In vino veritas, libertas et amicitas

fernando sánchez dragó javier sierra marta robles jesús gonzález-green josé manuel novoa fenavin

Nunca mejor dicho, como verán…

He intervenido en una mesa redonda sobre vino y aventura, junto a Jesús González-Green, Javier Sierra y José Manuel Novoa, celebrada en la Feria de FENAVIN (Ciudad Real). Fue Marta Robles quien nos condujo a ella y la moderó. Días antes me hicieron una entrevista para el diario La Tribuna. Apareció mutilada por las consabidas razones de la estrechez de espacio. Me divierte publicarla íntegra. Es lo que hago a continuación…

“P.- ¿Cómo es en la actualidad su relación con FENAVIN y cómo se inició? ¿Cómo cree que contribuye esta feria a divulgar la cultura del vino y qué opinión tiene de los vinos de Castilla La Mancha? ¿Cómo considera que ha sido su evolución?

R.- Mi relación empieza ahora. No puedo responder a las otras dos preguntas, ya que nunca he visitado esa feria.

P.- ¿Cómo descubrió el vino y cuál fue ese hecho decisivo que le llevó a abrazar al vino como un compañero imprescindible en su vida?

R.- Lo descubrí a los quince años en una taberna cercana a mi colegio. Tomé allí mis primeros chatos mientras jugábamos al mus. Rectifico… No eran chatos. Era una botella de vino peleón, muy peleón, de la que bebíamos a morro y con pitorro: el tubito que salía del tapón. Ya nadie sabe lo que es eso.

P.- Además, seguro que ha habido algunos momentos importantes en su vida que han estado vinculados a la degustación de un buen vino. ¿Recuerda alguno en especial y con qué vino en concreto?

R.- En casi todos los momentos importantes de mi vida ha habido vino: los de la amistad, el amor, la aventura, el sexo… Cuando viajo llevo una bota. Lea usted mis memorias. Celebré mi llegada a Italia sin pasaporte –así empezó mi exilio- trasegando cinco litros de horrible Frascati en Roma junto a la mujer que amaba. La trompa fue monumental. ¡Con decirle que a las tres de la mañana salí a la calle en pelotas! La policía italiana, gracias a Dios, no trasnochaba. Hubiera sido embarazoso, a decir poco, explicar y justificar tan excéntrica conducta en un extranjero carente de documentación.

P.- ¿Tiene la sensación de que cuanto más sabe de vino más placentero le resulta probar diferentes caldos?

R.- Sólo hasta cierto punto. El paladar tiene razones que la razón no conoce. Los pájaros vuelan sin saber ornitología. La moda de las catas -¡tiene narices!- me parece una bullipollez.

P.- ¿Ha cambiado en algo la crisis económica su percepción del vino, el cómo personalmente se acerca a él? Y, en general, ¿qué sensación tiene de cómo este sector se está defendiendo en estos momentos difíciles?

R.- El vino ayuda a combatir las preocupaciones. No es conveniente renunciar a él en tiempos de crisis. Hay muchas cosas que son menos necesarias. Mejor prescindir de ellas que de un par de vasos del “bon vino” de Berceo. En cuanto a lo segundo, no tengo ni la más ligera idea. La economía y el marketing me aburren. Vivo al margen de ambas cosas.

P.- España es el tercer productor de vino del mundo y el penúltimo europeo en consumo. Algo hemos debido hacer rematadamente mal.

R.- Algo, no. Mucho. Los españoles son un desastre. Sólo piensan en divertirse, zanganear, ver partidos de fútbol y envidiar al prójimo. Lamento tener tan mala opinión de mis compatriotas, pero más lamentaría ser un mentiroso. Estoy generalizando, claro. Sé que hay bastantes excepciones, pero no las suficientes. ¿Quiere oír mi definición de España. Aquí la tiene: “siesta, fiesta e Iniesta”. Así no se va a ninguna parte. Los españoles, para colmo, dan mal ejemplo, pues prefieren consumir ese aguachirle pasteurizado que es la cerveza embotellada. Gracias a ella, eso sí, practican continuos lavados de estómago. Sabe a jabón.

P.- ¿Se le ocurre alguna acción para que el consumo moderado de vino entre los jóvenes sustituya a la ingesta de destilados y alcoholes de alta graduación?

R.- No. Los jóvenes siempre optan por lo más fuerte, por lo más dañino, por lo más vulgar… Está en su naturaleza. Pero… Perdone la insistencia: ¿qué tal si prohibimos las litronas? Son armas muy peligrosas y, por si fuera poco, estragan el gusto.

P.- Vino y salud es un binomio del que se habla mucho. En su caso, ¿le han recomendado en alguna ocasión una ingesta modera y lo hace así habitualmente?

R.- Uno de los lemas del santuario de Delfos era: “Nada en exceso”. Procuro atener mi vida a esa norma. Desde hace muchos años, excepciones aparte (las hay), sólo tomo dos copas de vino al atardecer. Mejor dicho: las tomaba (de Albariño, de Alsacia o de buen Rioja). Ahora las he sustituido por un tercio de botella de champán. Champán, digo, y no añado que francés, porque eso sería redundancia. Otro no hay. Y nunca, por supuesto, cava, la bebida de los horteras, venga de donde venga.

P.- A los vinos españoles tal vez les falta definirse y venderse mejor, asociarse a una marca, como los franceses al glamour y los precios elevados; los italianos a la dieta mediterránea… ¿Se le ocurre qué lema o asociación de ideas le iría bien a nuestros vinos?

R.- La dieta mediterránea es un camelo mediático. El glamour, una idiotez en formato cuché. Los vinos franceses, cuando son buenos (porque los hay vomitivos), son los mejores del mundo, seguidos por los argentinos, los australianos, los sudafricanos… Los californianos no me gustan. Los españoles, según, según. Hay mucho triunfalismo patriótico en lo concerniente a ellos. Perdonen que sea tan aguafiestas y tan heterodoxo.

P.- ¿Qué le falta y que le sobra a nuestros vinos para que sean más accesibles?

R.- Les sobran grados y les faltan variedades de uva. Hay mucho pensamiento único en nuestra viticultura: siempre tempranillo, chardonnay, verdejo… ¡Menos mal que están la mencía, la malbec (aunque no en España, que yo sepa) y las cepas del Rhin y del Mosela traídas por los cluniacenses a Galicia! A cambio se cargaron el camino jacobeo, pero no hay mal que por bien no venga.

P.- A día de hoy, ¿qué cantidad como máximo está dispuesto a pagar por una botella de vino? ¿Tiene la sensación de que hoy en día pocas bebidas guardan una relación calidad/precio más ajustada?

R.- Decía Machado: “todo necio confunde valor y precio”. El vino, en líneas generales, me parece barato, aunque en España cada vez lo sea menos. Lo que esté dispuesto a pagar depende del estado de mi bolsillo, del sex-appeal de la mujer que tenga enfrente y de la cantidad de alcohol que ya circule por mis venas. Cien gramos de locura son saludables y aconsejables; un kilo, no; un quintal, menos.

P.- Y para terminar y si se anima, un vino o una bodega de Castilla La Mancha que le haya sorprendido últimamente.

R.- No quiero parecer descortés, pero le confieso que no estoy al tanto. A ver si en esta feria me pongo al día, aunque soy poco amigo de sorpresas. El vino es una costumbre, y las costumbres siempre son añejas. Antes bebía blanco pálido Yuntero. Pero eso fue hace muchos años. Ahora, como ya he dicho, sólo bebo champán. Y el champán, si no es de Reims, no es champán.”

A su salud, señores, sin excluir a quienes aquí depositan su veneno en forma de comentarios asnales. El alcohol desinfecta. Seguro que no dirían lo que dicen ni pensarían lo que piensan (aunque cueste trabajo admitir que sus deposiciones sean fruto del pensamiento) alrededor de una botella de Mumm.

Kampai!

Publicado en Dragolandia, elmundo.es, 8 mayo 2013


Publicado en: ...el 09 Mayo 2013 @ 10:58 Comentarios (1)

One Comment

  1. A 09 Mayo 2013 @ 16:50 Peter dijo:

    Bueno, pues la justicia divina, es decir la justicia que está en cada esquina y sobre todo al final, después de la muerte, no está ni en el vino, ni en la falsa amistad ni en la falsa libertad. Y EXISTE.

    Anneke…Enhorabuena.