían a sus progenitores y, junto a ellos, la raza, el país, la familia, la situación económica, el sexo y todos los factores externos que condicionarán, aunque no determinarán, el curso de su existencia.
Si todo eso fuese cierto, y yo no digo que lo sea ni que no lo sea, cabe admitir a título de hipótesis la posibilidad de que tú, Akela, seas la feliz encarnación de ese hijo de Ayanta, sobrino tuyo y nieto mío que no llegó a nacer.
Vidas cruzadas, sin duda, como reza el subtítulo de esta obra, pero quizá, también, vidas entrelazadas, anudadas, abrochadas, repetidas una y otra vez en las frondas de un solo y mismo árbol genealógico.
El uróboros de los alquimistas, ese dragón de oro, esa serpiente de plata que se muerde la cola.
Ayanta, en tal caso, sería, a la vez, tu hermana y tu madre sin que Naoko dejase de ser lo segundo. Y yo, además de ser tu padre, sería tu abuelo. Y mis nietos serían no sólo tus sobrinos, sino también tus hermanos.
Y así.
¡Qué lío!, ¿verdad?
O quizá no, quizá tornen de ese modo las cuentas y deje de ser, en parte, enigma irresoluble la eterna cuestión de quiénes somos, adónde vamos y de dónde venimos.
Mi padre murió el 13 de septiembre de 1936; yo nací diecinueve días después. Si la reencarnación existiera, bien podría ser yo mi padre reencarnado y tú, a la vez, hijo y nieto suyo. Eso explicaría muchas cosas.
Lee, cuando seas mayor, mi novela Muertes paralelas. Es la historia de tus abuelos paternos.
Constelaciones familiares. Asegura Jodorowsky que los pájaros sólo cantan en su árbol genealógico.
No afirmo ni niego. No es una fantasmagoría, fruto de imaginación o mi credulidad. No soy hombre de fe. Me limito a rascarme la cabeza. No puedo verificar la hipótesis, pero reconozco que me agrada y que, literariamente, viene como anillo al dedo para cerrar Pacto de sangre.
Navidad, decía… Los cristianos se ponen de uñas cuando alguien defiende, como lo hacen los budistas en Rangún, la teoría de la reencarnación. ¡Qué curioso! ¿No fue el Niño Jesús fruto de un misterio al que sus adoradores llaman Encarnación?
Ayanta, en su texto, confiesa que sintió rabia y envidia, suscitadas por la frustración de su aborto, al saber que Naoko se había quedado encinta. Ya, pero… ¿Y si aquel hijo estaba decidido a nacer y, al frustrarse aquella tentativa por la razón que fuese, posó su alma en ti, cachorrillo de la misma sangre, que venías hacia nosotros, hacia tu madre, hacia mí, hacia tu hermana, hacia los tuyos, hacia tu ser más claro?
Venga, Ayanta, hija mía, madre de mis nietos, duerme en paz.
Tú, lobito, nacías avisado, como demuestra el episodio de la amniocentesis, que conté en el libro. Tapaste con tu manita el agujero del útero para que por él no se te escapara la vida. No querías correr riesgos. Dos veces, no. Querías nacer.
Y naciste, niño hijo, niño nieto, niño padre, niño lobo.
Ayanta, quiérelo como si fuese tu hijo. Quizá lo sea.
Bienvenido, Akela, a tu árbol genealógico.
Y yo me iré, y se quedarán sus pájaros cantando.
Mandalay, 31 de diciembre de 2012
Publicado en Dragolandia, elmundo.es, 3 abril 2013
Paralela, paralela… escrutaremos hasta ver hasta dónde es paralela…
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/21/cultura/1363887004.html
Parece innegable que algo se reencarna, ¿pero qué? Para Guénon y Coomaraswamy no se trata del ser total (el Âtmâ infinito) sino de ciertos componentes psíquicos. Entendiendo por psíquico algo que trasciende lo meramente mental. (”El error espiritista”, de René Guénon y, por ejemplo, “La venida del Espíritu al nacimiento” de Ananda Coomaraswamy)
Hay evidencias de que existe una herencia psíquica además de la genética. A parte de Jodorowsky, lo han mostrado así varios de los casos analizados por Ian Stevenson. Pero, en fin, usted sabrá de todo esto mucho más que yo. Sólo sé lo que me han contado y eso no es casi nada.
En cualquier caso, sea cual sea la circunstancia vital de Akela (genética, psíquica, social)ojalá que sea iluminada con la luz de la atención. La consciencia que alumbra la tramoya del ego y hace presentir el Origen.
Un saludo.
Drago, a veces das muestras de tener menos tacto que un erizo y menos sensibilidad que una ameba. Pero cuando quieres parece que sabes escribir. Y escribir bueno, ademas de bien.
Definitivamente tu ying y tu yang estan muy polarizados. Me da la impresion de que la Sombra de Jung te ha tenido muy fagocitado estos ultimos tiempos. Mejor la Clara Luz de Huxley. No crees?
Estimado Fernando:
Soy un arquitecto de 25 años que te sigo, escuchándote o leyéndote, siempre que me es posible.
El caso es que me gustaría hacerte llegar una carta (escrita a mano, nada de e-mails) y me encantaría tener un apartado postal al que enviarla.
Incluso, si fuera posible, estaría genial poder dártela en mano.
Sin más que decir, mil gracias por tu atención.
Un afectuoso saludo,
Rafael (rafaelberralzurita@gmail.com)