EL LOBO FEROZ: Coñazo
El gesto de Mariano Rajoy lo decía todo
¡Hosanna a quien viene en nombre del PP! ¡Por fin ha dicho Rajoy algo exacto, sincero, divertido y políticamente incorrecto! ¡Por fin está de acuerdo en algo con su pareja de baile, Zapatero, que no lo dice, pero lo piensa! El muy ladino se escaqueó de la recepción ofrecida por el Rey. Otro coñazo. ¿Anda alguien por ahí a quien no se lo parezca el Desfile de las Fuerzas Desarmadas de Ocupación del Tercer Mundo? Quizá a los niños. Niño era yo cuando el 1 de abril, Día de la Victoria de los Hunos sobre los Hotros, bajaba por Alcalá hacia la Cibeles para ver la kermesse heroica del Caudillo agarrado a las verjas del Ministerio de la Guerra. De la Guerra, sí, con un par, y no de Defensa, como se llama ahora. ¿Defensa? ¿De qué, de quiénes? ¿Del ejército andorrano? ¿De la marcha verde de Rabat? ¿De la avanzadilla de la Alianza de Civilizaciones? ¿De los piratas sarracenos que llegan al puerto de los Cristianos? ¿De los almogávares de los Països Catalans? Coñazo era también entonces el desfile. Sólo lo alborotaban la infantería de Marina, que marcaba el paso mejor que nadie, la Guardia Mora, que escoltaba al trote el imponente cochazo blanco del Caudillo y, por supuesto, la Legión, que taconeaba a toda mecha detrás de una cabra simpatiquísima con los gorrillos ladeados, sandungueras las borlas, remangadas las camisas y los brazos pletóricos de marcialidad. Tan deprisa iba que al llegar a la estatua de Martínez Campos frenaba en seco y permanecía durante unos minutos en su lugar descansen para permitir que el resto de las formaciones la alcanzase. ¡Caballeros legionarios! ¡Os doy vida!, aullaba en la jerga del Tercio el oficial que lo mandaba. Y sus soldados, como un solo hombre, sacaban la petaca, liaban con tabaco de picadura y papel de arroz un canuto de grifa comprada en los cafetines de Tetuán, en los tugurios de Larache o en los burdeles de El Aiun y lo encendían a dos palmos de las narices del Generalísimo y de las de todos los fantasmones del Régimen. No exagero. La tribuna de autoridades estaba a menos de cincuenta metros. El aroma del cannabis se mezclaba con la fragancia del aire serrano de una ciudad en la que aún reía la primavera. Hoy huele a monóxido y, el 12 de octubre, a pólvora en salvas: la de un ejército cuyo deber, según la doctrina Bono refrendada por la Chacón, no consiste en matar, sino en morir. Soldaditos de Pavía. Tan buenos (como aperitivo) son que sus jefes los llevan de excursión a parajes de ensueño: Angola, Mozambique, Bosnia, Kosovo, Chechenia, Haití, Djibuti, el Líbano, Iraq, Afganistán… ¿Qué diablos pinta España en esos paraísos turísticos? ¡Misiones humanitarias! ¡No te fastidia! Que se lo pregunten a los vecinos de las zonas supuestamente redimidas por nuestro Salvation Army. ¡Atiza! Caigo ahora en la cuenta de que los políticos españoles, izquierdistas incluidos, hacen suya y buena, o mala, la tesis de Spengler: es siempre un pelotón de soldados lo que en última instancia acude en rescate de la civilización. Para volver a eso, ministra del ramo, sobran la fanfarria, la fanfarronería y las alforjas.
Qué coñazo últimamente leerte.
Decía Napoleón que no hay que interrumpir a un enemigo que se está suicidando. Tal vez por eso ninguna nación, grupo o interés ajeno nos está interrumpiendo. ¿Para qué iba a hacerlo? Nosotros solos nos podemos machacar mucho mejor que cualquier otro factor externo. No sería la primera vez.
http://elartedelaestrategia.blogspot.com/2008/10/no-interrumpir-al-suicida.html
Un saludo
Carlos
http://www.personal.able.es/cm.perez/
De su boca salieron en una ocasión las siguientes palabras: “Me considero un anarcoindividualista”. Habiendo leído este escrito, he descubierto que, por lo visto, usted usa alguna que otra careta, entre ellas, la de anarco. No lo es usted desde el momento en que dice que los ejércitos acaban saliendo en defensa de la civilización. ¿Qué civilización han defendido jamás si son la prueba física de la barbarie humana? Izquierda, derecha, hoy todos progres y pesebristas, defienden la noción de ejército… ¿y qué, no se ha enterado usted, querido camarada anarco, juas juas juas, que ser de derechas o de izquierdas, como escribió un lúcido, no es más que una forma u otra de ser idiota? Si me tuviera enfrente, probablemente aludiría a la segunda guerra mundial para tratar de evidenciar la supuesta demagogia de mis palabras, la poesía brumosa que subyace en la idea de un mundo sin ejércitos (tenga en cuenta que no he dicho pacifista, en tanto que no lo soy), etc. Pero qué quiere que le diga, nadie ilustrado se traga esa historieta que presenta al del bigote como principal promotor y causante de aquel conflicto. No, Sr. Dragó, no: asistir a un desfile militar es un “coñazo” porque NADIE cree en los ejércitos a menos que sea para salvaguardar unos privilegios X u obtener unas ganancias Y (prendiendo la llama de las guerras siempre a partir de la chispa de un conflicto socio-político en parte inventado por esas cotorras llamadas periodistas). Corto ya. Le he escrito sin ánimo de ofender. Es usted un personaje. Sólo que no es anarquista. Atentamente, navegante desconocido.