Despropósitos

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Los del Nobel de la Paz no dan puntada sin hilo. Siempre fieles a su trayectoria: la que los condujo a conceder tan desprestigiado galardón a gentes como Kissinger, Le Duc Tho, Esquivel, Rabin, Peres, Arafat, la Menchú y Obama, valedores, todos, de la guerra, en cualquiera de sus infinitas modalidades, menos la penúltima, que lo es sólo del oportunismo, la estupidez y el blablablá.

Me olvidaba de las Fuerzas de Paz de las Naciones Unidas: apoteosis del cinismo. Vaya, quien lo dude, a los países donde esas tropas se han desplegado y pregunten a quienes allí viven por lo que piensan acerca de los cascos azules.

Y ahora, dando razón al dicho de que pocos éramos y parió la abuela, otorgan el citado premio a la Unión Europea –¡a la Unión Europea!–, esa desdichada región del Tercer Mundo que ampara el delito, protege a los delincuentes, castiga a las personas honradas, premia a los gandules, hunde en la pobreza a sus habitantes, desencadena conflictos balcánicos, envía tropas de ocupación a la ciudad y al orbe, bombardea países y poblaciones indefensas, alienta por doquier la escalada del integrismo islámico y atiza todas las hogueras que se le ponen a tiro (nunca mejor dicho) y, en especial, las que sirven, so capa de primaveras árabes y supuestos motines democráticos, para que Al Qaeda y sus múltiples filiales extiendan sus redes, sus tentáculos y su estrategia en los cuartos oscuros del poder.

Segundo despropósito… Frase de Mario Conde destacada, hace unos días, en los titulares de la portada de este mismo periódico: “Los políticos no respetan el dinero. Se han creído que es suyo”. Cierto, cierto… No seré yo quien lo desmienta. Pero no deja de ser chusco que eso lo diga el hombre que, según sentencia (supongo que justificada) de los tribunales, creyó que era suyo el dinero depositado por los clientes en la institución financiera que presidía. Cosas de España, bien lo sé, pues sólo en países bananeros tienen la osadía de presentarse a las elecciones los reos de delitos contra la propiedad, ya sea ésta pública o privada. ¿Se acuerdan de Fujimori?

Tercer despropósito, de menor cuantía. Abro un libro de Juan Cruz –se titula Contra el insulto (Turpial)– y descubro que lo dedica, entre otros, a José María Izquierdo “por la voluntad que ha puesto en escuchar el ruido”.

¡Caramba, Juan! Chiripitifláutico me dejas, pues no conozco a nadie en la prensa de este país que insulte tanto como lo hace, desde su blog del otro País, ese amigo tuyo al que me honra tener como enemigo.

Seguiré informando… Sin insultar, por supuesto, aunque las razones resulten a menudo, por sí mismas, insultantes. Pero eso no es insulto, sino análisis y, a veces, descripción.

Publicado en “Dragolandia”, elmundo.es, 13 octubre 2012.


Publicado en: ...el 04 Noviembre 2012 @ 03:26 Comentarios desactivados

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