Rajoy, Espe, Gallardón y otros chicos del montón

Lo del PP, ¿es comedia de enredo o de capa y espada? Ándense con ojo, porque podría derivar a dramón de Echegaray, tragedia de Shakespeare y esperpento de Callejón del Gato. Llego tarde, lo sé, ya se ha dicho cuanto había que decir, pero cosas veredes, Sancho. El telón acaba de levantarse. Estamos en la obertura. Ocurrirá de todo, y será mucho, antes de que llegue el solsticio búlgaro, deflagre la mascletá del congreso de Valencia y sepamos qué ninots arden en esas Fallas y a cuál indultan los compromisarios. Lo ha dicho Calamity Espe, la monja alférez: dos meses, en días de mudanza y desestero, son una eternidad. Sí, pero no; no, pero sí. Cállese Fraga, siempre diplomático, de una vez y permita que las aguas alcancen el Turia. ¿Seguirá la sequía, habrá trasvase, tendremos inundaciones? Sea lo que fuere y salga Sol por donde salga, algo es seguro: Génova padece los efectos del cambio climático mientras en Ferraz reina la bonanza. Lo único que allí llueve, a cántaros y a cantones, es champán. El sueño de Zapatero —un solo partido, diecisiete taifas— podría ser realidad. Jurisprudencia no falta: UCD se fue al limbo del CDS y empezaron cien años (lo parecían, se hicieron eternos) de soledad y autismo felipista. Lo que dije: cosas veremos.

Y, ya que doy en expresiones quijotescas, permítaseme una pregunta: ¿de verdad ha llamado en Bellas Artes moza del partido —o sea: puta del PP— el señor Rajoy, que de ser así muy señor no sería, a mi rubia favorita? Creerlo cuesta trabajo, pero mucha casualidad parece ésa, por más que las cargue el diablo. ¿Eligió él la cita del Quijote con la que el otro día —el del jocoso Cervantes y el fúnebre Gelman— se abrió de capa o acaso de bragueta al dar pública lectura a un fragmento del libro que Zapatero, ese iletrado, llama Constitución de la Humanidad? Hay que ser cursi, por cierto, y demagogo, para decir semejante idiotez, pero ésa es otra. Cíñase el citado a la del 78, o incluso a la de Cádiz, y dejémoslo estar. Hablábamos de Rajoy y de su rajonazo cervantino. ¿Fueron sus escribas, Arriola —el apoderado— u otras gentes de su cuadrilla los responsables de tan trapera estocada? ¿No tiene bufón que pruebe los platos antes de que lleguen a su boca? La malicia, si la hubo, ¿fue de cosecha propia o ajena? ¿Se la metieron doblada? ¿Cesó a alguien? Insisto: todo lo que no es casualidad es, en principio, causalidad, que además sería, en este caso, intencionalidad e ingeniosa —lo admito— grosería. No se trata así a una dama. Reproduzco la cita para que juzgue el lector: «estaban en la puerta dos mozas destas que llaman del partido». ¿De qué partido? ¿En qué puerta? ¿En la de Génova, en la de Valencia o en la del Sol? Ya es afinar, y tirar a dar. Reconozco que esta vez no ha hecho honor don Mariano, si la idea fue suya, a su apodo, ganado a pulso, de Maricomplejines.

Pongámonos serios. Lo más difícil de ver, dijo un filósofo, es lo que se tiene delante de las narices. ¿No ve Rajoy la punta de las suyas o no quiere verla? ¿Finge o está ciego? Ciego y sordo, porque ceguera y sordera de solemnidad se necesitan para no ver las grietas de un edificio que amenaza ruina y no oír el clamor, casi unánime, de las voces que dentro y fuera de su partido, y anónimas o no, piden que dimita y creen que, de grado o por fuerza, se irá.

No tengo nada contra Rajoy, por más que él se empeñe en achacarme inquina, pero me asombra su empecinamiento en sostener y no enmendar el numantinismo de una postura que, si no se corrige a tiempo, podría enterrar para siempre su carrera política y comprometer, quizá irreversiblemente, lo que sería mucho más grave, el futuro de su partido y, con él, el de la democracia. Ésta, para no extinguirse, requiere —como todo el mundo sabe— alternancia de gobierno, y sólo el PP, hoy por hoy, y por muy lejana que tal perspectiva nos parezca, hace posible eso.

¿Puede no ya pujar alto y apuntar a la Moncloa, sino, meramente, sobrevivir intramuros del sistema democrático una formación política derrotada en dos elecciones consecutivas que se niegue a rectificar su trayectoria, se encune en las tablas del ordeno y mando, atienda sólo a la ambición de poder de señores feudales (Arenas, Núñez Feijóo y otros de menor cuantía) que no quieren quedarse sin el huevo, porque fuero no tienen, acalle la voz de los discrepantes, se obstine en atribuirles conjuras de pasillo, ignore la opinión de quienes votan, prescinda de todos los pesos pesados —todos, digo, y pienso en Aguirre, en Zaplana, en Rato, en Álvarez Cascos e incluso, por ahora, en Gallardón— capaces de derrotar a Zapatero y cierre prietas filas, inquebrantables adhesiones y vítores de ritual alrededor de un político desjarretado, desnortado, invertebrado y, al parecer, sonado, que fue un buen ministro y podría haber sido un aceptable jefe de gobierno (mejor que Zapatero, eso es seguro), pero que no sirve para lidiar, burlar y tirarse al hoyo de las agujas de zorros tan marrulleros y abrochados como los que tiene enfrente?

Larga ristra de preguntas: las que todo el mundo se hace. Me han salido de un tirón. Formúleselas también usted, señor Rajoy. Es lo que hay. He hablado con muchos desde el día de su derrota y de la bochornosa escena del balcón, y siempre he escuchado lo mismo. Ponga los pies en el suelo, no abrigue ilusiones vanas. No cuenta usted con nadie, fuera de un puñado de fieles de su guardia dispuestos a morir matando y de los señores de las guerras periféricas que acechan en el desierto de los tártaros con el puñal de Bruto en la bocamanga (Camps, al que le conviene que por tercera vez bese usted la lona en 2012 para saltar al cuadrilátero y sacrificarse por el partido) o que, más modestos y pancistas, quieren seguir al sol de un cargo de perdedores que sólo calienta un poco en vez de dormir por las malas a la intemperie. Ni los unos ni los otros, al resguardo en sus cubiles, le achuchan —iría contra sus intereses—, por lo que aún tiene usted, don Mariano, un trecho de cuartelillo por delante. Quienes comen el pan de los barones adictos, que son —de dientes afuera— casi todos, le votarán, ¡claro que le votarán!, si no se retira antes, en la charlotada a la portuguesa del mes de junio. El PP, como todos los partidos, está lleno de trepas, de hipócritas y de cobardes. Pero será, su victoria, pírrica. No se la deseo, señor Rajoy, porque le tengo aprecio y por eso estoy criticándolo, ni se la deseo a los suyos, por los que siempre, con escasa convicción y a la contra de otros, he votado, ni —menos aún— se la deseo a esta España sucia, hortera, malparida y sinvergonzona, de la que hablo pestes, porque de ella vengo, en ella estoy y se me nota que en ella he nacido por donde voy. Cierto: vencerá en Valencia, a caballo (el de Pavía) y ya difunto, como el Cid. ¿Y luego?

Luego, ¡qué le voy a contar a usted!, llegarán las elecciones europeas, y las gallegas, y las vascas, y las catalanas, y se las darán todas, una tras otra, en el mismo carrillo, y terminará vuecencia grogui, turulato y tumefacto, maldiciendo a sus sparrings y a sor Patrocinio Arriola, agarrándose a las cuerdas del ring, abrazándose a Pepiño para no recibir más golpes y con muchos más cardenales en la jeta —perdóneme la chulada— de los que figuran en la nómina del Vaticano. ¿Qué hombre de bien podría desearle tan cruel paliza? Ni siquiera Zapatero, que tan mal le quiere.

Ahórrenos el espectáculo. Tire la toalla. Sea juicioso. A Esperanza Aguirre, o a quien sea, le basta con esperar a que su cadáver político —el suyo de usted, señor Rajoy— pase por delante del Kilómetro Cero. Lo verá desde la ventana de su despacho, con una sonrisilla de través, mientras recoge sus cosas para irse a Génova. Mejor sería, digo yo, yacer de verdad y no metafóricamente, cuando dentro de muchísimos años —cuantos más, mejor— le llegue el momento, en la cripta jacobea, junto a Fraga y el hereje Prisciliano, que está allí, pero para ello tendría usted que tener el buen sentido de olvidar la Moncloa y tomar, al frente de mil gaiteros, la plaza del Obradoiro. Sería como volver al hogar: la sede de la Xunta está en el Pazo de Raxoi. Nomen est omen, don Mariano. En casa y entre los suyos se está como en ninguna parte. Más vale ser cabeza de ratón galaico que cola de león de Oz.

Me meteré a profeta. No es difícil, porque todas las habas, salvo las de los imprevistos y sorpresas morrocotudas, están contadas. ¿Qué va a suceder? Enumero…

Habrá, probablemente, primarias, aunque no figure ese concepto, según González Pons, en el ideario de los populares ni a la niña de los ojos de Rajoy le parezcan necesarias. Lo son, y no se me ocurre mejor sistema para sacar a la gaviota de la trampa en la que ha caído. Germinará esa semilla, lanzada por buenas gentes en tierra buena, a no ser que don Mariano, sus peones y sus alfiles, acorralados y desesperados, opten, como en Apocalypse now, por el napalm y vuelen la santabárbara. ¿Tras ellos el diluvio? No creo que lleguen a tanto. La voz de las bases les obligará a ceder. Ese concierto, que no lo es de grillos que cantan a la luna, ya ha empezado. Será difícil, si no imposible, interrumpirlo.

Cabe, sin embargo, otra posibilidad, remota, sin duda, pero también deseable e igual de buena. Sería bálsamo amarillo capaz de restañar y suturar todas las heridas. Aludo al retorno del Jedi, a su Segunda Venida, al regreso de Rato. Arrasaría, laminaría a Rajoy y, más tarde, a Zapatero. Los feligreses del PP y buena parte de la parroquia del PSOE, metidos todos hasta el borde superior de la billetera en el naufragio de la recesión que se nos echa encima, acogerían al sumo hacedor del milagro económico como en Jerusalén recibieron a Jesús. ¿Podría volver don Rodrigo a la batalla —perdida por otros— del Guadalete? Él jura que no, pero también, con igual ahínco, dice Esperanza, sin que nadie la crea, y yo tampoco, que nunca ha aspirado ni aspira ahora a la jefatura del gobierno. Corre por doquier el rumor de que Rato se aburre, echa de menos la política, la lleva en la sangre, no necesita dinero, quiere sacarse la espina que insensatamente le clavó Aznar (¿hablará, por cierto, éste, sin que Fraga le diga que se calle, y apoyará a Esperanza?), se deja querer y podría dar el sí a condición de que sus correligionarios, la Urbe de Génova, el Orbe del PP y la voz de quienes en él militan y por él votan se lo pidieran por aclamación. A lo peor es un bulo. ¡Ojalá no lo sea! El problema radica en el cómo, cuándo y dónde de esa aclamación. Organizarla, articularla y darle cauce no es sencillo. ¡Sus, y a ello!

Tampoco sería imposible que surgiera, entre Caribdis y Escila, de improviso, aunque no improvisado, un alevín, un cachorro, un joven turco, un tapado, un zapaterito tercero en discordia, y lo desbaratase todo. Si sucedió en el PSOE, monolítico bastión de la disciplina y el pensamiento único, ¿por qué no va a suceder entre los arísteguis —así los llaman— y las adelitas de ese ejército de Pancho Villa, ahora en abierta desbandada, que es el Partido Popular. ¿No ha de haber en su retaguardia una zapatera prodigiosa o un zapata Emiliano que se tire al ruedo en cayuco y sin papeles, como un ilegal, y arme el alboroto?

Queda, por último, Gallardón, si no muerde el anzuelo envenenado que —¿será otro bulo?— le tiende Rajoy, y queda, sobre todo, Esperanza. ¿Se decidirá la más torera de nuestros políticos a pisar el albero, citar de frente, echar la pata p’alante y correr el albur que la llevaría —o no— a salir de la plaza de Valencia por la puerta grande que conduce a la Moncloa, a hombros (¡por fin!) del liberalismo y con una oreja de Rajoy en cada mano? Lucha por el poder, sin duda, la que esa modistilla del 2 de mayo malasañera y brava ha emprendido contra el uno y contra el otro, contra el alcalde mostolense de Madrid y contra el monarca bonapartista de su partido, pero también y sobre todo, como ella misma ha recalcado, y no era a mi juicio nube de humo, debate de valores y de ideas. Lo que ha sucedido, lo que está sucediendo y lo que sucederá, tenía que suceder. En el PP, amigo Camps, no caben todos, como tampoco cabrían en otros partidos. Recuerde UCD, atienda a lo que acaba de pasar en Izquierda Unida. Cualquier agrupación política, para no escindirse y terminar hecha añicos, necesita coherencia, homogeneidad, compatibilidad de órganos y caracteres, un disco duro, un corazón de piedra. El Partido Popular está lleno de socialistas, lo ha estado siempre, como lo estuvo UCD, y su línea de acción es y ha sido tan socialdemócrata, tan intervencionista en lo público, aunque no en lo privado, como la del PSOE. Lo fue, incluso, bajo Aznar. No es cosa aquí de dar ejemplos ni de sentar doctrina, pero sí de subrayar que el liberalismo y el socialismo —entendiendo por tal a los socialdemócratas y nada más que a ellos, pues otro socialismo no hay ni se le espera— son ideologías contrapuestas, gatos que no pueden meterse en el mismo saco. Las posturas de Rajoy y de Esperanza son, de arriba abajo, antagónicas e irreconciliables. La democracia cristiana, en cambio, anda siempre el coro y el caño (nunca en el coño), y casa, como la cocacola, con el ron, con la ginebra y con el güisqui, con los del laissez faire y con los metomentodos. Quédese la pepla del estado de bienestar para quienes no son capaces de percibir el sofisma en que se apoya, el desastroso balance de su cuenta de resultados y la inviabilidad de su futuro. ¿Existe éste para el liberalismo en el país donde esa doctrina se inventó hace dos siglos? ¿Gritaremos otra vez ¡Viva la Pepa! y marcharán, francamente, quienes podrían llegar a gobernarnos por el sendero de Cádiz o predominará entre ellos, como es costumbre, el demonio del intervencionismo que conduce al totalitarismo? Imposible es, de momento, saberlo, pero yo, en lo que me afecta, sí sé que estoy harto de votar, en contra de mis convicciones y sólo por la capciosa estrategia del mal menor, a quienes por parecerme socialistas disfrazados de otra cosa no me representan. Y no volveré a hacerlo, no votaré en las europeas, ni en las generales de 2012, ni nunca más en mi vida, a quienes temen la libertad, no la esgrimen, no la practican y no la encarnan.

Basta por hoy. Tenía que añadir una coda sobre lo sucedido en Telemadrid el 10 de marzo a eso de la medianoche y sobre mi supuesta implicación en una inexistente campaña contra Rajoy, pero será El lobo feroz quien lo cuente en su próxima columna —mañana— y zanje el asunto.

¿Vivimos el final de Gunga Din? ¿Se escuchan en lontananza tambores, trompetas y zampoñas? ¿Vienen los de Torrijos a liberarnos? El tiempo lo dirá, aunque nuestra esperanza desespere. ¿Esperanza? Hoy, como hace más de siglo y medio, Mariana Pineda borda entre los visillos de Sol la bandera de la libertad. Que ésta salve al PP.

Publicado en: ...el 28 Abril 2008 @ 12:04 Comentarios (3)

3 comentarios

  1. A 14 Mayo 2009 @ 13:45 bis dijo:

    El mejor amigo de Zapatero es Mariano Rajoy, mientras el barbudo permanezca como lider de el PP, Zapatero siempre ganará de calle.

  2. A 29 Octubre 2009 @ 21:44 José Bolívar dijo:

    Me ha gustado su artículo. Le vengo oyendo y leyendo desde hace mucho tiempo. Hace unos diez años recorrí casi toda Castilla la Vieja buscando información para mis trabajos sobre la historia de mi pueblo (La Real Alcalá, le llamaba mi amigo José Luis Pecker). En Castilfrío hice una foto de su casa que le remití a través de Campmany -no sé si le llegaría-. Pensaba, por entonces, que podría hacer una residencia para investigadores pero resultó ser prácticamente inviable. Me gustaron dos casonas, una enfrente de otra, que existen en la plaza del pueblo. Creo que me pedían unos 12 millones de pesetas.
    Me vengo quejando del PP, especialmente de Rajoy, pero siempre acabo votálo.
    He escrito bastante sobre el tema (que vengo colgando en mi web) bajo el título: ARTICULOS POLÍTICOS.
    A continúación le inserto uno de ellos que aunque llamé LA SOBERBIA DEL POLÍTICO, cuando me lo publicaron en cartas en EL MUNDO Edición Andalucia pg 20 el 2 Marzo 2009 lo titularon: LA SOBERBIA DE RAJOY

    El que no se entienda conmigo será porque no quiere, dijo Mariano al salir del congreso de Valencia con su pírrica victoria bajo el brazo. Debió considerarse en posesión de la verdad por lo que los demás han de seguirle sin rechistar. Los que no lo hagan son gente díscola que no comprenden la manera de gobernar (quiero decir de hacer oposición) de su jefe, “tan democráticamente elegido”.
    Cada día se pone más de manifiesto que el mejor sistema democrático no es, precisamente, la partitocracia. Y si no se quiere buscar otro camino, tal vez la meritocracia, habría que exigirle a nuestros gobernantes la implantación de listas abiertas.
    Hace catorce años escribí el artículo “Grandezas y miserias de la política” en el que decía que la gente que se afilia a los partidos lo debería hacer, para servir al pueblo, no para servirse de él. Y con tristeza veo que, aunque hay políticos que podrían prestar a la Sociedad unos buenos servicios, son desplazados por sus propios correligionarios ante la posibilidad de que puedan estorbar a las ambiciones del jefe.
    Me consta que muchos de los votantes del P.P. confiaron en Rajoy pero, lamentablemente, los hechos nos vienen demostrando que no es el líder que necesita el centro derecha. Si se obtienen unos buenos resultados en Galicia y en el País Vasco no será precisamente por su buen hacer sino por la ineficiencia de los que hoy gobiernan. Su obcecación en permanecer en el cargo, contra viento y marea, está ocasionando a su partido y a España un enorme daño.
    El último Congreso de Valencia fue la oportunidad perdida. Ahora habrá que esperar la debacle en las europeas para que a algunos se les caiga el velo de los ojos. ¿O necesitarán, como en UCD, la desbandada lenta pero segura de sus afiliados y votantes?
    El presidente del P.P. demostraría altura de miras si, voluntariamente, decidiese dejar la silla vacía evitándose así el oprobio de un desalojo forzoso.

    Desde Granada 2009,1029, un cordial saludo.

  3. A 18 Enero 2011 @ 14:58 Fernnando | Geotermia dijo:

    Totalmente de acuerdo contigo bis,Si no estuviera Rajoy, el PP se lo llevaría de calle