DRAGOLANDIA: Héroes

Así los llaman. Me refiero ―la duda ofende― a los miembros (no hay entre ellos miembras, se infringe la ley de igualdad, falla la cuota) de la selección nacional de fútbol. Han jugado bien ―lo reconozco― y sus modales han sido casi exquisitos, a diferencia de los que exhibían sus seguidores dentro y fuera del estadio, pero el heroísmo es otra cosa. Exige, por ejemplo, que sus protagonistas se enfrenten a la adversidad jugándose la vida y poniendo ésta al servicio de un bien superior que no redunde en beneficio de quien aspire a héroe. Ninguna de esas condiciones ―mínimas, inexcusables― concurre en este caso. Vi, a ráfagas, sin demasiado interés, porque el deporte me aburre y tenía, curándome en salud, un libro entre las manos, los dos últimos partidos de la Copa en cuestión, que ni sé cómo se llama (¿Champions, quizá? De ser así, ¿por qué no de Campeones?), y las reacciones de esos salvajes a los que llaman hinchas me avergonzaron. Más vergonzoso aún me pareció el zafarrancho de combate que a renglón seguido y durante más de veinticuatro horas de oprobio colectivo devastó el país. De todas las imágenes deplorables que las pantallas de televisión, inmisericordes, nos propinaron, y fueron muchas, ninguna rayó tan bajo, tan a ras de suelo y de la vergüenza propia y ajena, como la relativa a lo sucedido en los vestuarios donde nuestros jugadores celebraban el triunfo. Vi en ese momento, con las pupilas dilatadas por el estupor, el asco y la incredulidad, a varios jugadores ―el célebre Casillas, entre ellos― en ropa interior de horteras rematados. Marcaban paquete con repugnantes calzoncillos de espuma negra (ver para creer), esgrimían botellas de champán malo a gollete abierto, se rociaban los unos a los otros con la espuma que salía por él y se gastaban bromas pueblerinas de reclutas en la edad del pavo mientras los comentaristas y locutores de la tele ―iguales todos en eso― palmoteaban con ojos embobados de padres que perdonan las travesuras de su prole. Lo peor, en aquella apoteósica exhibición de zangolotinería y vulgaridad, eran los calzoncillos de espuma negra. ¿Ligarán con eso? ¿Los habrán heredado de quienes in illo témpore ―el del franquismo y el gol de Marcelino― los compraban en las rebajas de Sepu? ¿Veremos pronto a los chicos de Viena con sus habilidosos pies enfundados en calcetines rojigualdas? ¿Heroísmo? ¿Aquiles frente a Troya? ¿Hernán Cortés en Teotihuacán? ¿Los últimos de Filipinas? No, no. ¡Casillas en calzoncillos! Estamos tocando fondo.

Publicado en: ...el 08 Julio 2008 @ 12:45 Comentarios (2)

2 comentarios

  1. A 15 Agosto 2008 @ 17:17 Zocrates dijo:

    Ozea que, Si no se disfruta del jubilo a tu manera….. entonses se es bulgar???

    Alguna ves te as zentido tan felis de ovtener algo, que lo selebras sin inportar nada y zencillamente lo disfrutaz???

    Respeto zu opinion.. me encantan sus excritos………pero en esta ocacion, me e antojado de acer un comentario.

  2. A 25 Agosto 2008 @ 22:49 antonio dijo:

    Aunque no viene del todo al caso, quiero dejar mi impresion sacada en el ultimo programa La Noria donde el sr. Enri Sopena impedia de manera continuada que diese su opinio. Me extrañé de vd. porque estuvo muy prudente,y pacifico, el tiempo cura hasta la rebeldia.
    Vd. segun tantos comentarios paso de la Izquierda a la Derecha más derecha, pero el sr. Sopena debe estar comiendo con el poder, se le nota a legua y mantiene un alineamiento total.
    Le digo, yo ya he cumplido los 62, estuve donde Vd. hace tiempo que paso de todos, son barataria y trileros politicos, el HAMBRE es muy Mala.
    Entre los dos me quedo con DRAGÓ. SALUDOS.