Chocolate

chocolate

La palabra se presta a juegos de eso mismo: de palabras… Me han pedido que inscriba 230 ―ni una más― en el fuste de esta columna. El periodismo es así: una noticia contada en más de 30 líneas de 60 espacios deja de ser noticia y se convierte en novela.

Novelescas son, en todo caso, las primeras noticias llegadas a Europa a cuento del chocolate. Nos las dieron los cronistas de Indias, pero el chocolate, antes de convertirse en noticia y en novela, había sido sacramento de una cultura a la que la guerra traída por los conquistadores impidió vivir en paz.

Juegos de palabras: chocolatir, chocolato yo, chocolate usted, chocolatimos todos… ¿Late el chocolate? Sí, porque está vivo y, además, su ingesta, a condición de que se tome negro, cuanto más negro, mejor, repercute saludablemente en eso: en los latidos del corazón.

Está científicamente demostrado, como de otros productos dicen, engañándonos, los anuncios tontos de la caja tonta. Pero lo del chocolate no es engaño, sino certidumbre: sus polifenoles reducen la tensión, dilatan las arterias, mejoran los parámetros del riesgo cardiovascular, estimulan la capacidad cognoscitiva, detienen la proliferación de células cancerosas en pruebas de laboratorio, controlan la diarrea y, en líneas generales, y entre otras cosas, aumentan la longevidad.

¡Atiza! ¡215 palabras ya! Seguiré chocolatiendo. El asunto lo merece. Contad si son catorce, y está hecho.

Publicado en La Razón, noviembre 2008


Publicado en: ...el 05 Enero 2013 @ 10:26 Comentarios desactivados

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