Laudatio de Murakami

murakami haruki tokyo blues 1q84

Hace menos de un par de semanas se falló el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Formo parte de ese jurado desde 1998. Es un honor.

Dos finalistas llegaron, casi a la par, a la penúltima votación. Eran Murakami y Roth. Daban las siete de la tarde cuando se suspendieron las deliberaciones para que al día siguiente, tras consultar con la almohada, dictáramos veredicto y lo diéramos, urbi et orbi, a conocer

Se decidió, para ganar tiempo, que la laudatio del vencedor quedase redactada, a falta de retoques de última hora consensuados entre todos, antes de que se produjera la última votación.

Así lo hicimos. Creo que fue mi tocayo Rodríguez de la Fuente quien pechó con la responsabilidad de definir en pocas líneas la extensa obra de Phillip Roth y el porqué de su posible subida a los altares de la Fundación Príncipe de Asturias. Yo recibí el encargo de hacer lo mismo en lo concerniente a Murakami, pese a saber que la candidatura de éste se vendría abajo en la recta final. Mi texto corría el riesgo de ser un brindis al sol (naciente, por tratarse de un escritor japonés).

Lo fue. Ganó Roth, y bien está, aunque no figure entre los santos de mi devoción, por abrumadora mayoría: diecisiete votos contra tres, o algo así. Tengo mala memoria para los números, sobre todo cuando giran en contra de mis deseos.

Quizá sirve la laudatio en cuestión para alguna imprecisa fecha del futuro. Estoy convencido de que el autor de Tokyo blues recibirá algún día el premio que en esta ocasión se le ha escapado. Publico a continuación lo que sobre él escribí…

“Con Murakami el Príncipe de Asturias de las Letras se abre a Oriente. Se trata, en realidad, de un camino de ida y vuelta, porque el autor de Tokio blues es el más occidental de los grandes escritores japoneses vivos, como en su día lo fueron, sin dejar de ser orientales, Tanizaki y Soseki. No por casualidad es Murakami, propuesto para el Nobel, uno de los novelistas más apreciados, allí y aquí, por los lectores jóvenes de un mundo globalizado. A quienes no son tan jóvenes los sorprende y los inquieta. En sus libros, traducidos a más de cuarenta idiomas, se escuchan voces y ecos tan dispares como los de Dostoievski, Dickens, Scott Fitzgerald, Truman Capote, Salinger, Carver, John Irving, Manuel Puig y Vargas Llosa. Lo real, lo fantástico y lo surrealista, lo individual y lo social, se entremezclan en un corpus literario que es intimista e interiorista, pero que también planta cara a los grandes problemas de su país y de su época.”

Publicado en Dragolandia, elmundo.es, 15 junio 2012


Publicado en: ...el 09 Marzo 2013 @ 13:04 Comentarios (1)

One Comment

  1. A 09 Marzo 2013 @ 14:33 pivodi dijo:

    Por lo que describe en su descripción, Murakami, refleja todos los atributos nipones: delicadeza, sutileza, fragilidad, derrotismo, pesimismo, sentimentalismo, y como colofón el clásico suicidio. El mundo de los hombres sin verdad es el que hoy perdura. Buscan la profundidad de la vida en la vagina de sus amantes, como quien la busca en el fondo de un baso de etílico alcohol, pero a diferencia de un buen brandy, en este carnal caso solo encuentran sangre, vida y muerte, roja, como el sol rojo del imperio del sol, como el sol naciente que un día surgió del delirio etílico de un adolescente, eterno durante un instante, fugaz para siempre. Es la inconsciencia del mundo moderno.

    Responsabilidad, aprendizaje, madurez… la gran madre Binah exhibirá en su mano izquierda la cigüeña de la nueva vida, aplastando a su paso el antiguo ocaso del sol poniente, de occidente. Volverán las oscuras golondrinas en las sopas sus nidos a fraguar, en forma de vulva y mostrando por su abertura los granos de las semillas de barro.

    Creo que fué Sanchez Dragó quién hablo de la religión del amor, un mal de nuestro tiempo, pero el amor es bello, te hace amar la materia de la que esta hecha el ser amado, y más allá, de su alma que anima esa materia, es como si en medio del no–ser hubiera algo que es. El amor y la materia, quizás por eso el suicidio sea para la cultura nipona la mejor salida. Cuando la globalización falla quizás no queda otro remedio. Escoger entre la esclavitud o la aniquilación. El amor en el sentido más amplio es el elixir de la vida.

    Que poco se parece este Japón de la derrota al Japón milenario, pero es mejor así. Siempre he dicho que aquel Japón era una pose y que este de ahora es el verdadero Japón.

    Un saludo.