EL COBAYA: Flores de acequia

En Esparta curtían a los niños y a los adolescentes para que llegaran a ser adultos capaces de plantar cara al enemigo en las Termópilas, empuñar los riendas de la polis, aportar granos de arena o pepitas de oro al funcionamiento de la misma y cuidar de sí mismos y de los suyos. En Atenas, ni les cuento. Por sus ágoras andaban gentes como Sócrates, Platón y Aristóteles, por citar sólo a los tres dioses mayores de la filosofía griega.

Eso sí que era, en ambos casos, asignatura de educación para la ciudadanía. La famosa paideia: un armazón de gnoseología, principios éticos y normas estéticas que enseñaba y, a la vez, obligaba al educando a convertirse en hombre de provecho. Nada que ver con el impune infanticidio de nuestro actual sistema pedagógico.

Mens sana in corpore sano, sí, pero de nada sirve la robustez del segundo si no va acompañada por la solidez de la primera. Lo uno y lo otro, no lo uno o lo otro. Conjunción copulativa, no disyuntiva. El matiz es importante.

Viene esto a cuento del síndrome postvacacional, esa idiotez, de la que tanto hablan en estos días los telediarios. Baja uno la guardia, enciende en un momento tonto la caja ídem y aparece en ella la imagen de un cretino barrigón con una caña en la mano o de una mema en biquini de todo a cien hecho en Shanghai explicándonos que las vacaciones se acaban, que el mar estaba muy fresquito, que la suegra y los nenes han sido menos pelmazos de lo que se temían, que han desconectado durante dos semanas y que el regreso va a ser durísimo. Tanto, añaden, que tendrán que ir al psicólogo. Parece ser que en algunas empresas ya los contratan de oficio para que los empleados no se pongan a hacer pucheros delante del ordenador.

¿Desconectar? ¡No te fastidia! ¡Serán cursis! ¿Por qué no dicen descansar? ¿Son electrodomésticos y no personas? ¿Se enchufan a la red?

Pero no es eso lo peor. Lo peor es lo del síndrome y su coletilla: los psicólogos. ¿Por qué hasta hace pocos años nadie hablaba de tan curiosa enfermedad? ¿Éramos antes de hierro, hercúleos, insensibles al dolor e inasequibles al desaliento, y ahora somos delicadísimas flores de acequia incapaces de hacer algo tan sencillo como irnos de veraneo y volver al cole sin que nos metan en la UVI, nos apliquen apósitos de árnica en las heridas de la psique y nos hagan cocolinos con una pluma de pavo real antes de contarnos el cuento de Blancanieves y subirnos el embozo de la sábana?

¿Psicólogos? ¡Una buena tanda de azotes es lo que yo le daría a todos esos gandules y luego a la cama sin cenar!

Tampoco entiendo que los familiares de las víctimas de una catástrofe –la del avión de Spanair, por ejemplo- necesiten la ayuda psicológica de un extraño para superar el trance en vez de hacerlo por sí mismos y entre su gente, pero eso es asunto de más envergadura. Lo dejo en el aire.

Publicado en: ...el 10 Septiembre 2008 @ 03:56 Comentarios desactivados

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