DRAGOLANDIA: Chiloé en la proa y en la popa

¡Por fin! De hoy no pasa. Chi va piano

Estaba ya en la isla, metido hasta el gañote en el remolino de los elementos: agua, tierra, fuego y aire.

Aire, no. Viento de ése que alza las faldas de las mujeres y pone malos pensamientos en las cabezas de los varones.

¿Fuego? Sí. El de los rescoldos subterráneos donde los lugareños hornean con parsimonia las carnes, los pescados y las papas de esa especie de olla podrida o cocidito madrileño a la chilena que es el curanto. ¿Se enfadará alguien si digo que me decepcionó? Tiene fundamento, contundencia y esprit de geometrie, pero le falta el de finesse. El reproche vale para casi toda la cocina del país que estoy recorriendo. Se libra de él, con nota alta, el espectacular cordero patagón.

¿Tierra? También. Suave, ondulada, muy verde y, en la zona meridional, lacustre, inquietante y boscosa.

Del agua ya hablé, y me refería no tanto a la del mar cuanto a la del cielo. De allí llega a todas horas, pero lo hace a ráfagas cuyos resquicios permiten que en un amén vuelva a salir el sol.

Las islas son lugares extrañísimos (las Azores, por ejemplo, o Japón, o Córcega), y ésta lo es en grado sumo. Sus habitantes son alienígenas y alienígena a la inversa me siento yo entre ellos. Sensación de aventura. ¿Soy Avatar?

Chiloé vivió aislada hasta que a mediados del XIX surgió Puerto Montt, que también es un lugar bastante extraño. La carretera que hoy cruza, de norte a sur, toda la isla es de construcción reciente. Poco más de medio siglo.

Voy de aquí para allá, sin rumbo cierto. Cultura propia (brujería, fantasmas, gnomos, espíritus elementales), sorprendentes iglesias de madera con tejado de lo mismo y, al borde del mar y adentrándose, y apoyándose, en él, palafitos que se reflejan en el agua como si no fuese ésta de sal, sino de azogue. En España ya los habrían derribado quienes velan porque se cumpla la ley de costas.

Las fachadas de esas viviendas, que miran hacia el interior, son normales. Su espaldar, voladizo, con las barcazas amarradas a los pilotes, es un Magritte.

Ancud, Tenaún, Dalcaue y, de sobremesa, la prodigiosa isla de Quinchao, pegadita a la de Chiloé, porque todo aquello es un archipiélago en cuyo nomenclátor figuran no menos de cuarenta topónimos.

Bizqueo. Zigzagueo. Voy de sorpresa en sorpresa, de estupor en estupor y de temblor en temblor. Si la isla principal me pareció el planeta Marte, la de Quinchao, minúscula, es un anillo de Saturno. De verdad: no puedo describirla con palabras. Vayan y vean.

Vuelvo grupas. Son las cinco de la tarde. Ya estoy de nuevo en Chiloé. Pongo el hocico del coche hacia la zona de Caulín. Termina el asfalto. Me adentro en territorio off limits, aunque no comanche. Pistas de guijarros que corren a lo largo de la raya del mar. Mareas, salinas, aves acuáticas, caballos, vacas, pastizales, dinosaurios, posiblemente, aunque no alcance a verlos, El mundo perdido de Conan Doyle, las Crónicas marcianas de Bradbury, los escenarios de las aventuras de Juan Carter inventadas por quien inventó a Tarzán y, de repente, oh milagro, dos o tres hotelillos rurales, deliciosos, primorosos y especializados en la degustación de ostras, salmones y champañas.

Paladar, ¿para qué te quiero? Es Nochebuena, aunque sean las seis y pico de la tarde, o nochenunca, mejor dicho, porque, en efecto, no anochece. Cosas del verano austral y festín navideño al canto. Me precipito al interior de una de las posadas y encargo bandejas y más bandejas de ostras fresquísimas, lonchas y más lonchas de salmón que no les van a la zaga… Todo ello, la duda ofende, bien regado y, por si fuese poco, baratísimo. Felicidad, sensualidad y, cómo no, buena voluntad. Pax in terra. Burbujas en el alma.

Puerto Montt. La ciudad está desierta. Renovada y fantástica sensación de aventura extraterrestre. No anochece, no anochece, no anochece. Son y no son las nueve de la noche, cinco o seis horas, no sé ya si antes o después, en España. Después, después, me dice Naoko. ¿De veras? ¡Qué lejos me queda eso!

Mañana embarcamos hacia Puerto Natales, Punta Arenas, Ushuaia… ¿El fin del mundo?

Publicado en: ...el 01 Julio 2010 @ 10:04 Comentarios (1)

One Comment

  1. A 02 Julio 2010 @ 01:44 Trigolimpio dijo:

    A 01 Julio 2010 @ 10:22 Trigolimpio dijo:

    BUEN DRAGÓ, GRACIAS MIL POR NO HABERNOS OLVIDADO.

    Ya estábamos temblando.

    SOSEKI estará haciendo capriolas de alegría, intentando zarpar a la estrella polar -o a la misma Venus- para jugar con ellas, inundado de luz y de agradecimiento.
    Pues aquí nos reunimos los “SOSEKIANOS”, incluso los que nunca tuvieron gatos ni piensan tenerlos.

    A la Derecha, a la Izquierda, o en el Centro del globo, este mundo es una carpa pobladita de monos y SOSEKI lo sabe . . . y nos mira INDULGENTE.

    Un MIAU agradecido

    Trigolimpio