EL LOBO FEROZ: ¡Vive la France!

Café olé: eso es lo que me trajeron el otro día cuando pedí un café au lait minutos antes de entrar en Las Arenas de Nimes. España me rodeaba. ¿España? Sí, pero ¿cuál?, porque hay muchas. ¡Pues cuál iba a ser! La de siempre, la eterna, la castiza (lo dice un ilustrado), la de charanga y pandereta (sin desdoro), la de Hemingway y Merimée, la que tanto gusta a los franceses y tanto disgusta a los afrancesados de 2008, a los progres, a los catalanistas y a Manolo Vicent. Éste pone todos los años, al llegar la isidrada, un huevo de serpiente antitaurina en su columna de El País. Y que no falte, me digo siempre cuando empieza mayo, porque el huevo de Manolo es a la Fiesta lo que la mona a la Pascua: señal de que no decae. Andaba ya preocupado. Pero no: Manolo acudió alegre, una vez más, a la muleta de san Isidro y, como la gallina papanatas, puso su huevo en la cesta de costumbre. Fue hace dos domingos. Decía el columnista que los aficionados somos jubilatas del Imserso y que a los zerolitos y chaconitas de la España faldicorta de Zapatero les pone más un derrape de Alonso que una chicuelina de Cayetano o un enceste de Gasol que una verónica de Ponce. ¿Hay que elegir? ¿Son lentejas? Aquí, en Nimes, querría yo verte, mascarita. Seguro que cambiabas de opinión, pues lo contrario sería indicio de insensibilidad rayana en rigor mortis. ¿De verdad te gustaría que los toros bravos muriesen en el matadero? Delito de vejación y tortura sería eso. ¡Si hubieras visto el de la ganadería de El Pilar que el sábado dio la vuelta al ruedo aclamado por quince mil personas puestas en pie! Acuérdate de Rilke, permite que los toros mueran de su propia muerte, con estocada de rosa, y mide, Manolo, tus palabras, no vaya a ser que los del Proyecto Simio y sus gorilas te nombren persona non grata. En Las Arenas de Nimes, levantadas por Octavio Augusto para celebrar naumaquias, desagua, cuando hay corrida, el Mare Nostrum que hiciste tuyo en la novela Son de mar, otra naumaquia, y hacen el paseíllo Aquiles, Hércules, Van Gogh —que a dos pasos de aquí cortó una oreja—, Picasso, Lawrence Durrell y Jorge Semprún. Junto a él, mi viejo amigo Federico Sánchez, vi el jueves la corrida en la que El Juli y Sebastián Castella volaron, como Ícaro, hacia el sol. No hay en España feria más española que la de Nimes: toros de verdad y toreros de cartel, sangría, paella, churros, chorizo, pasodobles, Bizet, sevillanas, botas y botijos. Cuanto huyó permanece y dura. No te desmayes, Manolo, no eches espumarajos por la pluma. Y todo eso dirigido y orquestado por un escritor, Simón Casas, marxista de Sarkozy y judío de Sefarad, que concibe la Feria como si fuese el Festival de Teatro de la cercana Avignon. Cada corrida, una obra; cada toro, un acto; cada lance, una escena: cada torero, Sir Lawrence Olivier. Las Arenas son Epidauro, el Globe, el Royal Shakespeare, la Scala, el Corral de Almagro… Ven por aquí en septiembre, Manolo. Seguro que Simón te invita. Decir en Nimes, cuando hay feria, ¡Vive la France! es gritar ¡Viva España!

Publicado en: ...el 16 Mayo 2008 @ 12:27 Comentarios desactivados

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