DRAGOLANDIA: Más sobre Delibes

El otro día, con las prisas, me olvidé de algunas cosas. Son éstas…

Traditio, de donde tradición, significaba en latín entrega y aludía a lo que los miembros de una generación entregaba, en efecto, como legado de sabiduría a los cachorros de la generación siguiente. Ese suma y sigue, ese toma y pasa, se conocía, siempre en latín, con una espléndida metáfora: la aurea catena, la cadena de oro. Sin ella se pierde todo lo aprendido por el ser humano desde que el simio se irguió y empezó a andar, a reflexionar, a mirar hacia dentro y a contemplar lo de fuera.

Por eso decidí hace ya mucho tiempo ser de por vida un conservador. Sin la traditio, sin la aurea catena, el mundo, en vez de avanzar, retrocede. Es lo que ocurre desde el siglo VI antes de Cristo. Vamos constantemente a menos y a peor.

Delibes rescató, conservó, difundió y canonizó la lengua de Castilla. Nos la entregó, pero los planes de estudio vigentes en la democracia la han pulverizado. Hoy ya no habla casi nadie así, y los pocos que lo hacen, por razón de edad, tienen un pie en la tumba y el otro a punto de posarse en ella.

El extraordinario escritor fallecido el viernes es el último eslabón de la cadena de oro del idioma. Con él se extingue algo que empezó a andar (o a manifestarse por escrito) en las Glosas Silenses y Emilianenses, en las jarchas, en el mester de juglaría y en el de clerecía, en los tetrástrofos monorrimos, en la cuaderna vía… Nadie volverá a escribir como Delibes.

Fue éste, como digo, un escritor extraordinario, pero fue también algo más: una buena persona. De nada sirve lo primero, ni la vida, en general, si no se llega a ser lo segundo.

Y una apostilla que ya es historia o que podía haberlo sido. Cuando los Ortega Spottorno fundaron El País, con mayúscula, periódico que no tardaría en írseles de las manos, se barajaron dos nombres para dirigirlo: el de Julián Marías y el de Miguel Delibes. Ninguna de esas propuestas cuajó. De haberlo hecho viviríamos hoy en un país, con minúscula, diferente.

Liberalismo o socialismo: that was the question.

Publicado en: ...el 11 Julio 2010 @ 01:16 Comentarios (2)

2 comentarios

  1. A 12 Julio 2010 @ 08:48 Trigolimpio dijo:

    BUEN DRAGÓ:

    Sabía Usted que en la biblioteca del Instituto Cervantes de Berlín no tienen ni un libro de Delibes ?
    Esto es vergonzoso.
    Pregunté por teléfono, hace poco, a raiz de conocer la muerte de tan admirable escritor y me respondieron que no tenían nigún libro de este autor.
    Yo les dije:
    “Cómo es posible que un órgano que SE PRECIE de representar en el mundo la cultura española no tenga libros ni de Delibes ni de muchos otros autores españoles (que aquí no quiero nombrar) ?!”
    El señor al teléfono me contestó: “Esto no es de mi incumbencia” Y colgó.
    Así es la Vandalia CULTURAL-OFICIAL !!!

    Trigolimpio

  2. A 30 Octubre 2010 @ 15:59 Ricardo Santos dijo:

    Efectivamente Sr. Sánchez, le debemos mucho a Delibes, y no se nos eche de la parte de fuera, a Ud. también, aunque sólo sea por lo bien que tratan la lengua, lo cual, no es poco en nuestra época de tribulaciones que nos toca vivir, especialmente en el buen uso de la gramática castellana, que no tiene buen porvenir con los planes de estudio vigentes.
    Para colmo de males, no hay ni un rincón, en la televisión pública, que se pretende para todos, que permita tener un programa como Biblioteca Nacional o un ratito para el refranero y la buena dicción que un día tuvo el desaparecido y discreto Joaquín Calvo Sotelo, bien aderezados por las ilustraciones siempre geniales de Mingote.
    Ahora todo es cultureta de dominical y poco más que comprar un libro de éxito para adorno de las estanterías del salón familiar, que rara vez se lee en parte y a duras penas se termina, una lástima nuestro tiempo.
    No sabemos bien lo que se pierde cuando despreciamos nuestra traditio y al que ha sido un excelente tradens de la cultura hispana como lo fue Delibes, acaso ni cuando desaparece, pues todo queda relegado a unos comentarios políticamente correctos en el día de sus exequias y luego el olvido garantizado, salvo cuando alguien, años después reivindica como novedoso lo que era todo un clásico desde el principio.