EL LOBO FEROZ: Complot

País, éste, de políticos paranoides y periodistas aquejados de lo que Karl Popper llama síndrome del complot. ¿Secuelas de El código Da Vinci? Yo mismo, que soy de pueblo, me he visto implicado hace poco en una de esas habladurías, y el frufrú, por cierto, sigue. Voy a zanjarlo.

Vi en la noche del Waterloo del PP la escena del balcón y pensé, como todo el mundo, que Rajoy se despedía a la genovesa. No fue así. A la vuelta de unas horas ya había cambiado de opinión. Se sacrificaría, dijo, por Dios, por la patria y el Rey. Su adiós no había sido a la genovesa, sino a la gallega. ¿Subía o bajaba el derrotado por la escalera del poder? Ésta, en todo caso, parecía de Magritte, porque sus peldaños no llevaban a ninguna parte. El Lobo Feroz se abalanzó ipso facto sobre su Olympia y tecleó una columna en la que decía, más o menos, lo mismo que esa noche repetiría yo en Telemadrid. Su estribillo era: ¡Váyase, señor Rajoy! ¡Hágalo por Dios, por España y el Rey, por la República, por su partido, por decoro personal, por el futuro de la democracia, por el suyo, por lo que más quiera! Ya ha cumplido. O mejor dicho: no lo ha hecho. Dimita.

La reacción de los enteradillos fue instantánea. Por todos los mentideros (¡y tanto!) de la corrala nacional empezó a circular la especie de que Pedro Jota, Federico, la COPE, Telemadrid, El Mundo y este servidor de nadie —de nadie, métanselo en la cabeza— nos habíamos reunido en La Fontana de Oro (Carrera de san Jerónimo. Ya es casualidad) del primer Galdós para urdir una intriga en pro de Esperanza Aguirre y en detrimento del pontevedrés. Peor aún: sugirió éste desde el púlpito de sus mítines que yo escribía al dictado de Sol. ¿Dicta él? ¿Creía el ladrón que todos los políticos disponen de escribanos, que no escritores, a sueldo?

Serían las diez de la noche de aquel lunes cuando me lié el informativo a la cabeza, crucé el río y me tiré a él. No consulté con nadie, nadie me dijo nada. ¡Estaría bueno! Jamás, en ninguna parte y en lo que a mí respecta, lo han hecho. Mi lema es: a la menor indicación, taconazo, media vuelta y dimisión. Nunca he hablado de Esperanza con Pedro Jota. Con Federico, sí, pero a pantalla abierta. También he entrevistado en un par de ocasiones a la presidenta de la Comunidad, pero la única vez que en los últimos cuatro años pude charlar un ratito con ella fue hace cosa de dos. Coincidimos en el AVE de Sevilla. Ya lo he contado. Yo venía en Club; ella, en Turista.

El martes 10 de marzo volví a la carga en Telemadrid, puse sobre los puntos del revuelo íes muy similares a las que aquí reitero y pasé a otra cosa. El jueves, tal como había anunciado meses antes, abandoné el informativo. El viernes me fui a África. Estuve allí tres semanas. Regresé, y la monserga seguía. Es hora de que termine. ¡Se callen, coño! Lamento decepcionar a los admiradores de Dan Brown y a los enfermos de complotitis, pero esto es, por mi parte, todo. Si existe una conjura, cosa que ignoro, ni Sol, ni Telemadrid, ni la COPE, ni El Mundo me han dado vela en ella. ¡Qué le vamos a hacer! Soy un don nadie.

Publicado en: ...el 30 Abril 2008 @ 12:46 Comentarios desactivados

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