DRAGOLANDIA: Guiomar

Estos días azules y este sol de la infancia… Fue lo último que escribió Antonio Machado. Puntos suspensivos, y murió.

Su verso martillea mi sangre mientras camino, en estos días azules, por las calles de Madrid. La culpa ―la causa… ¿Por qué en español coloquial se identifica ésta con aquélla?― es de las chicas. Van livianas, ágiles, aéreas. Se han despojado de la ropa de abrigo y sus cuerpos restallan, rompen el aire, lo convierten en viento. No es ya la primavera, desaparecida, desapacible siempre, muerta en el combate del cambio de clima, sino el verano, lo que altera la sangre. La mía, al menos. Me la alborota, trastornándome, la mudanza cíclica del vestir femenino. Sucede dos veces al año: cuando llega el calor, cuando vuelve el frío. Las bellas tapadas se destapan, las bellas destapadas vuelven a taparse, y es en ambos casos como si, haciéndose distintas, y fugitivas siempre, renacieran. Pasan y se van. En cada puerto, decía Neruda, una mujer espera. ¿A quién? ¿Al que una noche se acuesta con la muerte en el lecho del mar? Farewell, adiós: así se llama el poema del chileno. Tenía dieciocho años cuando lo escribió. La isla, luego, se hizo negra. Ya había empezado a morir entonces. Mis ojos, concupiscentes, resignados, se van detrás de esas muchachas, hacia ellas, con ellas, en ellas. ¡Si hubiésemos sabido que era esto! (Gil de Biedma). Sol de infancia, días azules: ¿para qué? Anoche vi cómo una pareja se besaba junto a una farola de la calle Ancha. Ya nadie, por cierto, la llama así. Se querían, sabedlo (Aleixandre). ¿Política? ¿Negociaciones entre los agentes sociales? ¿Pamemas de pavisosos despechados en Bruselas? ¿Congreso del PP? ¿Subidas del petróleo? ¿Pederastas en el banquillo? ¿Corrupción en Estepona? ¿Tendría que hablar aquí de todo eso? Una pareja abrazada en San Bernardo. Su beso es vuelo. ¿Innovar el tropo, la metáfora? (Vallejo). Yo, como Tonio Kröger (Mann), miro ya el mundo desde fuera, tiritando en la terraza de un hotel del Báltico y a través de los cristales de las ventanas del salón. Dentro, las parejas bailan, sueñan, vuelan, se quieren. Algún día, aún lejano, pensarán en los días azules, en la juventud perdida, en el sol de medianoche. Mi reino por una cintura, por unas faldas, por unos tobillos de mujer. Y, para colmo, va Cyd Charisse y se muere. Sus piernas movieron el mundo.

A ti, Guiomar, esta nostalgia mía. Otra vez Antonio Machado. O Proust: Madrid, de repente, es un hervidero de muchachas en flor.

Publicado en: ...el 23 Junio 2008 @ 12:14 Comentarios desactivados

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