A vuelapluma, a contraespaña
Así -Muertes paralelas- se llama el novelón de ochocientas páginas que ya tengo escrito y que no tardará en aparecer. Todo, en él, es rigurosamente cierto, menos su última escena. No la revelaré.
Cuento, en esa obra, una triple tragedia: la de mi padre, joven periodista -al que no conocí- asesinado en Burgos por sedicentes miembros de la Falange el 14 de septiembre del 36; la de mi madre, que lo buscó en vano, conmigo a cuestas, de punta a punta de España durante los tres años de la Guerra Civil; y la mía, españolito de corazón helado que nació diecinueve días después de que mataran a su padre.
He bajado a los infiernos. Lo pagaré caro, pero mentiría, por omisión, si no repitiera aquí lo que en mi libro digo: lamento profundamente haber nacido español. Tengo derecho a decirlo. Soy huérfano de guerra. El 17 de julio del 36, a eso de las cinco de la tarde, quizá no en punto, pero sí en sombra, don Indalecio Prieto entró en la cafetería de las Cortes y comunicó a los chicos de la prensa allí reunidos que acababa de sublevarse la guarnición de Melilla. Mi padre, Fernando Sánchez Monreal, veintiséis años, director de Febus -la agencia de noticias de El Sol y La Voz-, hijo, sobrino y hermano de periodistas, cogió un coche, dejó a mi madre, embarazada, en el piso madrileño donde yo nací y se fue hacia el sur en busca de información. No regresó nunca. Su familia era socialista, pero él militaba en el partido -demócrata, republicano, católico y conservador- de don Miguel Maura. Murió, sin embargo, por rojo. Lo denunció un primo político de mi madre al que él había ayudado y metido en la redacción de La Voz. Lo envió a la muerte don Juan Pujol, Jefe de la Junta Nacional de Propaganda, también periodista y futuro director de los diarios Informaciones y Madrid. La familia de mi madre era de derechas. Dos de los sobrinos -nobilísimos- del felón que denunció a mi padre murieron en la División Azul. Dionisio Ridruejo, con el que yo estuve en la cárcel, dedicó a su madre -mi tía Luisa, alma de Dios- un hermoso poema.
Yo soy hijo de las dos Españas y huérfano de las dos. Llamo muertes paralelas a las de los españoles de uno y otro bando, o de ninguno, que no murieron en el frente, sino que fueron asesinados en la retaguardia. Así son las guerras civiles. Así fue nuestra Guerra Civil. Todos culpables. Y víctimas. En la portada de mi libro habrá dos fotos: la de Fernando Sánchez Monreal, periodista asesinado por la Falange en Burgos -sé dónde está. Me ha llevado medio siglo averiguarlo-, y la de José Antonio Primo de Rivera, falangista asesinado dos meses después en Alicante por el Frente Popular. Muertes, ambas, paralelas. Hubo otras muchas en los dos bandos. Señor Zapatero: modérese, tranquilícese, sea ecuánime, no juegue con fuego. Abra fosas, como yo lo hago en mi libro, pero no trincheras. Todos, en el país que usted gobierna, somos hijos -o nietos. Tanto monta- de padres y abuelos asesinados.
O de asesinos.
Fernando Sánchez Dragó
5 de marzo de 2006
estremecedor
gracias
Amen
¡Cuánta razón tiene Vd. Sr. Dragó! ¡Cuántas sorpresas pueden llevarse muchos de los que gritan por la memoria histórica creyendo pobres víctimas a sus ancestros! Es lo que tiene el odio y el afán de revancha …
ingratos: “josé antonio zarzalejos altares”, “mariano gómez de liaño y botella”, “alfonso vez pazos”
lamento profundamente haber nacido español