EL LOBO FEROZ: Historicidio

En el principio era el Verbo, y luego llegó Baltasar I y su Juicio Final. La doctrina Garzón establece que todos somos ilegales. ¿Ilegales? Peor aún: criminales, y además de guerra. Los monos, de los que venimos, también lo son, porque formaban clanes, nombraban un jefe y se peleaban entre sí. Caiga sobre ellos el peso de la ley. ¿Por qué no empapela el juez a Eva, que intoxicó a su marido con una manzana? Si hubiera sido al revés, Adán ya estaría a la sombra por un delito de malos tratos. No consta que hayan muerto. Caín la emprendió a quijadazos de burro con Abel. Decrétese su busca y captura. Los cromañones liquidaron a los neandertales. Encartemos a los primeros y exhumemos a los segundos. Ya lo hace Arsuaga. ¿Tendrá mandamiento judicial? Moisés se sublevó contra el gobierno legítimo de los faraones e invadió la península del Sinaí. ¡A la cárcel con él! Aquiles encabezó una guerra no autorizada por la ONU y asesinó a Héctor García Lorca. Localícense sus despojos para hacerles el ADN. La quinta columna de Ulises Mola metió un caballo en la Troya del no pasarán. Allanamiento de morada. Homero era un híbrido de Pemán y Queipo de Llano. Julio César cruzó el Estrecho, digo, el Rubicón y se instaló en El Pardo de Roma. ¡Menos mal que lo asesinaron y no murió, como otros, en su cama! Procesemos, sin embargo, a Bruto, para guardar las formas del estado de Derecho, y soltémoslo después, como a De Juana Chaos, por servicios prestados a la humanidad. ¿Respaldó Bruselas las guerras púnicas? Devuélvase Túnez a los herederos de Aníbal. Isabel la Católica se hizo con el trono de Castilla, como la Collares con el de Meirás, ganando una guerra civil. Impóngase la medalla que lleva su nombre al féretro de la Beltraneja. ¿Juan Carlos I, doña Sofía, el Príncipe de Asturias, Leticia, Leonor? ¡Todos a la puta calle! ¿O es que los Borbones no llegaron a España mediante una guerra ilegal de Sucesión? Crucemos el charco: ni McCain ni Obama. La independencia de los Estados Unidos se obtuvo a punta de mosquete. El Mayflower era el Dragon Rapide. Lincoln no habría sido Presidente sin la guerra de Secesión. Instálese en la Casa Blanca un gobierno tripartito formado por la reina de Inglaterra, el Tío Tom (están en ello) y el tataranieto de Caballo Loco. Custer era un criminal. ¡Pues anda, que los del desembarco en Normandía! Encarcélenos a todos, señor Garzón. A los nacionales y a los republicanos, a los vivos y a los muertos. ¿Lo estará Franco? ¡Mira que si Vizcaíno Casas tenía razón! Empiece por Zapatero, que llegó al poder gracias a un atentado y siga por Sarkozy, que sin la toma de la Bastilla no estaría donde está. ¿Y que me dice de Fidel o de Mubarak? ¿No deberían volver Batista a Cuba y Faruk a Egipto? Ninguna guerra es legal o lo son todas, porque quien gana, manda. Vae victis! ¡Ay de los vencidos! Lo dijo el galo Brennus cuando conquistó el Capitolio. ¡Es la historia universal, estúpido! (frase hecha, no me procese). Vaya a Salamanca, no se convierta en reo –presunto– de historicidio. ¿Será eso crimen de guerra?

Publicado en: ...el 31 Octubre 2008 @ 14:31 Comentarios (107)

DRAGOLANDIA: Entropía


Vista generaldel acebal soriano de Garagüeta

Llegué a Soria cuando tenía ocho años y me enamoré de ella. Era una ciudad fantástica. Olía a bosque, a río Duero, a hierbas aromáticas, a jabalí, a madera, a serrería, a talabartería. Sobrevivían en ella los viejos oficios. Su ritmo era lento. Todo el mundo se conocía y se saludaba por la calle. La leche era buena, aunque por razones de salud sea mala para el ser humano en todas partes. La mantequilla, dulce o salada, era famosa de punta a punta del país. La carne de vacuno, hoy desaparecida, también era excelente. En las pescaderías, de mostrador bien surtido por los escollos y caladeros del Cantábrico, se despachaba a profusión –fresco en verano, seco en invierno– el pescado más sabroso del mar: el congrio. En los bares había cangrejos de río autóctonos, sustituidos hoy, cuando se encuentran, por insípidas variantes de origen foráneo. En las confiterías vendían paciencias, yemas, costrada y mantecadas. Había pastores musicantes y ciegos que ejercían las funciones de correveidiles. El ganado, abundantísimo, aún trashumaba. Las campanas de más de treinta iglesias escandían el silencio sin quebrarlo. El paseo vespertino, casi nocturno, de ocho a diez, era un cauce en el que todo el vecindario se vertía. Había un barquero en el río. Los jueves era día de mercado, las tiendas no cerraban a la hora de comer, la ciudad se llenaba de paletos vestidos de pana y El Collado, que entonces era calle de General Mola, parecía Wall Street poblada por ejecutivos de boina y gayato.

¿A qué seguir? De todo aquello no queda casi nada. Estoy describiendo un mundo perdido, que no lo era cuando en l970 regresé a España tras siete años de exilio y fijé mi residencia en la ciudad de la que hablo.

Me hice fuerte en ella, mientras todo, a mi alrededor, se desmoronaba, hasta que en 1998 emprendí la fuga y me vine a vivir a la aldea donde ahora, feliz, resido. Está a veintitrés kilómetros de Soria, pero ya casi nunca bajo a la ciudad en donde traza el Duero su curva de ballesta. Hasta ese paraje sacramental ha sido parcialmente devastado por la cementitis, el mal gusto y la horda del turismo. Ocioso sería mencionar, tanto menos describir, las atrocidades perpetradas. Baste con echar un vistazo, quien allí llegue, al paisajicidio brutalmente escenificado por la ampliación del Parador que revienta la cumbre del monte del Castillo. Cadáver es lo que ostentó murallas. Que el dios ibero de Machado castigue al arquitecto que concibió la fechoría y a las autoridades que la consintieron.

Ayer bajé a Soria. Tenía que hacer unas gestiones. Me quedé sobrecogido. Coches, semáforos, embotellamientos, bancos, teléfonos móviles, prisas, pedigüeños, ruido, grúas, excavadoras, demoliciones, dinero público gastado en vano.

Hice lo que tenía que hacer, a escape, y huí al galope. Ni siquiera me detuve, como en otros tiempos, para tomar unos vasos de buen Cariñena con cacahuetes en la taberna de mi amigo Lázaro. Es de lo poco que queda en la ciudad que tanto amé.

Soria, cuando a los ocho años aterricé en ella, parecía uno de esos pueblos del far west a los que llega John Wayne en las películas de John Ford y se enamora de Linda Darnell. Hoy es Manhattan en hora punta.

Entropía: segundo principio de la termodinámica, fuerza superior y fatal que todo lo desorganiza y lo degrada.

Tal cual. ¿Por qué ni siquiera lo fugitivo permanece y dura?

Si me pierdo, no me busquen en Soria. Ya no pinto nada allí.

Publicado en: ...el 30 Octubre 2008 @ 14:27 Comentarios (1)

DRAGOLANDIA: Delitos impunes

Ya lo dijo el pirata en la canción de Espronceda: …que yo tengo aquí por mío / cuanto abarca el mar bravío / a quien nadie impuso leyes.

Leo en el periódico una noticia que me deja estupefacto, como tantas otras, y a la que nadie parece dar importancia. A tal extremo de inverecundia moral ha llegado el país en que vivimos. ¿O será el mundo entero?

Está arribando, al parecer, o quizá ha arribado ya, a las aguas extraterritoriales de la Comunidad Valenciana un buque abortista que navega con bandera pirata, digo, holandesa. Su propósito, por lo visto, es el de anclar allí para que puedan interrumpir el embarazo (curioso eufemismo éste impuesto por la hipocresía de la corrección política) en su quirófano, si es que lo tiene, todas las mujeres encintas que deseen dejar de estarlo y no cumplan con los requisitos, ya de por sí lábiles, que nuestras permisivas leyes exigen para ello.

Sin comentarios.

O sí… Un par de ellos en forma de preguntas.

Si la flota aérea y naval española, y también la comunitaria, puede desencadenar acciones armadas en las aguas extraterritoriales de Somalia, e incluso en las territoriales, para defender de los piratas de la zona a los pescadores europeos que faenan en ellas, ¿no debería hacer lo mismo en el caso al que estas líneas se refieren?

Apuesto lo que quieran a que no lo harán. Y si pierdo la apuesta, me alegraré.

¿Veremos pronto flotillas de bucaneros anclados a corta distancia de nuestras costas y dedicados a la alegre y rentable tarea de vender cocaína al por mayor y detalle, suministrar armas de fuego y material explosivo a los terroristas o proveer de mano de obra barata a los proxenetas y mafiosos que organizan el suculento negocio de la prostitución?

Responda a mis preguntas quien sepa, quiera y pueda hacerlo.

Mal andamos, señores (y señoras, como dicen los gramaticidas de la corrección política). Espronceda tenía razón. Por el mar andan los peces, el chapapote, los vertidos tóxicos y los piratas, pero no las leyes.

Estamos tocando fondo.

Nunca mejor dicho.

Posdata: no es, en esta ocasión, la lógica, ética y legitimidad del aborto lo que se discute, sino el estricto cumplimiento de la legalidad vigente.

Publicado en: ...el 29 Octubre 2008 @ 14:26 Comentarios (3)

EL LOBO FEROZ: Coñazo


El gesto de Mariano Rajoy lo decía todo

¡Hosanna a quien viene en nombre del PP! ¡Por fin ha dicho Rajoy algo exacto, sincero, divertido y políticamente incorrecto! ¡Por fin está de acuerdo en algo con su pareja de baile, Zapatero, que no lo dice, pero lo piensa! El muy ladino se escaqueó de la recepción ofrecida por el Rey. Otro coñazo. ¿Anda alguien por ahí a quien no se lo parezca el Desfile de las Fuerzas Desarmadas de Ocupación del Tercer Mundo? Quizá a los niños. Niño era yo cuando el 1 de abril, Día de la Victoria de los Hunos sobre los Hotros, bajaba por Alcalá hacia la Cibeles para ver la kermesse heroica del Caudillo agarrado a las verjas del Ministerio de la Guerra. De la Guerra, sí, con un par, y no de Defensa, como se llama ahora. ¿Defensa? ¿De qué, de quiénes? ¿Del ejército andorrano? ¿De la marcha verde de Rabat? ¿De la avanzadilla de la Alianza de Civilizaciones? ¿De los piratas sarracenos que llegan al puerto de los Cristianos? ¿De los almogávares de los Països Catalans? Coñazo era también entonces el desfile. Sólo lo alborotaban la infantería de Marina, que marcaba el paso mejor que nadie, la Guardia Mora, que escoltaba al trote el imponente cochazo blanco del Caudillo y, por supuesto, la Legión, que taconeaba a toda mecha detrás de una cabra simpatiquísima con los gorrillos ladeados, sandungueras las borlas, remangadas las camisas y los brazos pletóricos de marcialidad. Tan deprisa iba que al llegar a la estatua de Martínez Campos frenaba en seco y permanecía durante unos minutos en su lugar descansen para permitir que el resto de las formaciones la alcanzase. ¡Caballeros legionarios! ¡Os doy vida!, aullaba en la jerga del Tercio el oficial que lo mandaba. Y sus soldados, como un solo hombre, sacaban la petaca, liaban con tabaco de picadura y papel de arroz un canuto de grifa comprada en los cafetines de Tetuán, en los tugurios de Larache o en los burdeles de El Aiun y lo encendían a dos palmos de las narices del Generalísimo y de las de todos los fantasmones del Régimen. No exagero. La tribuna de autoridades estaba a menos de cincuenta metros. El aroma del cannabis se mezclaba con la fragancia del aire serrano de una ciudad en la que aún reía la primavera. Hoy huele a monóxido y, el 12 de octubre, a pólvora en salvas: la de un ejército cuyo deber, según la doctrina Bono refrendada por la Chacón, no consiste en matar, sino en morir. Soldaditos de Pavía. Tan buenos (como aperitivo) son que sus jefes los llevan de excursión a parajes de ensueño: Angola, Mozambique, Bosnia, Kosovo, Chechenia, Haití, Djibuti, el Líbano, Iraq, Afganistán… ¿Qué diablos pinta España en esos paraísos turísticos? ¡Misiones humanitarias! ¡No te fastidia! Que se lo pregunten a los vecinos de las zonas supuestamente redimidas por nuestro Salvation Army. ¡Atiza! Caigo ahora en la cuenta de que los políticos españoles, izquierdistas incluidos, hacen suya y buena, o mala, la tesis de Spengler: es siempre un pelotón de soldados lo que en última instancia acude en rescate de la civilización. Para volver a eso, ministra del ramo, sobran la fanfarria, la fanfarronería y las alforjas.

Publicado en: ...el @ 11:41 Comentarios (3)

Educación para la ciudadanía


Miguel Ángel Perera

Torear doce toros de distintas ganaderías en el plazo de veintiséis horas y con cuatrocientos kilómetros por medio iba a ser una gesta, y lo fue. Perera sólo pudo estoquear a cinco de esos toros. Bastó con eso. Lo suyo, en la tarde gélida del viernes, pasará a la historia, a los romances de ciego que ya no existen y a las coplas de cordel que nadie canta.

Lo que sucedió ese día en el coso de Las Ventas exige una reflexión moral.

Esa misma mañana se había presentado en el Instituto de Cultura Francesa el libro de Francis Wolff Filosofía de las corridas de toros (Bellaterra). Su autor es catedrático de eso, de filosofía, en la Universidad de París. En su ensayo se analiza la evidencia de que en la tauromaquia, cuya belleza formal admiten incluso sus detractores, importa mucho más la ética que la estética.

La misma tesis había sostenido otro filósofo de altos vuelos, Víctor Gómez Pin, en su libro La escuela más sobria de vida. Tauromaquia como exigencia ética (Espasa).

Lo que vimos el viernes en Las Ventas fue la escenificación de lo que se había dicho por la mañana en la puesta de largo del libro de Wolff y, por supuesto, de lo que en esa obra se defiende y, a mi juicio, se demuestra.

Entresaco algunas líneas…

“Hay una ética torera que se distingue de la moral común. Sus principios se remontan a los de los grandes sabios de la Antigüedad, en particular los estoicos. La excelencia suprema para un torero consiste en ser torero, ocurra lo que ocurra. Se resume en una palabra: aguantar. O sea: no ceder frente al adversario ni la adversidad, frente al miedo, frente a la muerte, pero, sobre todo, hacerlo con desapego, lo más cerca del toro, lo más lejos de sí mismo. Aún acosado ―escribe Séneca―, aún zarandeado por la violencia de tu enemigo, resulta indigno ceder: mantén el puesto que te ha asignado la naturaleza. La ética de la plaza es una moral basada en la preeminencia de los mejores, la excepción, la generosidad, el don gratuito. Es la del combate de los héroes, de los príncipes conquistadores y de las princesas liberadas. Es la que hace soñar al niño que juega a los mosqueteros, no la que despierta al adulto que lee el periódico matutino. El héroe es el hombre excepcional que afronta la adversidad a solas o antes que los demás, el que hace lo que los otros no pueden hacer y por ello suscita su asombro y su admiración”.

¿Niños? ¡Ojalá hubiesen ido muchos el viernes a Las Ventas! La moral, cuando se imparte en público, pasa a ser pedagogía. Decoro, dignidad, firmeza, respeto, valentía, aguante, entrega, desprendimiento, elegancia, filantropía, hombría de bien, vigor, voluntad, excelencia, alma… O sea: ética. La única posible, la única deseable, la que todos ―taurinos y antitaurinos, laicos y creyentes, de izquierdas y de derechas― echamos en falta: la de los valores.

Eso es lo que vimos en la tarde heroica del viernes. No fue bello: fue sublime y, además, instructivo, aleccionador, edificante. Alta pedagogía, alta pererogía. El titular de esa cátedra impartió a veinticuatro mil personas en el aula del coso de Las Ventas una clase de Educación para la Ciudadanía.

De la de verdad, claro, no de la otra.

La femoral es el talón de Aquiles de los toreros. Cuando vi a Perera, llevándola herida, salir del albero por sí mismo, sin ayuda, pensé con los ojos vidriados por las lágrimas: ése es un hombre.

Que Dios nos lo guarde.

Publicado en: ...el 24 Octubre 2008 @ 10:25 Comentarios (10)

DRAGOLANDIA: Desnudo integral


Policías armados en la Terminal 4 de Heathrow

Raro es el día en el que, al leer la prensa, no me quedo estupefacto.

Estupefacto tiene que ver con estupor, o sea, con asombro, pero también guarda evidente relación fonética y etimológica con estúpido. Y estupidez es la última ocurrencia parida por las mentes obtusas de quienes velan por nuestra seguridad –eso dicen ellos- en los aeropuertos.

Soy comedido y generoso con esa pandilla de idiotas, porque también son estúpidas casi todas las medidas tomadas con anterioridad y aún vigentes. La del control de líquidos y cosméticos, por ejemplo, que sólo se aplica en Europa, que yo sepa, pero que, aplíquese donde se aplique, no está justificada ni sirve para nada.

En mi último viaje a Estados Unidos, allá por mayo, nadie se preocupó de eso. En Senegal y Mali, allá por marzo, tampoco. Y en China y Japón, unos meses antes, menos aún. Sólo en Europa nos infligen tales vejaciones.

¿Disciplina inglesa? Pues sí, porque de Inglaterra vienen muchas de ellas, si no todas, y es en el aeropuerto de Heathrow, y supongo que también en el de Gatwick, donde más se ensañan con los viajeros. Pronto, tal como van las cosas, la emprenderán con ellos a latigazos y vestirán de severas gobernantas al personal de fronteras.

Perversiones sexuales: el vicio inglés. Sacher-Masoch, el marqués de Sade, Cruella de Vil y los inquisidores de los siglos oscuros no lo habrían hecho mejor.

Viajar en avión se ha convertido, por la razón apuntada y por muchas otras que ahora no vienen al caso, en una tortura y, por lo tanto, en una clara violación de los derechos humanos. Tome la INTERPOL medidas contra los seguratas o intervenga, si no lo hace, el juez Garzón, ese justiciero universal.

La última gracieta de los liberticidas aeroportuarios es la de los rayos equis. Más lejos no cabe llegar. O sí: podrían arrancarnos la piel a tiras para ver si debajo de ella llevamos un kalashnikov o una batería antiaérea, pero no creo que lleguen a tanto. ¿Peco de optimismo?

Lo de rayos equis quizá no sea del todo exacto, porque quieren utilizar la tecnología onda milímetro (cito textualmente de El Mundo, versión impresa, del miércoles), que no utiliza radiaciones, sino ondas electromagnéticas. Da igual. A saber qué esconde el nuevo latinajo. Seguro que da cáncer, provoca alergias y genera disfunción eréctil. O sea: impotencia.

Impotentes, en efecto, somos todos frente a los abusos de quienes tanto se preocupan por nosotros. ¡Peste de tíos! ¡Por favor, señores! ¡Déjennos en paz, no nos protejan, ocúpense de sus asuntos, no invadan hasta nuestros genitales, permítannos asumir los riesgos inherentes a la vida!

A la vida, sí. Nacer es peligroso y vivir también. Sólo los muertos están a salvo de todo.

Publicado en: ...el 16 Octubre 2008 @ 12:04 Comentarios (12)

DRAGOLANDIA: Disfunción eréctil

Hay que ser cursi –yo no me tengo por tal– para llamar disfunción eréctil a lo que siempre se ha llamado de otra manera. La perversión del lenguaje, que es el sistema más útil inventado hasta ahora para esconder la realidad y manipular a la gente, está llegando a extremos inusitados.

Es el idioma performativo. Lo inventó la Biblia. Está ya en la primera línea del Génesis. Consiste en creer (o en fingir que se cree) que basta con decir una cosa para que ésta exista o se cumpla.

Por ejemplo: hágase la luz. Y la luz se hizo.

Otro ejemplo: os declaro –dice el cura– marido y mujer. Y zas: matrimonio habemus.

A los progres les encanta utilizar ese truco, pero también la derecha lo ha adoptado. Zapatero y Rajoy, coreados por todos sus acólitos, rizan el rizo en lo concerniente a él. Franco llamaba limitaciones expresivas a la censura. Ahora se llama corrección política.

Pero no quería hablar de eso, sino de lo otro: de las limitaciones eréctiles. No es cursilería. Es ironía.

Yo dejé de ser el que hasta entonces había sido cuando en septiembre de 2004 renuncié a los porros. Tres meses más tarde me operaron del corazón, y fue el remate. Mi actividad sexual cayó en picado. Un buen día –bueno de verdad– probé el Cialis. Me lo había aconsejado un filósofo al que tengo por amigo. Es persona conocida. Silenciaré su nombre. Fue mano de santo.

No voy a exagerar. No voy a decir que recuperé el vigor de la adolescencia. Pero el episodio que de la mencionada ingesta se derivó fue extremadamente satisfactorio. Desde entonces suelo tomar el fármaco en cuestión una vez a la semana. Con eso me conformo. Su efecto se mantiene durante veinticuatro horas, como mínimo. Mi amigo, el filósofo, extiende el radio de acción de la sustancia a varios días. Feliz él, si no exagera. Y si exagera, también, porque el placebo y la sugestión que de él se deriva obran milagros.

El factor activo del Cialis es el taladafilo. La Viagra lleva sildenafilo. La Levitra se elabora con vardenafilo. Son tres fármacos análogos, aunque no iguales. No he probado los dos últimos. Lo haré cualquier semana de éstas, y ya les contaré.

Un aviso: absténganse de tomarlos si padecen hipotensión severa y no se les ocurra mezclarlos con cafinitrina. Yo, la primera vez, estuve a punto de hacerlo –lo conté en mi libro Kokoro– y… Diré sólo una cosa: menos mal que frené a tiempo.

Los tratadistas políticamente incorrectos asignan a la verga cinco estados posibles. Puede estar blanda, morcillona, dura, dura con brillo y reventona. Lo de morcillona es un hallazgo lingüístico digno del mejor Cela. Lo de reventona, en cambio, es de mi cosecha.

Con el Cialis se alcanza el tercer grado y a veces el cuarto. Quizá mi amigo, el filósofo, llegue al quinto. Se lo preguntaré.

De nada.


Publicado en: ...el 15 Octubre 2008 @ 11:44 Comentarios (152)

EL LOBO FEROZ: Flechazo


McCain se dirige a Palin durante la Convención Republicana

Nunca he creído en tales cosas, el amor fou, la pasión ciega, el dardo de Cupido, pero la vida es larga y da sorpresas. El jueves, día de mi septuagésimo segundo cumpleaños, se cruzó en mi existencia una mujer que me trae loco, que me ha sorbido el seso (sin equis), que me tiene aturullado, embelesado, hipnotizado y sumido en eso que los esnobs llaman estado de conciencia alterada. ¿Será éxtasis místico, estupor de senectud o estupidez supina? Sea lo que fuere, es, y me alegro de que sea.

Se trata de un amor platónico a rajatabla, pues vive esa mujer donde los huracanes rugen, habla otro idioma, está felizmente casada, tiene hijos y nietos, no me conoce, no me conocerá nunca y no existe ni la más mínima posibilidad de que repare en mí.

Algo parecido le sucedió a Dante cuando vio por primera vez a Beatriz en el Puente Viejo del Arno, pero él era mucho más joven que yo, y aun así no tuvo más salida que la de escribir La vita nuova y La Divina Comedia. Yo tendré que conformarme con esta columna. Nuestro encuentro ni siquiera se produjo en el puente de la curva de ballesta que traza el Duero en torno a Soria. ¡Qué va! El escenario era mucho más sórdido. La vi en la tele, discutía con un señor aburridísimo, caí de hinojos y en esa postura sigo.

Tanto gentil e tanto onesta pare… A mí también me lo parece -honrada, grácil, bellísima y tan dolce, y a la vez firme, como el stil nuovo de los poetas toscanos- la mujer por la que bebo todos los vientos que en la Eneida desatara Eolo. ¿Es esto amor? Lo será, y más ciego, y más loco, que el de cualquier otro hombre enamorado, pues cuanto sale de sus labios merece mi aprobación y no hay gesto ni movimiento suyo, por mecánicos que sean, que no me transporte al cielo. ¿Al cielo? ¡Pero si la seguiría, como Orfeo siguió a Eurídice, hasta lo más profundo de los Ínferos! No le pongo ni una pega. La miro y se me cae la baba. Abofetearía a quien se atreviese a criticarla. Algunos lo hacen. Les enviaré mis testigos.

Cierto es que sus ideas son conservadoras, pero seguiría enamorado de ella aunque dijese lo mismo que dicen Maleni Alvarez, Bibiana Aído, Rosa Regás e incluso, si resucitase, la Pasionaria.

Cierto es que se opone al aborto, pero la amaría aunque fuese Herodes.

Cierto es que mantendrá a las tropas americanas en Iraq, pero no dejaría de amarla ni aunque fuese tan cobarde como los soldaditos de las fuerzas de ocupación españolas destacadas en Afganistán.

Cierto es que se enfrenta a Obama, ese lobo de Gubbio con disfraz de santo de Asís, pero juro que no es por eso por lo que la amo.

Cierto es que se proclama creacionista, pero nadie es perfecto.

No lo digo en broma. Amo a Sarah Palin. No lo puedo evitar. Me chifla esa mujer. La votaría aunque no fuese republicana. Le entregaría mis ahorros. Le permitiría que pusiera su cepillo de dientes en mi lavabo. Estaría dispuesto a casarme con ella.

¿Es un flechazo? Dígamelo alguien. Quien lo probó, lo sabe.

Disponga de mí, señora. Soy todo suyo.

Publicado en: ...el 14 Octubre 2008 @ 13:03 Comentarios (35)

EL COBAYA: Elixir

El de la eterna juventud…

Perdonen que me la atribuya. El 2 de octubre cumplí setenta y dos años. Eso no me impide trabajar setenta horas a la semana, escribir libros, columnas y reportajes, intervenir en programas de radio, dirigir y presentar espacios de televisión, dar conferencias, viajar constantemente por todo el mundo, hacer ejercicio (diez mil pasos, treinta kilómetros de bicicleta estática o diez de cinta mecánica cada día), ver a los amigos, seguir a los toreros, correr juergas, meterme en líos y, como aconsejaba Hemingway, mezclarme estrechamente con la vida.

Y no me canso, pese a los tres codos de fontanería que regulan el paso de la sangre por mis coronarias. Seguir leyendo…

Publicado en: ...el @ 10:52 Comentarios (278)

DRAGOLANDIA: Happy birthday to me

Hoy es primer viernes de mes. En tal día como ése, cuando yo era niño, la gente comulgaba. Ahora ya no lo hace nadie. Comulgar es compartir, pero quien parte y bien reparte…

Ayer cumplí setenta y dos años. Sensación curiosa. Gandhi, Graham Greene, Antonio Gala, Maribel Verdú y Morante de la Puebla también nacieron un 2 de octubre. Eso crea lazos, aunque en toda lista haya al menos una oveja negra. Adivinen cuál.

Celebré mi cumpleaños tomándome dos horchatas seguidas en Los Alpes (Arcipreste de Hita, 6), que es en estos momentos el único sitio de Madrid donde la hacen ateniéndose a los antiguos cánones: poner la chufa a remojo con sal gorda durante una noche, dejarla reposar luego en una solución altamente concentrada de lejía, lavarla con cuidado para que ésta desaparezca… En fin: vayan y pruébenla. Es placer de dioses. Hasta el 31 de octubre pueden hacerlo. Al día siguiente, víspera de Difuntos, empieza el letargo invernal.

La heladería Los Alpes existe desde hace cincuenta y ocho años. Estaba ya allí, en la Moncloa, cuando yo pasaba por ella para coger el tranvía de la línea Paraninfo que me llevaba a la universidad. El dueño, y nieto, me parece, de quienes la fundaron, es persona encantadora. No lo conocía. Desde ayer es mi amigo. Los helados que despacha, todos ellos de elaboración propia, también son de rechupete.

En el mundo hay, a mi juicio, tres bebidas extraordinarias. Una es, precisamente, la horchata, que nutre, refresca, embriaga sin emborrachar y sirve de postre, de desayuno y de tentempié a cualquier hora del día o de la noche.

La segunda es el vino. Ponderarlo sería ocioso.

La tercera es el gin tonic preparado por Juan Antonio Gómez Angulo.

¡Atiza! Hay un cuarto néctar divino. Ya se me olvidaba. Es el dry martini tal como sale de las manos de José Luis Garci, el mejor director de cine, junto a Berlanga, de la historia de este país. Aún no he podido ver su película sobre el Dos de Mayo, pero estoy seguro de que es magnífica. Apuesta segura.

Otros lugares donde aún se puede tomar horchata decente en Madrid: el aguaducho de la esquina de Narváez con Jorge Juan y la cafetería Alboraya, en Alcalá, frente a lo que fuera cine Tívoli. Existía también hasta hace poco, en la plaza de Santo Domingo, la confitería La Alicantina, pero las obras de remodelación de dicho lugar se la han llevado por delante. El Altísimo, algún día, pedirá cuentas por ello a Gallardón.

Dentro de un año tendré setenta y tres. ¿Podré celebrarlo tomándome una horchata en Los Alpes? Omnia vulnerant, ultima necat.

Publicado en: ...el 13 Octubre 2008 @ 10:55 Comentarios (9)

DRAGOLANDIA: Cachivaches


Atasco en una calle de Madrid

Hace veinte años tomé una decisión que cambió mi vida. Ésta, desde aquel momento, mejoró vertiginosamente, se ensanchó, se enriqueció, se intensificó y, al mismo tiempo, se relajó. Fue mano de santo y, además, instantánea. La purga de Benito. Pis pas, y ya está. Ni la Virgen de Lourdes lo habría hecho mejor.

¿Qué fue lo que hice? Renuncié a utilizar el coche dentro de las ciudades de por vida. Lo metí en un garaje y, desde entonces, en efecto, sólo ha salido de él para recorrer carreteras. Nunca calles. Gané dos o tres horas de tiempo al día. Evité el estrés de los embotellamientos y, sobre todo, el de los aparcamientos. Zanjé para siempre el problema de las multas, de los pequeños accidentes, de los roces de la carrocería, de los hurtos y de los demás alifafes del automovilismo urbano. Ahorré, y sigo ahorrando, muchísimo dinero. A menudo voy a pie, hago ejercicio y veo escaparates, chicas, escenas de la vida cotidiana, episodios mínimos y máximos que parecen cuentos de O’Henry, de Chejov o de Maupassant. Cojo taxis: son mucho más baratos que ir en el coche propio. Viajo en metro, llego enseguida a todas partes y, por añadidura, leo mientras me desplazo, lo que es para mí placer de dioses.

Fue, como digo, una de las decisiones más acertadas de mi vida. Se la aconsejo a todo el mundo. Ya va siendo hora de que en Madrid hagan lo que ya han hecho en Londres, en Roma, en Milán y en muchas otras grandes ciudades de la tierra: acotar el territorio puesto a disposición de los automóviles privados, cobrar por el acceso al centro, disuadir al usuario, prohibir a rajatabla que se aparque en las calles, no construir estacionamientos…

En Japón, por ejemplo, nadie puede comprar un coche si no demuestra, con un contrato de propiedad o de alquiler en la mano, que dispone de un aparcamiento propio a menos de quinientos metros de su domicilio. Algunas empresas prohíben a sus empleados que vayan en su coche a la oficina.

Claro que esto es España y no hay en ella un solo alcalde con cojones suficientes para tomar medidas como las que acabo de mencionar, y conste que no son todas las que en el mundo civilizado se han puesto en marcha. Tienen miedo de que, si lo hacen, perderán las elecciones. Y lo grave es que, probablemente, llevan razón

Madrid, cuando llega agosto, vuelve a ser una ciudad habitable. Durante el resto del año es un infierno.

Eso, por no decir nada de la contaminación, las enfermedades pulmonares y el famoso cambio climático.

Hoy es miércoles. El martes de la semana pasada me dejé el teléfono móvil en un taxi y aún no he conseguido recuperarlo. Hasta enero de 2007 no lo tuve. Cuando empecé a trabajar en Diario de la Noche me lo dieron, lo acepté con reticencias, y hasta ahora. Había desarrollado cierta adicción, no mucha, la verdad, pero la suficiente para que el otro día, al quedarme sin él, me inquietase un poco. El teléfono fijo ya casi no suena. ¿Qué sería de mí, de mi trabajo, de mis compromisos, de mis relaciones con el resto del mundo?

No ha pasado nada. Miento: sí que ha pasado. Desde el miércoles vivo mucho mejor que antes. Estoy más tranquilo. Soy más feliz. Me siento más libre. Tengo más tiempo para todo. El teléfono fijo sigue mudo. Miel sobre hojuelas.

Lo malo es que el cachivache en cuestión, sustituto de lo que en los siglos de la esclavitud era el grillete en el tobillo de quienes la padecían, ha aparecido. El taxista en cuyo vehículo lo olvidé ha tenido la amabilidad de depositarlo en Onda Cero, adonde iré dentro de unos días para intervenir en el debate del programa Las tardes con Julia. ¿Tendré los cojones de los que carecen los alcaldes de mi país y seré capaz de tirar el móvil a la papelera?

Es lo que me pide el cuerpo y lo que me exige el alma, pero estoy casi seguro de que no lo haré.

Soy un castrado, soy un gilipollas. En cuanto llegue a casa me encasquetaré las orejas de burro que en cierta ocasión me puse.

Las merezco, las merecen los alcaldes, las merecen quienes siguen utilizando el coche para ir a comprar el periódico en el quiosco de la esquina.

Los seres humanos no tenemos arreglo.

Publicado en: ...el 10 Octubre 2008 @ 12:59 Comentarios (11)

EL LOBO FEROZ: Epitafio

Deletus est Occidens, Occidente occiso. No soy economista, luego sé de economía. Basta, para eso, con tener sentido común. No sabiendo los oficios, los haremos con respeto. / Para enterrar a los muertos / como debemos, / cualquiera sirve, cualquiera, menos un sepulturero (León Felipe). Los políticos tampoco saben de política. Una caterva de incompetentes gobierna el mundo. Enviemos el coche al chatarrero, recorramos en autostop la ruta 66 hacia la California del Mar de China y humillemos la cerviz con la sesera protegida del sol naciente por un sombrero cónico para recoger en un arrozal los racimos de las uvas de la ira. Lo del 29 fue una broma. Elevémoslo al cubo de Rubik con las seis caras de color negro. ¿Depresión? No. Socavón, cráter, metástasis de entropía terminal, fin de ciclo, de cielo y de era. Tenía que suceder. La culpa no es de la libertad del mercado, sino del capitalismo, el keynesismo, la socialdemocracia, el Estado del Bienestar, la corrección política, el idioma performativo de los progres (cómo hacer cosas con palabras), la avaricia de los brokers, la implantación de una economía basada en el monetarismo, la especulación y la ingeniería financiera, y el delirio de creer que el dinero puede producir riqueza. Pues no. Lo único que la produce es el trabajo. En Europa no apenca nadie: todo es subvención e IRPF. Potencias emergentes: las que, recurriendo a los Fondos Soberanos, están haciéndose con el control de las multinacionales. Arabia Saudí, los Emiratos, Venezuela (que por el momento se limita a nacionalizar lo propio), Rusia y, por supuesto, China. Los bancos, en Japón, sólo aceptan euros a regañadientes y cobrándose un interés leonino. Son los chinos quienes sostienen el dólar. Si retiran su apoyo, será el acabóse. ¿Efecto dominó? No. ¿Efecto mariposa? Tampoco. Efecto alud, efecto avalancha. El enorme vacío dejado por el derrumbe de Europa y USA (torres gemelas) será inmediatamente ocupado por China, Rusia y el Islam. No es cuestión de lustros, sino de meses. Quizá de días (irae). ¿Qué cabe hacer? ¿Ir a la tercera guerra mundial? ¡Venga, hombre! Resignémonos a recoger los lichis de la ira y a comer bosta de dromedario en la Ruta de la Seda. Fue Spengler quien avisó en l922 de que lo fáustico tocaba a su fin. Reléanlo. Aquel filósofo de la historia era Juan en Patmos. Cojan el dinero y corran con él hacia ninguna parte, porque se lo robarán. Occidente es un hervidero de cacos. El 73 por ciento de los españoles cree que nuestras leyes han sido concebidas para proteger a los delincuentes. ¿Levantamos un búnker de acero de a palmo en cada casa y enterramos en él, como hacían los faraones con los albañiles de sus tumbas, a los cerrajeros que conozcan la combinación? Perdonen el sarcasmo, pero ya sólo nos queda el humor negro. Otra vez León Felipe: Un día todos sabemos / hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo / lo hizo Sancho el escudero / y el villano Pedro Crespo. Tomen nota los incompetentes que nos gobiernan. Los idus de marzo y los días de la ira se avecinan. Si estoy equivocado, mejor.

Publicado en: ...el 09 Octubre 2008 @ 11:14 Comentarios (7)

DRAGOLANDIA: Sobre casi nada


Jaime Bayly

Julio Camba publicó un libro que se llamaba así: Sobre casi nada. También escribió otro, no sé si anterior o posterior, cuyo título era Sobre casi todo. Lógica implacable de uno de los tres mejores periodistas de la historia de España. Los otros dos fueron Larra, porque se anticipó a Tom Wolfe, y Pla.

¿Lógica? Sí, porque cualquier filósofo, así sea de Oriente como de Occidente, del mundo antiguo como del moderno, sabe que todo es nada y nada es todo. Pepe Hierro dedicó un soneto memorable al mismo asunto.

Un blog es algo que trata de casi todo y de casi nada. Si se especializa, deja de ser blog. Si profundiza, también.

Jaime Bayly acaba de publicar una novela espléndida y, por si lo dicho fuera poco, divertidísima. Se titula El canalla sentimental (Planeta). Me la he bebido como si fuera un sorbete de limón con vodka. En ella dice: “Me invitan a dar una conferencia en Washington. Sólo pido dos cosas: que el billete de avión sea en ejecutiva –lo que no parece abusivo, porque nadie me considera un escritor, sino un ejecutivo de los libros, alguien que ejecuta libros– y que el tema de la conferencia sea libre, impreciso, de modo que pueda hablar de cualquier cosa y de ninguna, que es mi especialidad”.

Sincronías. También yo voy a dar una conferencia, aunque no en Washington, sino –más humildemente– en Utrera, y la he titulado Sobre casi todo. No es la primera vez que recurro a ese truco.

Heráclito también lo hacía: nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. ¿Cómo voy a saber yo, o Bayly, de qué diablos hablaremos dentro de dos meses o de venticuatro horas?

El otro día leí un epitafio formidable. Decía: Na’ de na’. Creo que ya lo he citado alguna vez en este blog.

O sea: To’ de to’.

Fue un oscuro filósofo presocrático, cuyo nombre, desconocemos, quien escribió la mejor frase de la historia: Nada importa nada. Quien acomoda su vida a ese principio es feliz.

Bayly es sentimental; yo, también. Bayly es un canalla; yo, tampoco.

Él cree que sí lo soy, y creyéndolo me honra, pero, por desgracia, está equivocado.

Miro el diccionario de Seco. Canalla, sexta acepción: impúdico o de malas costumbres.

En ese sentido, sí: soy un canalla. Pero no pienso revelar aquí en qué consiste mi impudicia. Bayly, en su libro, sí lo hace. La suya, claro, no la mía.

Léanlo. Habla de casi todo, o sea, de casi nada.

Será difícil que salga en los próximos años una novela superior a El canalla sentimental.

Les doy mi palabra de honor. Los canallas también lo tienen, y los sentimentales, ni les cuento.

Publicado en: ...el 06 Octubre 2008 @ 10:54 Comentarios (5)

DRAGOLANDIA: Hotel de cuatro estrellas apagadas


Desayuno tipo buffet de un hotel

El mundo se hunde dentro y fuera de España. Occidente llega a su punto final sin haber hecho testamento. China y Rusia firman ya ante notario los papeles de la herencia.

Wall Street se convierte en lo que otrora fuese Pozo del Tío Raimundo. En Shanghai construyen tropecientos rascacielos cada hora. Las fuerzas de ocupación de Afganistán se baten en retirada. ETA vuelve por donde solía. El litro de petróleo cuesta más que una botella de Chateau Laffite. La vecinita de arriba, que antes era de comunión diaria, se ha comprado unas babuchas para ir los viernes a la mezquita. La rentrée literaria nos propone novedades que son bodrios. Yo envejezco.

En fin… Que todo es un desastre y, pese a ello, me encojo de hombros ante la actualidad, paso de largo ante las mil y una catástrofes que me propone, apago la tele y opto por dedicar esta entrega de mi blog a algo tan nimio como lo es el hotel de Barcelona en una de cuyas ruidosas habitaciones garabateo estas líneas.

Dicen que como mejor se escribe es cabreado, y yo lo estoy. Dicen que la venganza es placer de dioses, y yo voy a vengarme. Dicen que ese plato debe servirse frío, y yo lo serviré caliente.

Que cada palo aguante su vela. El nombre del hotel en cuestión figura en el Gotha. Es condal y barcelonés. Adivinen a cuál me refiero. Blanco y en botella, verde y con asas. Nunca volveré a alojarme en él. Más me vale no hacerlo. Imaginen ustedes cómo me tratarían después de leer lo que ahora escribo.

Hoy es miércoles. Llegué el lunes por la mañana. El aire acondicionado hacía un ruido infernal. Lo apagué. Seguía haciéndolo. Llamé a recepción. El teléfono no funcionaba. Bajé tres pisos a pie, porque los ascensores estaban siempre atiborrados de guiris incapaces de dar los buenos días. Tomaron nota de mis quejas. Subí tres pisos a pie, porque… Bueno. Ya saben.

Empezó el trasiego de técnicos que aporreaban la puerta de mi habitación y se paseaban por ella impidiéndome escribir. Sonó el teléfono. ¡Aleluya! Lo cogí. Era mi mujer. Yo escuchaba su voz, pero a ella no le llegaba la mía. Colgué. Bajé de nuevo a la recepción. Me aseguraron que todo estaba en orden. Subí. Nunca viene mal hacer un poco de ejercicio.

La climatización rugía. Los expertos llamaban al timbre. Sonó el teléfono. Lo cogí, demostrando que el hombre es el único animal que tropieza cuantas veces sean necesarias en la misma piedra. Era mi mujer. Yo escuchaba su voz, pero a ella no le llegaba la mía. Los técnicos… Bueno. Ya saben.

Y, a todo esto, una botella de pésimo vino espumoso –el mismo que el roña de Dalí servía a sus huéspedes– aguardaba en una cubitera a que yo, en un momento de insania provocado por la desesperación, la descorchase. ¡Rayos y truenos! Si ni siquiera me gusta el champán, ¿cómo va a gustarme el cava? Al vino, vino y res més. Quédense las burbujas para la especulación inmobiliaria.

Era un regalo que me enviaba la dirección del hotel. Lo acompañaba una tarjetita. ¡Con nuestros mejores deseos!, decía. ¡Pues anda, que si llegan a ser malos!

Soy un desagradecido.

Me armé de paciencia, capeé los sucesivos temporales, dejó por fin de funcionar el maldito aire acondicionado, se reestablecieron las comunicaciones, transcurrió sin más sobresaltos el resto de la jornada, me acosté, dormí seis horas, me levanté de excelente humor y bajé a desayunar.

¡Nunca lo hubiera hecho!

Sé que no van a creerme, pero juro que es verdad. El Maligno acecha. Los dislates, también. Busqué de piso en piso el comedor. No lo había. Iba yo en zapatillas de felpa y camisola sin mangas. Acudí una vez más a los servicios informativos de la recepción. ¡Atiza! Me enteré en ella de que para desayunar había que salir al raso y a la puta rúe, esperar a que el semáforo se pusiera verde, cruzar la calzada, recorrer unos metros y entrar por fin en el local donde el buffet me aguardaba.

Subí a la habitación, me puse unos zapatos, agarré una chaqueta, bajé, me expuse a la intemperie, no esperé a que el semáforo se abriera, atravesé la calle esquivando coches y jugándome la vida, encontré el restaurantillo en cuestión y… Bueno. Ya saben.

Su chef, por cierto, es uno de esos cocineros de la bazofia creativa que destruyen la tortilla de patatas o lo que se les ponga por delante, se las dan de artistas y cuelgan sus platos en las paredes de los laboratorios.

¿Se imaginan? El lunes, por ejemplo, llovía a cántaros. A cántaros, digo. El invierno se echa encima. Y el infierno, para los huéspedes del hotel de marras, también, pues infierno será tener que ponerse un chubasquero, envolverse en una bufanda, enfundarse unos guantes, tomarse una aspirina, agarrar un paraguas y enfrentarse a la galerna para hacer algo tan sencillo, en teoría, como beber una taza de café acompañada por una pieza de bollería industrial, un trozo de melón transgénico y un pincho de tortilla deconstruida.

De Guinness, vaya… Y, encima, no dan El Mundo, lo que obliga a quien, como yo, tiene la costumbre de leerlo con avidez mientras desayuna a buscar el quiosco más cercano, que está en el Paseo de Gracia, pero no precisamente a la vuelta de la esquina. Otros doscientos metros –hay que ir y venir– con el estómago dando voces y coces.

¿Cuatro estrellas? Ahí duele. Si fuese un hostalillo de nada…

¿Qué habrán hecho los condes de Barcelona para merecer esto? ¿Tendrá la culpa Carod Rovira? ¿Será una conspiración republicana?

Lo dicho: si me pierdo, no me busquen en este hotel. Háganlo, por ejemplo, en el Majestic. Está enfrente, y no hay que llevar abrigo ni que ponerse chanclos para desayunar en él.

Publicado en: ...el 01 Octubre 2008 @ 13:44 Comentarios (9)