EL LOBO FEROZ: Robaterrenos
A eso, al robaterrenos, jugábamos los niños de la posguerra con un clavo que parecía un verduguillo. Mis coetáneos lo recordarán. Era juego de dos, y a su término uno de los contrincantes se quedaba sin tierra en la que apoyar los pies para seguir robando. Eso es lo que el otro día le pasó a Rajoy en el Congreso y, antes, en la comilonas de Zalacaín y Vocento.
Comienza la temporada. Teloneros en las Cortes. Sesión de investidura: he aquí el tinglado de la antigua farsa. ¿Por qué televisaron la corrida? ¿Para multiplicar el tedio de la brega con estoque simulado practicada por dos políticos pegapases cuyo repertorio se limita al del pico de la muleta? Toreaban —es un decir— el Niño del Percebe o Trifinus Melancólicus, que se agarra al resbaladizo momio de la oposición a nada con la misma testarudez con la que el artrópodo citado lo hace a la roca, y el Niño de Cierra España, al que pronto veremos hacer el paseíllo con reloj de pulsera rojigualda. ¿Ingresará en la Guardia Civil, se enrolará en el Tercio? Todo por la patria. Sólo la reaparición de don Rodrigo, Niño del Milagro Económico, o la alternativa de Esperanza Aguirre, que de toros sabe un rato (con minúscula), podrían levantar la temporada, pero ninguno de los dos figura, por ahora, en los carteles. El empresario José Bono, Niño de la Jota, tiene que apañárselas con los segundones salidos de las urnas y sacará muchas veces los cabestros a la plaza. Rajoy para, pero no manda; Zapatero manda, pero no transmite; los dos templan gaitas, que no embestidas, y ninguno carga la suerte. El Niño de la Tuneladora, sobresaliente de espada, espera en el burladero resquicio para hacer su quite. ¿Llegará éste, debutará la Niña de la Puerta del Sol, volverá Rato como en la suerte de más peligro lo hizo José Tomás, saldrá de su retiro dorado en la FAES de Colombey-les-Deux-Églises el Niño Sabio de Georgetown y hablará el Oráculo? En los toros casi nada es imposible, aunque casi todo sea imprevisible. Sólo hay algo que no lo es: Rajoy tendrá que cortarse la coleta o que torear sólo en Galicia, donde mandaría tanto y durante tanto tiempo como lo hizo el Niño de la Rúa es Mía. Y tendrá que hacerlo, le guste o no, porque el Romeo de la escena del balcón de Génova se ha quedado sin jurisdicción a la que llevarse el toro. No la tiene ni en el coso de su partido ni en el ruedo de las Cortes. La Niña del Futuro —ideas y valores— y el Niño de las Cejas se la han quitado. Esperanza lo hizo poco a poco, y sigue en ello. Zapatero remató la faena en las tablas del discurso de investidura. Jugaban los tres al robaterrenos, y uno ha perdido. Señor Rajoy: no se emperre. Sus compañeros de terna, como si fuesen sioux, lo han descabellado con el verduguillo de mi infancia. Alea jacta est. No cierre el paso a su futuro ni al futuro de su partido. Vuelva a Santapola o a Pontevedra. Hágalo por usted y por la alternancia democrática. Su Rubicón está en el Sil. Y no reincida, por cierto, en el error de creer que Esperanza Aguirre me ha dictado esta columna. ¿Haría usted eso —dictar a periodistas— si nos gobernara? Es inquietante. Buenos días y buena suerte.