El blog de Fernando Sánchez Dragó

El actor Sancho Gracia en su papel como Curro Jiménez

El spaghetti western vuelve por sus fueros en Vandalia. Nunca más apropiado ese topónimo. Si Sergio Leone resucitase, ambientaría en Marinaleda una nueva versión de Dodge, ciudad sin ley. Hace allí de su vara de alcalde un sayo de doble canana el cacique de Izquierda Unida Sánchez Pillo. Pone los pelos de punta lo que ese malhechor con chaleco antibalas de aforado se ha atrevido a hacer al frente de una tropilla de cuatreros. No es un guión de Hollywood ni un esperpento del Callejón del Gato. Es mucho más. Es el mayor crimen cometido contra el estado de derecho desde la masacre de Atocha, el golpe del 23-F y el pásalo de las jornadas que siguieron al 11-M. Asegura el cabecilla de los forajidos que los dos atracos eran un gesto simbólico. En eso, por desgracia, tiene razón. Tan simbólico como lo que las gentes de su calaña hicieron en los años de la República, y luego pasó lo que pasó. No consientan las autoridades que el ejemplo y el pánico cundan. Emule Torres Dulce al héroe, por él tan admirado, que en pareja situación plantó cara a Liberty Valance y su grupo salvaje. Caiga todo el peso de las pesas de los platillos de la balanza (con be) de la justicia sobre los hombros de los hombres que quieren arrebatarnos la libertad (sin ye). Sabemos, desde que Roma inventó el Derecho, que tan alto don cervantino exige el estricto cumplimento de las leyes y, desde que los bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno, que sin respeto de la propiedad privada todo se torna esclavitud. No hay bandidos buenos por más que la demagogia de la izquierda y la literatura de quiosco aseguren lo contrario. No lo fue Luis Candelas, ni el Tempranillo, ni Tragabuche. Los escenarios de la fechoría han sido Arcos y Écija. ¿A robar, otra vez, a Sierra Morena? La Andalucía de hoy no merece el baldón que esa frase supuso. Sánchez Pillo y sus matones, en un alarde de cinismo religioso, encienden velas simultáneas a Marx y a Jesús. Recuerda Cercas en Anatomía de un instante lo que escribió Ferlosio: “cuando hay Dios todo está permitido, así que nadie tan ferozmente peligroso como el justo cargado de razón”. Cierto, cierto… Fiat justitia et pereat mundus, fue el motto de Fernando de Habsburgo. A tamaña enormidad se acoge ahora el alcalde castrista, jaleado por sus compinches Llamazares y Valderas. Inhabilítese a los tres, de entrada, para el desempeño de cargos públicos y díctense luego las sentencias que correspondan. De no hacerse así, será España la que perezca.

Publicado en la sección “España”, El Mundo, 10 agosto 2012.