DRAGOLANDIA: Miau
Doy por hecho que nadie ignora, entre quienes me siguen o me leen, la pasión que los gatos me inspiran. No sólo Soseki (que aparece en la portada de la edición de bolsillo, recién salida, de mi novela Las fuentes del Nilo), sino todos los que existen, han existido y existirán.
Los he tenido por docenas en Madrid, en Soria, en Alicante, en Roma, en Tokio, en Dakar, en Fez…Doquiera he vivido.
Es el animal favorito de los escritores. Hace poco publicó Siruela una antología de los mejores relatos dedicados a ellos. Reciente es también la aparición de dos libros de Antonio Burgos en los que éste cuenta con gracejo de buena ley y mejor pluma la historia de las relaciones mantenidas por él y por los suyos con el felino en cuestión.
Si me obligaran a elegir algo ―una sola cosa, animal, vegetal, mineral o artificial― entre cuanto el universo contiene, optaría por el gato. Nada en el mundo, ni siquiera la rosa de Giambattista Marino, Francisco de Rioja, Juan Ramón, Borges y Umberto Eco, supera en perfección a ese animal. El tigre, el leopardo y la pantera negra, felinos todos, lo emulan, pero no lo alcanzan porque, precisamente, no están ―homo mensura― a nuestro alcance.
Más de una vez he dicho, y no mentía, aunque acaso exageraba, que, puesto a reencarnarme, me gustaría hacerlo en gato. Tendría así, por ley congénita, derecho a las tres prerrogativas que el hombre de Cromañón, según cuenta Kipling en su último libro (Just so… Precisamente así en la edición española), otorgó por los siglos de los siglos a los gatos en el alba de los tiempos: un tazón de leche al día, un lugar junto al fuego y vigilar el sueño de los niños mientras duermen.
Aunque más exacto sería decir que fueron los gatos quienes obligaron a los hombres a concederles esos privilegios. Kipling lo explica con mano maestra. Su libro, que es de cabo a rabo una delicia, se subtitula Historias para los niños y para quienes aman a los niños. Regálenselo a los suyos el 6 de enero. Yo lo recibí en tal día como ése, hace más de sesenta años, y sigue hoy en mi mesilla de noche.
¿Perros? ¡Por favor! Son democristianos. Nunca ha habido un gato policía.
En la próxima entrega de este blog aclararé el motivo ―lo hay― de esta perorata gatuna. Hoy ya no puedo hacerlo. Dice Manu Leguineche, al que el otro día rendimos homenaje en Guadalajara, que una noticia deja de ser noticia y se convierte en novela cuando utiliza quien la da más de trescientas palabras. Yo llevo ya cuatrocientas cuarenta. Mis disculpas. Corto y paso.
Posdata – Renuncio al tazón de leche. Ya saben que es malísima para la salud de quien la ingiere después de la lactancia.
Una pregunta, en caso de tener el gato en pareja y la pareja se separa. ¿A quien le dan la custodia?
Un saludo, y a seguir criando gatos…
Fernando: soy un incondicional suyo, de siempre, por ser lo políticamente incorrecto que yo no soy capaz, y por más cosas.
Siento lo de su gato, lo acabo de escuchar de su propia voz y como yo también tengo uno, sé lo que debe sentir.
Es Vd. lo suficientemente fuerte para superarlo. Sólo decirle que son los gatos los que nos poseen a nosotros y no al revés, así pues el animalito ha decidido “dormir” para siempre.
Y otra cosa: procure ser compañero de otro, cuanto antes. Dicen que tienen la capacidad de hacernos olvidar al anterior.
Un saludo, con afecto
Miau… Mi gata Salima sabía predecir mis estados de ánimo. Ahora Juanita equilibra mi lado más felino. Tiene nombre de persona porque es más persona que quienes conviviemos con ella. También para Umbral su Loewe era parte de los placeres de sus días. Tienes razón, será que los escritores tenemos algo felino o que los gatos en realidad son los que escriben el mundo desde el fondo de sus sueños en un cesto de mimbre. A Juanita le gusta dormir acunada por la nana de mi teclado.
A 30 de noviembre 2008
¡Ojalá hubiera podido llevarse su mujer a su gato Soseki a Japón! Desgraciadamente no pudo ser Es lo que más hubiera deseado
Lo siento de corazón, estoy tan triste como usted
.Le he mandado una carta a Douce poniéndole que se la pasara porque no sabia donde escribirle
Saludos cordiales, Y todo mi consuelo para Usted
Mª Jesús
Hola Fernando, espero que cuando léas este comentario, estés más tranquílo.
Todos los Domingos te escucho en el programa de Isabel Gemio, y esta mañana he llorado contigo, se lo que es perder un animal(ya he sacrificado 2 perritas por la edad) sea cual sea, y más de la manera tan horrible que has perdido a Sonseki. Yo tengo dos perritas Lira tiene 12 años una bretona preciosa y buena y fiel, hay días que lloro pensando en el día que me falte.
También tengo a Brisa una teckel de un año, son mis más fieles compañeras de tristezas,soledades y alegrías, nunca encontraré amigas más fieles y desinteresadas que mis perritas, también duermen con nosotros, la peque encima de la cama, la mayor en su camita al lado mío.
No sabes como siento lo que estás sufriendo, te mando un gran abrazo todo mi apoyo y mucho ánimo.Besos.
Querido y admirado Fernando reciví hace unos días en mi correo este mensaje de una de mis mejores amigas, que conociendo mi pasión por el genero gatuno, me remitió estas palabras en las cuales me expresa cuanto echa de menos a su gato Sebastian,
Víctor, me siento vacía, quiero a Sebas o a otro amigo/a suyo, parece una tontería pero cuando te acostumbras a compartir tu rutina con un animal y mucho más con un gato, te crean dependencia a base del cariño que te dan y de lo tanto que aprendes de ellos. Ya sabes de mi pasión gatuna y de las tantas y tantas cosas que me gustan de ellos; esa independencia y ese alarde de libertad que rezuman aún a pesar de vivir en un lugar que ellos no han elegido, esa mirada elegante y orgullosa con la parecen decirte que tú no eres su dueño, sino al revés, que tú les perteneces, esos andares provocativos y exquisitos de los que sólo ellos saben alardear.
Y qué decir de la guapura y gallardía con las que la naturaleza les dotó, esos cuerpos estilosos y distinguidos que hacen de los gatos en particular y de los felinos en general, el animal más bello del planeta.
Qué grandeza la energía y la eficacia de sus movimientos, siempre exactos y precisos. Echo de menos sus lametones ásperos y su carita perfecta y mañanera, cuando él era mi primera visión. Si, le echo de menos.