DRAGOLANDIA: Parón


Percance de un autabus de turistas españoles en Tailandia

Carretera de no sé dónde, en Tailandia a 6 de abril de 2009

¡Por fin un imprevisto! En este viaje todo iba demasiado bien. Ni un solo fallo. Las cosas salían a pedir de boca. Puntualidad y precisión. Los horarios se cumplían. Los itinerarios se cubrían. Hoteles aceptables. Restaurantes pintorescos y sabrosos. Nadie nos engañaba. Nadie nos robaba. Nadie nos acosaba, lo que significa que nadie nos tomaba por lo que no somos, aunque lo parezcamos: turistas al uso de estos tiempos de cochambre generalizada.

Pero Dios no ahoga. Escribo estas líneas en un lugar ignoto de Tailandia. El coche nos ha dejado en la cuneta. Son las cinco de la tarde. Dentro de hora y media empezará a anochecer y el tránsito de la luz a la oscuridad será vertiginoso. Estamos a casi dos mil metros de altitud. Un vaho de niebla cálida esconde el paisaje y lo transforma en cuadro de pintor flamenco. Dicen que otro coche vendrá a recogernos, pero no es seguro. Cincuenta kilómetros nos separan del primer punto habitado.

El chófer hurga debajo del chasis. Se llama Chiang. Es simpatiquísimo, pero sólo habla tailandés. Lengua endemoniada. No hay forma de entenderlo ni de que él nos entienda. Parece ser que se han ido al diablo las pastillas de los frenos, pero tampoco eso es seguro. Nuestras hipótesis son tan dudosas como las siluetas de los árboles envueltos por la neblina.

El coche ha hincado el pico en una curva de la carretera. Junta a ella, en un repecho, hay una casa, en la casa vive una familia de granjeros y los granjeros han tenido la gentileza de sacar una mesa y unas sillas para que nos instalemos en ellas, entretengamos la espera y matemos el tiempo.

Mi nieto Mario -dentro de diecisiete días cumplirá diez y siete años- hace los deberes a lápiz y con goma de borrar. Mi nieta Caterina -que sólo tiene nueve- se aburre y persigue a los pollitos del granjero hasta que la gallina se le encampana y la pone en fuga. Mi hija Ayanta pasea como si estuviese en el interior de una oda de Horacio. Mi hija Aixa lee una novela de Ian McEwan (por cierto: este año lo propondré para el premio de las Letras de la Fundación Príncipe de Asturias. Ya lo hice el año pasado, y llegó lejos. También propondré a Murakami y a Amélie Nothomb. ¿Demasiado joven ésta? ¡Pues precisamente por eso!). Sigo.

Mi mujer, Naoko, intenta averiguar lo que le dice el granjero. Sobra añadir que éste sólo habla tailandés.

Todos los años, desde hace muchos, me llevo a hijos y nietos, cuando llega la primavera, a recorrer un trozo del mundo. Es como comulgar por pascua florida. Un mandamiento, un sacramento. Antes viajábamos a solas, ellos y yo, sin mezcla de madre o esposa alguna, pero en el 2004, a raíz de mi descenso a los ínferos del quirófano para que me instalasen varios codos de fontanería en las coronarias, Naoko se sumó, por si acaso, a la comitiva para echarse al quite si las cosas venían mal dadas.

Yo he desenfundado el ordenador y… A la vista está. Faulkner, salvando las distancias, escribió su primera novela (La paga del soldado) sobre una carretilla volcada mientras servía al ejército de su país en la primera guerra mundial.

¿Era esa guerra? Tendría que verificarlo. No puedo hacerlo. Perdóneme el lector si me equivoco.

No somos ciento y la madre, pero poco nos falta.

Ayanta vuelve de su paseo y nos explica que ha encontrado en la hondonada del valle el sendero de los jardines que se bifurcan y una aldea maravillosa íntegramente construida con troncos de bambú.

El buen Chiang se desespera. Nosotros, no. Incidentes así son la sal de la vida y la pimienta del arte de viajar. Hice bien dejando el móvil en España. Ese artilugio convierte el placer de lo imprevisto en el tedio de la rutina.

Si usted, lector, lee lo que acabo de escribir, será eso señal de que hemos salido del atolladero.

Publicado en: ...el 28 Abril 2009 @ 23:29 Comentarios (7)

DRAGOLANDIA: Tigres


Tigre de Bengala

Chiang Mai, 4 de abril de 2009

Mis pies corren más que mi pluma. Ya no estoy en Bangkok. Lo dejé atrás hace cuatro días y desde entonces he visitado muchos lugares que, sorprendentemente, no conocía. Hablaré de algunos de ellos en próximas entregas de este blog, pero todavía no ha llegado ese momento. Me limitaré hoy a decir que he acariciado a un tigre. Mejor dicho: a varios tigres. Nunca lo había hecho. No estaban entre barrotes, sino sueltos. Había más de cuarenta.

Decía Victor Hugo que Dios creó al gato para que el hombre pudiese acariciar a un tigre. Misión cumplida. Seguiré, por supuesto, acariciando a todos los gatos que encuentre y que no me bufen ni me den zarpazos. Es más: acabo de hacerlo.

En el vestíbulo del hotelucho donde tecleo estas líneas hay tres gatitos preciosos, especializados en jugar con calcetines. Ése es, en realidad, el verdadero motivo por el que me alojo aquí. No me gustaba mucho la Guest House de la que hablo, pero ver a los mininos y pensar que era un buen sitio fue todo uno. Acertaba. Donde se cuida a los gatos, se cuida todo. Esprit de finesse, dirían los franceses.

Lo de hotelucho no era despectivo, sino descriptivo. No voy a llamar hotelazo a una casa de huéspedes cuya tarifa por habitación doble con baño (sin bañera), aire acondicionado, televisión por cable, terraza, porche e internet gratuita cuesta menos de once euros.

Y, encima, gatos. No cabe dar más a cambio de menos. Tailandia es así.

Lo de la tele, por cierto, es asombroso. Más de doscientos canales y todas las lenguas y dialectos del mundo salían por la pantalla y la boca del televisor. Igualito que en Vandalia.

Vuelvo a los tigres…

Estaban en un monasterio budista de cuyo nombre no quiero acordarme, porque si lo digo contribuiré a que se dejen caer por él aún más turistas de los que ya lo hacen.

En 1999 llegó el primer cachorro al templo en cuestión. Era huérfano. Un cazador furtivo había asesinado a su madre y a sus hermanillos. Un campesino lo rescató y se lo entregó a los monjes. Éstos lo adoptaron. El animal creció sin enseñar nunca los colmillos, libre, feliz, bien alimentado, bien tratado, cariñoso, amigo de todos, propios o extraños, y allí sigue.

El ejemplo cundió. Otros campesinos encontraron otros tigres en circunstancias parecidas y también los llevaron al convento. Éste se convirtió en refugio de lo que acaso sea el más hermoso animal de cuantos en la tierra existen. A todos los acogían los monjes. Hoy viven en el convento treinta y ocho ejemplares adultos y nueve o diez cachorrillos.

Estuve con ellos. Los acaricié, me senté a su lado, los contemplé, los admiré, me acordé de Borges: un tercer tigre buscaremos… El alma se ensanchaba.

Dicen los chinos, gente sabia, que si te subes a un tigre, no te apearás de él cuando tú quieras, sino cuando quiera el tigre.

Cierto, pero sólo si lo tomamos como alegoría. Vale decir: no hagas nada que no seas capaz de deshacer. Los monjes budistas son aún más sabios que los chinos: se suben, literalmente, a los lomos de los tigres y los cabalgan al hilo de carreras amistosas que siempre terminan bien, porque han descubierto que, en contra de lo que decía Victor Hugo, Dios creó a los tigres para que los hombres de buena voluntad pudiésemos acariciarlos como si fuesen los gatitos del hotelucho en el que tecleo estas líneas.

Publicado en: ...el @ 23:26 Comentarios (1)

EL LOBO FEROZ: Vándalo’s Corner

Vandalia se la chupa al Sistema (¡ya son ganas! Mejor sería al revés) y da la nota en la City. Era un gallo, y no de pecho, sino de tetas. Perdonen que utilice la jerigonza barriobajera de los vándalos, sección baturra, que el sábado pusieron el mingo de su país a la altura de los morros de los puercos que hozan en el rebosadero del albañal. Aragón no merecía esto. ¿Bombín, paraguas, traje de chaqueta cruzada color humo de Londres y exquisitos modales de gentleman educado en Eton y lady victoriana? No. Bota de vino peleón (ése que tiene Asunción), chupa de atorrante, casco de pocero, pendientes de mujer jirafa en las aletas de la nariz, tatuaje en la rabadilla, cintilla de las bragas asomando por el borde de los pepe jeans confeccionados en Camuñas de doña Gorrina -perdónenme la gracia los vecinos de la noble villa aragonesa a la que el retruécano alude- y lencería de arpillera modelo serón de burro. ¡Hale, maños! ¡Chufla, chufla, que si el Sistema no se aparta, ya lo apartaré yo a gritos de rabanera, con adoquines de Calatayud (perdónenme también los bilbilitanos), a hostia sucia y entre ventosidades de huevos al caballo y regüeldos de ternasco al chilindrón! ¿Hace una jota? Que sean dos. La Virgen del Pilar dice que no quiere ser banquera, que quiere ser capitana de la chusma antisistema. ¡No me folles en el suelo, que yo no soy del Sistema, y con esos cojonazos me llenas el culo tierra! Centón zarzuelero, popurrí de coros y danzas de Fet (idez) y de la Logse, Educación de la Ciudadanía y Descanso. ¡Yo, yo, yo, soy vandalón! ¡De Vandalia vengo, a Vandalia voy, y mi carota marrana lo va diciendo, que he nacido en Vandalia por donde voy! ¡Con diez cojones por menda, pedo en culo a toda bela! La be no es errata, sino Informe Pisa. ¿Escribirán Aragón con hache y se la quitarán al guirlache? ¿Serán haraganases los muy zánganos? ¡Guadañas afiladas, fregonas al viento! It’s a long way to Piccadilly… Los patanes estaban ya casi en el Speaker’s Corner cuando una gentil japonesa salió al balcón diciéndose: ¡cuán gritan esos malditos! Nunca lo hubiese hecho. Sashimi para la Horda. Todos, y todas, como dicen los analfapolíticos, pidieron al unísono que enseñara las tetas. ¡Qué finura! Japón, pueblo sin plebe. Vandalia, plebe sin pueblo. ¿Es posible otro mundo? En Vandalia, no. Quien siembra logses, recoge esto. Es lo que hay. Treinta y un años de Constitución, treinta y cuatro de posfranquismo. Sobraban las alforjas.

Publicado en: ...el @ 23:20 Comentarios (2)

DRAGOLANDIA: Aeropuertos


Tiendas en la T4. Aeropuerto de Barajas

Bangkok, 31 de marzo

Había hecho el equipaje, había optado por viajar en avión…

Aeropuertos. Conozco muchos y casi todos son abominables. Depende, entre otros factores, de su tamaño. Los hay, claro está, diminutos, abarcables y a veces, inclusive, adorables. El de la isla tailandesa de Kosamui, por ejemplo, en la que no se puede construir edificio alguno que rebase la altura de una palmera, y todavía, aunque roce ya la desmesura, el de Pnom Penh.

En el sector de salidas de éste funciona una cafetería que despacha exquisitos tentempiés -no los he probado mejores en ningún otro aeropuerto del mundo. Es el toque francés. Los camboyanos han perdido la lengua del país que los colonizó, pero no su esprit de finesse gastronómico- y una excelente librería especializada en guías de viaje. Hay en ella muchos títulos de la Lonely que en Vandalia es imposible encontrar. Los españoles, ya lo dijo Vossler, siempre han sido hispanocéntricos. Su viaje favorito, excepciones aparte, es el que gira y gira alrededor de su ombligo.

-¡Pero Dragó! ¡Ahora hay muchísimos que viajan a todas partes!

-Sí, pero siguen mirándose el ombligo, refunfuñando, diciendo que como en Vandalia no se vive en ninguna parte, hablando a gritos, dando el cante rociero y deseando volver a casa disfrazados de coronel Tapioca o de Tintin en el Tíbet para presumir antes los vecinos, enseñarles los souvenirs comprados en los todo a cien de los mercadillos para turistas gilipollas y aburrirlos con los vídeos horteras grabados a troche y moche mientras la parienta hace el signo de la victoria ante la cámara con sus dedos gordinflones. Lo único que les interesa es ir de shopping. ¡De shopping! ¡No te fastidia! Yo, en cuanto los veo, finjo que soy esquimal y pongo cara de póquer. Mí, no entender, ya sabes, como si fuera un piel roja de espagueti western, y a otra cosa.

-¿Y si te conocen de tanto salir en la tele?

-Ya. Eso es lo malo. Pues nada… Me niego a mí mismo. Digo que soy Pepe Navarro o Jesús Hermida.

-Mejor, ya puesto, Harrison Ford.

-Eso sería muy peligroso. Lo mismo les daba por ligar.

-¿A quiénes?

-A las parientas de dedos gordinflones.

Aeropuertos, decía… Los tres peores, siendo casi todos malos, son el de Heathrow, el de Fiumicino y el de la Terminal Cuatro de Barajas. Procuro evitarlos, como es natural, pero no siempre lo consigo, sobre todo el último de los citados. Escojo, en la medida de lo posible, vuelos que no hagan escala en ellos y líneas aéreas que no los utilicen. La Thai, sin ir más lejos, sale de la Terminal Uno, que es relativamente agradable y no está superpoblada.

-¿Y los mejores?

-Los mejores son el de Osaka, cuyos bares de sushi son extraordinarios, y más aún el de Bangkok, en el que podría quedarme a vivir.

Volveré sobre él. Da para mucho. Sólo tiene un defecto: no es difícil toparse en él con turistas llegados de Vandalia, y casi todos ven la tele.

Sin comentarios. Suyo afectísimo, Harrison Ford.

Publicado en: ...el 20 Abril 2009 @ 19:45 Comentarios (17)

DRAGOLANDIA: Viajar es volar


Dos globos aeroestáticos sobrevuelan Putrajaya (Malasia)

Bangkok, 27 de marzo

¿Es hoy 27 de marzo? No estoy seguro. Siempre he dicho que el viaje es la distancia más larga entre dos puntos y que el buen viajero carece de sentido de la orientación. Su máximo deber estriba en perderse. Hasta Colón se perdió creyendo que iba a Calcuta, y gracias a eso juegan los brasileños al fútbol, se atusa las barbas Fidel, perdió Hitler la guerra y llegó a emperador Obama.

Para perderse no basta con ignorar los usos geográficos, sino que también conviene trastocar los husos horarios. Ni latitud, ni longitud, ni almanaque, ni agujas del reloj. Así ando ahora, diez días después de haber salido de Vandalia.

De lo que, en cambio, sí que estoy seguro es de encontrarme en las antípodas de ésta. No hablo de geografía, sino de costumbres, carácter y estilo de vida. Donde allí hay mala educación, aquí la hay buena. Donde aquí sonríen, allí gruñen. Donde en Madrid o en cualquier otro punto de Vandalia cree el camarero que el cliente está a su servicio, en Bangkok o en cualquier otro punto de Indochina es el camarero quien cree estar al servicio del cliente.

Sigo con mi vademécum del viajero. Hablé el otro día de la importancia que tiene en las andanzas de éste el equipaje. Asunto zanjado.

El segundo capítulo de mi manual de instrucciones trata del vehículo escogido para huir de Vandalia. Depende, claro está, de a qué lejano punto del globo, poniendo tierra por medio, cuanta más, mejor, pretende llegar el que huye. En mi caso, aunque prefiera ir en coche, en ferrocarril, en velero de tres palos (y alguno que caiga en el catre del camarote) o a pie, no había más remedio que recurrir al avión.

Barcos quedan pocos, y de vela, menos. Llegar por tierra a Indochina, tal como solía yo hacerlo antes de que el mundo se volviera loco de atar, sería hoy por hoy imposible. Atravesar Afganistán lo es y no parece juicioso, suponiendo que la apuesta fuera viable, meterse sin llevar burka y sin la protección de Alá en ese hervidero de integrismo al rojo y de terrorismo indiscriminado -todos contra todos, sálvese quien pueda, más ropa que hay poca- en el que se ha convertido Paquistán.

Ni siquiera salvando ese obstáculo cabría llegar por tierra a Thailandia, pues no hay, de momento, ningún paso de frontera expedito entre la India y lo que dejó de ser Birmania para convertirse en Mianmar.

De modo que me resigno a viajar en avión, pero no, cuidadito con eso, en cualquier avión ni desde cualquier aeropuerto, porque los hay que parecen campos de exterminio de igual forma que hay líneas aéreas en las que las cosas se hacen como se hacían en los buques negreros.

En el tercer capítulo de mi vademécum hablaré de eso. Lo mismo, cualquier año de estos, llego por fin, en Dragolandia, a la estación de Bangkok.

No me metan prisa, qué diablos… Aquí nadie la tiene. Chi va piano, va lontano, y yo, lontano, desde luego, lo estoy.

Publicado en: ...el @ 19:40 Comentarios (2)

EL LOBO FEROZ: ¡Heil, Bibiana!

Excelentísima Señora Adolfa Aído: doy por hecho que el Holocausto va a producirse y que el gobierno de ZiPiZaPe legalizará la barra libre en el mostrador de las carnicerías de la Shoah de los nascituros. Éstos dejarán de serlo para convertirse en morituri. ¡Ave, Zésar! ¡Dirige tu pulgar hacia abajo! ¿Gas noble? No. Tridente, rastrillo, torno, tenazas y bisturí viles. ¿Escribir columnas antes de Auschwitz? ¡Por Lucifer! Inspíreme éste. Las Cortes serán escenario de misas negras. ¡Quién iba a decirlo! Cosas veredes, amigo Chancho. ¡Saturno en el hemiciclo! Todo sea por la Igualdad. Nada más igualitario que la muerte. Los fetos son gotas de agua: clavaditos entre sí. No hay verdugo ni forense que los distinga. ¡En pie los abortófilos de la tierra! ¡Loor a la famélica legión de los sacamantecas! ¡Agrupémonos todos en la Solución Final! De acuerdo, pero seamos constructivos. Reciclemos. Transformemos a los que iban a morir en carne de cañón. Sirvan al menos esas criaturitas para algo. Concédanse subvenciones a las embarazadas in dubbio para que den a luz. Los ministerios de Igualdad y Sanidad correrán con los gastos. ¡Qué paradoja, por cierto, la de que Bernat Soria sea un especialista en células madre! ¿Madre? Sería cosa de ir pensando en prohibir esa palabra políticamente incorrecta. Los niños no abortados vivirán en reservas ecológicas destinadas a la reinserción social y la selección natural. Darwinismo y, a la vez, diseño inteligente. Se habilitarán cinco sectores en los nuevos campos de Pol Pot. Uno para que los pederastas sacien en él sus instintos en vez de desahogarse fuera de las alambradas. Otro para el trasplante de órganos y la elaboración de cosméticos. Otro para suministrar niños soldados a los golpistas, terroristas y Señores de la Guerra. Otro para cubrir los puestos vacantes en el mercado laboral infantil. Y otro, por último, para que no falten adolescentes estranguladores allí donde sus servicios se requieran. ¡Ni una Marta sin su san Martín! ¡Misericordia y pragmatismo, ministra! Lo que, sin embargo, me sorprende es que su Satánica Majestad proponga lo del aborto a gogó precisamente ahora, cuando acaba de descubrirse que los partos pueden ser orgásmicos. ¿Quiere privar a las mujeres de ese placer? Parirás con dolor, dice la Biblia. Bueno… También Herodes figura en ella. ¡Feliz 28 de diciembre, excelentísima señora ministra de la Libertad para matar y de la Igualdad sin Fraternidad ni Maternidad!

Publicado en: ...el @ 19:23 Comentarios (1)

Vademécum del viajero

Bangkok, 23 de marzo de 2009

Arrancan mis crónicas de Indias Orientales. Lo del otro día era sólo ejercicio de calentamiento antes de saltar al campo.

Todo empezó hace una semana. Ya lo sabe el lector, si es que existe.

No hay viaje sin equipaje, pero la selección de lo que figure en éste debe cuidarse al máximo. Lo más importante es el peso o, mejor dicho, la falta de peso. El placer de viajar corre en sentido inverso al del número de kilos que el viajero lleva a cuestas.

Cuando era joven me bastaba una mochila. Ahora, no. Las cosas se han complicado un poco. Envejecer es una lata. Ya lo decía la Biblia.

Dime qué metes en la maleta y te diré quién eres. El contenido de la misma refleja el carácter de la persona que la arrastra.

Peculiaridades de mi equipaje…

Ropa, poca (pareado). Reducida al mínimo: lo puesto y una muda. ¿Para qué más? Por las noches se lavotea lo que durante el día se ha llevado, se tiende en la barra de la cortina de la ducha, y a otra cosa.

En estos países, los de Indochina, por añadidura, hace calor, sobra casi todo y la ropa está tirada. Por lo que en Madrid cuestan tres cervezas se compra aquí el viajero avispado unos falsos calzoncillos de Calvin Klein, una falsa camiseta de Armani y unos falsos pantalones, cortos o largos, de cualquier marca pintona.

Neceser reventón, de barriga abultada. La higiene lo aconseja. Soy hombre dado a los productos de belleza, rejuvenecimiento y perfumería. No lo escondo. Nunca he sido hipócrita.

Libros, muchos. Tres por semana. El viaje que he emprendido tiene diez. Treinta volúmenes, aunque sean de bolsillo, y casi ninguno lo es, pesan lo suyo. Otra lata, pero no sé vivir sin leer. Tampoco es cosa de comprarlos aquí, porque no abundan las librerías, no están bien surtidas y no tienen libros en español, ni en francés, ni en italiano. Con el inglés me llevo fatal.

Guías de la Lonely. Que no falten. He traído cuatro, y dos de ellas -la de Tailandia y la del Sudeste asiático para mochileros- son de a puño. Eso sí: están en español, gracias a los buenos oficios de GeoPlaneta. Menos mal. El inglés de las originales es diabólico, a menudo incomprensible para mí, más enrevesado que el de Shakespeare.

Una bota de vino. La llevo siempre. Es fantástico. En cualquier lugar, así sea una mezquita de Teherán o un restaurante de tropecientos tenedores, puedes empinar el codo por cuatro cuartos en las barbas de los ulemas y de los camareros. Nadie te dice nada.

Botellines de aceite de oliva virgen prensado en frío una sola vez. Son de veinte mililitros. Con eso basta para desayunar como Dios manda y a mí me gusta. Uno al día. Setenta en esta ocasión. Sólo una pega: abultan. Todo sea por la salud. La mantequilla es un veneno.

Y, por último, los cientos y cientos de píldoras, pastillas, comprimidos, papelinas y ampollas de mi elixir de la eterna juventud. Tomo alrededor de setenta al día. Multiplicados por diez semanas arrojan casi la cifra de cinco mil. Son todos de herbolario, legales e inofensivos, pero cantan cantidad. El día menos pensado van a detenerme en cualquier frontera como sospechoso de narcotráfico. Tardarían meses en ir analizando uno por uno los ingredientes de mi elixir. Nunca ha sucedido hasta ahora, pero quién sabe. ¿Doy ideas? Envíenme bocadillos, si sucede. De jamón y de chorizo, no, porque son sustancias prohibidas, prohibidísimas, que agravarían mi situación.

¡Ah! Me olvidaba de otra singularidad, en mi caso imprescindible: la petaca. Nunca viene mal, ya sea a las maduras, ya a las duras, reconfortar el alma con un buen trago de whisky.

Lo segundo, hechas ya las maletas, es elegir con tino la línea aérea que va a poner alas a nuestros sueños. Quédese ese asunto, de máxima importancia, para la próxima entrega. Ya está bien por hoy. Bangkok me aguarda.


Publicado en: ...el 14 Abril 2009 @ 19:37 Comentarios (8)

DRAGOLANDIA: Crónicas de Indias

De Indias orientales, claro, no de las que descubrió Colón.

Voy a vagabundear por ellas hasta el día en que comience la Feria del Libro de Madrid. Llegará ésta a finales de mayo. Muy a finales. Casi en junio.

No sé por qué lo digo, ya que, en principio, no voy a participar en ella. Háganlo otros. Estoy a punto de terminar mi libro sobre Soseki, pero los editores y yo hemos convenido en posponer a septiembre su publicación.

No me gustan las ferias. No soy ganadero ni agricultor. Tampoco soy banquero. Mi firma no vale nada. ¿Por qué me la piden? ¿Por qué se la piden a mis colegas? Fetichismos. Culto al personaje, no a la literatura. A menudo, cuando firmo un libro, o cuando veo que lo hacen otros autores, tengo la impresión de que quien lo compra sólo leerá la rutinaria frase mecánicamente garabateada en la dedicatoria, suponiendo que sea capaz de descifrar la caligrafía de quien la escribe.

Personaje, he dicho, no persona. Ésta es incompatible con la popularidad, el prestigio, la fama… Vanidades, etiquetas, perlas falsas, medallas de oropel. No las pongan, no me las pongan, no se las pongan a nadie. Son servicio flaco. Aturden, falsean, quitan tiempo. No hay personas públicas. Sólo los personajes lo son. ¿Y qué es un personaje? Un personaje es una persona a la que se ha arrebatado el alma.

Dicho esto, no excluyo la posibilidad de que me vean sentadito, allá por junio, en alguna de las casetas de la Feria mencionada más arriba. Todos los años digo que no lo haré y casi todos los años termino haciéndolo. Sólo los difuntos no se contradicen. Vivir es contradecirse. ¡Ay de quien no se contradiga! La contradicción es un acto de humildad y un ejercicio de sentido del humor. Eficacísima terapia: reírse de uno mismo. Quien no se contradice es que se toma demasiado en serio. ¿Dará eso cáncer?

Crónicas de las Indias Orientales, decía. Empiezo hoy, jueves 19 de marzo del noveno año del segundo milenio, y lo hago en el Hotel Federal de Bangkok, con el cerebro embotado por el jetlag, a la una de la tarde, hora local, mientras en Vandalia el reloj de la Puerta del Sol da las siete. Ese astro, ahí, acaba de despuntar. Aquí inicia ya su descenso.

¿Soy la única persona del mundo a la que le gusta el jetlag? Séalo o no, es cierto: me gusta ese estado algodonoso de la conciencia, ese ser y no ser, ese estar y no estar, esa sensación de que el cuerpo flota, ese caminar pisando las uvas de las nubes, esa embriaguez difusa, esa derogación de las leyes físicas, esa suspensión de los principios morales… Funciona, además, al menos en mi caso, como un afrodisíaco suave. Me excita. Me estimula. Me vuelve disponible. Me inyecta audacia. Me despreocupa. Me abre todos los apetitos, sin excluir el meramente gastronómico.

Tailandia, Laos, Camboya, Birmania, Vietnam, Indonesia… Esos son los países que a partir de ahora, sin hoja de ruta, voy a recorrer. Demasiados, lo sé. No cabrán todos en mi carnet viajero. Tendré que prescindir de algunos.

Setenta días parecen muchos. No lo son para cubrir una zona tan vasta como lo es la antigua Indochina, dicho sea grosso modo, ni, menos aún, para quien viaja como yo lo hago: a pie, en coche, en tren, en carros o carretas, en barcazas o chalupas y dando tumbos a la buena de Dios.

O a la del diablo, si se tercia y no hay otro remedio.

Tomaré muy pocos aviones. Ayer, sin embargo, me subí a uno y permanecí en su vientre durante doce horas, que se me hicieron cortas. Sí, sí, cortas. No es un error de adjetivación achacable al jetlag. Era de la Thai y despegaba de la Terminal Uno, no de la Cuatro. Doble motivo de júbilo: el de la compañía aérea escogida y el de la terminal en cuestión. Empezaré por ahí, pero será dentro de un par de días. Hoy ya he cumplido. El jetlag hace de las suyas. Tengo hambre, tengo sueño, tengo ganas de… Chitón. Salgo a la calle. Continuará.

Publicado en: ...el @ 19:33 Comentarios (2)

EL LOBO FEROZ: Una propuesta audaz

Sé cómo salir de la crisis. No hablo en broma. ¿Bastarían 125.000 millones de euros para restañar las heridas del sistema financiero? ¿Y si multiplicáramos esa cifra por cinco? ¿Saldríamos de apuros? Pues bien: ésa es la cantidad que el erario del planeta recaudaría si sus responsables legalizaran las drogas y se reservaran durante un lustro el monopolio de las mismas. El narcotráfico es la séptima potencia económica del mundo. Dispone de ejércitos propios, su sistema de distribución y venta es tan eficaz como el de la cocacola y trae en jaque a países como México, Colombia y los Estados Unidos. Los taliban viven del opio y sus derivados. Obama se dispone a enviar tropas (tropas, digo, no retenes de policías) a la frontera mejicana para poner coto a la ley de la jungla impuesta allí, a tiro sucio, por los señores de la droga. La guerra contra ese gobierno en la sombra ha generado ya más muertes que las de la última conflagración mundial. Es una lucha insensata, perdida a priori, a posteriori y por los siglos de los siglos. La gente se droga, se ha drogado siempre y siempre se drogará. La Comisión Europea publicó hace una semana su informe oficial sobre la evolución del mercado de los estupefacientes en los últimos diez años. Las cifras que manejo proceden de ese informe, pero se quedan cortas. Hay quien eleva la facturación de tan formidable negocio a la hiperbólica cantidad de 700.000 millones de dólares al año. Multipliquemos esa fruslería por cinco, como hicimos antes, y sumémosle el costo de la guerra contra el narcotráfico y de las medidas sanitarias (sida, adulteraciones, sobredosis) y policiales generadas por la prohibición. El 75% de los delitos que actualmente se cometen en España guarda relación directa o indirecta con el mercado de la droga. Casi la mitad de las personas nacidas en los países ricos -imagínense los otros- ha probado el cannabis por lo menos una vez en la vida. En Holanda se optó por legalizar la droga hace más de treinta años. No ha sucedido nada. Nada malo, quiero decir, porque los beneficios de tan valerosa decisión están a la vista de todos. Si quienes nos gobiernan hiciesen lo que digo, la crisis se resolvería en un amén, sobrarían montañas de dinero para atender a otros problemas y, de paso, respetaríamos el libre albedrío. Basta de hipocresía. Recuperemos la cordura. Legalicemos las drogas. Elevémoslas a monopolio de Estado durante una temporada. Salgamos de la crisis. ¿Hace?

Publicado en: ...el @ 19:31 Comentarios (2)

DRAGOLANDIA: Consignas convergentes


Lenin

Vivir para ver o, mejor dicho, para leer. Se habla ahora mucho de la conveniencia o, incluso, necesidad de que los poderes públicos metan su patita en la banca.

Lenin escribió lo que sigue -cito a través de Daniel Estulin, El club Bilderberg, Planeta- en septiembre de 1917:

“Nacionalización de la banca. La propiedad del capital, que manipulan los bancos, no se pierde ni cambia cuando los bancos se nacionalizan y se fusionan en un único banco estatal, de modo que es posible llegar a una fase en la que el Estado sepa adónde y cómo, desde dónde y en qué momento se produce un flujo de capitales de millones y billones. Sólo el control de las operaciones bancarias, siempre y cuando se fusionen en un banco estatal, permitirá, de forma simultánea con otras medidas, que puedan ponerse en vigor fácilmente, recaudar el impuesto sobre la renta sin que se oculten propiedades ni ingresos. Por primera vez, el Estado tendrá capacidad para supervisar todas las operaciones monetarias, controlarlas después y regular así la vida económica; finalmente, obtendrá millones y billones para grandes operaciones estatales, sin pagar a los señores capitalistas desorbitadas comisiones por sus servicios. Facilitaría la nacionalización de los sindicatos, la abolición de los secretos comerciales y la nacionalización del negocio de los seguros; facilitaría el control de la mano de obra y su organización obligatoria en sindicatos, así como la regulación del consumo. La nacionalización de los bancos haría obligatoria la circulación de cheques para todos los ricos e introduciría la confiscación de la propiedad por ocultar ingresos. Los cinco puntos [sic] del programa deseado son, por lo tanto, la nacionalización de los bancos, la nacionalización de los sindicatos, la abolición de los secretos comerciales y la organización obligatoria de la población en asociaciones de consumidores.”

Este párrafo procede de un opúsculo titulado La catástrofe que nos amenaza y cómo luchar contra ella. ¿Les suena?

Jefferson, presidente de los Estados Unidos, país liberal por antonomasia, sostuvo en 1802 lo que a continuación transcribo:

“Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecen en torno a los bancos privarán a la gente de toda su posesión, primero por medio de la inflación, seguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron.”

¡Caramba! Convergen, como se ve, las consignas. ¿Quién dijo comunismo? ¿Quién dijo liberalismo? ¿Quién dijo lo del nuevo orden mundial?

Jefferson, Lenin, Bush, Obama, Zapatero, Rajoy, Bruselas, el G-20… Todos iguales.

Publicado en: ...el 05 Abril 2009 @ 14:24 Comentarios (50)

DRAGOLANDIA: Vandalia, siempre Vandalia

Quienes tengan la bondad de leer los martes mi columna El Lobo Feroz en la edición impresa de este periódico ya saben que he rebautizado el país donde nací con el topónimo de Vandalia. De ese modo me referiré a él de hoy en adelante. El apodo le sienta como a Camps los trajes que, según algunos, le regalaban. Si la acusación carece o no de fundamento es cosa que debería saberse en seguida. No estoy seguro de que eso ocurra. Valencia también pertenece al reino de Vandalia, y en Vandalia todo va tan despacio como dice el refrán que lo hace en palacio. Sí, el de las pulgas y las liendres. Ése es el nuestro.

¿Nuestro? No. De ustedes, si acaso. Yo me largo otra vez hacia Indochina, de donde nunca debería haberme ido. Será el próximo martes. Lo hago sin calendario ni itinerario. Pasaré los primeros días de mi viaje en Bangkok, que es la ciudad más divertida del mundo, tiraré luego hacia el norte de Tailandia y el Triángulo de Oro, entraré en Laos por un oscuro puesto fronterizo, bajaré en cualquier piragua, bote o barcaza por el Mekong, fumaré unas pipas de opio barato y fresco, me detendré en Luan Prabang, que dejará de ser un paraíso cuando los chinos terminen la autopista que unirá Pequín a Bangkok (a eso lo llaman progreso), llegaré como sea a Vientian, seguiré por tierra, bordeando el río, hasta Camboya y…

O sabe Dios. Lo mismo modifico esos propósitos sobre la marcha y me adentro en Birmania para recorrerla, en la medida de lo posible, de cabo a rabo. Viajar es hacer camino y quien tiene meta no es viajero, sino turista. O sea: borrego numerado.

Lo único seguro es que no regresaré a Vandalia hasta el 28 de mayo, como mínimo, cuando todos ustedes se hayan quitado el sayo. El mío se habrá quedado aquí. En los países adónde voy no se necesita, y menos aún en esta época del año, que es allí la más calurosa. Sólo llevo dos camisetas, dos pares de calzoncillos, otros tantos calcetines, unos pantalones de repuesto y unas sandalias. ¿Para qué más? Muchos libros, eso sí, los necesarios para todo el viaje, este puñetero ordenador, sin el cual no podría terminar el libro sobre Soseki y el primer volumen de mis memorias ni enviar mis columnas, y cientos y cientos de píldoras de herbolario: las que forman parte de mi elixir de la eterna juventud. Son de muchos colores. Espero que no me detengan por narcotraficante. Sería chusco. Deténganme, en todo caso, por lo contrario: por ser matutero de salud.

Estoy en Murcia. Internet, como de costumbre, no funciona. Cosas de los hoteles de Vandalia. Ignoro cómo y cuándo podré enviar esta entrega de Dragolandia. Cuando una cosa funciona sólo a veces, diga lo que diga mi amigo Arcadi Espada, es que no funciona. Borges decía que las cucharas jamás se niegan a llevar la sopa a los labios de quienes las manejan y que les escaleras siempre conducen al piso de arriba o al de abajo, a no ser que sean objetos imposibles de cuadro surrealista. Así es. Prefiero las escaleras y las cucharas a los ordenadores.

¡Ah! Y los palillos a los tenedores.

Me voy ahora a la recepción. Pediré árnica. Si están ustedes leyéndome será señal de que me la han proporcionado y de que internet, ese desastre cotidiano, habrá vuelto a las andadas por las que no siempre anda.

Bill Gates nuestro que estás en los cielos, santificado sea el tu nombre…

¡Horror! ¡Estoy rezando al Anticristo! Que los fabricantes de escaleras me perdonen.

Publicado en: ...el @ 14:20 Comentarios (6)

EL LOBO FEROZ: Vandalia

Iba a explicar por qué Basagoiti debería vender muy caro su apoyo a los socialistas en Vasconia. O mejor aún: no venderlo para no vender a su partido. Iba a meterme en el chapapote de la crónica de miles de muertes anunciadas que los abortófilos de Vandalia quieren escribir con el nihil obstat de la papisa Bibiana. Si yo fuese mujer de Luis Racionero no querría parecerme a ella en el Día de la Igualdad. Iba a manifestar mi indignación por la sentencia que absuelve de asesinato a un asesino. ¿Miedo insuperable? ¡Y zas, se cepilla a dos personas! ¡Pues si no llega a tenerlo! Déjense los jurados populares para las películas de Hollywood. Iba a componer una ranchera dedicada al Patillas. Lo suyo, por más que sus paisanos griten bis, no es el cante jondo. Iba a… No doy abasto. ¡Leña al mono hasta que hable euskera! ¿Por qué Alfredo Prada ratificó punto por punto las falsedades sobre su persona recogidas en los partes de los espías Mortadelo y Filemón? ¿Paga Sol a traidores? Si yo fuese Esperanza Aguirre abofetearía con mis manos blancas al Calomarde que no quiso poner las suyas en el fuego amigo de una hoguera apagada. De los correligionarios líbrenos Rato. Frase de Cicerón en la portada de este periódico: lo falso no dura mucho. Ya, pero ZiPiZaPe lleva cinco años en la Moncloa. ¿Se aburre? ¿Quiere que nos dediquemos a follar con rusas? ¡Por fin hace una propuesta constructiva! ¿Significará ese lapsus que se le está yendo la olla? Sería una buena noticia para Hispania y pésima para Vandalia. Por cierto: creo que en algunas zonas del sur ya lo hacen. Lo de follar con rusas, digo. Me cuentan que ha estallado allí una epidemia de divorcios. Y a mí, ya ven, sigue la Sharapova sin hacerme caso. Los putañeros de la alcaldía de Baena se amparaban en la Virgen de los Desamparados para no tener que retratarse en las taquillas de los burdeles e incorporaban a las facturas el costo de los trajes de los romanos negros de una hermandad de la Semana Santa. ¿Multiculturalismo? Y ya que hablamos de trajes… No sé si los del PP valenciano fueron corruptos, pero a horteras no los gana nadie. ¡Mira que ponerse una chaqueta de fantasía e irse de luna de miel a una isla del Pacífico! No en picos, palas y azadones, los de las cuentas del Gran Capitán, sino en chalecos, trajes y cinturones, cien millones. La verdad es la verdad, dígala Garzón o su montero. El día menos pensado los vemos a todos con la Igartiburu. ¡Hale, a bailar! Hasta la próxima semana, corazones.

Publicado en: ...el @ 14:16 Comentarios desactivados