EL LOBO FEROZ: Federico

Llego tarde, pero a tiempo, porque la desigual pelea entablada por el corregidor contra el periodista tiene cuerda para rato. Esto es España: justicia tardía, justicia baldía. Antenicidios, Gómez de Liaño, Albertos, plusvalía de criminalidad para los varones en los delitos pasionales, señora Casas. ¿Estado de Derecho? No. Estado de derechos. Pleitos tengas, dijo el gitano al payo, y los ganes. Razón llevaba. Yo, por si acaso, nunca recurro, cuando ha lugar a ello, a los tribunales. Aquí vas a la comisaría para denunciar que te han birlado la cartera y te conviertes en sospechoso. Una vez lo hice, llamar a la poli por un asunto sin importancia en el que la razón me asistía, y me aconsejaron que saliera a la calle y por cien euros contratase a un corso. Lo dejé correr. Nada importa nada. Y no importó. Es mi filosofía.

Gallardón lo ha hecho, acudir a los tribunales, y su honor ―su honor, sí― se resentirá por ello. No lo ataco. Lo tengo por hombre inteligente, del que dije en el 95, por escrito, que llegaría después de Aznar a la Moncloa, pero su conducta me parece, en esta ocasión, ininteligible e inadmisible. Un político no debe hacer tales cosas ni siquiera en el caso ―no lo es― de que tenga razón. Pagamos a los de su oficio, entre otros móviles, para que no rechisten si alguien los pone a caldo. Es lo mínimo. Puesto que mandan, que templen. Gobernar y torear es aguantar. ¿Se ha querellado José Tomás contra Raúl del Pozo, Antonio Burgos, Ruiz Quintano (que miente en lo tocante a mi persona) o Gala? ¿Se imaginan al alcalde de Nueva York pleiteando con Larry King? Ya, ya. Gallardón no es Bloomberg ni la COPE es la CNN, pero nos entendemos. Tampoco EEUU es, por suerte para ellos, España. Allí cada quien atiende a su juego. El de Federico es escribir, informar y opinar. Subrayo lo último. ¿En qué cabeza cabe interpretar lo que dice o dijo como si fuese palabra de Dios? Eso, si acaso, para los teólogos, y ni siquiera. De la verdad judicial no se me da un ardite. Suele ser cosa de picapleitos y se deriva de leyes no siempre compatibles con las de mi conciencia. Me importa, en cambio, la verdad moral, que coincide en esta ocasión con el veredicto de la lógica aristotélica y de la sensatez política, y por eso cierro filas con Federico. ¿Lo tomará el alcalde como un atentado a su honor? Insisto: un político no debe querellarse nunca, digan de él lo que digan, contra gentes del común por supuestos delitos de opinión. La democracia no los admite. ¿Alcalde? ¿Honor? Dijo el de Zalamea que éste es patrimonio del alma y que el alma sólo es de Dios. Acuda el querellante a los obispos, que tan cerca andan del querellado y que son, en tales cosas, jueces más idóneos para los cristianos que los de la magistratura, y recabe su absolución por haber pecado contra la libertad.

Que ella nos guarde. ¿Hubo este fin de semana un congreso en Valencia? Naderías. PP: Partido Patético, Partido de Perdedores, Partido Pseudo Psocialista. Yo estaba en Marrakech, cerca de Casablanca. En el hotel había un pianista. Siempre nos quedará Rosa Díez.

Publicado en: ...el 26 Junio 2008 @ 17:22 Comentarios (2)

DRAGOLANDIA: Guiomar

Estos días azules y este sol de la infancia… Fue lo último que escribió Antonio Machado. Puntos suspensivos, y murió.

Su verso martillea mi sangre mientras camino, en estos días azules, por las calles de Madrid. La culpa ―la causa… ¿Por qué en español coloquial se identifica ésta con aquélla?― es de las chicas. Van livianas, ágiles, aéreas. Se han despojado de la ropa de abrigo y sus cuerpos restallan, rompen el aire, lo convierten en viento. No es ya la primavera, desaparecida, desapacible siempre, muerta en el combate del cambio de clima, sino el verano, lo que altera la sangre. La mía, al menos. Me la alborota, trastornándome, la mudanza cíclica del vestir femenino. Sucede dos veces al año: cuando llega el calor, cuando vuelve el frío. Las bellas tapadas se destapan, las bellas destapadas vuelven a taparse, y es en ambos casos como si, haciéndose distintas, y fugitivas siempre, renacieran. Pasan y se van. En cada puerto, decía Neruda, una mujer espera. ¿A quién? ¿Al que una noche se acuesta con la muerte en el lecho del mar? Farewell, adiós: así se llama el poema del chileno. Tenía dieciocho años cuando lo escribió. La isla, luego, se hizo negra. Ya había empezado a morir entonces. Mis ojos, concupiscentes, resignados, se van detrás de esas muchachas, hacia ellas, con ellas, en ellas. ¡Si hubiésemos sabido que era esto! (Gil de Biedma). Sol de infancia, días azules: ¿para qué? Anoche vi cómo una pareja se besaba junto a una farola de la calle Ancha. Ya nadie, por cierto, la llama así. Se querían, sabedlo (Aleixandre). ¿Política? ¿Negociaciones entre los agentes sociales? ¿Pamemas de pavisosos despechados en Bruselas? ¿Congreso del PP? ¿Subidas del petróleo? ¿Pederastas en el banquillo? ¿Corrupción en Estepona? ¿Tendría que hablar aquí de todo eso? Una pareja abrazada en San Bernardo. Su beso es vuelo. ¿Innovar el tropo, la metáfora? (Vallejo). Yo, como Tonio Kröger (Mann), miro ya el mundo desde fuera, tiritando en la terraza de un hotel del Báltico y a través de los cristales de las ventanas del salón. Dentro, las parejas bailan, sueñan, vuelan, se quieren. Algún día, aún lejano, pensarán en los días azules, en la juventud perdida, en el sol de medianoche. Mi reino por una cintura, por unas faldas, por unos tobillos de mujer. Y, para colmo, va Cyd Charisse y se muere. Sus piernas movieron el mundo.

A ti, Guiomar, esta nostalgia mía. Otra vez Antonio Machado. O Proust: Madrid, de repente, es un hervidero de muchachas en flor.

Publicado en: ...el 23 Junio 2008 @ 12:14 Comentarios desactivados

EL LOBO FEROZ: Triunmulierato

Suena horrible, pero en el latín no manda Bibiana. Si lo de César, Craso y Pompeyo fue triunvirato (de vir, varón), triunmulierato tendrá que ser lo que aquí propongo. Viene de mulier, mujer, y mujeres son las tres personas que, si se unieran, podrían sacar el país del atolladero en el que está metido. Enseguida diré sus nombres. Con lo de atolladero aludo a la posibilidad de que la izquierda capitalista (otra, gracias a Llamazares, y a Dios, no hay) vuelva a ganar, con la ayuda de don Mariano, las próximas elecciones. Cierto es que su socio Zapatero hace todo lo posible para perderlas, pero Rajoy es mucho Rajoy y quizá llegue a puerto. No me refiero al de Bulencia o Bahlencia, con be de borregos, sino al de 2012. El de León podría aspirar en esa fecha a la presidencia de la República, disputándosela al Príncipe y cediendo a Rajoy la jefatura del gobierno socialista y trinacionalista. Méritos no le faltan. El Rey, para entonces, estaría prejubilado y tendría abono gratuito de barrera en la plaza de Las Ventas, en la de Vitoria y en la Monumental de Barcelona. Lo mismo le brindaba, por fin, un toro José Tomás. Bromeo. Que nadie se enfade. El Rey, estoy seguro, no lo hará, porque es hombre de correa y hasta de correaje, y Rajoy, tampoco, porque ya está enfadado ―enfadadísimo, me dijo el otro día su niña en lo de Julia Otero― con quien esto escribe. Ray Milland y Ginger Rogers en El mayor y la menor. Una comedia de enredo. Él sabrá por qué me la tiene jurada. ¡Con lo que me gustaría verlo al frente del Palacio que en Galicia lleva su nombre! Así me lo paga. Recapacite usted, don Mariano. Aún está a tiempo de retirar su candidatura y regresar a la tierra de sus mayores. No salte al ring del Garden de Vilencia (con i de Búfalo Vil), que a la postre lo será de la Ferroviaria o del Campo del Gas. No se rebaje a tirar penaltis en partidos de viejas glorias. Apoye mi propuesta. Lo hará también, supongo, la ministra Bibiana, que es una bombona y está como una quesa, por más que quien lo diga sea un hombro condenado por su pollo a ser vetusto modelo de masculinidad. ¿No es, acaso, la hora de las mujeres? ¡Pues adelante con ellas! Lo que propongo es un futuro gobierno de salvación nacional formado por Esperanza Aguirre, Rosa Díez y María San Gil. ¡Derecha, izquierda, derecha, ar! Eso sí que sería centro reformista, don Manuel, y no lo del zapaterito Obama. Hablo en serio. Todo lo demás ―Rajoy, el Rey, el Príncipe, la Niña, la Ministra― era broma. Ya lo dije. Doy por sentado que el PP, si no rectifica, correrá la misma suerte que corrió la UCD de Landelino. El país entraría entonces en fase aguda de centrifugación y, a lo peor, sin más horizonte que el representado por el PSOE, de extinción. Tercerismo y triunviras, Bibiana: un nuevo modelo de feminidad. ¿Te sumas? Sería fantástico. ¡Derecha, izquierda, derecha, izquierda! ¡Menuda cuota! Yo quedo excluido: nací varón. Contad con mi voto, si es que para entonces el Constitucional de la señora Casas nos permite, a los varones, votar.

Publicado en: ...el 19 Junio 2008 @ 11:57 Comentarios (371)

DRAGOLANDIA: Más sobre Tomás

Lunes 16, ocho de la mañana. Hoy no toca blog, pero lo escribo. Noche de insomnio y de remordimientos. Ayer estuve tecleando hasta las tantas el articulillo sobre la corrida del domingo en Las Ventas que debía acompañar y, acaso, completar, en la edición impresa de El Mundo, la crónica de Javier Villán. Ignoro lo que dice éste y lo que otros, en otros periódicos, habrán dicho. Estoy recién levantado, no he salido a la calle, no he ido aún al quiosco. Confusión mental de quien no ha pegado ojo. Me acosté a eso de las cuatro y aquí estoy ahora: de guardia, por así decir. El remordimiento es adrenalina que impide conciliar el sueño.

Remordimiento, ¿por qué? Esto de los toros, a fuerza de vida, es un desvivir. Sé que muy pocos lectores entenderán mi desazón y las razones, si las hay, de lo que acaso sea sólo emoción, exageración y, por ello, sinrazón, pero la tauromaquia no es para mí un simple espectáculo, sino una lección de ética ―también, por supuesto, de estética― y una forma de correr, entre sus pitones, el toro de la vida y de darle a ésta el sentido que, acaso, no tiene. ¿Religión? Sí. La del anima mundi. Un sacramento. ¿Filosofía? También. Y siempre, y sobre todo, ética, pedagogía y amor.

Ya sé, ya sé que hoy me pondrá a caldo el grueso de los lectores. No importa. Sus improperios no me alcanzarán y los elogios, si los hubiere, tampoco. Me importa sólo el remordimiento, la sensación ―paranoica, seguramente, e injustificada― de ser un traidor, de haberme sumado al coro de la aristofobia que pone cerco a Tomás, de haber cerrado filas con quienes acusan de no ser nada a quien tanto es. ¡En mala hora acepté, Manu, el encargo de añadir, a portagayola de la muerte del quinto toro, un estrambote literario a lo que en la plaza había sucedido! Fue un mal trago, un mal toro, y me deshice de él como pude: con el estoque de la verdad. Pero decirla a cuento del mejor torero que hoy por hoy figura en la nómina del santoral taurino, duele. Tomás, el domingo, no toreó bien, no estuvo a la altura de los cánones de su toreo, pero fue fiel a sí mismo y, para serlo, se jugó la vida. Hubo, por su parte, torpeza en vez de destreza, pero no engañó. Los toros no lo cogieron: fue él quien cogió a los toros. Los citaba a topacarnero y pasaba lo que pasaba. Fue sólo el público, idólatra, vocinglero, judeocristiano, fideísta, victimista, tremendista, empeñado en ver lo que deseaba y no lo que en realidad veía, quien se equivocó de arriba abajo y demostró, ay, que quienes van a los toros pueden ser tan sectarios y gregarios como quienes van al fútbol. En este fin de semana hubo dosis caballunas de lo uno y de lo otro: circenses. Pero faltó el panem.

Eppur… Hablaba yo, en la columnilla de marras, del Aleph. Éste, según la Cábala, es la primera letra del alfabeto sagrado, designa la ilimitada y pura divinidad, y «tiene la forma de un hombre que señala el cielo y la tierra para indicar que el mundo inferior es el espejo y es el mapa del superior» (Borges). Eso, amigos, es la Tauromaquia. Ése, José, eres tú.

Publicado en: ...el 18 Junio 2008 @ 13:56 Comentarios desactivados

Áspero, tierno, liberal, esquivo

Son las nueve y aún hay luz, pero no es la del toreo. Días de mucho, vísperas de casi nada. La vida es así, y los toros son su espejo. No hubo rabo. Palomo Linares conserva el palmarés.

Iba yo a eso de las cinco, despacito y a pie, camino de la plaza. Creía, como tantos, que Las Ventas serían hoy un Aleph: ese lugar del imaginario de Borges en el que convergen, cruzándose sin confundirse, “todos los lugares del orbe vistos desde todos los ángulos”. Me equivocaba.

Cuando no hay toro, no hay toreo; cuando no hay toreo, no hay literatura posible. Yo voy a las plazas como Píndaro iba al valle de Olimpia: para escribir epinicios, cantos de celebración. Hoy no hay nada que celebrar. A ver como salgo del paso. Me disgusta criticar lo que me gusta.

Lo peor, el público. Lo suyo era fe ciega, pensamiento volitivo, olés que estallaban antes de que el toro llegase al percal y a la franela, ovaciones orquestadas de antemano. ¿Una oreja en el primero concedida sólo al valor –escalofriante, cierto- de un hombre extraordinario al que, por serlo, se le concede todo? ¿Dos orejas, nada menos, en el segundo para premiar, además de lo mismo, dos o tres derechazos de insondable hondura, una portentosa tanda de manoletina y una estocada de impecable ejecución y fulminante efecto? Excesivo, señores, incluso para un tomista confeso, como yo lo soy. ¿Llevarán razón quienes nos acusan de ser una partida de domingueros? Hoy el público lo parecía. Pesaba, quizá, en su ánimo el deseo de amortizar el precio de las entradas, pero eso no es suficiente disculpa.

Quien sí tenía, esta vez, razón era Victorino Martín : torear no es –no es sólo, añado- arrimarse, aunque, como decía el cuplé, a un torero que no se arrima, ¿para qué lo quiero yo? Tomás se arrimó mucho, demasiado, cerrándose en tablas con el primero, peligrosísimo, y porfiando con los dos de su lote hasta la exasperación en todas las suertes y terrenos. Resultado: tres cogidas y dos visitas a la enfermería. Nos tuvo a todos en un grito, pero los gritos no son olés. Torear no es bailar sobre los pitones, sino, en todo caso, frente a ellos, y no siempre. Tiemblo al pensar lo que podría haber sucedido con toros de diferente encaste.

Hubo, eso sí, emoción a raudales y, por ello, sentimiento. El público participaba: comulgaba. Saludo hoy tu valor, José, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, animoso, alegre, triste, humilde, altivo, enojado, ofendido, receloso, pero no puedo celebrar tu torería. Lo haré, estoy seguro, la próxima vez que te vea torear. Hoy recurro a Lope, que te describió sin conocerte en el mejor de sus sonetos, y te reitero mi admiración, mi devoción y mi amistad.

Publicado en: ...el 17 Junio 2008 @ 13:50 Comentarios desactivados

DRAGOLANDIA: Pánico en la tele

Hablaba yo aquí el otro día de pánico en las calles. Era una exageración, un guiño a Richard Widmark y Elia Kazan, a los cines de programa doble que frecuentábamos los niños de los años del hambre cuando éramos pobres y felices. No sólo el París de Hemingway, también el Madrid galdosiano y barojiano de Cela era entonces, pese a todo, y a cuanto a los poetas lúgubres han dicho, una fiesta. Lo fue, al menos, para mí.

El pánico del otro día, que al parecer no ha cesado, estaba, como de costumbre, en la tele y no, como precipitadamente aseguré, en las calles, los supermercados, las gasolineras y las autopistas. Sólo lo último y, si acaso, lo penúltimo era cierto, pero ahí me las den todas, porque no son lugares que yo frecuente. Se me ocurrió ver ese día el telediario, ya lo dije, y lo que su boca vomitaba era terrorífico. Luego, ya al atardecer, salí a dar una vuelta y todo estaba en calma. ¡Maldición! El Maligno, que nunca descansa y siempre miente, había vuelto a engañarme. La culpa era mía, claro, por encender la tele. Casi nunca lo hago, pero a veces pico. No sé muy bien en qué consiste la vaina esa del apagón analógico, pero si es apagón, bienvenido sea. Tenemos a Satanás metido en nuestras casas, Es catódico, no tiene rabo ni pezuñas, no apesta a azufre ni a macho cabrío, pero… Voy a robar agua bendita en la iglesia más cercana para exorcizarlo. O mejor aún: lo tiro por la ventana, procurando que no le rompa la crisma a nadie, y ya está. ¿Sería feliz el Madrid pobre de mi infancia porque todavía no había llegado a él la tele?

Acaricio esa hipótesis, que me agrada, y fantaseo con la posibilidad de ser, hoy, irlandés para votar en el referéndum sobre Europa y decir que no. Un no más grande que el toreo de José Tomás. ¿Es tan mala Europa como lo es la tele? Allá se andan. Confío en que la tradicional rebeldía y la proverbial gallardía de los irlandeses salgan hoy por sus fueros. Temblaría Bruselas con ese portazo mientras los politeólogos allí reunidos alrededor del puchero de la sopa boba discuten sobre el sexo de los ángeles caídos, pero me temo lo peor. En Irlanda también hay tele, y ésta no sólo lava los cerebros con detergente no degradable, sino que los centrifuga, los deshilacha y los deja más secos que un escupitajo de asperón.

Por cierto (y por si las moscas y duendes de las linotipias que ya no existen): he escrito politeólogos, no politólogos. Va con segundas y hasta con terceras. El demonio sólo existe en las religiones del Libro: es teología. Yo no creo en él, ni tampoco en su antónimo. Confesándolo no me contradigo: la tele es virtual, luego no existe. Nada, en realidad, existe. Lo dijo Buda. Punto redondo.

O no. ¡Qué sabe nadie!

Publicado en: ...el 16 Junio 2008 @ 10:50 Comentarios (1)

DRAGOLANDIA: Pánico en las calles


Dos miembros armados con un piquete

¿Recuerdan aquella película? Pánico, sí, es lo que cunde ahora en las calles, en los supermercados, en las gasolineras y, sobre todo, por el momento, en las autopistas de este país que anda, como dijera aquel ministro de Franco, al borde del abismo y a punto de dar un paso hacia delante. Zapatero lo dará. No abriguen dudas. Es posible, incluso, que lo haya dado ya cuando estas líneas lleguen hasta ustedes.

Ayer, martes, estaba viendo el telediario de las tres en compañía de mi mujer, que como saben (supongo) es japonesa, joven y tan ingenua en lo concerniente a la política como suelen serlo casi todos sus compatriotas. Vive ajena por completo a ella. No entiende que a nosotros nos preocupe tanto. Dice, y tiene razón, que en su país nadie habla nunca de eso. Señal, por cierto, de que las cosas funcionan y de que,
cuando no lo hacen, la gente apenca, carga sobre sus propios hombros la responsabilidad de lo que sucede y no corre a refugiarse lloriqueando en las faldas del papá Gobierno ni de la mamá Estado. Es otro mundo, otra sociedad, otra forma de entender la vida y de enfrentarse a ella.

Así estábamos, viendo la tele mientras almorzábamos con frugalidad de monje zen, cuando irrumpieron de pronto en la pantalla las imágenes relativas a la violencia de vitola facha desencadenada en la red de carreteras por los piquetes, comandos, navajeros y bandoleros de quienes ante la pasividad del gobierno y de las mal llamadas fuerzas del orden se creen con derecho a todo. Mi mujer, estupefacta, se volvió entonces hacia mí y, con los ojos como platos, me preguntó:

―¿Son obligatorias las huelgas en España?

Me eché a reír, por no llorar, y le dije que, en teoría, no, pero que en la práctica lo eran.

―¿Y las leyes? ―dijo.

Mi risa se convirtió entonces en carcajada abierta. Unas horas después llegaba el primer muerto. Lamentable, sí, pero… Juegos de manos, juegos de villanos.

A todo esto, la ministra Bibiana Aída (Aída, digo. No es errata, sino adaptación fonética del apellido al sexo de quien lo lleva) convertía la tragedia en esperpento y animalizaba a la mujer llamándola mi hembra. ¡En menuda lía se ha metida! ¡Manda huevas! Las chicas ya no tienen ojos, sino ojas, y las orejas de los chicos son orejos. ¿Tendremos que llamar al coño coña y a la polla pollo? Bibiana, por cierto, no es un bombón, como yo creía, sino una bombona.

¡Ay, Señor! Chikilicuatre al poder, gansterismo en las carreteras, delincuencia proverbial y lo dicho: mejor reír que llorar.

Publicado en: ...el 12 Junio 2008 @ 17:30 Comentarios (2)

EL LOBO FEROZ: Fiesta Nacional

Vuelve a serlo: nacional. Nadie añada connotaciones políticas al adjetivo. Es, sólo, definición geográfica. El toreo se había encunado. La Fiesta no lo era ya de la nación, sino de la afición. Eso terminó el jueves, cuando José Tomás, cautivo y desarmado el ejército de sus detractores, entró en Las Ventas. Madrid, 5 de junio, Día de la Victoria y de la Concordia. Estaba allí el Rey, por más que otro monarca, al que no rindió pleitesía, anduviera en el coso. Eso sí que es torear de poder a poder: sobraba el brindis. No soy republicano (ni monárquico), pero me gustó el gesto. Más taurino, imposible. La Fiesta, decía, vuelve a ser nacional, porque no hubo rincón en el país al que no llegara el oleaje de la proeza, e incluso internacional. En Singapur y en Sol no se hablaba de otra cosa. Al día siguiente, unánimes, las portadas de los periódicos y las voces de la radio y de la tele lo demostrarían. No hubo quien no acudiese a la muleta. Lo hicieron los de El País y los de El Mundo, los de la Cope y la Ser, los de Esperanza y Gallardón, Federico y Sabina, Aquiles y Héctor, los aqueos y los troyanos. Zafarrancho de reconciliación nacional. ¿Nacional? Pues sí, porque en cualquier nación que merezca ese nombre caben todos: los taurinos y los antitaurinos. Éstos no son de ahora. Siempre los hubo, y no pasó nada. Tengamos la Fiesta en paz. Hoy es, para el lector, martes, pero yo escribo en la madrugada del viernes, insomne, porque en la noche del jueves tocaba no dormir. Confusión en mi confesión: la de las emociones. Insisto: fiesta nacional, fiesta de todos. En Las Ventas, al término de la corrida, mientras flameaban veinte mil pañuelos, veinte mil gaviotas, veinte mil palomas de vuelo popular, se cruzaron los móviles de medio país. Mensaje de Santonja: Me rindo, y además sin condiciones. Lo mismo diría unas horas después, en El Mundo, Javier Villán. Correo de Rafa Martínez Simancas: Al ver a Tomás con los pies quietos me di cuenta de que eso es una candidatura y lo de Rajoy una estupidez. Tomás es España: trágica, heroica, imprevisible y vertical. A su lado todos los demás son monosabios. Salí de Las Ventas. Hablé con Ignacio González. Cogí el metro. Hablé en uno de sus vagones con Javier Rioyo y Chus Visor. Cené con Isabel Linares, Silvia Camacho, Gómez-Angulo, José Luis Garci, David Gistau… Todos pensaban lo mismo. Estábamos en Casa Ciriaco. Frufrú de consenso y asombro en las mesas. ¿Excepción? Una. Ruiz Quintano, antitomasista furibundo después de haber sido idólatra tomasista, no quiso verlo torear y se quedó acodado en el bar del 9. Podía beber gratis y llevarse la caja, porque los camareros estaban en el tendido. Era, lo suyo, otra forma de rendirse. Hay gente pa’ tó. Barbeito: Tomás y bebed de mí. Yo (y Ángel Expósito): ¿Tomás o too much? ¿Juegos de palabras? No. Fiesta Nacional y Edad de Oro del toreo. Morante, Cayetano, Perera, Castella , Ponce, El Cid… Les jours de gloire sont arrivés.

Publicado en: ...el 11 Junio 2008 @ 13:05 Comentarios (1)

EL COBAYA: Sosiego

Iba a escribir hoy de… Bueno, iba a escribir acerca de uno de los muchos asuntos que se agolpan, abultándola, en la carpeta donde guardo la documentación relativa a los temas pendientes de El cobaya, pero el gato me lo impide. Es él quien manda en esta casa. Seguro que ya lo conocen, porque lo he llevado varias veces a la tele y su carita guapa anda por los recovecos de internet. Acato siempre los deseos, que para mí son órdenes, de su santa voluntad. Hace cinco minutos se plantó encima de la carpeta en cuestión, situada sobre mi mesa, y bajo el foco del flexo que la ilumina, y se estiró sobre ella voluptuosamente, ronroneando y dispuesto a descabezar un sueñecillo. Lo hace a menudo y no es cosa de molestarlo. Se llama Soseki, que es palabra de origen japonés fonéticamente emparentada con sosiego. Y sosiego es lo que me transmite su presencia, su cercanía, su aspecto, su tranquilidad, la confianza que me brinda, la autoridad con la que se adueña de mi mesa. No padezco asomo alguno de hipertensión, pero estoy convencido de que, si la padeciese, me la bajaría. La naturaleza cura. Eso es un hecho: flores de Bach, aromaterapia, agua que corre, canto de pajarillos, mascotas… No son fantasías de escritor ni excesos derivados del cariño que Soseki me inspira, sino ciencia. Los psicólogos lo saben. ¿Han oído hablar ustedes de la TACA? Es sólo un ejemplo. Hay otros. Definen esas siglas un centro de Terapia Asistida Con Animales. ¿Qué clase de animales? Perros, caballos, delfines y, por supuesto, gatos. Las mascotas son terapeutas que nos enseñan a ser responsables y sociables, aumentan la autoestima, refuerzan la memoria y el sistema inmune, combaten el sedentarismo, transmiten buen humor, generan endorfinas, mejoran los estados depresivos, reducen la ansiedad, previenen muchas enfermedades, alivian otras y curan algunas. La TACA no es el único centro de este tipo, pero es el que yo conozco mejor y del que más me fío, porque su directora es amiga mía, fue mi cuñada y ha intervenido en algunos de mis programas de televisión. Tecleen, si quieren saber más, www.isabelsalama.com, y estén seguros de que si cito su página web no es sólo por ayudarla a ella, sino también, y sobre todo, a ustedes. Pero ya lo he dicho: hay otros centros. Búsquenlos, si tal es su deseo, bajo el epígrafe terapia con animales, en internet.

Me tomo la tensión en este mismo instante. Debería tenerla ligeramente alta, porque escribir la sube. Resultado: 117 (sístole) y 68 (diástole). El gato sigue sobre la carpeta. Gracias, Soseki.

Publicado en: ...el 10 Junio 2008 @ 11:34 Comentarios (1)

DRAGOLANDIA: ¿Humo?

Estoy en crisis. No sé si seguiré con el blog. ¿Con el blog? Llamemos a las cosas por sus nombres: Dragolandia es, como lo son buena parte de sus congéneres, una especie de diario interruptus o de columnilla al uso de los tiempos escrita a vuelapluma, y ya está. ¡Blog! ¡No te fastidia! Menos ínfulas, señores. Y señoras, como diría Ibarretxe. Su muletilla ha hecho escuela.

En crisis, digo, porque con Dragolandia me sucede lo mismo que le sucedía a Borges con el padrenuestro. Lo rezaba, con puntualidad y escrúpulo todas las noches, porque así se lo había pedido su madre antes de morir, pero a veces, al hacerlo, tenía, según sus propias palabras, la sensación ―enojosa― de que estaba llamando por teléfono al vacío. Y eso, exactamente eso, es lo que a mí me pasa en lo concerniente a este blog. Es como si lo escribiera con humo y no con tinta. Se lo lleva el aire, se diluye en la nada, se esfuma. No se convierte en letra impresa sobre papel de periódico o de libro, lo que significa que no puedo verlo, leerlo, releerlo y comprobar que existe. Eso me angustia. Estoy acostumbrado, desde que apareció mi primer libro, a que todo lo que sale de mi pluma, por estúpido o no que sea, se publique y, en consecuencia, para bien o para mal, deje algún rastro visible. Ya sé, ya sé que todo este laberinto de la prensa digital tiene más lectores ―¿lectores?― que la otra y que elmundo.es supera en tal renglón a la casa madre, pero yo no figuro ni puedo figurar entre ellos. Es cosa que no está a mi alcance de vejestorio chapado a la antigua. Sé también, porque me lo dice el creador y único responsable de mi web (en la que yo nunca he entrado), que en ella funciona un blog donde nada se censura, ni siquiera los improperios a menudo soeces dirigidos a mi persona, y que asimismo hay lectores ―¿lectores?― que opinan, coincidiendo, discrepando, apostillando, apuntillando, alabándome o poniéndome a parir, sobre las cosillas que escribo en Dragolandia, pero como ni lo uno ―lo mío― ni lo otro ―lo de ellos― se convierte en letra impresa, sus elogios o sus denuestos no llegan hasta mí. Yo telefoneo desde aquí, como lo hacía Borges con sus rezos, al vacío y sólo el vacío me responde. Es, no se me oculta, una falsa sensación ―enojosa― que procede de mi incapacidad para ponerme al paso de los tiempos, pero… ¡Caramba! ¿Hay alguien por ahí?

Pues sí: lo hay. Y no se trata, que yo sepa, de Dios (ya me gustaría), sino de un tal Pedro de Blas, lector, al parecer, de Dragolandia y hombre inteligente, culto y bien educado del que he recibido ―y, en consecuencia, leído― una carta escrita, ¡alabado sea el Señor!, en letra impresa. Está fechada el seis de mayo en Nueva York, pero se me ha traspapelado el sobre y, por ello, no puedo responder ni corresponder, como sería mi deseo. Le suplico, señor De Blas, que me envíe sus señas por el mismo conducto por el que me envió su carta. No sé cómo llegó ésta a mis manos, pero es el único asidero que me hace concebir la esperanza de que no escribo con humo, sino con tinta. Es usted, don Pedro, mi único lector tangible, real y no meramente virtual. Écheme un cable, sáqueme de la crisis, salve Dragolandia

O no.

PD: Me comunica Javier, mi ayudante y el responsable de mi web, después de pasar este texto al ordenador (yo los escribo a máquina), que la carta de Pedro de Blas no me la trajo Miguel Strogoff, sino que llegó por correo electrónico. Eso significa que lo tiene… El mío, digo. No voy a darlo aquí. Respóndame, por favor, a través de él, esa persona, a la que ya tengo por amiga.

Publicado en: ...el 07 Junio 2008 @ 12:45 Comentarios desactivados

DRAGOLANDIA: De Henry Miller a Henry Miller pasando por Kundera


Henry Miller en una foto de archivo

Ésa ―la del título― es la Larga Marcha que anuncié, emprendí y no terminé en la anterior entrega de este blog.

Mis zapatos andan ya por España, pero mi espíritu y mi corazón deambulan aún por California. Aquello es una sucursal del paraíso. No lo sabía. Me he llevado una sorpresa. Son muchos los escritores, pintores, actores y artistas de toda índole que se han refugiado allí. Por algo será. Instálese, si puede, en la costa que va desde San Francisco hasta Los Ángeles y desde Los Ángeles hasta San Diego quien aspire a vivir en el Parnaso.

Mencionaba yo el otro día Big Sur ―naturaleza en estado puro: hay un puma cada tres mil metros cuadrados― y, en él, acurrucada entre los riscos, los bosques y los acantilados, la Henry Miller Library, que es lugar de culto y de cultura. En su verja de acceso campean tres frases del escritor que pecó mucho y por ese camino, el de la virtuosa lujuria, el tantra y la mano izquierda, acabó convertido en santo. Las transcribo:

Interésate por la vida tal como ésta surge ante tus ojos. La gente, las cosas, la literatura, la música… ¡El mundo es tan rico! Palpita con sus tesoros.

Todo lo que hago brota de la pura alegría. Doy mis frutos como un árbol maduro. Lo que el lector o el crítico hagan con ellos no es de mi incumbencia.

Fue aquí, en Big Sur, donde aprendí a decir Amén.

Santidad ―lo reitero― y sabiduría. La una no existe sin la otra, la otra o existe sin la una. Sobran los comentarios.

Y ahora, Milan Kundera. He leído La insoportable levedad del ser ―no lo hice cuando apareció― mientras recorría Arizona. Subrayo y cito aquí, in extenso (pero estamos en plena Feria del Libro madrileña y eso me sirve de disculpa), dos de sus párrafos. Sobra añadir que los hago míos. Aquí están:

«Desde la época de la Revolución francesa la mitad de Europa se denomina izquierda mientras la otra mitad se llama derecha. Es casi imposible definir la una o la otra a partir de algún tipo de principios teóricos en los que se apoyen. Eso no es nada extraño: los movimientos políticos no se basan en posiciones racionales, sino en intuiciones, imágenes, palabras, arquetipos, que en conjunto forman tal o cual kitsch político. La idea de la Gran Marcha, por la que se deja embriagar Franz, es el kitsch político que une a las personas de izquierdas de todas las épocas y corrientes. La Gran Marcha es ese hermoso camino hacia delante, el camino hacia la fraternidad, la igualdad, la justicia, la felicidad y aún más allá, a través de todos los obstáculos, porque ha de haber obstáculos si la marcha debe ser una Gran Marcha.

»¿Dictadura del proletariado o democracia? ¿Rechazo a la sociedad de consumo o incremento de la producción? ¿Guillotina o supresión de la pena de muerte? Eso no tiene la menor importancia. Lo que hace del hombre de izquierdas un hombre de izquierdas no es tal o cual teoría, sino su capacidad de de convertir cualquier teoría en parte del kitsch llamado Gran Marcha hacia delante.

»[…]

»Franz tuvo de pronto la impresión de que la Gran Marcha había llegado a su fin. Alrededor de Europa se cierran las fronteras del silencio, y el espacio por el que transcurre la Gran Marcha no es más que un pequeño podio en medio del planeta. Las masas que antes se apretujaban alrededor del podio hace tiempo ya que se han vuelto de espaldas, y la Gran Marcha continúa a solas y sin espectadores. Si, piensa Franz, la Gran Marcha continúa, a pesar del desinterés del mundo, pero se vuelve nerviosa y febril, ayer contra los norteamericanos que ocupaban Vietnam, hoy contra Vietnam que ocupa Camboya, ayer a favor de Israel, hoy a favor de los palestinos, ayer a favor de Cuba, mañana contra Cuba y siempre contra Norteamérica, siempre contra las masacres y siempre en apoyo de otras masacres, Europa marcha para no perder el ritmo de los acontecimientos y que ninguno se le escape, su paso se hace cada vez más rápido, de modo que la Gran Marcha es una marcha de gentes que dan saltos, que tienen prisa y el escenario es cada vez menor, hasta que un día se convierta en un mero punto sin dimensiones.»

Queda así justificado el título de la anterior entrega de mi blog.

Publicado en: ...el 05 Junio 2008 @ 20:02 Comentarios (1)

EL LOBO FEROZ: Vanity Fair

Ya está otra vez aquí. ¿Lectores? Pocos. ¿Espectadores? Muchos. ¿Escritores? A puñados. Y yo entre ellos. ¿Feria del Libro o feria de vanidades? A nadie quiero ofender, pero me pregunto, con un rictus de melancolía, a cuántos, entre los visitantes del Retiro, les sonará el título que hoy he puesto a esta columna. ¿Sabrán quién es Thackeray? ¿Estarán al tanto de que su novela Vanity Fair es un clásico de la literatura inglesa? ¿Hay alguien por ahí, en el Paseo de Coches o donde sea, que la haya leído? Quizá peque de pesimismo, pero me temo lo peor. Ojalá esté equivocado. Stanislaw Lem… ¿Lem? ¿Quién será ése, se preguntará, rascándose la cabeza, más de uno? Se lo aclaro. Lem, que nació en lo que todavía era Polonia y murió en 2006 con ochenta y cuatro años a cuestas, es uno de los mayores, mejores y más fecundos novelistas del siglo veinte. Todos sus libros son apasionantes y hay en esa larga lista al menos uno que bastantes conocerán de oídas, porque el cine lo hizo célebre: Solaris, que obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de 1972. Y fue ese autor ―a ello iba― quien ya en el otoño de su existencia, escéptico y desesperanzado, formuló lo que hoy se designa con el nombre de triple ley de Lem. Es ésta : 1. Casi nadie lee; 2. Los pocos que leen no entienden nada; y 3. A los que entienden algo se les olvida inmediatamente todo. Yo también tengo esa impresión, pero no maten al mensajero. Al fin y al cabo, y pese a lo dicho, estaré en la Feria. Él, por supuesto, no lo haría.

¿Vanity fair? De eso, mayormente, se trata. Me río de los colegas, y son muchos, a los que por estas fechas se les llena la boca de almibaradas declaraciones consistentes en asegurar que la Feria les permite entrar en contacto directo con los lectores, mirándolos a los ojos, y que eso les produce una inmensa felicidad. ¡Hipócritas! Hipócritas, sí, mes chers collègues, porque el único contacto que la literatura, por definición, exige y agradece es el que se entabla mediante la lectura. El resto es anécdota, cuando no fanfarria, sucedáneo, culto a la personalidad más propio de hinchas, grupis y fans que de amigos de la lectura y, por encima de cualquier otra consideración, vanidad impropia de la sabiduría que se atribuye a los literatos. Y la misma risa me dan, mezclada con dentera, quienes, entre los de ese gremio, movidos sólo por el designio de halagar a los lectores para ver si aumenta el número de los que piden su firma, juran, mintiendo, que escriben para que los quieran más. Mediocre escritor será quien haga eso. El afecto se gana de otro modo. ¿Feria del Libro? De acuerdo. Curioseen, aticen la vanidad de sus autores favoritos y pídanles una dedicatoria, pero intenten leer los libros firmados y, sobre todo, aunque no lo estén, lean, por ejemplo, los de Thackeray y Lem. Son clásicos, y el peor de los clásicos es mejor que el mejor de los modernos. Palabra de lector.

Publicado en: ...el 04 Junio 2008 @ 11:26 Comentarios desactivados

DRAGOLANDIA: La Larga Marcha


Fotograma de la película de 1950 La isla del tesoro

No, no es la de Mao Tse Tung ni la que yo emprendí al día siguiente de dejar Diario de la Noche. Es otra: la que conduce a algunos, como dijese Groucho Marx, desde la nada hasta la más absoluta miseria.

La mía, por cierto, me ha llevado en dos meses a Senegal y Mali (veinte días), a Sevilla (diez), a Barcelona (cinco), a Nimes (otros cinco) y a Estados Unidos (tres semanas). No paro y no pienso parar.

Sigo ahora en la América que fue española, pero el sábado estaré de nuevo en la España que poco a poco ha ido dejando de serlo. ¿Partir es morir un poco? No. Volver, mejor (o peor), es morir un mucho. ¡Y este placer de alejarse!, decía don Antonio Machado. Tres motivos me obligan al regreso. La Feria del Libro de Madrid, Las noches blancas y la reaparición de José Tomás en Las Ventas. Daré luego un par de conferencias y volveré a ausentarme. He tenido que posponer por razones ajenas y de fuerza mayor lo de la India, pero ya tengo el Hummer. Me lo presta, sine die, un lector, un espontáneo, un amigo. Por tal lo tengo, aunque todavía, de visu, no nos conozcamos. Mi gratitud a su generosidad es infinita. El 19 de junio estaré en Marrakech —otra conferencia— y luego, hasta el otoño, me enclaustraré para escribir en un lugar de cuyo nombre no voy a acordarme.

¿Escribir? Con miras a ello, por si se me pega algo, he visitado aquí, en California, durante los tres últimos días, varias casas de escritores que fueron para mí, en los años de aprendizaje, importantísimos. Dos de ellos lo siguen siendo. En Monterrey, que es un paraíso, está el hotel donde Stevenson escribió buena parte de La isla del tesoro. No tenía entonces un centavo. Le costaba la habitación, según la Lonely Planet, dos dólares al mes. Excesivamente barato, incluso para la época, parece eso. En Big Sur —otro paraíso, aunque de distinta índole— está la casa en la que Henry Miller, aquel coloso de Marusi, de los Trópicos y de los días tranquilos en Clichy, pasó sus últimos años. Fue su cementerio de elefantes. Él, inmenso, lo era. El lugar es imponente, arrebatador, avasallador. Raya a la altura de sus mejores libros. En Salinas está la casa de Steinbeck, pero ahora hay en ella un café. Sic transit. Allí nació y allí transcurrió su infancia, su adolescencia y el punto de arranque de su juventud. Luego alzó el vuelo y desgranó las uvas de la ira, devoró Tortilla Flat y emprendió otras mil batallas inciertas que lo condujeron de la revolución a la reacción. Ley de vida. Lo mismo le sucedió a Dos Passos. Henry Miller y Stevenson, sabios de por sí, se mantuvieron siempre al margen de la política. Hemingway, en cambio, mordió ese anzuelo, y lo pagó caro.

¿Se ha escrito alguna vez un libro más perfecto que La isla del tesoro? Pienso en él, y en todos los maestros citados, como ejercicio espiritual previo a la dura Feria que me espera en el Retiro. Ellos nunca tuvieron necesitad de firmar sus obras. La literatura, en sus respectivas épocas, aún no era, o no lo era del todo, industria, marketing, promoción y negocio. En España, al menos.

Iba a llegar ahora, tan tardía y a destiempo como la historia del criado portugués en la Cena jocosa de Baltasar del Alcázar, lo de la Larga Marcha, pero se me ha ido la pluma. California da para mucho y aún me queda, ya in extremis, un buen trecho de ella por recorrer. Quédese lo anunciado para el próximo día, si lo hay. El Maligno no descansa y la muerte anda siempre al acecho.

Publicado en: ...el 03 Junio 2008 @ 19:27 Comentarios desactivados

DRAGOLANDIA: Horizontes lejanos


Escena de la película Fort Apache, de John Ford, en Monument Valley

Estoy en ellos o, mejor dicho, los avizoro desde mi punto de observación. Más lejanos, imposible, y más cercanos, tampoco, por inverosímil que la afirmación resulte. Lo que veo, y lo que siento, es lo mismo que veía, y que sentía, cuando en mi infancia y en mi adolescencia de hijo de la guerra (yang) y de la posguerra (yin) iba al cine. Imaginario recóndito, indisoluble, tenaz. Programas dobles en los que casi nunca faltaba una película del oeste. De cowboys, decíamos entonces. Estoy, ahora, en territorio navajo, junto a la cabaña de John Wayne, en la linde de los estados de Arizona y Utah, metido hasta el pescuezo del alma en el corazón de Monument Valley. Decía John Ford que éste es el lugar más hermoso, pacífico y tranquilo de toda la tierra. Exageraba, quizá, pero yo, ahora, conmovido, seducido, embriagado por la serenidad y la infinita soledad de un paisaje en el que lo épico y lo lírico se hermanan, tengo que darle, así sea momentáneamente, la razón. Si el paraíso existe, se parecerá a lo que en este instante me rodea. El amanecer es aquí crepúsculo, y el crepúsculo, amanecer. Uróboros de los alquimistas, illud tempus, tiempo sagrado, sagrada escritura, érase una vez de las fábulas y las leyendas.

Sólo por esto ya merece la pena el largo viaje que emprendí hace cosa de tres semanas. ¡América, América! La de Mark Twain, la de Elia Kazan, la de Kerouac, la de Peckimpah, la del Nick de los mejores relatos de Hemingway. Apenas la conocía. Había estado, como casi todo el mundo, en Nueva York, en Miami, en San Francisco, y un poco, de refilón, en los alrededores de Boston, pero jamás me había adentrado con coche, carretera, manta y voluntad de nomadismo en las vísceras de este país extraordinario, a decir poco. He entendido, a lo largo de él, muchas cosas y casos de su idiosincrasia, de su historia, de la historia universal, de mi historia personal y de la historia del mundo —hic et nunc— en el que todos, con gusto o a disgusto, vivimos ahora. Ningún otro viaje, con posterioridad al que en los años peligrosos y felices de la Década Peligrosa me condujo al descubrimiento de la India, de Japón y, en general, de Oriente, me había impresionado tanto. Forzoso será volver, por escrito, a él, aquí mismo, en Dragolandia, o en las páginas impresas de El Mundo y, si Baeta me lo permite, en las de Siete Leguas. No puedo hacerlo ahora. He madrugado para escribir estas líneas. Son las cinco y media de la mañana. En el Far West amanece pronto. Colores indescriptibles transforman ya en prodigio cuanto me rodea. Su llamada es imperativa. Monument Valley me espera. Tengo que cabalgar por él. Un indio navajo me aguarda. Será mi guía y evitará que el caballo, y yo con él, se despeñe. No es literatura. Cuanto digo, va a misa: la oficiada, en mis años de niño de la guerra y de la posguerra, por John Ford, por John Wayne, por los realizadores y los actores de las decenas y decenas de películas del oeste que se rodaron aquí. Todos ellos estuvieron sentados donde yo estoy sentado ahora, todos ellos durmieron donde yo he dormido hoy (sólo hay un lodge, legendario), todos ellos vieron lo que mis ojos ven en este mismo instante, todos ellos salieron in illo témpore para cabalgar por este mismo valle, que es cañón, y llanura, y pinacoteca, y paraíso, y sueño, y horizonte lejano, mientras la aurora de los versos de Homero, de la épica de Aquiles y de la lírica de Ulises lo tiñe todo con sus rosados dedos. Se me saltan las lágrimas al pensar que la Natalie Wood de Centauros del desierto estuvo aquí. Me enamoré de ella en un cine de Siena: ponían Esplendor en la hierba. Otros ámbitos, otras voces, iguales sentimientos. En España, mientras tanto… ¡Pero qué importa España! Ajeno, y no sólo lejano, como éste, me parece su horizonte. Allá se las componga. Yo estoy en Monument Valley y un indio navajo me espera. Así es el Far West, que hace a los hombres y los gasta. Pásenlo bien. Yo ya lo hago. See you later.

Publicado en: ...el 01 Junio 2008 @ 00:00 Comentarios desactivados