Burmese days (3): Costumbres extrañas

dolares

Vuelvo a Birmania, que quedó ya muy atrás, después de mis excursos anteriores…

Olvidé dar un consejo, no por extraño menos importante, en mi segunda entrega, que lo era de instrucciones.

Paese che vai, gente che trovi, dicen en Italia, y añado yo que no hay nación en la que no existan costumbres, a los ojos del viajero, extravagantes.

En España, por ejemplo, los indígenas hablan a gritos, tutean a todo el mundo, se pasan la vida en los bares, suscriben hipotecas, se drogan con el fútbol, discuten de política, descargan la culpa de sus problemas a quienes no la tienen y se van a dormir a las tantas. Lo último, debido a las toxinas que el insomnio genera, pues nada es tan insalubre para el humor como la nocturnidad y la falta de sueño, los conduce al virtuosismo, que nadie les discute, en lo que a todas luces constituye el deporte nacional: la mala leche. ¡Lástima que todavía no sea deporte olímpico, porque nos alzaríamos con las tres medallas! Propóngalo el ministro Wert a quienes tengan plato puesto con tropezones de triunfalismo en esa cena de los idiotas. Lo mismo –Dios no lo quiera– bendecían así la candidatura de Madrid para los Juegos de 2020 quienes tienen la potestad de hacerlo. De perdidos al río. Para ser pobres, mejor nadar en la miseria. No existe camino más directo hacia ella que la organización de una olimpiada. Contrapartida: los españoles serán cada vez más longevos porque no tendrán donde caerse muertos.

Olvidémonos de Caconia. A lo que iba…

Si van a Birmania, país que no tardará mucho en sobrepasar nuestra renta per cápita, lleven dólares tersos, limpios, impolutos, recién planchados, a ser posible con almidón y perfumados con Chanel número 5. No hablo en broma. Los birmanos, que en eso son muy suyos, no se los cambiarán si tienen pliegues, esquinas dobladas, anotaciones, manchas o la más ligera imperfección. Basta, para que los rechacen, con que estén un poco manoseados. El viajero que los lleve así –yo me libré de milagro– las pasará canutas e igual tiene que volver a casa con el rabo, la ilusión y la mochila entre las piernas. O si encuentra, por fin, busca que te busca, algún alma caritativa dispuesta a sacarlo de apuros, perderá en la transacción alrededor de un treinta por ciento.

No tengo ganas de escribir más. Ando un poco depre. Dentro de diez horas agarro el avión de la Thai que me depositará en el país de la mala leche. Voy a tomarme una copa. O dos. O tres. Las necesito para olvidar lo que me espera. Creo que, para colmo, en Barbaria hace un tiempo de perros de esquimal. ¡Y yo con una camiseta, pantalones ligeros de algodón y sandalias sin calcetines! ¿Qué delito cometí naciendo donde lo hice?

¡Atchíiis!

Publicado en Dragolandia, elmundo.es, 24 enero 2013


Publicado en: ...el 25 Enero 2013 @ 11:44 Comentarios (2)

2 comentarios

  1. A 25 Enero 2013 @ 14:52 pivodi dijo:

    No hace mucho soñé con la paradisíaca Birmania, su gente, su naturaleza, su fauna. El sueño era más o menos así:

    Paseaba yo por Birmania en busca de un lugar donde descansar cuando se me apareció un birmano daga en mano que me gritaba agudamente algún tipo de maldición incomprensible. Me arroje hacia él mientras se hundía su daga en mi cintura, pero que mas daba, me dije, era un sueño, no podía hacerme nada. Agarré con mis manos su cuello y golpee con mi frente su cabeza, pero no hacia mella en él, así que decidí morderle la nariz hasta arrancársela de la cara. Brotaba de su orificios nasales un chorro de sangre tibia hacia mi cara que me cegaba la vista. Hundí mis pulgares en las cuencas de sus ojos con la intención de alcanzar su lóbulo frontal, y dejar allí una marca indeleble grabada en su memoria, uno de esos recuerdos que solo aparecen una vez en la vida. Tan afano estaba a la tarea que me sorprendió ver como saltaban sus globos oculares como tapones de botellas de cava, seguidos de unos nuevos chorros de sangre roja, más roja aun que la anterior, chorros que solo alcanzaban a frenarse sobre mi cara y chorreaban desde mi frente hacia mi barbilla, cubriendo mis ojos y haciéndome ver todo en un tono rojo, como quien mira atravez de unas gafas de sol de ese color. La selva se estremecía y los arboles me indicaban que algo se acercaba a gran velocidad en dirección al claro donde me encontraba. Un zumbido como enjambre de abejas lo inundaba todo, era como mecánico, como electrónico, ensordecedor. Debía de ser el despertador, recordé que estaba puesto para las siete y media de la mañana, debía de ir a recoger a un amigo al aeropuerto, pero no podía dejar el trabajo a medio hacer, así que decidí darme cinco minutos más. Regrese al sueño y entre mis manos aún estaba el cuerpo moribundo del birmano, no podía dejar pasar la oportunidad de librar su alma mortal de la cárcel corpórea en la que se encontraba. El temblor del follaje de la selva se había materializada en dos birmanos más, estos venían cabalgando sobre sendos jabalís y saltando de sus extrañas monturas habían caído de pié, firmemente asentados, y blandían, a su vez, sendas dagas como de un metro o metro y cuarto. Me resultó curioso el que, aunque a los no familiarizados con los asiáticos suelen parecer todos iguales, en este caso si que era evidente que se parecían, eran tan parecidos entre sí que debían de ser familia del que yacía a mis pies luchando por escapar de su dolorosa vida. Fue un momento familiar, en su sentido más trágico, pues era evidente que sus hermanos querían agradecerme la labor realizada a su familiar. No tenia yo ya muchas opciones así que decidí saltar de la cama con la idea de escapar del sueño. Apague el despertador y me levante. Tenia el cuerpo cubierto de sudor por lo que me dirigí a la ducha para hidratarme y mientras el agua limpiaba mi cuerpo pensé: esta noche cuando vuelva a dormir se van a enterar esos birmanos, no quedara así la cosa. Me vestí y tras desayunar salí en busca de mi amigo al que llamábamos el romano pues, aunque no utilizaba falda como ellos, si que calzaba sandalias al uso, como buen romano, pero eso es otra historia…

    Un saludo.

  2. A 29 Enero 2013 @ 20:38 Luca dijo:

    Hola, realmente me importa un pimiento lo que haya escrito Sanchez Dragó en esta entrada, tan solo vengo aquí a dejar spam como buen malnacido que soy.

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