La noche 1002

rebeldes sirios luchan alepo dicen quedando municionAlepo arde

Alepo suena y sabe a Mil y una noches, pero ese tiempo pasó. No hay ahora allí califas ni sherezadas, sino soldados de mala fortuna, cuerpos yacentes y fugitivos.

Palpitan en esa ciudad treinta siglos de historia. Basta con verla para entenderlo: una formidable ciudadela rodeada por un foso de veinte metros de profundidad y treinta de anchura en cuyo recinto ya se rendía culto a oscuros dioses mil años antes de que Jesús los ahuyentara; un laberinto de zocos cubierto por bóvedas de piedra en los que huele a especias, gritan los vendedores de pistachos y alfombras, penden cadáveres de reses y humea el té de la hospitalidad; decenas de caravasares donde los agentes de Venecia, Holanda, Inglaterra y Francia sentaron sus reales después de que lo hiciesen los hititas, los romanos, los persas, los árabes, los bizantinos, los cruzados, los mongoles, los otomanos y los mamelucos. Todos pasaron por allí. ¿Por ese orden? Sí, aunque quizá sería mejor decir por ese desorden.

El primer documento que nos habla de Alepo se remonta al siglo XVIII antes de Cristo, procede del legendario reino de Mari y demuestra que la ciudad fue ya epicentro de un estado poderoso en tan lejana época. Los hititas lo liquidaron una centuria después y comenzó entonces la cuenta atrás de casi dos milenios de soledad. Luego, cuando Palmira cayó en manos de Roma, la ciudad se convirtió en bulliciosa encrucijada de las rutas que iban desde el Mediterráneo a Oriente.

No es casual lo que ahora sucede en ella. Alepo es mucho más cosmopolita que Damasco. En ella no sólo conviven (o convivían) los devotos de la Sunna y los seguidores de Alí, que son las dos líneas de fuerza que convierten el Islam en un permanente polvorín, sino también los cristianos de origen armenio, cuyo estilo de vida aún alienta, vigoroso, en la zona nordeste de la ciudad.

Trasuda ésta sabor a Europa, y quizá eso explique en parte, sólo en parte, que Alepo sea hoy duro escenario del no pasarán en una guerra civil que a renglón seguido, con las baterías de Israel apuntando a Irán, podría extenderse al medio mundo que empieza en el Bósforo y termina, o no, en Islamabad.

Dejemos eso. Tiempo habrá, aunque no mucho, para saber si lo de Siria, por ceguera de Bruselas y de Washington o por gambito de Moscú y de Pequín, es la primera escaramuza del Armagedón monoteísta.

No me atrevo a hacer pronósticos ni a formular deseos. Ignoro quien dará el jaque mate que ponga fin a tan siniestra partida de ajedrez. Lo de Siria es un maledetto imbroglio. Ni el régimen de Assad ni los sublevados, ni menos aún las cancillerías de los tres grandes bloques (Occidente, Rusia, China), nos están contando lo que quizá ni siquiera ellos sepan. Me acojo, en la duda, a la neutralidad. De niño me enseñaron a no hurgar en los avisperos.

Suceda lo que suceda, Alepo renacerá de las ruinas, los bombardeos y las columnas de humo, pues de nada sirven tanques donde sobra corazón. Así ha sucedido siempre. No sólo Roma es eterna. Tres terremotos destruyeron la ciudad en el siglo X. Volvieron a construirla. Otro sismo, brutal, mató al 60% de los vecinos en 1822. Hoy vive en ella más de un millón de personas. Su voluntad y su paciencia son tan asombrosas como la de Simeón el Estilita, el Padre del Yermo que en el 423 se sentó en lo alto de una columna, cuyos restos aún existen extramuros de la villa, y murió allí, sin apearse, treinta y seis años después.

Tres veces he estado en Alepo. En una de ellas tuve el privilegio de asistir a la ceremonia secreta y casi clandestina de la única cofradía sufí que hoy merece ese nombre. Durante seis horas, cabeceando y respirando holotrópicamente, repetí el mismo mantra: ¡Allah, Allah, Alláh!

Qué Él proteja a quienes padecen el fuego cruzado de dos ejércitos (y con los brigadistas de Al Qaeda, tres) que hoy invocan su nombre en lo que ojalá nunca sea, amigo Aute, la noche más larga de la ciudad, sino el suma y sigue de uno de los libros más hermosos de la historia de la literatura.

Publicado en la sección “Mundo”, El Mundo, 30 julio 2012.


Publicado en: ...el 19 Noviembre 2012 @ 14:21 Comentarios desactivados

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