Primera y última crónica de una muerte anunciada

Dos en la carretera. Hubo una película, una movie road, que se llamaba así. Mi padre, Fernando Sánchez Monreal, periodista, hijo y nieto de periodistas —como Antonio Torres Heredia lo era, en el Romancero gitano, «de Camborios»— y director de la agencia Febus, salió de la sede de ésta, en Madrid, rumbo al sur, a eso de las ocho de la mañana del 18 de julio de 1936. Lo hizo para recoger información en el foco de la noticia. No delegó en nadie. No recurrió a su corresponsal en la zona. No envió a ella —la guarnición de Melilla se había sublevado— a ninguno de los compañeros que trabajaban a sus órdenes, pero se llevó con él a Luis Díaz Carreño, redactor de La Voz y amigo del alma.

Dos en la carretera, decía… Ni mi padre ni su camarada de aventura y desventura —de derechas el uno, de izquierdas el otro, pero periodistas, ambos, que anteponían la profesión y la amistad a sus ideas— volvieron nunca. Casi dos meses después, el 14 de septiembre de ese año, tras sobrevivir a una asombrosa peripecia por entre los campos de la España en armas, fueron asesinados a cielo abierto —¡res a la vista!— en un desmonte de las tierras de Burgos.

Yo nací 18 días más tarde.

Todo eso está contado en mi última novela, y no es mi intención menealla. Pero a mediados del pasado mes de febrero —poco antes de escribir estas líneas—, sucedió algo portentoso… Portentoso, al menos, para mí, pero de lo que decido dar pública cuenta porque quizá sea también de interés para el lector, ahora que tanto se habla, en tan enconados y encontrados términos, de memoria histórica. La hay, me parece, aunque sin hiel, en lo que voy a contar o, mejor dicho, a reproducir.

Se trata, en todo caso, de una pieza de trepidante periodismo improvisado sobre la marcha, a pie de obra, que interesará —supongo— a quienes aún tengan la costumbre, ya en desuso, de leer a diario el periódico y aprecien, por ello, el buen hacer o, incluso, la excelencia en un oficio hoy —por tantos motivos y, sobre todo, por el de la telebasura— encanallado y degradado.

¿Buen hacer? ¿Excelencia? No creo que me ciegue la pasión filial. Júzguelo, a la vuelta de unas líneas, el lector.

Se vende ahora, día a día, en los quioscos una edición facsímil de los principales periódicos madrileños tal y como una jornada tras otra, inflamados por la discordia, fueron apareciendo al hilo de la Guerra Civil. Y es en uno de ellos donde centelleó ante mis ojos, con la emoción que cabe suponer, el suceso al que más arriba hice referencia.

Está ahora desplegado sobre mi mesa el ejemplar de El Socialista correspondiente al martes 21 de julio de 1936. En su última página, con el título de Una impresión de los enviados de la Agencia Febus y el antetítulo de El movimiento en provincias, aparece la primera y última crónica de una muerte anunciada: la de los dos periodistas que, sin firmarla, ni falta que hacía, la escribieron horas antes de que, detenidos en Córdoba, se iniciara su odisea.

Es minuciosa, directa, eficaz, apresurada, rica en información y sobria en el modo de exponerla. Orilla lo personal, busca lo general en lo particular y eleva la anécdota a categoría. Esto, señores, es periodismo puro practicado por dos periodistas de raza que seguían con olfato de lebreles, pegada la nariz de la pluma al suelo, el rastro de la noticia y, pese a trabajar en la empresa Urgoiti (la de El Sol, la del Delenda est monarchia y la del ¡No es esto, no es esto!), infringían el precepto de Ortega renunciando, en su crónica, al yo y fijándose sólo en la circunstancia.

Merecería, lo escrito, no el Mariano de Cavia, puesto que no llevaba firma, pero sí el Luca de Tena. ¿Puede concederse éste a título póstumo? Sugerido queda.

¡Cuántos desvelos de investigador y fatigas de fabulador me habría ahorrado si lo que a continuación transcribo hubiese caído en mis manos mientras andaba en el tajo de Muertes paralelas! No se me ocurrió abrevar en esa fuente. Le cedo ahora la voz…

«Las primeras noticias de la insurrección militar, que daban cuenta de haberse producido en Ceuta y Melilla, nos hizo preparar el viaje a aquella zona. La ruta señalada de antemano era dirigirse a Jibraltar y, por Tánger, entrar en Tetuán. El coche que nos conducía sufrió una avería en las cercanías de Aranjuez. Fue providencial. Mientras reparaban la avería nos trasladamos al Parador de Turismo, donde, por la radio, tuvimos conocimiento de la insurrección en Sevilla. Ya la marcha a Marruecos tenía el inconveniente de que focos en la Península atraían la atención y daban nuevo giro a nuestra excursión. Por ello decidimos desviar la ruta y dirigirnos a Córdoba para entrar en Sevilla. Pocos momentos antes de partir, ya el coche dispuesto, nos dio la radio la noticia del Gobierno que acababa de constituir el señor Martínez Barrio.

Manzanares. A nuestro paso por dicho pueblo pudimos apreciar que las masas obreras se hallaban vigilantes ante las llamadas que por la radio se hacían. Todos estaban alerta y en sus puestos. Valdepeñas. Grupos de paisanos armados prestaban servicio de vigilancia. En nuestro viaje hasta Manzanares eran los guardias civiles quienes efectuaban el servicio de protección; mas a partir de este punto, como ya decimos, eran los grupos de paisanos. La vigilancia se apreciaba que era más y más rigurosa a medida que avanzábamos en la carretera. Ya en Bailén, esto quedó confirmado. La requisa que hicieron a nuestro coche fue minuciosa y detenidísima.

En el camino, con las primeras luces del amanecer, vencidos por un viaje precipitado y lleno de nuevas emociones.

Andújar. Pueblo tranquilo, hoy alerta y vigilante. A la entrada nos detiene un grupo numeroso de obreros.

Nos hacen abandonar el coche. Nos rodean. Mientras, varios de los obreros nos cachean. Otro grupo mantiene sus rifles y pistolas en nuestra dirección. Terminan. Y para facilitar nuestra marcha nos hacen entrega de un salvoconducto para salir de Andújar. Este salvoconducto dice así: ‘U.H.P. sin novedad. Jefatura de orden público de Andújar’. La despedida es con el signo gráfico de obreros. Puños en alto. Nos enteramos de la organización de una columna de obreros en Andújar que se dispone a partir para Córdoba. Se pretende reunir 3.000 hombres armados para auxiliar a las fuerzas leales al Gobierno que resisten en Córdoba.

La salida de Andújar es muy comprometida. Cuando llevamos recorridos tres kilómetros, nos cruzamos en la carretera con un coche. El momento es de suma emoción. Los ocupantes del coche con el que nos hemos cruzado nos hacen señas de que abandonemos nuestro vehículo. Lo hacemos así. La carretera está totalmente oscura. Bajan cinco individuos con pistola. Avanzan hacia nosotros. Les gritamos nuestras filiaciones; pero ellos guardan un silencio impresionante y prolongado. Les ofrecemos nuestra documentación. La revisan. Sigue el silencio. Por fin, guardan sus armas y nos invitan a seguir. Nos cruzamos con tres coches más. Sus ocupantes nos dicen que marchan en busca de refuerzos, pues el pueblo de Montoro ha caído en poder de los rebeldes. Preguntamos:

—¿Hay comunicación con Madrid?

Y rápida y urgentemente nos contestan, mientras siguen en sus coches:

—Los trenes que suben para Madrid están detenidos en El Carpio, Villafranca y otras poblaciones.

Nueva marcha, y esta vez un encuentro pintoresco. Un coche de turistas americanos. Están decididos a seguir. Les hacemos ver la conveniencia de que regresen, atienden, y así lo hacen. Por nuestra parte, emprendemos la marcha hacia Andújar y Bailén, pues los ocupantes de los camiones con quienes nos encontramos nos hacen ver la conveniencia de emprender el regreso. Nuevamente cruzan por la carretera camiones. Contamos hasta 12, llenos de hombres armados, en número de unos 1.000, que se dirigen a Montoro.

Otra vez en Bailén. Aquí nos enteramos del nuevo Gobierno constituido en Madrid. Lo preside el señor Giral. Nos detenemos unas horas y tomamos la dirección de Jaén para seguir el camino de Córdoba.

Cuando llegamos a Jaén, visitamos al gobernador civil, quien nos da cuenta de que unos 15.000 hombres han salido con dirección a Córdoba, armados y fieles al Gobierno de República. El pueblo de Jaén estaba en la calle. El pueblo, el verdadero pueblo, ha respondido con una unanimidad y un entusiasmo verdaderamente sublime. Con orden perfecto, con espíritu cívico admirable, han establecido un sistema de vigilancia asombroso. En la provincia de Jaén la movilización civil ha respondido dócilmente a los dictados de las órdenes del Gobierno.

Seguimos nuestro viaje. En Menjíbar, al intentar unos grupos practicar unos registros domiciliarios, los dueños de las casas agredieron a los que tal pretendían, y se originaron sucesos. Han resultado varios muertos y heridos.

En Alcaudete nos dicen que aviones afectos al Gobierno han tomado la dirección de Sevilla.

Queremos cerrar esta primera impresión con unas palabras de elogio encendido al pueblo. Hemos comprobado su espíritu magnífico, su comportamiento heroico, su serenidad sin igual, su corrección con los que transitan por las carreteras, su desprecio del peligro… En fin, su admirable comportamiento».

Punto final, verdaderamente final, por definitivo, en esta ocasión. Tuvo que escribirse cuanto antecede, por cómputo de fecha, y minutos que no detallo, el 19 de julio, en Alcaudete, provincia de Jaén, o a muy corta distancia de esa localidad. Los fugitivos —no lo sabían, pero ya lo eran— llegaron ese día a Córdoba, almorzaron con el gobernador civil (que había sido periodista de El Sol), se sublevó la tropa, rodeó el edificio en el que se encontraban, fueron los dos encarcelados y posteriormente puestos en libertad, llegaron a Granada y…

Apagón informativo. Buenas noches y mala suerte. La comunicación entre las dos zonas quedó interrumpida y nunca más se volvió a saber, con certeza, de la suerte corrida por Monreal y Carreño —así se les conocía— hasta que yo, hace menos de un año y tras muchos de búsquedas cuasi policiacas, publiqué mi libro.

Cabos que se hilvanan, bucles que se cierran, sincronías que convergen… En el verano del 67, cuando tenía 30 años, publiqué en un periódico de Madrid una larga serie de crónicas enviadas desde Japón, donde estaba exiliado. El director de ese rotativo, Manolo Cerezales, me pidió que lo hiciese, por elemental cautela antifranquista, bajo seudónimo. Atendí la petición, me oculté bajo los apellidos de mi padre y de ese modo volvió a aparecer en la prensa el nombre completo de éste (y el de mi familia paterna: cuatro generaciones de periodistas) tras más de cinco lustros de forzoso silencio. Ningún miembro de ese linaje —represaliados todos, cuando no encarcelados o asesinados— pudo ejercer el periodismo a partir del 1 de abril del 39 hasta que yo lo hice. Con las crónicas niponas, por cierto, y es ése otro hilo simbólico que se anuda, debuté en la prensa. Nunca, antes, había publicado nada en ella, aunque llevaba ya a cuestas mucho tiempo de trabajo periodístico en la radio.

Así regresó el nombre de mi padre al rugido de las linotipias y acepté yo el mandato del destino.

Mi madre, al saberlo, me envió a Tokio una carta en la que decía: «Confío, hijo, en que sepas estar a la altura de tu padre y vuelvan sus apellidos a la prensa con el mismo honor con que él los llevó en vida».

Ignoro si lo he conseguido —díganlo otros—, pero sí sé que lo he intentado y que ha sido, por encima de cualquier otra consideración, ese oscuro y, a la vez, luminoso deber filial lo que me ha llevado a aceptar ahora el desafío de dirigir y presentar con 70 años a cuestas el informativo nocturno de Telemadrid.

En 1967 tomé prestado el nombre de mi padre. Hoy, aquí, en El Mundo, le presto el mío y firmo con él la última crónica que salió, compartida, de su pluma y que lo era también, aunque nadie aquel 21 de julio lo supiese, de una muerte que sólo mi madre, tres días antes, había anunciado a gritos, furiosa, al ver cómo su marido se dirigía hacia el coche fúnebre que lo aguardaba, desde el mirador de la casa en la que nací. Dicen que las madres siempre tienen razón. La mía, por desgracia, la tuvo.

Vuelvo al Romancero gitano, vuelvo a Lorca —Monreal y Carreño estaban en Granada cuando lo fusilaron—, vuelvo a los Camborios y, con melancolía, después de leer la crónica transcrita, mientras miro en torno a mí y veo en lo que se ha transformado mi oficio, me pregunto: ¿se acabaron los periodistas que iban por el mundo solos?

Publicado en: ...el 10 Marzo 2007 @ 14:57 Comentarios (10)

10 comentarios

  1. A 17 Marzo 2007 @ 13:07 MalditosTacones dijo:

    Coño… Y aún a pesar de pelearme con usted y de no llevarme, tal vez, todo lo bien que debiera con sus letras, le leo.

    Salud.

  2. A 17 Marzo 2007 @ 19:07 Francisco Álvaro dijo:

    Fernando…Ayuda a traer la libertad política a este país, el republicanismo cívico frente al liberalismo; te pido como patriota que apoyes al MCRC de García-Trevijano, como patriota anarquista cuya única patria es la verdad y el reconocimiento de la inteligencia, la honestidad y la coherencia.

    García-Trevijano está creando una teoría política en muchos aspectos original y demoledora, ya conoces su trayectoria; no somos pocos los españoles los que creemos en la riqueza de la sociedad civil, aborregada ahora por la oligarquía de partidos, caciques de sillón.

  3. A 23 Marzo 2007 @ 05:36 Francisco De La Iglesia dijo:

    Madrid, viernes 23 de marzo de 2007

    Estimado Sr. Dragó:

    Le escribo a pesar de que una parte de mi mismo se niega en rotundo a malgastar esfuerzo mental, tiempo y líquido sinovial cuando, no sólo no estoy seguro que si quiera lo llegue a leer, ni mucho menos comentar en su diario de la noche ya que mi interés no es la fama si no la comunicación; comunicación en la que creo fervientemente y con gran pasión, no sólo como demócrata que me considero, si no como ser humano, ser sensible y ser pensante.

    Hace varios años que, en la medida de lo posible y de mis horarios laborales, sigo sus programas desde “La Noche”, “Negro sobre blanco” y “Las noches blancas”, éste último en menor medida ya que tan sólo vivo en Madrid desde hace algo menos de un año. Permítame el comentario, antes de proseguir con la intención de mi carta, que si por mí fuera, correría a gorrazos a esos pseudo-directivos de las distintas televisiones en las que usted ha trabajado por relegarle a usted y a nosotros, sus espectadores, a una vida desorganizada y caótica por causa de los horarios de emisión. Quiero proseguir explicándole que siento un gran respeto hacia usted, que no admiración, porque considero que la admiración y los pedestales morales conducen a la vanalización sectaria de las personas que acaban siendo responsables públicos de las estupideces cometidas por sus admiradores ó seguidores; este respeto se fundamenta no solo en su obra literaria, de la que soy superficial conocedor, tengo que admitir, aunque su libro “Carta de Jesús al Papa” me impactó como pocos libros lo han hecho en mi vida, ni si quiera “Psicomagia” de su entrañable amigo Alejandro Jodorowsky. Pero basta de loas y elogios porque no quiero parecer un adulador.

    Creo que es bueno que prosiga explicándole que sus ideas y pensamientos difieren en gran medida de los míos, pero siempre le he considerado una persona con la que me apasionaría compartir una ceremonia de té japonés acompañada de una positiva discusión con la que he ensoñado más de una vez. Ante todo me considero un ser humano y una persona. Y permítame matizar ambas consideraciones que, a priori, pueden parecer obvias; según mi personal filosofía de la vida, no todos los homo sapiens-sapiens u hombre de cro-magnon pueden ser catalogados como seres humanos ni mucho menos personas, no voy a dar ejemplos, creo que no son necesarios. La condición de ser humano es, en mi opinión, entregada por el Todopoderoso en el que cada uno crea cuando nacemos a este mundo; el ser persona, en cambio, es una condición que uno debe ganarse en el transcurso de la vida mediante sus actitudes y procederes ante sí mismo y ante los semejantes. Sin acritud ni remordimientos tengo, a la vez, el firme convencimiento de que ambas condiciones, la de ser humano y la de persona, pueden ser revocadas en el transcurso de la existencia que venimos a forjar en este valle de sonrisas y lágrimas. Pero ¡ojo! no es ni Dios ni nuestros semejantes quienes revocan éstas condiciones si no nosotros mismos al enfrentarnos a la naturaleza de nuestra alma en pos de otros intereses, cualesquiera que sean éstos.

    El porqué de tantas explicaciones y consideraciones es porque creo que es bueno dar las definiciones que cada uno considera en el ambiente de la filosofía y la política cuando se usan conceptos con acepciones que no aparecen en los diccionarios. Usted, señor Dragó, siempre se ha caracterizado por una visión de la vida, la política, la filosofía y la religión muy particular. Yo también. Sin embargo desde su incorporación al noticiario nocturno he detectado un cambio, sutil, pero cambio en sus opiniones y pensamientos que creo no son tan suyos como antes; no me gustan las limitaciones y menos las definiciones que limitan políticamente; sé que usted se considera, ahora, de derechas, le entiendo porque siempre he creído que si cuando se tienen veinte años no se es de izquierdas, es que no se tiene corazón mientras que si cuando se tienen cuarenta años no se es de derechas significa que no se tiene cerebro. Yo aún no llego a los cuarenta, ando por los treinta, y tengo el firme propósito de ser la excepción que confirme mi propia regla aunque, como ya he expresado, detesto las limitaciones. ¿Por qué no puedo ser de arriba o de abajo o de una tangente? La política es así, como el fútbol, valga el símil tan sólo como jocosidad, y en esta nuestra España más aún. Volviendo al sutil cambio en sus opiniones no comprendo cómo un ser humano y persona, como usted, da cobijo y cabida a las manipulaciones y mentiras que plagan nuestro país en una espiral de crispación política, que no social, gracias a Dios, diseñada ésta estrategia por una empresa de publicidad creada y gestionada por el ex-ministro portavoz de Aznar, Miguel Angel Rodríguez que tiene como asesor político al dueño y presidente de Allyn&Co. Rob Allyn, un conocido publicista y mentiroso americano que ha impuesto en el mundo de la política el “todo vale” y la manipulación perversa de la información. A este respecto me invade un gran temor, generado por la posibilidad de que una mente independiente como la suya haya caído bajo el influjo de esos engaños y mentiras impuestos en España por un “americanillo” al que no considero ni ser humano ni persona, auspiciado por un “españolete” responsable de la promulgación de una ley de medios que nos puso en el umbral de la ya casi olvidada censura franquista. ¿No se acuerda ya de aquello? Porque yo tengo muy presente unas declaraciones que usted hizo en su programa “Negro sobre blanco” bastante duras y merecidas al mencionado ex-ministro tildándole de “retrógrado nostálgico del pasado”. Y tengo este temor porque como persona y, sobre todo, como ser humano me niego a plantearme la posibilidad de una aceptación por su parte de directrices o indicaciones de la dirección de Telemadrid en la forma o modo de dar las noticias del informativo que usted dirige. Insisto, me niego a planteármelo, cuando menos a creerlo. Usted es de derechas, lo acepto, yo no, pero no creo que usted sea títere de nadie, ni siquiera de usted mismo. No me cabe duda que en Telemadrid existe manipulación de la información con carácter claramente partidista e interesado pero siempre he creído en la integridad de las personas más allá de presiones ejercidas por terceros.

    No voy a profundizar en los detalles de las manipulaciones a las que me refiero porque todos las conocemos en general, pero en particular hay algunas que me preocupan solemnemente. Hace dos o tres noches usted dijo que el PSOE había “excarcelado” al sanguinario terrorista De Juana Chaos. Hay dos errores en esa afirmación, el primero, etimológico. Cito del diccionario; excarcelar, poner en libertad a un preso por mandamiento judicial. Y tengo entendido que un mandamiento judicial es emitido por un juez no por un partido político ni por un gobierno. El segundo error de tal afirmación es un agravio de convivencia social, me explico, a pesar de que esa hez humana llamada De Juana Chaos; y defino hez en su segunda acepción: lo más vil y despreciable de cualquier clase; sea un asesino sanguinario ha cumplido la condena que se le había impuesto por sus delitos de sangre, y eso no lo puede negar ni usted, ni el partido popular, ni nadie. Es posible que a usted no le guste esta situación, lo sé, a mí tampoco. Cambiemos pues las leyes pero nunca los procedimientos de éstas porque incurriríamos en la falacia de manejar las leyes de manera interesada, y la justicia es y debe ser siempre ciega, porque si no, deja de ser justicia para convertirse en venganza.
    Otra extraña injerencia me ha petrificado en el informativo del jueves cuando usted tachaba de megalómano al juez Baltasar Garzón por dar razones acordes a la legalidad internacional para sentar ante el Tribunal de la Haya a los tres payasos de las Azores. Todavía no salgo de mi asombro, recuerdo claramente que el señor Garzón ha tratado con el mismo carácter implacable a todos aquéllos a los que ha perseguido: en la “operación nécora” procesó a narcotraficantes, policías y guardias civiles corruptos, concejales de varios pueblos de las rías bajas gallegas, socialistas y populares; no ha dejado títere con cabeza en la persecución del terrorismo de ETA; ha sido radicalmente feroz en la búsqueda de los responsables de los GAL, aunque no haya sido capaz de desentrañar hasta sus últimas consecuencias al responsable último por acción u omisión consciente, el señor Felipe González; ha procesado a dirigentes del segundo banco más grande de España por lavado de dinero; ha dado esperanza a cientos de miles de personas en Chile con el caso Pinochet, algo que considero un hito en la historia del planeta; y hasta consiguió, a mi entender, engañar al presidente González para poder obtener información necesaria para procesar a cientos de personas vinculadas al PSOE por escándalos de corrupción. El juez Baltasar Garzón es una persona digna de referencia y respeto. Ojala existieran tan sólo dos o tres jueces más como él en todo el mundo porque entonces aún habría esperanza para la iluminación de todos los humanos y su salvación. Espero firmemente que si no los tres, al menos uno de los tres genocidas de las Azores sea puesto en el banquillo de los acusados en un tribunal internacional. Aguardo el momento para comprar una botella de un buen cava catalán y celebrar un rayo de esperanza más en el negro túnel de la historia inhumana de la humanidad.

    Quiero terminar ya, porque tampoco es mi intención aburrirle con demasiado texto que ya he escrito. Acepte una disculpa por el excesivo monto de verborrea, que no charlatanería. Me gusta, en la medida de mis posibilidades, adaptar mi registro al de mi interlocutor. No confunda este texto con una crítica educada, que aunque lo es, trata al menos de ser constructiva; le ruego encarecidamente, aún a riesgo de parecer pesado que la lea y al menos, dos veces si bien le considero más que capaz a usted de leer de una sola vez las líneas, las entrelineas y los fondos de esta carta que ya le he escrito en contra de mi voluntad y a riesgo de que sea archivada en la P, de papelera.

    Me despido no sin antes enviarle un respetuoso abrazo de mi alma para la suya con toda sinceridad.

    Atentamente,

    Francisco De La Iglesia Soriano

  4. A 30 Marzo 2007 @ 15:52 Alberto Zambade dijo:

    Pues ya me ve, aunque a veces me duela lo diga, me sigo deleitando con sus letras. ¿Cuántos del PP deberían ser, al menos intentar ser, como usted, que sabe tratar a quien no comparte sus ideas? ¿Cuántos? Creo que todos… También el Sr. Rajoy.

    Salud

    Alberto Zambade

  5. A 04 Abril 2007 @ 02:58 sue975 dijo:

    oYe fer…que yo sólo te veo, porque leerte no puedo hasta dentro de 100 años, cuando me fumo ilustre petardo para disfrutar de los programas.

    No entiendo por qué un cambio de gobierno significa cambiar el programa. Que no vi yo allí en negro sobre blanco nada que fuese de mal tino. Y si buena oratoria con la que aliñar mis cigarros.

    Como no tienes ni idea de arte, y aquí te dedico párrafos, bien invitado quedas a leerte en mi blog

    http://camisablancademiesperanza.blogspot.com/2007/02/arco007.html

    Un abrazo, más letras y menos líticas

  6. A 23 Abril 2007 @ 09:27 Maite dijo:

    Me ha encantado leer esta reflexión sobre lo que se encontró publicado en ese vuleo hacia Jerez, que lo acercaba, al mismo tiempo, hacia Lebrija. Usted me contó lo que le había impresionado. A mi también me impresionó. Tanto, que al día siguiente de su charla, charla que tuve el honor de presentar, conseguí el artículo y lo leí con la avidez que lee el que descubre.
    Gracias por los momentos que nos regaló. No deje de escribir nunca.

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