Amor constante más allá de la muerte

toldo tumba dueño

Mis fuentes son abc.es y el blog Cerrajeros Zaragoza. La persona que me da el queo es Javi, mi ayudante, al que ya conocen los lectores de Dragolandia.

Soy una terminal gatuna. Centenares de propietarios, amantes y admiradores de los gatos se dirigen a mí con peticiones de ayuda, información acerca de felonías o, simplemente, historias protagonizadas por los mininos.

Hablaba yo aquí de la muerte hace unos días y voy a seguir haciéndolo, porque los gatos son animales psicopompos, que se mueven a su antojo por las plutonías o canales de acceso etérico al más allá (o, en el peor de los casos, a la nada) y tienen la facultad, el deber y la vocación de acompañar a los seres humanos, y quizá a otros animales, en sus desencarnaciones.

El gato de la foto, que se parece extraordinariamente a uno de los míos (Bufanda), es italiano, se llama Toldo y vive en Montagnana, minúscula aldea de la Toscana (imposible evitar la rima).

Un mal día, hace de eso un par de años, falleció su dueño, que lo había recogido en la calle cuando el pobre Toldo, famélico, sólo tenía tres meses de edad.

Digo lo de dueño por decir, pues sabido es que los gatos no lo tienen.

El día del entierro, Toldo siguió a la comitiva fúnebre por las calles del pueblo. Nadie dio importancia al hecho.

Al día siguiente, sin embargo, cuando la viuda y la hija del difunto llegaron al cementerio, Toldo ya estaba allí y, además, había depositado una hoja de acacia sobre la losa, en cuya superficie despunta un crucifijo.

Desde entonces no pasa día en que el gatito no visite la tumba del hombre que lo rescató y siempre coloca en ella una ofrenda recogida a lo largo del camino: una flor, una ramita, un trozo de papel, un vaso de plástico, un insecto… Lo que sea. Todo le sirve a Toldo como testimonio de cariño, lealtad y gratitud.

¿Hay algo bajo esa lápida que no sea polvo en el polvo? Misterios gatunos.

Quevedo escribió un soneto celebérrimo -el de “polvo será, mas polvo enamorado”- al que puso por título Amor constante más allá de la muerte.

He encargado ya a un cantero de Jaca la losa de piedra -no quiero mármol- que cubrirá mi tumba en el cementerio de Castilfrío de los Gatos. No tengo prisa, pero soy hombre precavido. Confío en que Bufa, si me sobrevive, como es probable y deseable, porque no soportaría verlo morir, haga conmigo lo mismo que Toldo hace a diario con su no-dueño y ronronee sobre mi huesa.

Bufa también fue recogido en una calle de Kioto. Mi hijo Akela lo persigue (a gatas, claro), le tira de las orejas, lo achucha, le da cachetes, le hace cariñosas perrerías -¡perrerías a un gato!-, y Bufa, del que suelo decir que es, por su bondad y su paciencia, la reencarnación de san Francisco de Asís, jamás le saca las uñas.

Los niños arañan a los gatos, pero los gatos muy rara vez arañan a los niños. Lo sé por experiencia.

¡Miau!

PD – Véase, como muestra de la festiva fraternidad entre los gatos y los niños, este vídeo de Akela con Teseo.

Publicado en Dragolandia, elmundo.es, 25 agosto 2013


Publicado en: ...el 29 Agosto 2013 @ 19:35 Comentarios (1)

One Comment

  1. A 30 Agosto 2013 @ 14:44 Doris dijo:

    Bellos y entrañable vídeo. Que puedo decir si soy felina por los cuatro costados y adoro a los niños.
    Akela es un niño feliz y sera un hombre honorable por querer a los animales.

    Miau también:-)