Muerte de un filósofo

busca universo invisible Luis Martos

El otro día estuve en un funeral. Se celebraba in memoriam de la vida (no de la muerte, por más que pareciese lo contrario) de uno de mis más antiguos y queridos camaradas.

Camarada, sí, sin ninguna connotación política ni ideológica, y no sólo amigo, aunque amigo fuese en grado sumo.

Conocí a Luis Martos Herbás, cuando los dos éramos párvulos, en el colegio del Pilar. Hicimos todo el bachillerato juntos. Nos matriculamos luego en la misma facultad, la de Derecho, aunque yo saltase enseguida a Letras, y al arrimo de la una y de la otra intervinimos, hombro con hombro, en los pintorescos, excitantes y atolondrados alborotos y alborozos de la lucha antifranquista. Él, más moderado, lo hizo por vía de socialismo; yo, menos juicioso, por la del comunismo. Pero lo que a los dos, de verdad, nos atraía, y a ello dedicamos el resto de la existencia, era la búsqueda de lo invisible, la exploración de lo que el cerebro esconde, la observación de los estados alterados de conciencia y el análisis de los misterios de las religiones, entendidas y practicadas siempre al margen de las iglesias, las creencias, los catecismos, los dogmas y la liturgia.

Murió el 31 de agosto, tras haber rodado tres días antes por los peldaños, más bien guadañas, de las escaleras mecánicas del intercambiador de María de Molina. El golpe le produjo un edema cerebral que fue extendiéndose. No pudieron operarlo. Tomaba sintrón. Durante más de cuarenta y ocho horas se mantuvo lúcido y sereno. Después…

Yo iba a llamarlo esa misma tarde. Lo tenía anotado en mi agenda, en un post-it de color amarillo que conservo como si fuera un exvoto, una reliquia, un talismán, el postrer latido del corazón de una de esas personas que por sí solas justifican la existencia de nuestra especie.

Hasta hoy no he querido dar noticia pública de esa muerte, que me dejó noqueado, atribulado, anonadado. Tenía que acostumbrarme lentamente a la idea de que aquel compañero del alma, compañero, amigo de infancia, de adolescencia, de juventud, de madurez y de ancianidad, ya no estaría cerca de mí donde siempre, por encima de los años, las fronteras, los mares, los achaques, los bandazos y las arrugas, había estado. Con él desaparecía el mejor de mis lectores, testigo atento de cuanto soy, de cuanto he sido, de cuanto quise ser. Vidas paralelas que la muerte trunca ahora, pero que quizá converjan cuando la mía llegue.

O quizá no. ¡Qué sabe nadie!

Luis era -quiero pensar que sigue siendo- pura bondad e inteligencia pura. Dedicó la vida entera a ir escribiendo, con timidez al principio y luego de forma obsesiva, lo que acaso sea el corpus filosófico más importante en la historia de la cultura española: miles de páginas comprimidas en tres volúmenes, que él mismo se fue editando… Una tarea colosal no sólo por su envergadura, sino también, y sobre todo, por su hondura. Pocos libros he leído de tanta y tan noble ambición, de tan alto vuelo, de tan largo alcance.

Los dos primeros tomos, publicados con el sello de Letra Clara, llevan un título común: En busca del universo invisible. La tercera entrega, work in progress que una y otra vez corregía y volvía a corregir, ensanchándola y enriqueciéndola con asombrosa paciencia y pulso de orfebre del pensamiento, está colgada en www.lulu.com y se titula En torno al universo invisible.

Yo hice, en vida de Luis, cuanto pude para que los dos primeros volúmenes se divulgaran. Lo llevé a Negro sobre blanco, a El Faro de Alejandría y a Las noches blancas, y publiqué una reseña en el suplemento de libros de ABC. Algo conseguí: se vendieron dos mil ejemplares. Menos es nada.

Vuelvo ahora a intentarlo, pero considere quien se anime a leer la obra citada, que no es lectura de entretenimiento, sino de reflexión, iluminación y consuelo en momentos de zozobra. Hínquenle el diente cuantos quieran encontrar respuesta a las grandes preguntas: ¿quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos, sigue la vida en el más allá? Et alia.

Los funerales se oficiaron en la iglesia del segundo piso del colegio en el que Luis y yo aprendimos juntos a vivir y a sobrevivir esquivando las dentelladas de la vida y disfrutando de sus dones. En esa capilla recé durante once años, leí las oraciones de la misa en voz alta, confesé mis pecados, fui monaguillo y comulgué por última vez antes de apartarme del seno de la iglesia.

El otro día, sin embargo, al término de la misa de réquiem, volví a comulgar. Lo hice como un gesto de póstumo homenaje al hombre que tanto me había dado, tanto había dado a todos y tan leal me había sido, aunque, como yo, no creía en ese rito. Fue amistad, fue símbolo, fue apuesta, fue recuerdo…

Ahora, Luis, ya no andas en busca ni en torno al universo invisible. Estás en él. Quedo a la espera del último volumen de tu summa y sé, antes de que lo escribas y me lo envíes, cuál será su título: Dentro del universo invisible.

Date prisa. Quiero sacarlo en Las noches blancas.

Que seas sabio y feliz en él.

Publicado en Dragolandia, elmundo.es, 6 octubre 2012


Publicado en: ...el 22 Noviembre 2012 @ 03:54 Comentarios (1)

One Comment

  1. A 22 Noviembre 2012 @ 21:09 lagai dijo:

    Después de escuchar como rebuznabas en una nueva entrevista en la que Dios parece que se comunica con el resto de mortales a través de tí, he decidido escribirte un par de líneas, que estoy seguro no leerás y mucho menos contestarás ( te faltan huevos, seguro…) ¡en fin!..
    No se puede ser ser más maniqueo, más fariseo, más insolidario…Hablas del “estado de bienestar” esa puta mentira que se han inventado unos cuantos listillos como tú para permitiros vivir de vicio y seguir con tus “viajecitos” espirituales a oriente, para encontrarte… ¡supongo!. Hablas de que se debería cambiar por el estado de la responsabilidad. Mira por donde estoy de acuerdo contigo en esto y sólo en esto, ese es el tema , ya que la gente como tú no tiene puta responsabilidad social y pasa de la gente que esta sufriendo como de la mierda, tenemos un estado que no debería dejarlos tirados,., par eso sirven las instituciones, el resto pajaaaaaa que sirve para sufragarte tus viajecitos, tu mansión, y todos tus vicios, que no olvides se sustentas sobre miles y miles de personas que: pasan hambre, les expulsan de sus casas, de sus trabajos, tiene problemas para comprar medicamentos….¡asi que nada ha seguir con el discursito inteligente mientras mucha gente ejerce de responsable todos los días y evita agredir a muchos “listillos” optando por la penosa alternativa de lanzarse por la ventana.
    Un saludo para ti , para tu familia y espero que de vez en cuando ejerzas esa “supuesta responsabilidad” de la que tanto te pavoneas