EL LOBO FEROZ: Paradojas

La derecha quiere que todos seamos ricos, lo que estaría muy bien, pero es, por desgracia, imposible. La izquierda quiere que todos seamos pobres, lo que estaría muy mal, pero es, por desgracia, posible.

De donde se deduce (primera paradoja) que la izquierda no es, en contra de lo que se dice, utópica, sino realista, y la derecha ―dime de qué presumes― no es realista, sino utópica.

Quede, por si las moscas cojoneras me pican en esa parte, pública constancia de que a mí, como al padrecito Ortega, ser de derechas o de izquierdas me parece una de las máximas disyuntivas de estupidez puestas al alcance del ser humano.

Ahora bien: si me obligan a elegir, no me quedará otra que votar a Pizarro, por sus millones, a Rajoy, porque es registrador de la propiedad, y a Cayetana Álvarez de Toledo, cuyo marido está más forrado que los libros escolares de Luis Alberto de Cuenca. Sólo un idiota pondría su futuro y sus ahorros en manos de un pringadillo como Chaves, que tiene tres mil euros en su cuenta. Seré un bicho raro, pero no me fío de los pobres ni de los progres (rima fácil). Segunda paradoja, ésta, al menos en España, donde casi todos creen, sin más fundamento que el suministrado por la demagogia zapatera y llamazara, que los ricos son un hatajo de cabrones y los parias de la tierra unas almas de Dios cuyo reír será al freír, pues sólo ellos pasarán por el ojo de la aguja que conduce al paraíso socialista.

Cosas del catolicismo. Los protestantes creen que la pobreza es castigo impuesto por Dios a los torpes o perezosos y la riqueza premio por Él concedido a quienes más y mejor trabajan. ¿Será por eso por lo que los países luteranos suelen ser más prósperos que los vaticanos?

Pizarro, el otro día, cruzó los guantes con Solbes. Fue un coñazo. Ninguno se ganó la Bolsa. Los dos perdieron a los puntos del Ibex, por aburridos, pero esa noche descendió el consumo de melatonina y cinco millones de telécratas durmieron de un tirón.

Al día siguiente leí en el Boletín Oficial del PSOE que el turolense, si Rajoy ganase, sería el ministro más ricachón de Europa. Mi gratitud, colegas. Voto resuelto. La posibilidad ―remota, por desdicha― de que la contaduría del país pase a manos de una persona tan pudiente, tan solvente y tan insolbente (no es errata) como el susodicho, lejos de inquietarme, me tranquiliza. Si Pizarro ha sabido amasar la fortuna que le atribuyen, lo razonable es pensar que podría hacernos a todos más ricos, como la derecha desea, y no más pobres, como sugiere la izquierda, con su habitual altura de miras, para salvar nuestras almas y conseguir que hasta el último currante de Rajoy, machadianamente aligerado de equipaje, quepa en el ojo de la aguja y entre por la puerta chica en la plaza de los cielos.

Última paradoja: Guantanamera, pero al revés. Con los ricos de la tierra / quiero yo mi suerte echar. Lo mismo se me pega algo. La irrefutabilidad de los números demuestra, amigo Solbes, que la pobreza es adversaria de la riqueza y que donde hay más ricos hay menos pobres, sea cual sea la anchura de la disparidad existente entre ellos.

Publicado en: ...el 29 Febrero 2008 @ 13:43 Comentarios desactivados

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