Reflexiones
Constance Dowling, la “muerte” de Pavese
La suegra de una amiga mía, que es ginecóloga, le dice a mi séptima esposa: “Mejor ser la última mujer que la única”. Tiene razón.
Releo La historia de San Michele, de Axel Munthe, que con tanto ahínco y placer leí en mi infancia, y me encuentro, al hilo de esa relectura, con la frase que Vasari puso en boca de Miguel Ángel (o, mejor dicho, en su pluma, pues formaba parte de una carta enviada por el artista al historiador): “Non nasce in me pensier che non vi sia dentro scolpita la Morte“. A mí, a estas alturas de la Vida, me sucede lo mismo. Mi libreta de teléfonos es ya cementerio de sepulcros blanqueados por el typpex y no hay mes, por no decir semana, en el que no excave una nueva tumba (Olano, Enrique Meneses, Pepe Sancho… A Sampedro nunca lo tuve por amigo, ni ganas).
Escribamos, en todo caso, muerte y vida con mayúscula, como en su carta, y en lo relativo a la primera, lo hace Miguel Ángel. Éste, por cierto, era, además de otras cosas, escultor. Aclaro, por si alguien lo dudara, que scolpita significa esculpida. Curioso, ¿no? Llevamos la muerte dentro como la estatua anida en el interior del mármol hasta que el cincel la extrae y la convierte en vida. Contémplense al respecto las estatuas inacabadas de los cuatro Prigionieri de Miguel Ángel, siempre él, en la Galería de la Academia florentina. Seguir leyendo…