EL LOBO FEROZ: Complot

País, éste, de políticos paranoides y periodistas aquejados de lo que Karl Popper llama síndrome del complot. ¿Secuelas de El código Da Vinci? Yo mismo, que soy de pueblo, me he visto implicado hace poco en una de esas habladurías, y el frufrú, por cierto, sigue. Voy a zanjarlo.

Vi en la noche del Waterloo del PP la escena del balcón y pensé, como todo el mundo, que Rajoy se despedía a la genovesa. No fue así. A la vuelta de unas horas ya había cambiado de opinión. Se sacrificaría, dijo, por Dios, por la patria y el Rey. Su adiós no había sido a la genovesa, sino a la gallega. ¿Subía o bajaba el derrotado por la escalera del poder? Ésta, en todo caso, parecía de Magritte, porque sus peldaños no llevaban a ninguna parte. El Lobo Feroz se abalanzó ipso facto sobre su Olympia y tecleó una columna en la que decía, más o menos, lo mismo que esa noche repetiría yo en Telemadrid. Su estribillo era: ¡Váyase, señor Rajoy! ¡Hágalo por Dios, por España y el Rey, por la República, por su partido, por decoro personal, por el futuro de la democracia, por el suyo, por lo que más quiera! Ya ha cumplido. O mejor dicho: no lo ha hecho. Dimita.

La reacción de los enteradillos fue instantánea. Por todos los mentideros (¡y tanto!) de la corrala nacional empezó a circular la especie de que Pedro Jota, Federico, la COPE, Telemadrid, El Mundo y este servidor de nadie —de nadie, métanselo en la cabeza— nos habíamos reunido en La Fontana de Oro (Carrera de san Jerónimo. Ya es casualidad) del primer Galdós para urdir una intriga en pro de Esperanza Aguirre y en detrimento del pontevedrés. Peor aún: sugirió éste desde el púlpito de sus mítines que yo escribía al dictado de Sol. ¿Dicta él? ¿Creía el ladrón que todos los políticos disponen de escribanos, que no escritores, a sueldo?

Serían las diez de la noche de aquel lunes cuando me lié el informativo a la cabeza, crucé el río y me tiré a él. No consulté con nadie, nadie me dijo nada. ¡Estaría bueno! Jamás, en ninguna parte y en lo que a mí respecta, lo han hecho. Mi lema es: a la menor indicación, taconazo, media vuelta y dimisión. Nunca he hablado de Esperanza con Pedro Jota. Con Federico, sí, pero a pantalla abierta. También he entrevistado en un par de ocasiones a la presidenta de la Comunidad, pero la única vez que en los últimos cuatro años pude charlar un ratito con ella fue hace cosa de dos. Coincidimos en el AVE de Sevilla. Ya lo he contado. Yo venía en Club; ella, en Turista.

El martes 10 de marzo volví a la carga en Telemadrid, puse sobre los puntos del revuelo íes muy similares a las que aquí reitero y pasé a otra cosa. El jueves, tal como había anunciado meses antes, abandoné el informativo. El viernes me fui a África. Estuve allí tres semanas. Regresé, y la monserga seguía. Es hora de que termine. ¡Se callen, coño! Lamento decepcionar a los admiradores de Dan Brown y a los enfermos de complotitis, pero esto es, por mi parte, todo. Si existe una conjura, cosa que ignoro, ni Sol, ni Telemadrid, ni la COPE, ni El Mundo me han dado vela en ella. ¡Qué le vamos a hacer! Soy un don nadie.

Publicado en: ...el 30 Abril 2008 @ 12:46 Comentarios desactivados

Rajoy, Espe, Gallardón y otros chicos del montón

Lo del PP, ¿es comedia de enredo o de capa y espada? Ándense con ojo, porque podría derivar a dramón de Echegaray, tragedia de Shakespeare y esperpento de Callejón del Gato. Llego tarde, lo sé, ya se ha dicho cuanto había que decir, pero cosas veredes, Sancho. El telón acaba de levantarse. Estamos en la obertura. Ocurrirá de todo, y será mucho, antes de que llegue el solsticio búlgaro, deflagre la mascletá del congreso de Valencia y sepamos qué ninots arden en esas Fallas y a cuál indultan los compromisarios. Lo ha dicho Calamity Espe, la monja alférez: dos meses, en días de mudanza y desestero, son una eternidad. Sí, pero no; no, pero sí. Cállese Fraga, siempre diplomático, de una vez y permita que las aguas alcancen el Turia. ¿Seguirá la sequía, habrá trasvase, tendremos inundaciones? Sea lo que fuere y salga Sol por donde salga, algo es seguro: Génova padece los efectos del cambio climático mientras en Ferraz reina la bonanza. Lo único que allí llueve, a cántaros y a cantones, es champán. El sueño de Zapatero —un solo partido, diecisiete taifas— podría ser realidad. Jurisprudencia no falta: UCD se fue al limbo del CDS y empezaron cien años (lo parecían, se hicieron eternos) de soledad y autismo felipista. Lo que dije: cosas veremos.

Y, ya que doy en expresiones quijotescas, permítaseme una pregunta: ¿de verdad ha llamado en Bellas Artes moza del partido —o sea: puta del PP— el señor Rajoy, que de ser así muy señor no sería, a mi rubia favorita? Creerlo cuesta trabajo, pero mucha casualidad parece ésa, por más que las cargue el diablo. ¿Eligió él la cita del Quijote con la que el otro día —el del jocoso Cervantes y el fúnebre Gelman— se abrió de capa o acaso de bragueta al dar pública lectura a un fragmento del libro que Zapatero, ese iletrado, llama Constitución de la Humanidad? Hay que ser cursi, por cierto, y demagogo, para decir semejante idiotez, pero ésa es otra. Cíñase el citado a la del 78, o incluso a la de Cádiz, y dejémoslo estar. Hablábamos de Rajoy y de su rajonazo cervantino. ¿Fueron sus escribas, Arriola —el apoderado— u otras gentes de su cuadrilla los responsables de tan trapera estocada? ¿No tiene bufón que pruebe los platos antes de que lleguen a su boca? La malicia, si la hubo, ¿fue de cosecha propia o ajena? ¿Se la metieron doblada? ¿Cesó a alguien? Insisto: todo lo que no es casualidad es, en principio, causalidad, que además sería, en este caso, intencionalidad e ingeniosa —lo admito— grosería. No se trata así a una dama. Reproduzco la cita para que juzgue el lector: «estaban en la puerta dos mozas destas que llaman del partido». ¿De qué partido? ¿En qué puerta? ¿En la de Génova, en la de Valencia o en la del Sol? Ya es afinar, y tirar a dar. Reconozco que esta vez no ha hecho honor don Mariano, si la idea fue suya, a su apodo, ganado a pulso, de Maricomplejines.

Pongámonos serios. Lo más difícil de ver, dijo un filósofo, es lo que se tiene delante de las narices. ¿No ve Rajoy la punta de las suyas o no quiere verla? ¿Finge o está ciego? Ciego y sordo, porque ceguera y sordera de solemnidad se necesitan para no ver las grietas de un edificio que amenaza ruina y no oír el clamor, casi unánime, de las voces que dentro y fuera de su partido, y anónimas o no, piden que dimita y creen que, de grado o por fuerza, se irá.

No tengo nada contra Rajoy, por más que él se empeñe en achacarme inquina, pero me asombra su empecinamiento en sostener y no enmendar el numantinismo de una postura que, si no se corrige a tiempo, podría enterrar para siempre su carrera política y comprometer, quizá irreversiblemente, lo que sería mucho más grave, el futuro de su partido y, con él, el de la democracia. Ésta, para no extinguirse, requiere —como todo el mundo sabe— alternancia de gobierno, y sólo el PP, hoy por hoy, y por muy lejana que tal perspectiva nos parezca, hace posible eso.

¿Puede no ya pujar alto y apuntar a la Moncloa, sino, meramente, sobrevivir intramuros del sistema democrático una formación política derrotada en dos elecciones consecutivas que se niegue a rectificar su trayectoria, se encune en las tablas del ordeno y mando, atienda sólo a la ambición de poder de señores feudales (Arenas, Núñez Feijóo y otros de menor cuantía) que no quieren quedarse sin el huevo, porque fuero no tienen, acalle la voz de los discrepantes, se obstine en atribuirles conjuras de pasillo, ignore la opinión de quienes votan, prescinda de todos los pesos pesados —todos, digo, y pienso en Aguirre, en Zaplana, en Rato, en Álvarez Cascos e incluso, por ahora, en Gallardón— capaces de derrotar a Zapatero y cierre prietas filas, inquebrantables adhesiones y vítores de ritual alrededor de un político desjarretado, desnortado, invertebrado y, al parecer, sonado, que fue un buen ministro y podría haber sido un aceptable jefe de gobierno (mejor que Zapatero, eso es seguro), pero que no sirve para lidiar, burlar y tirarse al hoyo de las agujas de zorros tan marrulleros y abrochados como los que tiene enfrente?

Larga ristra de preguntas: las que todo el mundo se hace. Me han salido de un tirón. Formúleselas también usted, señor Rajoy. Es lo que hay. He hablado con muchos desde el día de su derrota y de la bochornosa escena del balcón, y siempre he escuchado lo mismo. Ponga los pies en el suelo, no abrigue ilusiones vanas. No cuenta usted con nadie, fuera de un puñado de fieles de su guardia dispuestos a morir matando y de los señores de las guerras periféricas que acechan en el desierto de los tártaros con el puñal de Bruto en la bocamanga (Camps, al que le conviene que por tercera vez bese usted la lona en 2012 para saltar al cuadrilátero y sacrificarse por el partido) o que, más modestos y pancistas, quieren seguir al sol de un cargo de perdedores que sólo calienta un poco en vez de dormir por las malas a la intemperie. Ni los unos ni los otros, al resguardo en sus cubiles, le achuchan —iría contra sus intereses—, por lo que aún tiene usted, don Mariano, un trecho de cuartelillo por delante. Quienes comen el pan de los barones adictos, que son —de dientes afuera— casi todos, le votarán, ¡claro que le votarán!, si no se retira antes, en la charlotada a la portuguesa del mes de junio. El PP, como todos los partidos, está lleno de trepas, de hipócritas y de cobardes. Pero será, su victoria, pírrica. No se la deseo, señor Rajoy, porque le tengo aprecio y por eso estoy criticándolo, ni se la deseo a los suyos, por los que siempre, con escasa convicción y a la contra de otros, he votado, ni —menos aún— se la deseo a esta España sucia, hortera, malparida y sinvergonzona, de la que hablo pestes, porque de ella vengo, en ella estoy y se me nota que en ella he nacido por donde voy. Cierto: vencerá en Valencia, a caballo (el de Pavía) y ya difunto, como el Cid. ¿Y luego?

Luego, ¡qué le voy a contar a usted!, llegarán las elecciones europeas, y las gallegas, y las vascas, y las catalanas, y se las darán todas, una tras otra, en el mismo carrillo, y terminará vuecencia grogui, turulato y tumefacto, maldiciendo a sus sparrings y a sor Patrocinio Arriola, agarrándose a las cuerdas del ring, abrazándose a Pepiño para no recibir más golpes y con muchos más cardenales en la jeta —perdóneme la chulada— de los que figuran en la nómina del Vaticano. ¿Qué hombre de bien podría desearle tan cruel paliza? Ni siquiera Zapatero, que tan mal le quiere.

Ahórrenos el espectáculo. Tire la toalla. Sea juicioso. A Esperanza Aguirre, o a quien sea, le basta con esperar a que su cadáver político —el suyo de usted, señor Rajoy— pase por delante del Kilómetro Cero. Lo verá desde la ventana de su despacho, con una sonrisilla de través, mientras recoge sus cosas para irse a Génova. Mejor sería, digo yo, yacer de verdad y no metafóricamente, cuando dentro de muchísimos años —cuantos más, mejor— le llegue el momento, en la cripta jacobea, junto a Fraga y el hereje Prisciliano, que está allí, pero para ello tendría usted que tener el buen sentido de olvidar la Moncloa y tomar, al frente de mil gaiteros, la plaza del Obradoiro. Sería como volver al hogar: la sede de la Xunta está en el Pazo de Raxoi. Nomen est omen, don Mariano. En casa y entre los suyos se está como en ninguna parte. Más vale ser cabeza de ratón galaico que cola de león de Oz.

Me meteré a profeta. No es difícil, porque todas las habas, salvo las de los imprevistos y sorpresas morrocotudas, están contadas. ¿Qué va a suceder? Enumero…

Habrá, probablemente, primarias, aunque no figure ese concepto, según González Pons, en el ideario de los populares ni a la niña de los ojos de Rajoy le parezcan necesarias. Lo son, y no se me ocurre mejor sistema para sacar a la gaviota de la trampa en la que ha caído. Germinará esa semilla, lanzada por buenas gentes en tierra buena, a no ser que don Mariano, sus peones y sus alfiles, acorralados y desesperados, opten, como en Apocalypse now, por el napalm y vuelen la santabárbara. ¿Tras ellos el diluvio? No creo que lleguen a tanto. La voz de las bases les obligará a ceder. Ese concierto, que no lo es de grillos que cantan a la luna, ya ha empezado. Será difícil, si no imposible, interrumpirlo.

Cabe, sin embargo, otra posibilidad, remota, sin duda, pero también deseable e igual de buena. Sería bálsamo amarillo capaz de restañar y suturar todas las heridas. Aludo al retorno del Jedi, a su Segunda Venida, al regreso de Rato. Arrasaría, laminaría a Rajoy y, más tarde, a Zapatero. Los feligreses del PP y buena parte de la parroquia del PSOE, metidos todos hasta el borde superior de la billetera en el naufragio de la recesión que se nos echa encima, acogerían al sumo hacedor del milagro económico como en Jerusalén recibieron a Jesús. ¿Podría volver don Rodrigo a la batalla —perdida por otros— del Guadalete? Él jura que no, pero también, con igual ahínco, dice Esperanza, sin que nadie la crea, y yo tampoco, que nunca ha aspirado ni aspira ahora a la jefatura del gobierno. Corre por doquier el rumor de que Rato se aburre, echa de menos la política, la lleva en la sangre, no necesita dinero, quiere sacarse la espina que insensatamente le clavó Aznar (¿hablará, por cierto, éste, sin que Fraga le diga que se calle, y apoyará a Esperanza?), se deja querer y podría dar el sí a condición de que sus correligionarios, la Urbe de Génova, el Orbe del PP y la voz de quienes en él militan y por él votan se lo pidieran por aclamación. A lo peor es un bulo. ¡Ojalá no lo sea! El problema radica en el cómo, cuándo y dónde de esa aclamación. Organizarla, articularla y darle cauce no es sencillo. ¡Sus, y a ello!

Tampoco sería imposible que surgiera, entre Caribdis y Escila, de improviso, aunque no improvisado, un alevín, un cachorro, un joven turco, un tapado, un zapaterito tercero en discordia, y lo desbaratase todo. Si sucedió en el PSOE, monolítico bastión de la disciplina y el pensamiento único, ¿por qué no va a suceder entre los arísteguis —así los llaman— y las adelitas de ese ejército de Pancho Villa, ahora en abierta desbandada, que es el Partido Popular. ¿No ha de haber en su retaguardia una zapatera prodigiosa o un zapata Emiliano que se tire al ruedo en cayuco y sin papeles, como un ilegal, y arme el alboroto?

Queda, por último, Gallardón, si no muerde el anzuelo envenenado que —¿será otro bulo?— le tiende Rajoy, y queda, sobre todo, Esperanza. ¿Se decidirá la más torera de nuestros políticos a pisar el albero, citar de frente, echar la pata p’alante y correr el albur que la llevaría —o no— a salir de la plaza de Valencia por la puerta grande que conduce a la Moncloa, a hombros (¡por fin!) del liberalismo y con una oreja de Rajoy en cada mano? Lucha por el poder, sin duda, la que esa modistilla del 2 de mayo malasañera y brava ha emprendido contra el uno y contra el otro, contra el alcalde mostolense de Madrid y contra el monarca bonapartista de su partido, pero también y sobre todo, como ella misma ha recalcado, y no era a mi juicio nube de humo, debate de valores y de ideas. Lo que ha sucedido, lo que está sucediendo y lo que sucederá, tenía que suceder. En el PP, amigo Camps, no caben todos, como tampoco cabrían en otros partidos. Recuerde UCD, atienda a lo que acaba de pasar en Izquierda Unida. Cualquier agrupación política, para no escindirse y terminar hecha añicos, necesita coherencia, homogeneidad, compatibilidad de órganos y caracteres, un disco duro, un corazón de piedra. El Partido Popular está lleno de socialistas, lo ha estado siempre, como lo estuvo UCD, y su línea de acción es y ha sido tan socialdemócrata, tan intervencionista en lo público, aunque no en lo privado, como la del PSOE. Lo fue, incluso, bajo Aznar. No es cosa aquí de dar ejemplos ni de sentar doctrina, pero sí de subrayar que el liberalismo y el socialismo —entendiendo por tal a los socialdemócratas y nada más que a ellos, pues otro socialismo no hay ni se le espera— son ideologías contrapuestas, gatos que no pueden meterse en el mismo saco. Las posturas de Rajoy y de Esperanza son, de arriba abajo, antagónicas e irreconciliables. La democracia cristiana, en cambio, anda siempre el coro y el caño (nunca en el coño), y casa, como la cocacola, con el ron, con la ginebra y con el güisqui, con los del laissez faire y con los metomentodos. Quédese la pepla del estado de bienestar para quienes no son capaces de percibir el sofisma en que se apoya, el desastroso balance de su cuenta de resultados y la inviabilidad de su futuro. ¿Existe éste para el liberalismo en el país donde esa doctrina se inventó hace dos siglos? ¿Gritaremos otra vez ¡Viva la Pepa! y marcharán, francamente, quienes podrían llegar a gobernarnos por el sendero de Cádiz o predominará entre ellos, como es costumbre, el demonio del intervencionismo que conduce al totalitarismo? Imposible es, de momento, saberlo, pero yo, en lo que me afecta, sí sé que estoy harto de votar, en contra de mis convicciones y sólo por la capciosa estrategia del mal menor, a quienes por parecerme socialistas disfrazados de otra cosa no me representan. Y no volveré a hacerlo, no votaré en las europeas, ni en las generales de 2012, ni nunca más en mi vida, a quienes temen la libertad, no la esgrimen, no la practican y no la encarnan.

Basta por hoy. Tenía que añadir una coda sobre lo sucedido en Telemadrid el 10 de marzo a eso de la medianoche y sobre mi supuesta implicación en una inexistente campaña contra Rajoy, pero será El lobo feroz quien lo cuente en su próxima columna —mañana— y zanje el asunto.

¿Vivimos el final de Gunga Din? ¿Se escuchan en lontananza tambores, trompetas y zampoñas? ¿Vienen los de Torrijos a liberarnos? El tiempo lo dirá, aunque nuestra esperanza desespere. ¿Esperanza? Hoy, como hace más de siglo y medio, Mariana Pineda borda entre los visillos de Sol la bandera de la libertad. Que ésta salve al PP.

Publicado en: ...el 28 Abril 2008 @ 12:04 Comentarios (3)

DRAGOLANDIA: Soseki

Hoy hablaré de mi gato porque me sale de lo que él ya no tiene. Esto es un blog, yo soy su dueño y hago en su ámbito lo que me viene en gana. Reservado el derecho de admisión, como en esa hermandad de Abenójar y no sé qué Virgen de la que se ha expulsado a una lesbiana. Yo no lo haría, pero ése es otro frente. En mi blog entra quien yo quiero, fumadores excluidos. Su libertad termina donde empieza la mía y la de cualquier otro.

Mi gato, decía… Lo adoro. Estoy encoñado. ¡Ni que fuese un bebé o una chavala! Es guapísimo. Lo llevo a todas partes. Estuvo en la feria de Sevilla. Lo tengo ahora a mi vera, recostado en la máquina. No podría ni sabría vivir sin él.

Es el gato más famoso de España, porque sale en televisión, y no sólo en mis programas, sino también en los ajenos, telebasura incluida, porque lo zapean cada vez que lo saco. Podría llamarse Zipizape, se me ocurre ahora, por lo del zapeo, pero no. Lo que se da, no se quita. Mejor Soseki, aunque mi mujer, que también lo idolatra, prefiere llamarlo, con diminutivo japonés, Sochan.

Está, incluso, en Youtube. Perdonen que presuma y que insista, pero es una celebridad. Se le conoce más que a Micifuz y Zapirón, más que al Gato con Botas, más que al de Tom y Jerry, más que al de Cheshire, más que a los muchos gatos literatos de Antonio Burgos, más que al gato Félix, aunque feliz, el mío, ¡vaya si lo es, tratándolo como lo trato, como si fuera el rey de la casa! ¡Con decir que a Sevilla lo llevé en el AVE con billete propio y de Club! ¡Faltaría más! ¡No iba a llevarlo en Turista! Eso se queda para Esperanza Aguirre, a la que me encontré en un asiento de esa clase la última vez que hace cosa de dos años hablé con ella, o para don Julián Besteiro, que siempre viajaba en tercera. ¡Lo mismito que su correligionario Zapatero, que se fue de shopping a Londres del bracete de Sonsoles y acompañado por sus escoltas en un avión de aquí te espero fletado por el contribuyente! A Soseki lo invitó el Club Liberal de Cádiz, que no vive de sopa boba. Su billete de ida y vuelta costó treinta y cinco euros, pagados a escote.

Le puse Soseki porque así se llamaba un novelista japonés, muy conocido, que escribió una novela titulada Yo, el gato. Hay, por cierto, traducción al castellano, editada por Gredos y ya descatalogada. La llevé, en su día, a Las noches blancas. Y ahora resulta que Soseki, haciendo honor a su nombre, está aprendiendo a escribir a máquina, como yo lo hago. Se coloca junto a ella mientras la utilizo, me observa, la observa, observa que a cada golpe descargado en las teclas se mueven y suenan las varillas metálicas del habitáculo y… Bueno, eso era antes, porque ahora ya ha entendido la relación existente entre lo uno y lo otro, me imita y, a su manera, escribe. Al hacerlo, por cierto, impide que yo lo haga, pero no importa, al contrario, porque de seguir así pronto será mi negro. Tengo ya, de momento, un gato mecanógrafo. ¿Quién puede decir otro tanto? ¡Cochina envidia la de Antonio Burgos! Estoy seguro de que algún día aparecerá sobre mi mesa, junto a la Olympia, la segunda y definitiva versión de lo que hace más de cien años escribió el primer Soseki. Yo, el gato será otra vez su título, y no habrá engaño. Será privilegio mío el de ponerle prólogo y presentarla a un premio. Vayan tomando nota los del Planeta. Soseki va a ser el báculo de mi ancianidad. No descarto la idea, mientras lo de la novela cuaja, de registrar, elaborar y poner en circulación los friskies Soseki. ¿Anda por ahí algún benefactor de la especie gatuna y de la familia Dragó dispuesto a correr con los gatos, digo, con los gastos? Negocio más que seguro. La publicidad ya está hecha.

Vayan leyendo, en el ínterin, Las mejores historias sobre gatos recogidas en volumen por Siruela: Colette, Kipling, Patricia Highsmith, Zola, Cabrera Infante, Wodehouse, Doris Lessing, Mark Twain… ¡Casi nada! Y, en futuras ediciones, Sánchez Dragó ―este texto― y lo que mi gato escriba.

Soseki, por cierto, nació en Castilfrío. Eso lo explica todo.

Publicado en: ...el 27 Abril 2008 @ 15:01 Comentarios (89)

DRAGOLANDIA: Sin novedad

Hoy es lunes, pero podría ser cualquier otro día de la semana, del mes, del año y de la centuria. Todos, en el mundo de hoy, son idénticos, clónicos, intercambiables… O, al menos, lo parecen a los ojos de quien tiene la ocurrencia, como yo la he tenido hoy, de prestar distraída atención, mientras desayuna, al telediario de las ocho de la mañana. Ahora son casi las nueve. Estoy en Barcelona, ciudad amabilísima, hospitalaria, abierta, bien educada. Su reverso es Madrid: todo lo contrario. La una lleva la fama, la otra carda la lana. Suele suceder. Pero a lo que iba: el telediario. La información se ha convertido, por obra y desgracia de quienes los hacen, en crónica de sucesos, ecos de sociedad, tráileres de películas recién estrenadas y noticias de fútbol. Lo mismo, más o menos, que en vida de Franco. Había entonces en el Nodo glamurosos desfiles de modelos, paradas militares y muchos pantanos. Ahora también los hay. Vivir, decía Azorín, es ver volver. Nos dan la brasa, como me la dieron en mi niñez, con la guerra de Independencia. ¿Incluirán en la Ley de Memoria Histórica sus fastos, sus tumbas, sus chekas, sus bandoleros disfrazados de guerrilleros y sus gritos de ritual? ¡Por Dios, por la Patria y el Rey! gritaban aquellos héroes teñidos de sangre. Seguimos haciéndolo. Marró Neruda: nosotros, los de entonces, somos los mismos. Rojigualda, señera o ikurriña: tanto montan. Las tres desgarran el lomo del toro de Tartessos que campea en la portada de mi último libro. Telediario, decía… Es el de la Uno, pero todos son iguales. Rajoy sigue presumiendo de lo que no tiene y Esperanza observa el ir y venir del toro desde el burladero. Muerde el capote. Su adversario da cornadas al aire. Pasa la tele a otra cosa: dos incendios —uno en Madrid y otro en Écija— y dieciséis muertos, casi todos finlandeses, en un accidente de tráfico. ¡Qué novedad! Tampoco lo es la actitud violenta de los ecijanos, que querían alguacilar a los alguaciles, quemar a los bomberos. Si no hay agua para beber, ¿cómo va a haberla para llenar los tanques de sus camiones? Si la corrección política de las hermanas de la caridad que nos gobiernan (o que nos gobernarían si Rajoy mandase) obliga a las fuerzas del orden a tolerar el desorden, ¿por qué no va a volver el señor Lynch? Así andamos. La guerra del agua será ley de la jungla, homo homini lupus, y lo será no sólo en España. ¿Que no? Al tiempo. Seremos leyenda, como el de la película, en un mundo de vampiros. Ya hay, de hecho, piratas en los mares que otrora surcaron los bajeles del islam: un yate francés y un pesquero español capturados en las costas de Somalia. El multiculturalismo al abordaje. Regresa Sandokan y el mundo vuelve a ser novela de Salgari. Tranquilos todos: el Madrid ganará la liga y la antorcha de los Juegos que son fuegos en el Tibet flambeará el césped del estadio de Pequín. Los deportistas papalamas han puesto un huevo, han puesto dos, han puesto tres. Llegan los anuncios. Apago la tele. Escribo esta columna. Lo es de humo para los sioux que ya no existen. El Quinto de Caballería avanza.

Publicado en: ...el 26 Abril 2008 @ 13:40 Comentarios desactivados

EL LOBO FEROZ: Consej@ de ministr@s

Deberíamos llamarl@, por lógica aritmética, consejo de ministras, pero no es cosa de humillar a mis congéneres ni de correr riesgos inútiles. Podría caer sobre mi ya de por sí declinante testosterona todo el peso de la ley de igualdad. Opto por la arroba: género ambiguo, neutro y epiceno. Los tres vienen al caso. Consulte el tumbaburros quien lo dude.

¿Nuevo gobierno o Pasarela Cibeles? ¿Retroprogresismo de tortilla zapatera o frivolidad de papel cuché? ¿Todo por la patria o todo por la tele? Zapatero, con zeta de Zerolo (naranjito, curro y cobi de su régimen), juega a antipersonaje de nivola de Kundera: la insoportable levedad del no-ser. Yes, he can’t. Obama, ese zapaterito a lo Michael Jackson, pide al cielo de los ángeles de Machín que nuestro presi no lo apoye. Si lo hiciera, Hillary, esa bruja, arrollaría, y McCain, también. Dan fe de ello Schröder, Ségolène y, ahora, Veltroni. Consuélense todos: con Rajoy tampoco fue posible. Mismo eslogan, mismo resultado. No falla. Es el efecto Arriola. Donde éste pisa, no vuelve a crecer el voto.

Pero hablaba del gobierno: película de teléfono blanco, espectáculo de music-hall, las chicas de Ziegfield y la RKO, los niños del coro de ¡Viva la gente!, Ginger de la Vega y Fred Rodríguez bailando claqué, la señorita Rottenmeier en Administraciones Públicas (yo las privatizaría), el padre putativo de las células madre en Sanidad, la Carmen de Espanya disfrazada de Cary Grant en La novia era él al frente del ministerio de Misiones Humanitarias, Morotinos (con o) en el de Desatinos Exteriores, el doctor Sí en el de La que se avecina, un ministrone light en Industria, la del trasvase que no es trasvase en Cultivos Transgénicos, Sequías e Inundaciones, la beneficiaria del Informe Pisa en Educación de Jóvenes Devastados por la LOGSE y la Telebasura… Lo dicho: una pasarela, una fiesta de la banderita, un musical cursi, empalagoso y romanticón. Da dentera verl@s a tod@s tan acicalad@s, compuest@s, sonrientes, fofit@s y bien avenid@s. ¡Cuánto se quieren! ¡Cuánto nos quieren! Novela rosa sin final feliz: ya lo ha dicho Berlusconi. Durante la última semana he visto más ósculos en las dos mejillas que en todo lo que va de siglo. ¿Zapatero o misionero? Las sandalias del pescador de votos. El de pobreza está garantizado y todos, equitativamente, lo practicaremos. ¿Será por igualdad? Me miro al espejo. ¿Somos clones, boy scouts, hombres grises de Momo, umbertolanitas, soldados y peponas recortables?

De César Antonio no diré nada: es amigo. De Rubalcaba, tampoco: lo tengo por persona inteligente, y con eso basta. A l@s misacantan@s, el reglamento: cien días de confianza. A Caldera, ministro de Pensamiento Único (Cuartango dixit), dos libros de Orwell, el archipiélago de Solzhenitsin y las obras completas del Che. Y en cuanto a Bermejo y la Álvarez, nada puedo decir. Me quedé mudo de asombro al ver que los confirmaban. ¡Ése es mi Zapatero! De tal señor, tal error. Sólo nos queda la guasa, y barajar. No hay esperpento que cuatro años dure. La legislatura promete. Nos divertiremos.

Publicado en: ...el 22 Abril 2008 @ 14:00 Comentarios (1)

DRAGOLANDIA: Poltergeist

Anoche (por la del miércoles), en un momento tonto, encendí la tele. No lo hago casi nunca. No adquirí, de niño ni de adolescente, ese hábito, porque no la había, y carezco de adicción a lo que Umbral llamaba la caja tonta. Lo es. Ya ha aparecido dos veces esa palabra ―tonta, tonto― en lo que va de blog, y por algo será. Me parece ese chisme un intruso, un alienígena, un malhechor que se ha metido en casa para desvalijarnos. Hace, por añadidura, ruido, y la única música que de verdad me agrada es la del silencio. Pero a lo que iba…

Encendí, en efecto, la tele. Ignoro qué canal puse, pero sé que daba noticias. Durante unos minutos presté distraída atención. Fueron suficientes para que tomase nota, por enésima vez en mi vida, de la desvergüenza de los políticos. Los mismos que hace unos años, pocos, defendían los trasvases se oponen ahora a ellos, y viceversa: quienes derribaron, a golpe de clientelismo y demagogia, el plan hidrológico nacional lo resucitan ahora para que sus socios catalanes no hagan mutis por la tangente. Son tal para cual. ¿En qué quedamos? Desvergüenza, dije, y fue eufemismo. ¿Cómo calificar, verbigracia, la caradura, la estupidez y el cinismo de esa ministra, coreada por sus adláteres, que no quiere llamar trasvase a lo que trasvase, a todas luces, es? ¿Nos toma por idiotas? ¿Pretende esa sacerdotisa de una falsa religión que comulguemos con ruedas de molino del Quijote? Acuda, señora mía, al diccionario. Transvasar, segunda acepción (la primera no viene al caso): hacer pasar las aguas, mediante obras de ingeniería, de un sitio a otro. ¿Está claro? Más, imposible. Al pan, pan; al vino, bendiciones, si no es peleón; y al transvase, si se empeña, trasvase, sin ene, pero con todas sus restantes letras.

Sigue la tele. Se va la Espinosa, se va Alonso (el portacoz, digo, portavoz, no el chófer), y aparecen Rajoy y el Rey, sucesivos, no simultáneos. El primero dice que León es una ciudad muy bonita, y no digo yo que no lo sea, pero estoy hasta el moño de que a los políticos ―¿por qué será?― ninguna le parezca fea. El segundo habla de fútbol y asegura, a instancias de un periodista, que ganará la copa de no sé qué el equipo que la ha perdido. ¡Caramba! Parece que tampoco quiere molestar a nadie, pero no estoy seguro. Así, con esa vaguedad, no hablaba, ciertamente, Zaratustra, pero sí lo hacía el oráculo de Delfos.

Apago la tele. Juro que no volveré a encenderla en lo que me resta de vida, pero de sobra sé que llegarán otros momentos tontos en los que morderé el anzuelo. Mientras tanto, y hasta que lo haga, vuelve a reinar la música del silencio en torno a mí. Termina Poltergeist. Regresará. Es una teleserie. Abro un libro y el mundo vuelve a ser país de las maravillas.

Publicado en: ...el 21 Abril 2008 @ 13:42 Comentarios desactivados

DRAGOLANDIA: Sevilla no fue una fiesta

Hoy es martes (miércoles para ustedes). El expreso de Dragolandia llega a su Stazione Termini con retraso, porque lo de Sevilla es ya, nunca mejor dicho, agua pasada, y pesada, pero me quedé allí el domingo, por el tirón de los miuras, que poco tiraron, y ya no hubo forma de volver a Madrid hasta el lunes por la tarde. Todo estaba lleno, en Sevilla, y todo está lleno en el mundo de hoy: los aviones, los trenes, las carreteras, los restaurantes, los museos, las playas, los hoteles… ¡Qué agobio! No es que las masas se hayan rebelado, como dijese Ortega, porque los borregos nunca lo hacen, sino que se han revelado, con uve, como la Biblia, siempre embustera, asegura que lo hizo el abominable Yavé en el Sinaí, y son ahora omnipresentes. Infinita es mi nostalgia de la vaciedad del mundo. Yo alcancé a conocerla. Iba, por ejemplo, adolescente aún, al Museo del Prado, y era todo para mí. Ahora, por ser de muchos, ya no es de nadie. Un caballero nunca hace cola. ¿Pedir la vez, numerarse, alinearse? Quita, quita… Mejor navegar al largo. El mundo se ha convertido en un vagón de metro cargado hasta los topes. Yo no quepo en él. Reventará, mientras todo quisque se frota las manos, porque a más gente, más beneficio. ¡Ojalá llegue pronto la recesión! Yavé, ese dios demoníaco, me escucha: está al caer. No es cuestión de abrocharse los cinturones para protegerse de las turbulencias, sino de apretarlos. Pronto volverá a vaciarse el mundo y yo podré contemplar Las Meninas sin que los ordenanzas me expulsen. ¿Ordenanzas? Me gusta el orden, pero detesto las órdenes.

¿Sevilla? Un desastre. Todo lleno, decía, y agua a granel. En España ya se sabe: sequía o inundaciones. Difícil se puso ir a los toros, porque suspendieron tres corridas, que son muchas si consideramos que dos lo eran de rumbo, e imposible ir al real. Imposible, digo. No exagero. Yo lo intenté por mar (el de los chaparrones y los charcos) y tierra, cuando la avistaba, aunque no por aire, una y otra vez, y siempre tuve que volver grupas, mohíno, para refugiarme en casa. La tenía. Un amigo —Enrique Valenzuela, dentista, melómano, compositor, experto en tantra— me la había prestado. Al menos, eso. El techo del salón de mi abrigadero era una pirámide de cristal sobre la que repiqueteaba, tan monótona como la del verso de Machado, la lluvia. Impedía ésta, inmisericorde, ir al real en coche de caballos, y tampoco cabía hacerlo en taxi, porque no los había, o en autobús, porque pasaban llenos y sin pararse. Manolo Pimentel me invitó a comer el viernes en su caseta, pero no encontré vehículo y lo dejé plantado. En el real, de todos modos, yo no pintaba nada, porque no me gustan las muchedumbres, ni conocer a gente nueva, ni bailar, ni palmear, ni escuchar música, ni el ruido, ni la jarana, ni el polvo, ni la cerveza, ni la manzanilla (soy bebedor de vino, y punto), ni trasnochar. No soporto que se fume cerca de mí, cosa que muchos, por desgracia, hacen en los toros y en los lugares públicos sin educación, sindéresis, ni respeto alguno a la libertad del prójimo. El jamón, ibérico o no, me tiene harto, porque es el pensamiento único de la gastronomía ibérica, y así lo expongo, recreándome, en mi último libro. Y, para colmo, y con objeto de que el colesterol no vuelva a estenosar y extenuar mis coronarias, más vale prescindir de quesos, embutidos y pescado frito. Lo sé, lo sé, sobra que me lo recuerden: soy un bicho raro. A todo el mundo —Rajoy, Arenas y Camps, que andaban por allí, incluidos— le pirra la Feria. Yo, de ella, me quedo sólo con el mujerío, que por ser de infarto tampoco es bueno para las coronarias, pero en fin… No sería ésa mala muerte. Es pasmoso el realce que da al cuerpo femenino un traje de volantes y lunares. Hasta las más feas, con él, resultan guapas.

Último apunte: la Maestranza es, junto al coso de Ronda, la plaza de toros más bonita del mundo, cierto, pero también la más incómoda para quien se siente, como yo lo hice tarde tras tarde, en su grada. De cada dos asientos, el año de la Expo, sacaron tres, y el desaguisado sigue, aunque en la próxima temporada, dicen, se remediará. Confiemos en que así sea, porque las latas de sardinas son hoy por hoy un lugar espacioso si se las compara con ese sitio. Amigos de la Maestranza: ándense con ojo, porque cualquier día de éstos morirá un aficionado en aras del síndrome de la clase turista y tendrán que indemnizar a su viuda con más dinero del que cobra José Tomás por una tarde en las Ventas. Cumpliríase en tal caso, a rajatabla, el viejo refrán de que la avaricia rompe el saco. Hasta el año que viene, señores, y que no llueva.

Publicado en: ...el 18 Abril 2008 @ 13:39 Comentarios (3)

EL LOBO FEROZ: Robaterrenos

A eso, al robaterrenos, jugábamos los niños de la posguerra con un clavo que parecía un verduguillo. Mis coetáneos lo recordarán. Era juego de dos, y a su término uno de los contrincantes se quedaba sin tierra en la que apoyar los pies para seguir robando. Eso es lo que el otro día le pasó a Rajoy en el Congreso y, antes, en la comilonas de Zalacaín y Vocento.

Comienza la temporada. Teloneros en las Cortes. Sesión de investidura: he aquí el tinglado de la antigua farsa. ¿Por qué televisaron la corrida? ¿Para multiplicar el tedio de la brega con estoque simulado practicada por dos políticos pegapases cuyo repertorio se limita al del pico de la muleta? Toreaban —es un decir— el Niño del Percebe o Trifinus Melancólicus, que se agarra al resbaladizo momio de la oposición a nada con la misma testarudez con la que el artrópodo citado lo hace a la roca, y el Niño de Cierra España, al que pronto veremos hacer el paseíllo con reloj de pulsera rojigualda. ¿Ingresará en la Guardia Civil, se enrolará en el Tercio? Todo por la patria. Sólo la reaparición de don Rodrigo, Niño del Milagro Económico, o la alternativa de Esperanza Aguirre, que de toros sabe un rato (con minúscula), podrían levantar la temporada, pero ninguno de los dos figura, por ahora, en los carteles. El empresario José Bono, Niño de la Jota, tiene que apañárselas con los segundones salidos de las urnas y sacará muchas veces los cabestros a la plaza. Rajoy para, pero no manda; Zapatero manda, pero no transmite; los dos templan gaitas, que no embestidas, y ninguno carga la suerte. El Niño de la Tuneladora, sobresaliente de espada, espera en el burladero resquicio para hacer su quite. ¿Llegará éste, debutará la Niña de la Puerta del Sol, volverá Rato como en la suerte de más peligro lo hizo José Tomás, saldrá de su retiro dorado en la FAES de Colombey-les-Deux-Églises el Niño Sabio de Georgetown y hablará el Oráculo? En los toros casi nada es imposible, aunque casi todo sea imprevisible. Sólo hay algo que no lo es: Rajoy tendrá que cortarse la coleta o que torear sólo en Galicia, donde mandaría tanto y durante tanto tiempo como lo hizo el Niño de la Rúa es Mía. Y tendrá que hacerlo, le guste o no, porque el Romeo de la escena del balcón de Génova se ha quedado sin jurisdicción a la que llevarse el toro. No la tiene ni en el coso de su partido ni en el ruedo de las Cortes. La Niña del Futuro —ideas y valores— y el Niño de las Cejas se la han quitado. Esperanza lo hizo poco a poco, y sigue en ello. Zapatero remató la faena en las tablas del discurso de investidura. Jugaban los tres al robaterrenos, y uno ha perdido. Señor Rajoy: no se emperre. Sus compañeros de terna, como si fuesen sioux, lo han descabellado con el verduguillo de mi infancia. Alea jacta est. No cierre el paso a su futuro ni al futuro de su partido. Vuelva a Santapola o a Pontevedra. Hágalo por usted y por la alternancia democrática. Su Rubicón está en el Sil. Y no reincida, por cierto, en el error de creer que Esperanza Aguirre me ha dictado esta columna. ¿Haría usted eso —dictar a periodistas— si nos gobernara? Es inquietante. Buenos días y buena suerte.

Publicado en: ...el 17 Abril 2008 @ 13:04 Comentarios desactivados

DRAGOLANDIA: Salvador

No se inquieten. No quiero salvar a nadie. No me gustan los salvadores ni quienes se meten a redentores. No soy cristiano. No soy socialista. No soy de izquierdas. No pertenezco a ninguna oenegé. No creo que sea posible otro mundo. Ni siquiera, caso de que lo fuese, me parecería deseable. En el Egipto de Sinuhé se decía: así ha sido siempre y siempre será así. Mi maestro Nietzsche —lo recordaba el otro día Umberto Eco, que de maestro tiene poco— dijo que la fe salva, luego es falsa. Lo suscribo, pero suscribo también, porque no es contradicción, sino corroboración, lo que a su vez arguyó Leonardo: salvaje es quien se salva. Yo lo soy.

Sevilla, donde sigo, es pagana, es cristiana, es nietzscheana, es apolínea, es dionisíaca, es Gioconda, es —incluso— socialista (lo que demuestra que nada ni nadie es perfecto) y da, por ello, para mucho. Da para tanto que el otro día, aunque no estemos ya en Semana Santa, sino en la muy pecadora Feria de Abril, encontré a la vera de donde vivo, en pleno centro de la ciudad y casi pared con pared, a todo un señor mesías, pero no de esos que cargan con la cruz y nos conminan a llevarla convirtiendo el vivir en un calvario, sino al revés: aliviándonos de su peso y poniéndonos las cosas cuesta abajo.

Mesías, digo, porque ese hombre de Dios y benefactor de la humanidad se llama como llamaban al de Nazaret: Salvador. El nombre de pila, creían los romanos, marca, y algo, efectivamente, tiene en común el mesías de mi cuento con el de las bodas de Caná, el monte de las bienaventuranzas y la última cena. En las tres ocasiones citadas obró Jesús milagros gastronómicos: agua convertida en vino, vino trasformado en agua, multiplicación de pececillos y panecillos, mudanza de éstos en carne de varón… Cocina creativa. ¿Incurro en sacrilegio? No, porque no creo que lo sea dar al césar lo que es del césar y opinar que es milagro gastronómico lo que de lunes a viernes (y sólo a la hora del almuerzo, porque la noche y el fin de semana son, según Salvador, para otras cosas) sirve el mesías del que hablo en el figón que lleva su nombre. Todo lo que Remedios (¡y tanto!), su mujer, prepara y él pone en la mesa es bueno, bonito, barato, saludable, ligero y casero. Un hallazgo, un lugar de los que quedan pocos, una humilde casa de comidas a la antigua usanza en la que todo es de fiar, de engullir, de trasegar y de agradecer, en la que los azulejos mandan, los techos —hermosísimos— forrados con cartón de envase de huevos absorben y apagan el ruido de las conversaciones, se mezclan los sindicalistas de la UGT con los vecinos del barrio, los ricos con los pobres, las gentes del toro con las de la bohemia, y en la que los sansirolés de la nueva cocina y los señoritingos que les ríen las gracias deberían aprender el noble oficio, que no supuesto y pretencioso arte, de andar entre los fogones con la sencillez y la dignidad con la que Teresa de Ávila buscaba a Dios entre los cacharros.

Háganme caso, déjense de bullis, tortillas destruidas por el esnobismo y tontunas de nitrógeno, y caigan, si vienen a Sevilla, por el número doce de la calle Pedro del Toro. Está —ya lo dije— en el centro, a dos pasos de la Plaza Nueva, muy cerca de casi todo. Y díganle a Salva, si siguen este consejo, que vienen de mi parte y que les ponga de postre, para rematar la pitanza, un chupito de lo que él y yo sabemos. Pero chitón. Cuando lo beban sabrán por qué lo digo. Sepan, de momento, que coloca. Con eso basta.

Publicado en: ...el 16 Abril 2008 @ 11:32 Comentarios desactivados

DRAGOLANDIA: Hijo y nieto de Camborios

Trastorno bipolar. Paso, sin correa de transmisión, sin apeadero de trasbordo, del África negra ―más negra que nunca― a una ciudad tan luminosa como lo es Sevilla en su semana grande de abril. Llegué el jueves, con una vara de mimbre, y seguiré aquí, cortando limones redondos para que las tapas de pescaíto parezcan charcos de oro, hasta los miuras del próximo domingo. Las ciudades, cuando se abate sobre ellas la desdicha de una olimpiada o de una expo, suelen perder el alma. Pasó, por ejemplo, en Barcelona, que era un trueno, una bacanal, un bosque animado de Gaudí, y hoy es un parque temático de hormigón y rascaleches para guiris en chancletas. En Madrid, si el delirio faraónico de Ramsés Gallardón se torna realidad ―los dioses de la Hélade no lo quieran― y el kilómetro cero de Esperanza Aguirre se convierte en podio, dará lo mismo, porque la Villa y Corte se quedó sin alma y sin árboles cuando dejó de ser poblachón manchego. Tampoco Pequín la tiene. El maoísmo se la arrebató, y allí sigue, tan pancha, la momia de quien lo trujo. ¿Momificarán también al alcalde de Madrid si se sale con la suya y consigue que los madrileños pasen por el quíntuple aro del cataclismo olímpico? ¿Expondrán su sarcófago de tapa abierta en alguno de los túneles de Keops, Kefrén y Micerinos con los que ha rendido sórdido homenaje desarrollista a quienes con su voto lo hicieron corregidor? ¿Qué Faro de Alejandría, qué Coloso de Rodas, qué Mausoleo de Halicarnaso plantará entre las Torres Kío si las primeras olimpiadas del siglo XXII ―antes no creo― se celebran en Madrid? ¿Le darán por ello buen galardón? ¿Será secreto de estado pepeísta el emplazamiento de su tumba en el dédalo de galerías del Valle de los Reyes del Foro para que los palanquistas y garduños de Zapatero y Miguel Sebastián no la profanen ni la expolien? ¿Llegará a secretario general de los hititas ligures, amazonas persas y jóvenes turcos de Rajoy el Horemheb que ha obrado el prodigio de transformar a golpe de tuneladora el disneymadrid de Tierno Galván y Álvarez del Manzano en megaqueso de gruyer?

Vuelvo de África, aunque no de Zimbabue, donde está a punto de abrir sus puertas una carnicería antropofágica, y me topo con lo mismo que dejé: guiris en Barcelona, guirigay en Madrid, pirañas y piratas de bajura en Génova, ladrones de tumbas en la Moncloa y una patulea de desalmados y asesinos de monjes con alma en Pequín.

Allá penas. Sólo la ciudad en la que estoy sobrevivió a su expo. Azoto el aire con mi vara de mimbre y de palabras, echo desde la Torre del Oro limones al Guadalquivir, voy todas las tardes a la Maestranza, me inclino en su glorieta ante la estatua del académico Curro Romero y me siento gitano de verde luna. Siempre nos quedará Sevilla.

Publicado en: ...el 10 Abril 2008 @ 11:51 Comentarios desactivados

El viaje, de Luis Alberto de Cuenca

a Fernando Sánchez Dragó

Dragó, te haces el amo de la pista
por donde vas, pirata y caballero.
Tienes el corazón aventurero
y un alma roja y negra de anarquista.

Me apunto a ti, Dragó, ponme en tu lista,
da salida a mi afán filibustero,
déjame compartir atlas y acero
contigo, camarada pilarista.

Viajemos juntos a las ensenadas
umbrías y serenas del ocaso,
provistos de pistola, loro y sable.

Y que nos acompañen las dos hadas
que colman de alegría nuestro vaso
en este último viaje interminable.

Luis Alberto de Cuenca
Madrid, 29 de marzo de 2008

Publicado en: ...el 09 Abril 2008 @ 13:05 Comentarios desactivados

EL LOBO FEROZ: Shangri-la

Tres semanas perdido por el África oscura, sin teléfono, sin televisión, sin prensa, sin internet. Vuelvo a Madrid y un montón de periódicos se me tiran a la yugular. Lo más interesante e indignante, y lo menos efímero, es lo concerniente al Tibet. Con donaire aseguraba un gallego que para cometer desatinos no hay como sus paisanos y los chinos. Creían éstos que iban a hacer el pleno en la ruleta de las olimpiadas y se desayunan ahora con la evidencia de que van a salir de ese horno tan chamuscados como un pollo al aspetón. En los países de donde vengo sostiene un refrán que al mono, cuanto más alto trepa, más se le ve el culo. Tomen nota quienes en Pequín se suben todos los días al podio del liberticidio y háganlo también, extramuros de la Gran Muralla, cuantos en las cancillerías, la ONU, las Cortes, Bruselas y el Comité Olímpico olvidan que en el mundo de hoy sólo quedan dos territorios irredentos sojuzgados por un ejército de ocupación: el Sáhara Occidental y el Tibet.

Pero, pese a tan abrumadora certidumbre, no deberíamos abrigar la esperanza de que la decencia impere. Las olimpiadas del cinismo, por mucho que muchos pataleemos, se celebrarán. ¡Es la economía, estúpidos! Si se cancelase la mascarada de Pequín, el do ut des de los políticos, los banqueros, los empresarios y las multinacionales perdería un buen pellizco de carnaza. Ni el Tibet ni lo que fue, fluyendo entre las dunas, Río de Oro y hoy lo es de sórdidos fosfatos, figuran en el carnet de baile de la Alianza de Civilizaciones de Zapatero y su pasión turca. Los del Infernal (que no Celeste) Imperio han convertido Lhassa en el Raval: un barrio chino. Donde hubo templos, lamas y devotos hay ahora disparos, puterío, putas, putañeros y burdeles. Señor Samaranch: no se equivoque usted, que se le ve el braguero. Suspender las olimpiadas no sería, como ha dicho, castigar al pueblo chino, sino premiarlo. Y si con el boicot se entierra, como ha escrito Orfeo Suárez en este periódico, un tercio de la carrera de muchos atletas, ¡qué le vamos a hacer! Así, colega, es la vida. No hay medalla más brillante que la del honor enhiesto. Pero tranquilos todos, porque business is business. El bolsillo tiene razones que Buda, Confucio y Laotsé desconocen. Lo reitero: habrá olimpiadas.

Las habrá, sí, y me resigno, pero propongo que, frente a ese trágala, saquemos pecho y aprovechemos, como lo hacía Bruce Lee, el impulso del enemigo. Éste es pragmático: seámoslo también nosotros. O séanlo, mejor dicho, los atletas que no quieran ahorcar su cuello con medallas de oropel empañado por el deshonor. Salten los susodichos a las pistas del estadio pequinés, pero háganlo con camisetas en las que ponga Freedom for Tibet y China go home. Mejor eso que los logos de Nike, Movistar o Cocacola, ¿no? El valle de Olimpia era, como el Tibet, un shangri-la. Expulsemos del templo de Pequín a los mercaderes. El deporte, el futuro, la conciencia y el Dalai-lama nos lo agradecerán.

Publicado en: ...el 08 Abril 2008 @ 12:44 Comentarios desactivados

Editorial de Diario de la Noche del 12/03/08

Buenas noches. La rosa. El porqué de su presencia aquí es historia larga y ya contada, con detalle, imaginativamente, en mi novela El camino del corazón. Contarla de nuevo aquí ―lo había prometido― sería extemporáneo, en el más estricto sentido etimológico de la palabra: intempestivo, fuera de tiempo, porque rebasaría el que suelo asignar a Teledragó, a este editorial, a este prólogo, y me obligaría a invadir el tiempo asignado a las noticias, a Telemadrid. Diré sólo, para quienes no quieran pechar con la fatiga ―grata, creo― de leer la novela mencionada, cuya enésima edición, de bolsillo, acaba de salir, que en noviembre de 1968, y en un lugar de la india, cercano a Madrás y situado frente al mar, se me acercó, en circunstancias muy especiales, una especie de faquir, de santón ambulante, me pidió que abriera mi mano izquierda y que echase en ella la ceniza de un cigarrillo que, sentado yo al volante del indómito volkswagen ―así lo llamo en la novela―, estaba fumando, lo hice, me dijo que cerrara la mano, lo hice, me dijo que la abriera, lo hice, y ya no había ceniza.

Había una rosa amarilla. El santón no me toco en ningún momento. Fue así, y así empezó la historia interminable, porque se han ido añadiendo muchos nuevos capítulos, no de la rosa efímera, pasajera, flor de un solo día, que todas las noches aparece en el jarrón, sino de esta otra rosa, seca, pero no marchita, véanla, que guardo en una urna de cristal y que, colocada sobre la mesa de mi casa en la que escribo, y émula de la llama, como dijese el poeta, ha presenciado, acompañado y alumbrado todo el quehacer de mi obra literaria a partir del momento en que por gracia de su impulso ―y ésa es su gracia― me senté a escribir Gárgoris y Habidis. Termino ahora, no sin añadir que esta rosa ―es un guiño― viene del lugar donde estuvo Alicia, del País de las Maravillas, y que al término de este programa de hoy, cuando Telemadrid sea otra vez, durante un par de minutos, Teledragó, contaré algo más sobre la rosa.

Publicado en: ...el 07 Abril 2008 @ 14:11 Comentarios desactivados

DRAGOLANDIA: Epitafio

Iba a hablar hoy de Bono, flamante presidente del Congreso. Compartí con él y con su esposa, hace ya de eso muchos años, una curiosa y agradable aventura equina, perdidos los tres por los bosques hondureños y los enclaves mayas de Copán. Fue motor y testigo de ella el conquistador y almirante de Indias Miguel de la Quadra. Pero un asunto más urgente me obliga a dejar para otro día o para nunca ese relato.

Acaba de sonar el teléfono. Lo cojo y es Cristina, viuda ya, desde hace doce horas, de mi viejo amigo Antonio Cabezas, quien me dice, entre sollozos, que su marido ha muerto. Se nos fue ayer, explica, a última hora de la tarde, y a mí, pillado casi de improviso, se me estrangula el alma. Pone fin esa noticia a ocho lustros largos de intensa amistad.

Antonio y yo nos conocimos en Osaka, en la primavera o quizá el otoño del 67, al hilo de un congreso de hispanistas. Era él profesor en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto, y siguió siéndolo hasta que treinta años después heredé su puesto. Fue él quien me lo pasó. Hablaba el japonés y conocía la cultura japonesa como si la hubiese mamado de niño en su patria chica de Huelva, a la que regresó tras jubilarse. Allí lo ha citado la Parca. Las campanas ultramarinas de La Rábida están doblando por él. También lo harán las de Buda y las del Shinto en Kioto. Ondee a media asta la bandera de la cultura nipona. Muy poca gente, acaso nadie, ha hecho tanto, en nuestro país, por ella. Gracias al infatigable quehacer de traductor de Antonio Cabezas, en Hiperión, adonde yo lo conduje, y en otras editoriales, los lectores españoles han podido acceder de primera mano, sin la estación intermedia del francés o el inglés, a muchos poetas clásicos y recientes del Japón eterno. A mediados de los noventa publicó la Universidad de Valladolid una obra de Cabezas colosal, hercúlea, inapelable, definitiva: El siglo ibérico en Japón. No es fácil encontrarla. La recomiendo encarecidamente.

Decir que Cabezas era, además, un hombre bueno, es decir poco. Bueno, simplemente, no. Era la Bondad, con mayúscula, encarnada en alguien a quien yo, si fuese Papa, canonizaría. No lo harán. Era Antonio, cuando lo conocí, jesuita con muchos pájaros de altura en la cabeza y no tardó en ahorcar los hábitos.

Siempre me fue, como lo fue con todos y yo lo fui con él, leal a machamartillo. Le debo mucho. Le debo, entre otras cosas, y ahí es nada, haber conocido a Naoko, que hoy es mi mujer, y que era alumna suya, como después lo fue mía, en la Universidad de Kioto. Le dije yo a aquella chicuela, a poco de conocerla, casi a portagayola, que me había encoñado con su cuerpo y con su alma. Hablaba aún ella a very poor Spanish, aunque lo estudiaba, y no entendió tan castiza y deslenguada expresión. Acudió entonces, con ingenuidad de cervatilla, a Cabezas para que se la aclarase, y vive Dios que el muy tuno lo hizo. Volvió encantada. Detalles así son los que mueven la rueca de la amistad.

Sobre el portón de acceso a la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto (en japonés Gaigo Daigaku) campeaba y campea una inscripción: Pax per linguas, hacia la paz por el camino de las lenguas. Yo, Antonio, pondría en tu tumba ese epitafio. Que no te pese.

Publicado en: ...el 04 Abril 2008 @ 16:23 Comentarios (18)

DRAGOLANDIA: Día de la Victoria

¿Es esto un blog? ¡Cosas veredes! Tierra libre, en cualquier caso, la que fundo aquí. Torearé a mi aire. ¡Ojalá entren al trapo los enemigos! Sin ellos me quedo en nada.

Evoco otro 1 de abril: el de 1964. Era ese día, por aquel entonces, fiesta nacional: la de la Victoria. De Franco, se sobrentiende. Yo, que era díscolo y antifranquista, estaba en prisión domiciliaria: surrealismo puro, ni Magritte lo hubiese imaginado… Aquella cárcel, aquel domicilio, estaba en el noveno piso de no sé qué número de la Avenida Donostiarra. Tres dormitorios: uno para el cineasta Adolfo Arrieta (que entonces era pintor), otro para el también cineasta Miguel Rubio y el tercero para mí, compartido con mi chica. Una noche durmió allí Catherine Deneuve, pero no conmigo. En el rellano de la escalera, extramuros, dos butacas y dos grises. Eran mis celadores. Sólo yo me encontraba bajo arresto, pero el juez me había dado permiso para salir de casa los días laborables entre las nueve de la mañana y las siete de la tarde. Tenía que ganarme la vida como profesor de italiano en el Beatriz Galindo. Los grises no me escoltaban. Habría sido eso vergonzoso, dijo el juez. Se quedaban aquellos dos hombres de Dios sentaditos en sus butacas, vigilando un apartamento vacío. La gente del barrio, viéndome campar a mis anchas mientras dos maderos montaban guardia a la puerta de mi domicilio, creían que yo, pese a mi corta edad, era director general de algo. Lo que dije: surrealismo puro, y cosas de la época.

El día 1 de abril, a eso de la una, vinieron a buscarme el escritor Isaac Montero y su mujer, la traductora, ya fallecida, Esther Benítez. Eran viejos amigos, aunque todos fuésemos jóvenes. Proponían una excursión a Alcalá de Henares para tomarnos allí unas migas con huevos fritos. La idea me pareció excelente. Salimos todos ―ellos, Caterina y yo― en tropel, pero uno de los grises me cerró el paso y, con exquisita educación, me dijo:

―Don Fernando, usted no tiene permiso para salir hoy de casa. No es día laborable.

Acusé el golpe, pero sólo un instante. Me recompuse inmediatamente, desenfundé mi mejor sonrisa y contraataqué:

―¡Pero es la fiesta de Franco y yo estoy detenido por antifranquista! ¡No querrá que la celebre!

El izquierdazo lo envió a besar la lona. Se quedó el guripa perplejo ante tamaña demostración de lógica, se rascó la cabeza y cedió:

―Tiene usted razón. No había caído en ello.

Y se hizo a un lado.

Para eso sirve la filosofía. Las migas, por cierto, estaban de rechupete.

Publicado en: ...el 03 Abril 2008 @ 15:54 Comentarios desactivados

EL LOBO FEROZ: ¡Joder, qué tropa!

¿Quieren saber cómo son los políticos? Yo voy a contárselo.

Hace un montón de tiempo, a mediados de los ochenta, entrevisté a Terenci Moix para el colorines del verdadero Diario 16: el que por aquellos años dirigía Pedro Jota. Vino el escritor a mi casa y a portagayola, antes de que yo formulara la primera pregunta, me espetó:

―Estoy alucinado. ¿Sabes lo que acaban de decirme? No te lo vas a creer: que las tetas de Sabrina son de derechas.

Aclaro, para quienes tengan menos de treinta años, que la actriz italiana portadora de ese nombre gozó de efímera, aunque exuberante popularidad en nuestro país, y también en el suyo, no tanto por sus dotes interpretativas, que eran de corto aliento, sino por el descomunal trapío y lustrosa esfericidad de sus glándulas mamarias. Nada que ver, por tanto, con la otra Sabrina por antonomasia del séptimo arte: Audrey Hepburn. Nosotros, que la quisimos tanto. Menos es más, y la teta, ya se sabe, que en la mano quepa, y su pezón en la boca. La italiana era una venus vacuna y esteatopígica. Lo suyo eran ubres rebosantes de leche sin descremar.

Siguió Terenci:

―Y yo, Fernando, pensé al oírlo que, de seguir las cosas así y la estupidez reinando, pronto nos dirán que somos de derechas o de izquierdas según donde carguemos lo que te imaginas.

―Terenci ―le interrumpí―. Los penes no son de derechas ni de izquierdas. Son de centro.
Se echó a reír el rey del Nilo, de las falúas de Luxor y de los cuerpos nubios de Asuán, y pasamos a otra cosa.

La entrevista apareció tres o cuatro días después. Era domingo. En ella contaba lo que aquí acabo de contar. El lunes por la mañana sonó el teléfono. Lo descolgué y…

―¿Hablo con Sánchez Dragó?

―Sí.

―Le paso al secretario general del CDS. No se retire, por favor.

No lo hice. Aclaro también, para quienes nunca han oído hablar de Sabrina, que el CDS era el partido fundado por Adolfo Suárez tras la desbandada de UCD y que sus siglas significaban Centro Democrático y Social.

―Buenos días, Fernando. Quiero agradecerte el detalle que has tenido con nosotros.

―¿Yo?

―Tú, sí. Ayer escribiste en Diario 16 que los penes son de centro. Y como nosotros también lo somos…

Juro que sucedió así: tal cual. No añado ni quito nada. Lo dijo, y se quedó tan fresco.

¿Excepción? ¡Qué va! He conocido a muchos políticos en mi vida, y el de mi cuento no desmerece, sino que corrobora. Son como niños, pero niños bobos, pues en eso acaban los adultos que no crecen. Así nos va.

Publicado en: ...el 02 Abril 2008 @ 12:39 Comentarios (334)